Algunos se gastaron lo mucho que ganaron en lujos extravagantes; otros hicieron obras maestras, pero el mundo no las entendió.
Oscar Wilde: acabó dependiendo de la caridad de amigos
Cultivador
de un dandismo exquisito, coleccionista de arte, juerguista empedernido
y amante de la buena gastronomía, Oscar Wilde (Dublín, Irlanda, 1854-
París, Francia, 1900) nació en el seno de una familia con dinero, llegó a
ser muy rico gracias a su trabajo y relaciones sentimentales, derrochó a
conciencia casi todo lo que había ganado y murió en París completamente
arruinado.
En sus últimos días, dependía de la caridad de amigos y
conocidos a los que abordaba en tabernas y cafetines para pedirles unos
francos.
Al médico que le atendió en su lecho de muerte le confesó que
no podía pagarle por sus servicios: “Ya ve usted, doctor, voy a morir
como he vivido, muy por encima de mis posibilidades”. En su descargo hay
que decir que a Wilde no solo le arruinaron sus hábitos de vividor y su
mala cabeza, el escándalo homófobo en que se vio envuelto al hacerse
pública su relación con el joven aristócrata lord Alfred Douglas tuvo
también mucho que ver con sus problemas financieros. En la imagen, Oscar
Wilde en 1889.
Judy Garland: el desahucio de una estrella
“Mis
padres me inculcaron la cultura del esfuerzo y del ahorro”, le contaba
Judy Garland (Minnesota, EE UU, 1922- Londres, Reino Unido, 1969) a la
revisa 'Variety' en 1939, pocas semanas antes del estreno del que sería
su gran éxito cinematográfico, la legendaria 'El mago de Oz'.
La
afirmación era falsa, como gran parte de lo que la actriz de Minnesota,
gran seductora y farsante vocacional, según reconocía ella misma, le
contaría a la prensa en años posteriores.
La verdad es que Judy (su
verdadero nombre era Frances Ethel Grumm) en absoluto creía en las
virtudes del ahorro. Resultó ser una mujer de gustos caros y con un
instinto natural para el derroche.
Con 17 años era ya una de las
actrices más ricas de Estados Unidos, pero apenas rebasados los 40
acumulaba deudas millonarios que la condujeron al desahucio y la
obligaron a embarcarse en una gira alimenticia por teatros de Europa con
su por entonces adolescente hija, Liza Minnelli.
Según sus allegados,
solo un oportuno matrimonio con el empresario de New Jersey Mickey Deans
impidió que la diva acabase en la miseria en sus últimos años, marcados
por los problemas financieros y la adicción a los barbitúricos.
En la
imagen, Judy Garland en 1950.
1Oscar Wilde: acabó dependiendo de la caridad de amigos Cultivador
de un dandismo exquisito, coleccionista de arte, juerguista empedernido
y amante de la buena gastronomía, Oscar Wilde (Dublín, Irlanda, 1854-
París, Francia, 1900) nació en el seno de una familia con dinero, llegó a
ser muy rico gracias a su trabajo y relaciones sentimentales, derrochó a
conciencia casi todo lo que había ganado y murió en París completamente
arruinado. En sus últimos días, dependía de la caridad de amigos y
conocidos a los que abordaba en tabernas y cafetines para pedirles unos
francos. Al médico que le atendió en su lecho de muerte le confesó que
no podía pagarle por sus servicios: “Ya ve usted, doctor, voy a morir
como he vivido, muy por encima de mis posibilidades”. En su descargo hay
que decir que a Wilde no solo le arruinaron sus hábitos de vividor y su
mala cabeza, el escándalo homófobo en que se vio envuelto al hacerse
pública su relación con el joven aristócrata lord Alfred Douglas tuvo
también mucho que ver con sus problemas financieros. En la imagen, Oscar
Wilde en 1889.Getty
2Judy Garland: el desahucio de una estrella “Mis
padres me inculcaron la cultura del esfuerzo y del ahorro”, le contaba
Judy Garland (Minnesota, EE UU, 1922- Londres, Reino Unido, 1969) a la
revisa 'Variety' en 1939, pocas semanas antes del estreno del que sería
su gran éxito cinematográfico, la legendaria 'El mago de Oz'. La
afirmación era falsa, como gran parte de lo que la actriz de Minnesota,
gran seductora y farsante vocacional, según reconocía ella misma, le
contaría a la prensa en años posteriores. La verdad es que Judy (su
verdadero nombre era Frances Ethel Grumm) en absoluto creía en las
virtudes del ahorro. Resultó ser una mujer de gustos caros y con un
instinto natural para el derroche. Con 17 años era ya una de las
actrices más ricas de Estados Unidos, pero apenas rebasados los 40
acumulaba deudas millonarios que la condujeron al desahucio y la
obligaron a embarcarse en una gira alimenticia por teatros de Europa con
su por entonces adolescente hija, Liza Minnelli. Según sus allegados,
solo un oportuno matrimonio con el empresario de New Jersey Mickey Deans
impidió que la diva acabase en la miseria en sus últimos años, marcados
por los problemas financieros y la adicción a los barbitúricos. En la
imagen, Judy Garland en 1950.Getty
Whitney Houston Cuando
Whitney Houston (Nueva Jersey, 1963- Los Ángeles, 2012) fue encontrada
muerta en la bañera de su hotel de Los Ángeles, en febrero de 2012,
tenía telarañas en su cuenta corriente y deudas por un importe algo
superior a los cuatro millones de dólares (3,3 de euros).
En apenas una
década, la cantante había dilapidado una fortuna personal de alrededor
de cien millones.
Según el cronista de sociedad neoyorquino Michael
Lavelette, “su estilo de vida extravagante, sus múltiples adicciones (al
alcohol, a los calmantes, a la cocaína...) y su divorcio de Bobby Brown
la llevaron a la ruina”.
Su último millón se lo gastó “en un delirante
periplo de varios meses por hoteles de lujo de Sídney, París y Londres
en el que no reparó en gastos, a pesar de las advertencias de sus
asesores financieros”.
Según publicó Fox News, pocas horas antes de
morir, Houston había llamado a una amiga para pedirle que le prestase
100 dólares que, presumiblemente, pensaba gastarse en crack, la última
droga a la que se había hecho adicta.
En la imagen, Whitney Houston en
el escenario de los World Music Awards de 2004 en Las Vegas.
1Oscar Wilde: acabó dependiendo de la caridad de amigos Cultivador
de un dandismo exquisito, coleccionista de arte, juerguista empedernido
y amante de la buena gastronomía, Oscar Wilde (Dublín, Irlanda, 1854-
París, Francia, 1900) nació en el seno de una familia con dinero, llegó a
ser muy rico gracias a su trabajo y relaciones sentimentales, derrochó a
conciencia casi todo lo que había ganado y murió en París completamente
arruinado. En sus últimos días, dependía de la caridad de amigos y
conocidos a los que abordaba en tabernas y cafetines para pedirles unos
francos. Al médico que le atendió en su lecho de muerte le confesó que
no podía pagarle por sus servicios: “Ya ve usted, doctor, voy a morir
como he vivido, muy por encima de mis posibilidades”. En su descargo hay
que decir que a Wilde no solo le arruinaron sus hábitos de vividor y su
mala cabeza, el escándalo homófobo en que se vio envuelto al hacerse
pública su relación con el joven aristócrata lord Alfred Douglas tuvo
también mucho que ver con sus problemas financieros. En la imagen, Oscar
Wilde en 1889.Getty
2Judy Garland: el desahucio de una estrella “Mis
padres me inculcaron la cultura del esfuerzo y del ahorro”, le contaba
Judy Garland (Minnesota, EE UU, 1922- Londres, Reino Unido, 1969) a la
revisa 'Variety' en 1939, pocas semanas antes del estreno del que sería
su gran éxito cinematográfico, la legendaria 'El mago de Oz'. La
afirmación era falsa, como gran parte de lo que la actriz de Minnesota,
gran seductora y farsante vocacional, según reconocía ella misma, le
contaría a la prensa en años posteriores. La verdad es que Judy (su
verdadero nombre era Frances Ethel Grumm) en absoluto creía en las
virtudes del ahorro. Resultó ser una mujer de gustos caros y con un
instinto natural para el derroche. Con 17 años era ya una de las
actrices más ricas de Estados Unidos, pero apenas rebasados los 40
acumulaba deudas millonarios que la condujeron al desahucio y la
obligaron a embarcarse en una gira alimenticia por teatros de Europa con
su por entonces adolescente hija, Liza Minnelli. Según sus allegados,
solo un oportuno matrimonio con el empresario de New Jersey Mickey Deans
impidió que la diva acabase en la miseria en sus últimos años, marcados
por los problemas financieros y la adicción a los barbitúricos. En la
imagen, Judy Garland en 1950.Getty
3Whitney Houston Cuando
Whitney Houston (Nueva Jersey, 1963- Los Ángeles, 2012) fue encontrada
muerta en la bañera de su hotel de Los Ángeles, en febrero de 2012,
tenía telarañas en su cuenta corriente y deudas por un importe algo
superior a los cuatro millones de dólares (3,3 de euros). En apenas una
década, la cantante había dilapidado una fortuna personal de alrededor
de cien millones. Según el cronista de sociedad neoyorquino Michael
Lavelette, “su estilo de vida extravagante, sus múltiples adicciones (al
alcohol, a los calmantes, a la cocaína...) y su divorcio de Bobby Brown
la llevaron a la ruina”. Su último millón se lo gastó “en un delirante
periplo de varios meses por hoteles de lujo de Sídney, París y Londres
en el que no reparó en gastos, a pesar de las advertencias de sus
asesores financieros”. Según publicó Fox News, pocas horas antes de
morir, Houston había llamado a una amiga para pedirle que le prestase
100 dólares que, presumiblemente, pensaba gastarse en crack, la última
droga a la que se había hecho adicta. En la imagen, Whitney Houston en
el escenario de los World Music Awards de 2004 en Las Vegas.Getty
4Joe Louis: el campeón al que saquearon familiares y amigos Al
que muchos consideran el mejor boxeador de la historia, Joe Louis
(Alabama, 1914- Nevada, 1981) le perjudicó el exceso de generosidad y de
confianza. Crecido en un humilde y conflictivo suburbio de Detroit,
campeón del mundo de los pesos pesados entre 1937 y 1949, Louis no se
permitió grandes lujos cuando estaba en la cresta de la ola, pero sí que
pagó las considerables deudas de sus familiares (incluso la de los que
no le dirigían la palabra cuando no era más que un adolescente tartamudo
que repartía hielo a cambio de propinas) y confió en una cohorte de
viejos amigos que saquearon sus cuentas corrientes y le embarcaron en
una larga serie de negocios dudosos. Como resultado de todo ello, llegó a
deberle a Hacienda más de un millón de dólares a finales de los años
50, cuando ya se había retirado del boxeo y carecía de ingresos
estables. Una campaña de solidaridad impulsada por antiguos compañeros
sirvió para que a Louis le concediesen un aplazamiento del pago de la
deuda, pero cuando murió, en 1981, seguía con las cuentas embargadas y
al borde de la miseria. En la imagen, Louis leyendo el periódico 'New
York Daily News' en 1938.Getty
Sammy Davies Jr.: los lujos excéntricos le dejaron sin un centavo “Tengo
la conciencia tranquila”, solía decirle a sus amigos un francamente
arruinado Sammy Davis Jr. (Nueva York, 1925- California, 1990), “no debo
dinero a nadie que lo necesite, casi todas mis deudas son con el
gobierno de los Estados Unidos”.
Esas deudas llegaron a sumar casi 15
millones de dólares, porque el cantante de Harlem, como muchos otros
famosos, cogió la costumbre de dejar de pagar impuestos en cuanto sintió
que eran un lujo que no podía permitirse.
En los mejores años de su
carrera, entre finales de los 40 y mediados de los 60, cuando formaba
parte del 'Rat Pack' de Frank Sinatra, Sammy ganaba más de un millón de
dólares anuales con sus giras.
En 1989, ya en bancarrota tras años de
pésimas inversiones y lujos excéntricos, decidió no extirparse un tumor
en la garganta porque temía que la operación afectase a sus cuerdas
vocales. “No tengo ni un centavo ahorrado, y si no puedo seguir
cantando, me moriré de hambre”, fue su razonamiento.
Muy poco después le
mató el tumor que no había querido operarse. En la imagen, Sammy Davies
Jr. en Los Ángeles, en 1988.
Vincent Van Gogh: solo dos escalones por encima de la indigencia El
pintor neerlandés tuvo una vida azarosa.
Fue galerista, pastor
protestante, misionero... Incluso convivió en La Haya, en condiciones
del todo paupérrimas, con una joven prostituta alcohólica y madre
soltera.
No es del todo cierto, como se ha dicho en alguna ocasión, que
Van Gogh (Países Bajos, 1853- Francia, 1890) no vendiese ningún cuadro
en vida. Vendió, sin ir más lejos, litografías de sus primeras obras
maestras, como 'Los comedores de patatas'. Incluso disfrutó de una muy
breve etapa de éxito, mientras residía en París, apadrinado por
camaradas tan ilustres como el pintor bohemio Henri Toulouse-Lautrec.
Pero sí es verdad que murió desorejado, loco de remate y sin un triste
franco en el bolsillo, en la ciudad provenzal de Arlés, sin más apoyo
material que el de su hermano Theo, galerista y marchante, que fue su
único mecenas, el único que le mantuvo hasta el final al menos un par de
peldaños por encima de la indigencia.
Murió con 37 años. En noviembre
del pasado año, uno de los óleos que Vincent pintó en Arlés, 'Labourer
dans un champ', fue vendido en subasta por 67 millones de euros. En la
imagen, 'Autorretrato', de Vincent van Gogh, de 1888.
1Oscar Wilde: acabó dependiendo de la caridad de amigos Cultivador
de un dandismo exquisito, coleccionista de arte, juerguista empedernido
y amante de la buena gastronomía, Oscar Wilde (Dublín, Irlanda, 1854-
París, Francia, 1900) nació en el seno de una familia con dinero, llegó a
ser muy rico gracias a su trabajo y relaciones sentimentales, derrochó a
conciencia casi todo lo que había ganado y murió en París completamente
arruinado. En sus últimos días, dependía de la caridad de amigos y
conocidos a los que abordaba en tabernas y cafetines para pedirles unos
francos. Al médico que le atendió en su lecho de muerte le confesó que
no podía pagarle por sus servicios: “Ya ve usted, doctor, voy a morir
como he vivido, muy por encima de mis posibilidades”. En su descargo hay
que decir que a Wilde no solo le arruinaron sus hábitos de vividor y su
mala cabeza, el escándalo homófobo en que se vio envuelto al hacerse
pública su relación con el joven aristócrata lord Alfred Douglas tuvo
también mucho que ver con sus problemas financieros. En la imagen, Oscar
Wilde en 1889.Getty
2Judy Garland: el desahucio de una estrella “Mis
padres me inculcaron la cultura del esfuerzo y del ahorro”, le contaba
Judy Garland (Minnesota, EE UU, 1922- Londres, Reino Unido, 1969) a la
revisa 'Variety' en 1939, pocas semanas antes del estreno del que sería
su gran éxito cinematográfico, la legendaria 'El mago de Oz'. La
afirmación era falsa, como gran parte de lo que la actriz de Minnesota,
gran seductora y farsante vocacional, según reconocía ella misma, le
contaría a la prensa en años posteriores. La verdad es que Judy (su
verdadero nombre era Frances Ethel Grumm) en absoluto creía en las
virtudes del ahorro. Resultó ser una mujer de gustos caros y con un
instinto natural para el derroche. Con 17 años era ya una de las
actrices más ricas de Estados Unidos, pero apenas rebasados los 40
acumulaba deudas millonarios que la condujeron al desahucio y la
obligaron a embarcarse en una gira alimenticia por teatros de Europa con
su por entonces adolescente hija, Liza Minnelli. Según sus allegados,
solo un oportuno matrimonio con el empresario de New Jersey Mickey Deans
impidió que la diva acabase en la miseria en sus últimos años, marcados
por los problemas financieros y la adicción a los barbitúricos. En la
imagen, Judy Garland en 1950.Getty
3Whitney Houston Cuando
Whitney Houston (Nueva Jersey, 1963- Los Ángeles, 2012) fue encontrada
muerta en la bañera de su hotel de Los Ángeles, en febrero de 2012,
tenía telarañas en su cuenta corriente y deudas por un importe algo
superior a los cuatro millones de dólares (3,3 de euros). En apenas una
década, la cantante había dilapidado una fortuna personal de alrededor
de cien millones. Según el cronista de sociedad neoyorquino Michael
Lavelette, “su estilo de vida extravagante, sus múltiples adicciones (al
alcohol, a los calmantes, a la cocaína...) y su divorcio de Bobby Brown
la llevaron a la ruina”. Su último millón se lo gastó “en un delirante
periplo de varios meses por hoteles de lujo de Sídney, París y Londres
en el que no reparó en gastos, a pesar de las advertencias de sus
asesores financieros”. Según publicó Fox News, pocas horas antes de
morir, Houston había llamado a una amiga para pedirle que le prestase
100 dólares que, presumiblemente, pensaba gastarse en crack, la última
droga a la que se había hecho adicta. En la imagen, Whitney Houston en
el escenario de los World Music Awards de 2004 en Las Vegas.Getty
4Joe Louis: el campeón al que saquearon familiares y amigos Al
que muchos consideran el mejor boxeador de la historia, Joe Louis
(Alabama, 1914- Nevada, 1981) le perjudicó el exceso de generosidad y de
confianza. Crecido en un humilde y conflictivo suburbio de Detroit,
campeón del mundo de los pesos pesados entre 1937 y 1949, Louis no se
permitió grandes lujos cuando estaba en la cresta de la ola, pero sí que
pagó las considerables deudas de sus familiares (incluso la de los que
no le dirigían la palabra cuando no era más que un adolescente tartamudo
que repartía hielo a cambio de propinas) y confió en una cohorte de
viejos amigos que saquearon sus cuentas corrientes y le embarcaron en
una larga serie de negocios dudosos. Como resultado de todo ello, llegó a
deberle a Hacienda más de un millón de dólares a finales de los años
50, cuando ya se había retirado del boxeo y carecía de ingresos
estables. Una campaña de solidaridad impulsada por antiguos compañeros
sirvió para que a Louis le concediesen un aplazamiento del pago de la
deuda, pero cuando murió, en 1981, seguía con las cuentas embargadas y
al borde de la miseria. En la imagen, Louis leyendo el periódico 'New
York Daily News' en 1938.Getty
5Sammy Davies Jr.: los lujos excéntricos le dejaron sin un centavo “Tengo
la conciencia tranquila”, solía decirle a sus amigos un francamente
arruinado Sammy Davis Jr. (Nueva York, 1925- California, 1990), “no debo
dinero a nadie que lo necesite, casi todas mis deudas son con el
gobierno de los Estados Unidos”. Esas deudas llegaron a sumar casi 15
millones de dólares, porque el cantante de Harlem, como muchos otros
famosos, cogió la costumbre de dejar de pagar impuestos en cuanto sintió
que eran un lujo que no podía permitirse. En los mejores años de su
carrera, entre finales de los 40 y mediados de los 60, cuando formaba
parte del 'Rat Pack' de Frank Sinatra, Sammy ganaba más de un millón de
dólares anuales con sus giras. En 1989, ya en bancarrota tras años de
pésimas inversiones y lujos excéntricos, decidió no extirparse un tumor
en la garganta porque temía que la operación afectase a sus cuerdas
vocales. “No tengo ni un centavo ahorrado, y si no puedo seguir
cantando, me moriré de hambre”, fue su razonamiento. Muy poco después le
mató el tumor que no había querido operarse. En la imagen, Sammy Davies
Jr. en Los Ángeles, en 1988.Getty
6Vincent Van Gogh: solo dos escalones por encima de la indigencia El
pintor neerlandés tuvo una vida azarosa. Fue galerista, pastor
protestante, misionero... Incluso convivió en La Haya, en condiciones
del todo paupérrimas, con una joven prostituta alcohólica y madre
soltera. No es del todo cierto, como se ha dicho en alguna ocasión, que
Van Gogh (Países Bajos, 1853- Francia, 1890) no vendiese ningún cuadro
en vida. Vendió, sin ir más lejos, litografías de sus primeras obras
maestras, como 'Los comedores de patatas'. Incluso disfrutó de una muy
breve etapa de éxito, mientras residía en París, apadrinado por
camaradas tan ilustres como el pintor bohemio Henri Toulouse-Lautrec.
Pero sí es verdad que murió desorejado, loco de remate y sin un triste
franco en el bolsillo, en la ciudad provenzal de Arlés, sin más apoyo
material que el de su hermano Theo, galerista y marchante, que fue su
único mecenas, el único que le mantuvo hasta el final al menos un par de
peldaños por encima de la indigencia. Murió con 37 años. En noviembre
del pasado año, uno de los óleos que Vincent pintó en Arlés, 'Labourer
dans un champ', fue vendido en subasta por 67 millones de euros. En la
imagen, 'Autorretrato', de Vincent van Gogh, de 1888.Getty
Gracita Morales: una cómica a la que se le agrió el carácter Según
contaba en sus memorias su compañero de profesión, José Luis
López-Vázquez, a Gracita Morales (Madrid, 1928- Madrid, 1995) “se le fue
agriando el carácter”. Empezó a comportarse, en palabras de Alfredo
Landa, de manera “caprichosa, despótica e intratable”, y trabajar con
ella se convirtió en “un martirio”. Por esas razones, los productores
dejaron de ofrecerle papeles en el cine a finales de los 70. La que
había sido una actriz de comedia castiza con una vis cómica
irresistible, basada en su expresividad natural y su voz atiplada, se
quedó sin trabajo y cayó en una profunda depresión de la que ya nunca
conseguiría recuperarse por completo. Murió en Madrid, en abril de 1995,
sola, sedada con pastillas y sin un duro, tras años tirando de ahorros
para mantenerse a flote mientras esperaba que pasase de una vez su mala
racha. En la imagen, Gracita Morales junto a José Luis López-Vázquez.
Anita Ekberg: del 'glamour' a vivir en una mansión desvencijada y acosada por los bancos
Fue
Miss Suecia en 1951 y enamoró al mundo en 1960 con su presencia en un
par de icónicas escenas de 'La dolce vita', el clásico de Federico
Fellini.
Bob Dylan habló de ella como el perfecto antídoto contra los
problemas del mundo en su canción 'I shall be free'.
Sin embargo, el
segundo acto de la vida de la modelo y actriz sueca Anita Ekberg (Malmo,
Suecia, 1931- Roma, Italia, 2015) fue una calamidad, sobre todo si lo
comparamos con el éxtasis de éxito y 'glamour' que fueron sus primeros
años. Tras su prematura retirada del cine y de las pasarelas a finales
de los 60, desapareció del mapa y solo se volvió a hablar de ella ya en
2011, cuando su residencia fue asaltada por ladrones y ella sufrió
graves quemaduras por todo el cuerpo.
La prensa publicó por entonces que
llevaba años sola, postrada en una silla de ruedas, en una desvencijada
mansión de la que los bancos estaban a punto de echarla y sin
propiedades ni cuentas corrientes a su nombre.
Murió cuatro años
después, con 83 años. En la imagen, Anita Ekberg en 1955.
1Oscar Wilde: acabó dependiendo de la caridad de amigos Cultivador
de un dandismo exquisito, coleccionista de arte, juerguista empedernido
y amante de la buena gastronomía, Oscar Wilde (Dublín, Irlanda, 1854-
París, Francia, 1900) nació en el seno de una familia con dinero, llegó a
ser muy rico gracias a su trabajo y relaciones sentimentales, derrochó a
conciencia casi todo lo que había ganado y murió en París completamente
arruinado. En sus últimos días, dependía de la caridad de amigos y
conocidos a los que abordaba en tabernas y cafetines para pedirles unos
francos. Al médico que le atendió en su lecho de muerte le confesó que
no podía pagarle por sus servicios: “Ya ve usted, doctor, voy a morir
como he vivido, muy por encima de mis posibilidades”. En su descargo hay
que decir que a Wilde no solo le arruinaron sus hábitos de vividor y su
mala cabeza, el escándalo homófobo en que se vio envuelto al hacerse
pública su relación con el joven aristócrata lord Alfred Douglas tuvo
también mucho que ver con sus problemas financieros. En la imagen, Oscar
Wilde en 1889.Getty
2Judy Garland: el desahucio de una estrella “Mis
padres me inculcaron la cultura del esfuerzo y del ahorro”, le contaba
Judy Garland (Minnesota, EE UU, 1922- Londres, Reino Unido, 1969) a la
revisa 'Variety' en 1939, pocas semanas antes del estreno del que sería
su gran éxito cinematográfico, la legendaria 'El mago de Oz'. La
afirmación era falsa, como gran parte de lo que la actriz de Minnesota,
gran seductora y farsante vocacional, según reconocía ella misma, le
contaría a la prensa en años posteriores. La verdad es que Judy (su
verdadero nombre era Frances Ethel Grumm) en absoluto creía en las
virtudes del ahorro. Resultó ser una mujer de gustos caros y con un
instinto natural para el derroche. Con 17 años era ya una de las
actrices más ricas de Estados Unidos, pero apenas rebasados los 40
acumulaba deudas millonarios que la condujeron al desahucio y la
obligaron a embarcarse en una gira alimenticia por teatros de Europa con
su por entonces adolescente hija, Liza Minnelli. Según sus allegados,
solo un oportuno matrimonio con el empresario de New Jersey Mickey Deans
impidió que la diva acabase en la miseria en sus últimos años, marcados
por los problemas financieros y la adicción a los barbitúricos. En la
imagen, Judy Garland en 1950.Getty
3Whitney Houston Cuando
Whitney Houston (Nueva Jersey, 1963- Los Ángeles, 2012) fue encontrada
muerta en la bañera de su hotel de Los Ángeles, en febrero de 2012,
tenía telarañas en su cuenta corriente y deudas por un importe algo
superior a los cuatro millones de dólares (3,3 de euros). En apenas una
década, la cantante había dilapidado una fortuna personal de alrededor
de cien millones. Según el cronista de sociedad neoyorquino Michael
Lavelette, “su estilo de vida extravagante, sus múltiples adicciones (al
alcohol, a los calmantes, a la cocaína...) y su divorcio de Bobby Brown
la llevaron a la ruina”. Su último millón se lo gastó “en un delirante
periplo de varios meses por hoteles de lujo de Sídney, París y Londres
en el que no reparó en gastos, a pesar de las advertencias de sus
asesores financieros”. Según publicó Fox News, pocas horas antes de
morir, Houston había llamado a una amiga para pedirle que le prestase
100 dólares que, presumiblemente, pensaba gastarse en crack, la última
droga a la que se había hecho adicta. En la imagen, Whitney Houston en
el escenario de los World Music Awards de 2004 en Las Vegas.Getty
4Joe Louis: el campeón al que saquearon familiares y amigos Al
que muchos consideran el mejor boxeador de la historia, Joe Louis
(Alabama, 1914- Nevada, 1981) le perjudicó el exceso de generosidad y de
confianza. Crecido en un humilde y conflictivo suburbio de Detroit,
campeón del mundo de los pesos pesados entre 1937 y 1949, Louis no se
permitió grandes lujos cuando estaba en la cresta de la ola, pero sí que
pagó las considerables deudas de sus familiares (incluso la de los que
no le dirigían la palabra cuando no era más que un adolescente tartamudo
que repartía hielo a cambio de propinas) y confió en una cohorte de
viejos amigos que saquearon sus cuentas corrientes y le embarcaron en
una larga serie de negocios dudosos. Como resultado de todo ello, llegó a
deberle a Hacienda más de un millón de dólares a finales de los años
50, cuando ya se había retirado del boxeo y carecía de ingresos
estables. Una campaña de solidaridad impulsada por antiguos compañeros
sirvió para que a Louis le concediesen un aplazamiento del pago de la
deuda, pero cuando murió, en 1981, seguía con las cuentas embargadas y
al borde de la miseria. En la imagen, Louis leyendo el periódico 'New
York Daily News' en 1938.Getty
5Sammy Davies Jr.: los lujos excéntricos le dejaron sin un centavo “Tengo
la conciencia tranquila”, solía decirle a sus amigos un francamente
arruinado Sammy Davis Jr. (Nueva York, 1925- California, 1990), “no debo
dinero a nadie que lo necesite, casi todas mis deudas son con el
gobierno de los Estados Unidos”. Esas deudas llegaron a sumar casi 15
millones de dólares, porque el cantante de Harlem, como muchos otros
famosos, cogió la costumbre de dejar de pagar impuestos en cuanto sintió
que eran un lujo que no podía permitirse. En los mejores años de su
carrera, entre finales de los 40 y mediados de los 60, cuando formaba
parte del 'Rat Pack' de Frank Sinatra, Sammy ganaba más de un millón de
dólares anuales con sus giras. En 1989, ya en bancarrota tras años de
pésimas inversiones y lujos excéntricos, decidió no extirparse un tumor
en la garganta porque temía que la operación afectase a sus cuerdas
vocales. “No tengo ni un centavo ahorrado, y si no puedo seguir
cantando, me moriré de hambre”, fue su razonamiento. Muy poco después le
mató el tumor que no había querido operarse. En la imagen, Sammy Davies
Jr. en Los Ángeles, en 1988.Getty
6Vincent Van Gogh: solo dos escalones por encima de la indigencia El
pintor neerlandés tuvo una vida azarosa. Fue galerista, pastor
protestante, misionero... Incluso convivió en La Haya, en condiciones
del todo paupérrimas, con una joven prostituta alcohólica y madre
soltera. No es del todo cierto, como se ha dicho en alguna ocasión, que
Van Gogh (Países Bajos, 1853- Francia, 1890) no vendiese ningún cuadro
en vida. Vendió, sin ir más lejos, litografías de sus primeras obras
maestras, como 'Los comedores de patatas'. Incluso disfrutó de una muy
breve etapa de éxito, mientras residía en París, apadrinado por
camaradas tan ilustres como el pintor bohemio Henri Toulouse-Lautrec.
Pero sí es verdad que murió desorejado, loco de remate y sin un triste
franco en el bolsillo, en la ciudad provenzal de Arlés, sin más apoyo
material que el de su hermano Theo, galerista y marchante, que fue su
único mecenas, el único que le mantuvo hasta el final al menos un par de
peldaños por encima de la indigencia. Murió con 37 años. En noviembre
del pasado año, uno de los óleos que Vincent pintó en Arlés, 'Labourer
dans un champ', fue vendido en subasta por 67 millones de euros. En la
imagen, 'Autorretrato', de Vincent van Gogh, de 1888.Getty
Gracita Morales: una cómica a la que se le agrió el carácter Según
contaba en sus memorias su compañero de profesión, José Luis
López-Vázquez, a Gracita Morales (Madrid, 1928- Madrid, 1995) “se le fue
agriando el carácter”. Empezó a comportarse, en palabras de Alfredo
Landa, de manera “caprichosa, despótica e intratable”, y trabajar con
ella se convirtió en “un martirio”. Por esas razones, los productores
dejaron de ofrecerle papeles en el cine a finales de los 70. La que
había sido una actriz de comedia castiza con una vis cómica
irresistible, basada en su expresividad natural y su voz atiplada, se
quedó sin trabajo y cayó en una profunda depresión de la que ya nunca
conseguiría recuperarse por completo. Murió en Madrid, en abril de 1995,
sola, sedada con pastillas y sin un duro, tras años tirando de ahorros
para mantenerse a flote mientras esperaba que pasase de una vez su mala
racha. En la imagen, Gracita Morales junto a José Luis López-Vázquez.
Anita Ekberg: del 'glamour' a vivir en una mansión desvencijada y acosada por los bancos Fue
Miss Suecia en 1951 y enamoró al mundo en 1960 con su presencia en un
par de icónicas escenas de 'La dolce vita', el clásico de Federico
Fellini. Bob Dylan habló de ella como el perfecto antídoto contra los
problemas del mundo en su canción 'I shall be free'. Sin embargo, el
segundo acto de la vida de la modelo y actriz sueca Anita Ekberg (Malmo,
Suecia, 1931- Roma, Italia, 2015) fue una calamidad, sobre todo si lo
comparamos con el éxtasis de éxito y 'glamour' que fueron sus primeros
años. Tras su prematura retirada del cine y de las pasarelas a finales
de los 60, desapareció del mapa y solo se volvió a hablar de ella ya en
2011, cuando su residencia fue asaltada por ladrones y ella sufrió
graves quemaduras por todo el cuerpo. La prensa publicó por entonces que
llevaba años sola, postrada en una silla de ruedas, en una desvencijada
mansión de la que los bancos estaban a punto de echarla y sin
propiedades ni cuentas corrientes a su nombre. Murió cuatro años
después, con 83 años. En la imagen, Anita Ekberg en 1955.Getty
Nikolas Tesla: genio científico, nefasto empresario El
gran inventor estadounidense de origen balcánico Nikolas Tesla
(Smiljan, Croacia, 1856- Nueva York, EE UU, 1943) fue un genio en lo
suyo, pero careció sin duda del instinto comercial que sí tuvieron
competidores como Thomas Alva Edison, para el que trabajó en su
juventud. Personaje clave en el desarrollo de la industria eléctrica,
Tesla es el padre de múltiples inventos, pero vendió la mayoría de esas
patentes a Westinghouse Electrics por cantidades a menudo irrisorias,
muy por debajo de su valor real. Su principal prioridad fue siempre
invertir todo lo que ganaba en nuevos inventos más que asegurar la
solidez empresarial de su propia empresa, Tesla Electric & Light
Manufacturing, fundada en 1886. En 1907, una auditoría independiente
aseguraba que las patentes que Tesla había vendido a Westinghouse por
poco más de 200.000 dólares tenían un valor real de mercado superior a
los 12 millones, que vendrían a ser 300 millones de dólares de ahora. Con semejante talento para los negocios, no es extraño que el científico
se arruinase definitivamente poco antes de morir, en 1943. En la
imagen, Nikolas Tesla en 1896.Getty
Veronica Lake: del lujo de Hollywood a trabajar de camarera Vivir
deprisa siempre fue una de las principales prioridades de la actriz
Veronica Lake (Nueva York, 1922- Vermont, 1973). Su talento y su
ambición ya habían convertido a esta belleza castaña de clase obrera en
una gran estrella del celuloide con poco más de 20 años, cuando
protagonizó varios clásicos del cine negro junto a Alan Ladd, pero su
reputación de díscola y difícil hizo que apenas una década después
dejasen de ofrecerle papeles. En 1951, ella y su marido, el director
André De Toth, se declararon en bancarrota: se habían gastado en tiempo
récord la gran cantidad de dinero que habían conseguido acumular con sus
respectivas carreras. Para Lake, que se divorció de Toth poco después,
empezó una segunda vida en la que trabajó de camarera, fue detenida
varias veces por embriaguez y escándalo público y residió en moteles
baratos de la periferia de Nueva York. Su etapa tardía como presentadora
de un programa de televisión local en Baltimore, cuando era ya una
mujer de mediana edad prematuramente envejecida por el alcohol y las
penurias, tampoco le permitió resolver del todo unos problemas
económicos que la acompañarían hasta el final. Murió con 50 años.Getty
Billie Holiday: la gran voz del jazz se fue con 70 centavos en el bolsillo Murió
de cirrosis en un hospital de Harlem (Nueva York), en primavera de
1959, a los 44 años (había nacido en Filadelfia en 1915). Llevaba unos
días en arresto domiciliario por posesión de narcóticos (era adicta a la
heroína) y al morir tenía 70 centavos en su cuenta corriente y 750
dólares en efectivo, que fueron heredados por su marido. A la mujer
también conocida como Lady Day, todo un mito de la música popular (jazz,
sobre todo) del siglo XX, la arruinaron las adicciones, un estilo de
vida bohemio y las malas compañías. En especial, una estafa de la que
fue objeto poco antes de morir y que consumió sus últimos ahorros y los
derechos de autor generados por su último par de discos y su
autobiografía, 'Lady sings the blues', publicada en 1956. Lily Rothman,
redactora de 'Time', escribía en el aniversario de su muerte que Billie
“hubiese preferido gastarse esos 750 dólares antes de morir, en alcohol,
en heroína o en una última juerga con sus amigos, porque su filosofía
era no guardar nada para mañana y apurar la vida hasta las heces”. Nunca
quiso ser la más rica del cementerio. En la imagen, Billie Holiday en
1950.
Edgar Allan Poe: solo siete personas en su entierro
Edgar
Allan Poe (Boston, 1809- Baltimore, 1849) se enroló en el ejército
siendo aún menor de edad. Le destinaron al cuerpo de artilleros, no le
gustó aquello y pidió que le licenciasen.
Al final, los cinco dólares
mensuales que cobró durante esa breve etapa en los cuarteles acabarían
siendo el único sueldo estable que percibió en su vida. Poe quiso
dedicarse profesionalmente a la literatura, un oficio ejercido entonces
por aristócratas ociosos y demás gente con posibles, y le fue peor que
mal.
Nunca consiguió mantener a su familia. Escribió a destajo (incluso
después de muerto: una médium tuvo la suprema desvergüenza de publicar
en 1860 una colección de poemas ‘dictados’ por el fantasma de Poe,
fallecido 11 años antes), pero lo hizo casi siempre para revistas y
editoriales de segunda que le pagaron sus trabajos de forma cicatera y
miserable, regateándole hasta el último centavo.
Ni siquiera los éxitos
de su poema 'El cuervo' o de su relato 'El escarabajo de oro' le dieron
lo suficiente para dejar de pasar apuros una temporada.
Su desangelado
entierro, en Baltimore, ante siete testigos, es la prueba más elocuente
del fracaso en vida de este gran genio maldito, esforzado jornalero de
la pluma. En la imagen, Edgar Allan Poe en 1849.
Ingenieros
formados en la Universidad de Vigo lograron construir en medio año el
retrato robot del coche de El Chicle a partir de la imagen de un
destello en la autovía.
La Guardia Civil retira el coche decomisado de Abuín en su casa de Rianxo el pasado 31 de diciembre.ÓSCAR CORRAL"Al principio, durante dos o tres semanas, estuvimos sin
saber para qué investigación estábamos trabajando", recuerda Marcos
Pérez, portavoz de la empresa en la que un día de la primavera pasada
recaló la Guardia Civil buscando desesperadamente una prueba tangible
contra el fantasma del hombre que se había llevado a Diana Quer. Los ingenieros de ISV Constructores y Reconstructores de Accidentes,
con sede en el municipio pontevedrés de O Porriño, próximo a Vigo, están
habituados a recibir encargos policiales y a dar respuestas que parecen
salidas de una película de ciencia ficción sin que los investigadores
les dén demasiados detalles acerca del caso. Esta vez tenían que lograr
el "retrato robot" de un vehículo. Y solo tenían fotos, y más tarde breves secuencias de vídeo,
de unos fogonazos que circulaban en lo más oscuro de una noche de
verano sobre un tramo concreto de la AG-11, la Autovía do Barbanza, por
donde se sabía que había viajado el móvil de la joven madrileña antes de perderse su rastro.
Manuel
Sánchez Corbí, coronel jefe de la UCO (Unidad Central Operativa),
definía esas imágenes en la rueda de prensa del pasado martes 2 como
"bolas de luz" que empezaron a cribar en una tarea "frustrante". Hasta
que un mariscador cosechó entre berberechos el iPhone 6 blanco de la
muchacha bajo el puente de la autovía, eso era lo único con lo que
contaban los agentes. Infinidad de bolas de luz, estrellas fugaces del
asfalto recogidas por 40 cámaras de seguridad y control de tráfico. Solo con el tiempo (al cruzarse con el posicionamiento de los teléfonos
móviles de la víctima y de su supuesto verdugo y al recuperarse parte
de la información del terminal rescatado del fango de la ría) se logró
reducir una lista de 3.000 vehículos a una partida de cartas con tan
solo tres. Los naipes eran un automóvil con remolque que jamás pudo
identificarse, otro que sí se pudo pero que se investigó y se descartó y
el que más tarde se supo que era el Alfa Romeo gris plata de José Enrique Abuín. "Los radares están pensados para retratar perfectamente las matrículas,
pero las cámaras de las autovías no tienen resolución. Su función es
contar coches, prever embotellamientos... nada más",
Su función es contar coches, prever embotellamientos... nada
más", explica Marcos Pérez mientras se prepara para marchar a Murcia
para reconstruir el incendio de un vehículo.
Su misión en la investigación de A Pobra era traducir unos
pocos fotogramas planos capturados por tres cámaras, donde solo se veían
los halos de luz de unos faros, en el volumen de un coche, en una forma
compatible con una marca y un modelo concretos. Para ello, de forma
desinteresada, sin cobrar nada en el medio año que duró su
investigación, tuvieron que trasladarse primero al escenario para
reproducir en tres dimensiones los tramos de la AG-11 donde habían sido
tomadas las imágenes. El trabajo de campo lo realizaron dos ingenieros
de la empresa con la ayuda de una docena de guardias civiles que se
encargaron durante dos jornadas a cortar alternativamente los carriles
de la autovía en sentido Este, es decir, de A Pobra (donde veraneaba
Diana Quer) a Rianxo (donde ocultó su cuerpo El Chicle).
Una vez recreado el paisaje en 3D, había que poner a
circular virtualmente distintos tipos de automóvil en ambos sentidos y
recrear las luces, sombras y brillos que estos generaban al desplazarse
sobre la escena indudable. El objetivo era lograr un volumen lo más
exacto posible de los coches investigados partiendo de reflejos, pero
sobre todo de sus propias luces, de la altura y la distancia entre
faros, "únicas como el ADN para cada modelo". La Guardia Civil quería
llegar al conductor a través del retrato de su auto, que ya el pasado
septiembre resultó ser un Alfa Romeo 166, el mismo en el que José
Enrique Abuín Gey volvió supuestamente a intentar el secuestro de una
mujer joven en Boiro (A Coruña) el día de Navidad. Cuanto menos precisa es una cámara de seguridad y más corre
un coche, menos fotogramas se pueden obtener de ella para analizar. En
el caso Quer, los ingenieros de ISV se hallaban en el peor de los
escenarios: noche cerrada y tiempo seco,
porque creen que es probable que la lluvia, al generar brillos sobre la
superficie escasamente iluminada por las farolas, quizás les habría
hecho la tarea "más fácil". La Guardia Civil llegó a este grupo de
profesionales porque la empresa, nacida a partir de un equipo de trabajo
de la Universidad de Vigo, ya colaboraba con otros cuerpos y en 2014
había ayudado al juez de Violencia contra la Mujer de A Coruña en la
instrucción de un caso. Un hombre había arrojado del coche en marcha a
su pareja en Pocomaco, un polígono empresarial de la ciudad, y a ISV se
le encomendaba recrear el tiempo y la manera en que la víctima mortal
había sido arrastrada a partir del desgaste por rozadura impreso en su
ropa.
Los responsables de las indagaciones que condujeron a El Chicle
en la empresa de O Porriño fueron Marcos Pérez y su socio José Antonio
Sabucedo. Dicen que en España "no debe de haber más de cuatro o cinco"
firmas de ingeniería que hagan este tipo de trabajos. Ellos, además, dan
cursos de formación para policías, peritos e incluso estudiantes de
criminalística. Su maestro en la universidad fue José Antonio Vilán, que
dirigía el CIMA (Centro de Ingeniería Mecánica y Automoción) y era
vicerrector de Transferencia del Conocimiento. Pero Vilán ya no puede
trabajar por las gravísimas secuelas de un accidente, el atropello,
mortal para dos amigos, de un grupo de ciclistas por un conductor de 87
años en el municipio pontevedrés de A Guarda en 2016. Bajo la batuta de Vilán, los miembros de ISV empezaron un
trabajo que ahora continúan, desarrollando aplicaciones para la
investigación de accidentes que en el caso Quer no han necesitado
emplear. "Quisimos utilizar programas de uso más común y software libre que estuviera al alcance de todos para facilitar luego el trabajo de la Guardia Civil",
comenta Pérez. Al final, cuando los agentes de la UCO cruzaron sus
datos con el retrato robot de ISV, José Enrique Abuín se convirtió en
único sospechoso. Pero tardaron eh? no se pongan muchas medallas porque de no ser por la chica que en Navidad no pudo matarla y los que fueron al oir sus gritos ,la infeliz Diana estaría todavía en ese pozo...y ¿No puede ser que en ese tiempo entre asesinato y intento de rapto haya querido ir en busca de otras víctimas?
La depresión es una enfermedad crónica y recurrente que afecta al 8%-12 % de la población.ROOS KOOLE / CORDON PRESSLa depresión no es pasar una mala racha, ni estar frustrado
ni sentir mucha rabia o tristeza ante las indudables injusticias del
mundo. La depresión es una enfermedad crónica y recurrente que afecta a
entre el 8% y el 12 % de la población y representa una principal causa
de discapacidad (la primera, según las previsiones de la OMS para 2030). En la fase aguda, el paciente deprimido se siente
desproporcionadamente triste, decaído, sin fuerzas ni ganas de llevar a
cabo actividad alguna, inseguro e inundado de pensamientos desastrosos
sobre sí mismo, el pasado y el futuro. El sujeto se siente atrapado en
la desesperanza y con una pobre consideración de sí mismo, asediado por
sentimientos de culpa e inutilidad. Suele considerar que es una carga
para los demás, alguien sin remedio ni opciones para avanzar o mejorar. El escritor William Styron, gran enfermo depresivo, lo describió como
“una gris llovizna de horror”. La persona comprueba con
perplejidad que su mente no funciona con la agilidad ni precisión de
antes, tiene bloqueos, despistes, incapacidad para tomar decisiones o
planificar tareas sencillas. En general, su vida instintiva -aquello que normalmente le
hace sentirse vivo- se apaga. En la gran mayoría de casos, pierde
apetito y sufre anhedonia, es decir, incapacidad para obtener
placer de la vida. La persona, aunque cansada y con poca energía, nota
paradójicamente dificultades para dormir: sufre penalidades para
conciliar o mantener el sueño, y deambula por la noche, esperando con
inquietud y zozobra la llegada del nuevo día. El paciente depresivo
rehúye el contacto social, porque cualquier intercambio humano le
resulta fatigoso y estéril, y cualquier tarea o responsabilidad se
convierte en inmensa y definitivamente excesiva. Desde esa inseguridad
básica, el mundo se vuelve amenazante, hostil, intratable, evitable a
ser posible. Por tanto, la depresión no es una mera expresión intensa de emociones
negativas (tristeza, miedo, rabia, congoja, desaliento…) sino un
declinar estable de la biología que hace al ser humano sentirse vivo: el
tono, la fuerza vital, el humor, el instinto. Multitud de estudios de neuroimagen apuntan hacia la existencia de una alteración básica de la regulación del ánimo:
reducción del volumen del hipocampo, hiper-activación de la amígdala
ante estímulos negativos, atenuación del circuito de recompensa de la
corteza prefrontal, estriado y núcleo accumbens… Muy profunda
debe ser esta alteración neurobiológica para generar ese “hundimiento
energético” que relatan los pacientes, o, en mejores palabras, Sylvia
Plath: “Incapaz de escribir una letra. Dioses amenazantes. Me siento exiliada en una estrella fría, incapaz de sentir
nada, excepto un irremediable entumecimiento horrible” (Diarios, 1957). Sin embargo, sigue existiendo una percepción de la depresión
en la sociedad como una mera reacción emocional a acontecimientos
adversos. En una encuesta llevada a cabo por nuestro grupo, en colaboración con la empresa Ipsos,
preguntamos a 1.700 personas de todo el territorio nacional,
representativas según edad, género y actividad laboral, acerca de las
causas de la depresión. El 53 % respondió espontáneamente que “los
acontecimientos adversos de la vida”, mientras que sólo el 6 % hizo
alusión a factores biológicos o genéticos. El resto de la encuesta es
coherente con esta visión “reactiva” y más leve de la depresión: la
mayoría de los encuestados trataría de ayudar al paciente deprimido
animándole a “que haga actividades” (90 %), “que piense en positivo” (87
%) o “que ponga de su parte” (76 %). Los encuestados creen en su
mayoría que el psicólogo es el profesional más indicado para tratar el
trastorno, por encima del médico de familia o el psiquiatra. El 50 %
considera que la depresión se puede fingir y el 14 % cree que en
realidad no es una enfermedad. Estos resultados muestran que
existe una banalización general del término depresión, lo cual tiene
efectos nefastos en el abordaje de esta enfermedad: al mismo tiempo que
minimiza el sufrimiento del auténtico enfermo depresivo, asciende a
categoría de enfermedad el malestar psicológico, la frustración, la
desazón y la infelicidad.
El efecto más inmediato de este malentendido es el colapso
de los centros de salud mental, que inicialmente fueron diseñados para
atender de forma integral y continuada los trastornos mentales graves
(como la esquizofrenia, el trastorno bipolar, el trastorno
obsesivo-compulsivo o la depresión mayor) y ahora se reorganizan a la
fuerza para atender un aluvión de demandas emocionales camufladas de
“depresión”. Por poner un ejemplo, es un hecho cotidiano en España que
un trabajador que se siente maltratado en sus condiciones laborales -y
experimenta indignación, rabia, inquina y hasta desesperación por ello-
no acude a quejarse a un abogado o a un sindicato, como sería natural,
sino a una consulta de psiquiatría, donde el profesional trata de absorber
este sufrimiento con terapia de apoyo, proponiendo técnicas de
afrontamiento y… prescribiendo medicación (porque, efectivamente, con un
antidepresivo mejorará mucho su respuesta al estrés y le acabará
afectando todo menos). Así, en los últimos 15 años se ha multiplicado la prescripción de antidepresivos en un 200 %. Otras personas acuden a la consulta psicológica y reciben altas dosis de psicología positiva, que ayudan a reconsiderar y reinterpretar
la situación adversa (ya dijo Epícteto que lo importante no era la
realidad sino la interpretación que tenemos de ella…). El modelo clínico
ha demostrado ser muy útil para explicar los trastornos mentales
graves, pero no parece eficaz para explicar y dar sentido al sufrimiento
inherente a la vida humana.
En realidad, en unas décadas hemos pasado de santificar el sufrimiento
(“cargar con la Cruz de Cristo”) a tratar de suprimirlo con
psicofármacos o terapia cognitiva. Un reto nuevo de nuestra sociedad es
abordar este “malestar medicalizado” de forma más humana, constructiva,
transformadora, con mayor énfasis en las redes de apoyo y los recursos
potenciales del sujeto, aceptando el valor de las emociones negativas
para la adaptación al medio y la supervivencia. ¿Dónde hacerlo? Una
opción sería en Atención Primaria, pero mientras los médicos de familia
sigan disponiendo de 4-5 minutos por paciente, difícilmente será
posible. Hay iniciativas prometedoras que apuestan por incluir
psicólogos grupales de cabecera en los Centros de Salud,
ofrecer más tiempo y más formación en Salud Mental a enfermeros y
médicos, o crear la figura del psiquiatra consultor, que asesora,
orienta o supervisa los casos, sin necesidad de derivarlos a Atención
Especializada. La descongestión de pacientes con cuadros reactivos o
adaptativos de la Red de Atención en Salud Mental nos daría una
oportunidad de oro para el salto de calidad asistencial que todavía nos
falta. Aunque en los años 80 la Reforma Psiquiátrica supuso un avance
histórico en la humanización del tratamiento de los trastornos mentales,
y aunque en los últimos años (hasta la crisis) se ha desarrollado una
aceptable red de atención psiquiátrica socio-comunitaria, tenemos, aún,
asignaturas pendientes: 1. Homogeneizar la calidad de atención a los trastornos
mentales en todo el territorio nacional. Hoy en día, hay diferencias
clamorosas entre CC.AA. en la ratio profesional / paciente, en la
accesibilidad a recursos de rehabilitación psicosocial y en el
funcionamiento de programas de continuidad de cuidados. 2. Mejorar la atención de los trastornos mentales graves desde su inicio,
que suele ocurrir en la adolescencia. Para ello es necesaria la
implementación de Programas de Intervención Temprana en Psicosis, que
incluyan un abordaje preventivo dirigido a las poblaciones en alto
riesgo. En esta línea, debe por fin desbloquearse la creación de la
especialidad de Psiquiatría de Niños y Adolescentes. 3. Desarrollar Programas de Atención específica a patología
concretas, como el trastorno bipolar, la psicosis refractaria, los
trastornos de la alimentación o los trastornos de personalidad. La
sub-especialización de los profesionales, como en otras especialidades,
mejora la competencia de los clínicos, permite la actualización de los
conocimientos y la investigación, y ofrece a los pacientes, en general,
una mejor atención.. Hacer una apuesta política decidida por la atención a las
personas con trastorno mental grave es un acierto seguro como sociedad
y, además, un indicador de su integridad moral. Para ello, lo primero es
diferenciar la enfermedad mental del mero sufrimiento, inherente a la
vida humana. Para lo primero, debemos poder ofrecer a los pacientes el
mejor tratamiento médico y psicosocial. Para el sufrimiento, quizá
tengamos que recurrir a un cambio en la filosofía de vida..
Guillermo Lahera Forteza es psiquiatra, profesor de Psiquiatría y Psicología Médica en la Universidad de Alcalá e investigador adscrito al CIBERSAM.
Un momento de 'Carmen', en la Opera de Firenze.Pietro Paolini TerraProjec
Hasta dónde puede el arte reescribirse para seguir las
exigencias políticas, éticas y morales de cada época o para denunciar
problemas actuales?
El teatro del Maggio Musicale de Florencia decidió el pasado domingo, de forma más o menos voluntaria, experimentarlo y estrenó una Carmen de Bizet
que supone un insólito paso más allá en esta reflexión.
Los
espectadores comprobaron cómo en el último acto de la propuesta del
director de escena Leo Muscato la protagonista arrebata una pistola a
Don José y le descerraja un tiro.
El resultado: muere el maltratador y
no su víctima.
El motivo, explican los responsables del teatro, era
denunciar la violencia contra las mujeres, que deja un cadáver en Italia
cada tres días y cuya lucha carece de altavoces relevantes.
Pero en un
país donde la lírica es religión, manipular la conclusión de una obra
poniendo en riesgo su significado ha generado el efecto contrario.
La supervivencia de la ópera obligó el siglo pasado a proponer todo tipo de experimentos sobre los escenarios. Directores como Peter Sellars
transportaron principios de los ochenta las obras clásicas al mundo
contemporáneo —el punto de inflexión fue su Don Giovanni inyectándose
heroína sobre el escenario del Monadnock Music Festival de Manchester en
1980— y, desde entonces, la tentación de adaptar los clásicos ha
constituido el mainstream de la modernidad teatral. También esta Carmen,
ambientada en un asentamiento de gitanos rumanos en la periferia de una
gran ciudad italiana y con un Don José convertido en policía
antidisturbios. Pero esa no es la cuestión que le ha costado a Muscato
los abucheos de una parte del público, amenazas en las redes sociales y
hasta la incomprensión de grandes amigos, como relata a este periódico
sin comprender todavía la polémica desatada. Pero los defensores de Muscato, entre los que se cuenta el alcalde de Florencia, Dario Nardella
—violinista, presidente del teatro en cuestión y gran aficionado a la
ópera—, alegan que se trataba de una provocación político-social fundada
en las obligaciones del arte de llamar la atención sobre las cuestiones
contemporáneas. “Aprecio su elección porque lo hizo con un objetivo
preciso: reflejar un tema gravísimo y serio en Italia como es la
violencia contra las mujeres. Ha habido un gran debate y muchas
críticas. Pero algunas no las he entiendo. No es una cuestión ideológica
sobre cambiar una ópera o su significado. El teatro debe ser denuncia,
la cultura debe ser reinterpretada en el tiempo presente. Y vale también
para la gran cultura del pasado. Eso no significa cambiar el pasado, no
soy un estúpido que piensa en rescribir el arte. El mensaje de la
elección de este director de escena es social y cultural: llamar la
atención sobre una cuestión tan seria como son los feminicidios”, señala Nardella a EL PAÍS.
Muscato, al teléfono, se muestra abatido por la polémica.
“Se ha creado una polvareda exagerada, gratuita”, señala. Las 6
funciones —1.600 localidades por noche— están agotadas y el
superintendente del teatro, de quien partió la idea de cambiar el final,
quiere reponerla. Pero el escarnio público, sumado al infortunio de que
la pistola con la que Carmen mata a Don José falló estrepitosamente en
el estreno, se ha vuelto insoportable. “El único motivo por el que
acepto llevar un clásico a escena es para que suscite un debate y un
motor de emociones. No buscaba epatar. Yo nunca hablé de feminicidio,
pero me alegra que se vea así”, explica mientras rechaza la etiqueta de
políticamente correcto y le da la vuelta al argumento. “Me preocupa que
ya no tengamos la libertad cultural e intelectual de dejarnos
sorprender. No me pueden mandar a la hoguera sin ver toda la ópera”. De
momento, quien quiera hacerlo ya no encontrará entradas.