Por qué estos genios murieron completamente arruinados
Algunos se gastaron lo mucho que ganaron en lujos extravagantes; otros hicieron obras maestras, pero el mundo no las entendió.
Oscar Wilde: acabó dependiendo de la caridad de amigos
Cultivador
de un dandismo exquisito, coleccionista de arte, juerguista empedernido
y amante de la buena gastronomía, Oscar Wilde (Dublín, Irlanda, 1854-
París, Francia, 1900) nació en el seno de una familia con dinero, llegó a
ser muy rico gracias a su trabajo y relaciones sentimentales, derrochó a
conciencia casi todo lo que había ganado y murió en París completamente
arruinado.
En sus últimos días, dependía de la caridad de amigos y
conocidos a los que abordaba en tabernas y cafetines para pedirles unos
francos.
Al médico que le atendió en su lecho de muerte le confesó que
no podía pagarle por sus servicios: “Ya ve usted, doctor, voy a morir
como he vivido, muy por encima de mis posibilidades”. En su descargo hay
que decir que a Wilde no solo le arruinaron sus hábitos de vividor y su
mala cabeza, el escándalo homófobo en que se vio envuelto al hacerse
pública su relación con el joven aristócrata lord Alfred Douglas tuvo
también mucho que ver con sus problemas financieros. En la imagen, Oscar
Wilde en 1889.
Judy Garland: el desahucio de una estrella
“Mis
padres me inculcaron la cultura del esfuerzo y del ahorro”, le contaba
Judy Garland (Minnesota, EE UU, 1922- Londres, Reino Unido, 1969) a la
revisa 'Variety' en 1939, pocas semanas antes del estreno del que sería
su gran éxito cinematográfico, la legendaria 'El mago de Oz'.
La
afirmación era falsa, como gran parte de lo que la actriz de Minnesota,
gran seductora y farsante vocacional, según reconocía ella misma, le
contaría a la prensa en años posteriores.
La verdad es que Judy (su
verdadero nombre era Frances Ethel Grumm) en absoluto creía en las
virtudes del ahorro. Resultó ser una mujer de gustos caros y con un
instinto natural para el derroche.
Con 17 años era ya una de las
actrices más ricas de Estados Unidos, pero apenas rebasados los 40
acumulaba deudas millonarios que la condujeron al desahucio y la
obligaron a embarcarse en una gira alimenticia por teatros de Europa con
su por entonces adolescente hija, Liza Minnelli.
Según sus allegados,
solo un oportuno matrimonio con el empresario de New Jersey Mickey Deans
impidió que la diva acabase en la miseria en sus últimos años, marcados
por los problemas financieros y la adicción a los barbitúricos.
En la
imagen, Judy Garland en 1950.
1 Oscar Wilde: acabó dependiendo de la caridad de amigos Cultivador
de un dandismo exquisito, coleccionista de arte, juerguista empedernido
y amante de la buena gastronomía, Oscar Wilde (Dublín, Irlanda, 1854-
París, Francia, 1900) nació en el seno de una familia con dinero, llegó a
ser muy rico gracias a su trabajo y relaciones sentimentales, derrochó a
conciencia casi todo lo que había ganado y murió en París completamente
arruinado. En sus últimos días, dependía de la caridad de amigos y
conocidos a los que abordaba en tabernas y cafetines para pedirles unos
francos. Al médico que le atendió en su lecho de muerte le confesó que
no podía pagarle por sus servicios: “Ya ve usted, doctor, voy a morir
como he vivido, muy por encima de mis posibilidades”. En su descargo hay
que decir que a Wilde no solo le arruinaron sus hábitos de vividor y su
mala cabeza, el escándalo homófobo en que se vio envuelto al hacerse
pública su relación con el joven aristócrata lord Alfred Douglas tuvo
también mucho que ver con sus problemas financieros. En la imagen, Oscar
Wilde en 1889. Getty
2 Judy Garland: el desahucio de una estrella “Mis
padres me inculcaron la cultura del esfuerzo y del ahorro”, le contaba
Judy Garland (Minnesota, EE UU, 1922- Londres, Reino Unido, 1969) a la
revisa 'Variety' en 1939, pocas semanas antes del estreno del que sería
su gran éxito cinematográfico, la legendaria 'El mago de Oz'. La
afirmación era falsa, como gran parte de lo que la actriz de Minnesota,
gran seductora y farsante vocacional, según reconocía ella misma, le
contaría a la prensa en años posteriores. La verdad es que Judy (su
verdadero nombre era Frances Ethel Grumm) en absoluto creía en las
virtudes del ahorro. Resultó ser una mujer de gustos caros y con un
instinto natural para el derroche. Con 17 años era ya una de las
actrices más ricas de Estados Unidos, pero apenas rebasados los 40
acumulaba deudas millonarios que la condujeron al desahucio y la
obligaron a embarcarse en una gira alimenticia por teatros de Europa con
su por entonces adolescente hija, Liza Minnelli. Según sus allegados,
solo un oportuno matrimonio con el empresario de New Jersey Mickey Deans
impidió que la diva acabase en la miseria en sus últimos años, marcados
por los problemas financieros y la adicción a los barbitúricos. En la
imagen, Judy Garland en 1950. Getty
Whitney Houston Cuando
Whitney Houston (Nueva Jersey, 1963- Los Ángeles, 2012) fue encontrada
muerta en la bañera de su hotel de Los Ángeles, en febrero de 2012,
tenía telarañas en su cuenta corriente y deudas por un importe algo
superior a los cuatro millones de dólares (3,3 de euros).
En apenas una
década, la cantante había dilapidado una fortuna personal de alrededor
de cien millones.
Según el cronista de sociedad neoyorquino Michael
Lavelette, “su estilo de vida extravagante, sus múltiples adicciones (al
alcohol, a los calmantes, a la cocaína...) y su divorcio de Bobby Brown
la llevaron a la ruina”.
Su último millón se lo gastó “en un delirante
periplo de varios meses por hoteles de lujo de Sídney, París y Londres
en el que no reparó en gastos, a pesar de las advertencias de sus
asesores financieros”.
Según publicó Fox News, pocas horas antes de
morir, Houston había llamado a una amiga para pedirle que le prestase
100 dólares que, presumiblemente, pensaba gastarse en crack, la última
droga a la que se había hecho adicta.
En la imagen, Whitney Houston en
el escenario de los World Music Awards de 2004 en Las Vegas.
1 Oscar Wilde: acabó dependiendo de la caridad de amigos Cultivador
de un dandismo exquisito, coleccionista de arte, juerguista empedernido
y amante de la buena gastronomía, Oscar Wilde (Dublín, Irlanda, 1854-
París, Francia, 1900) nació en el seno de una familia con dinero, llegó a
ser muy rico gracias a su trabajo y relaciones sentimentales, derrochó a
conciencia casi todo lo que había ganado y murió en París completamente
arruinado. En sus últimos días, dependía de la caridad de amigos y
conocidos a los que abordaba en tabernas y cafetines para pedirles unos
francos. Al médico que le atendió en su lecho de muerte le confesó que
no podía pagarle por sus servicios: “Ya ve usted, doctor, voy a morir
como he vivido, muy por encima de mis posibilidades”. En su descargo hay
que decir que a Wilde no solo le arruinaron sus hábitos de vividor y su
mala cabeza, el escándalo homófobo en que se vio envuelto al hacerse
pública su relación con el joven aristócrata lord Alfred Douglas tuvo
también mucho que ver con sus problemas financieros. En la imagen, Oscar
Wilde en 1889. Getty
2 Judy Garland: el desahucio de una estrella “Mis
padres me inculcaron la cultura del esfuerzo y del ahorro”, le contaba
Judy Garland (Minnesota, EE UU, 1922- Londres, Reino Unido, 1969) a la
revisa 'Variety' en 1939, pocas semanas antes del estreno del que sería
su gran éxito cinematográfico, la legendaria 'El mago de Oz'. La
afirmación era falsa, como gran parte de lo que la actriz de Minnesota,
gran seductora y farsante vocacional, según reconocía ella misma, le
contaría a la prensa en años posteriores. La verdad es que Judy (su
verdadero nombre era Frances Ethel Grumm) en absoluto creía en las
virtudes del ahorro. Resultó ser una mujer de gustos caros y con un
instinto natural para el derroche. Con 17 años era ya una de las
actrices más ricas de Estados Unidos, pero apenas rebasados los 40
acumulaba deudas millonarios que la condujeron al desahucio y la
obligaron a embarcarse en una gira alimenticia por teatros de Europa con
su por entonces adolescente hija, Liza Minnelli. Según sus allegados,
solo un oportuno matrimonio con el empresario de New Jersey Mickey Deans
impidió que la diva acabase en la miseria en sus últimos años, marcados
por los problemas financieros y la adicción a los barbitúricos. En la
imagen, Judy Garland en 1950. Getty
3 Whitney Houston Cuando
Whitney Houston (Nueva Jersey, 1963- Los Ángeles, 2012) fue encontrada
muerta en la bañera de su hotel de Los Ángeles, en febrero de 2012,
tenía telarañas en su cuenta corriente y deudas por un importe algo
superior a los cuatro millones de dólares (3,3 de euros). En apenas una
década, la cantante había dilapidado una fortuna personal de alrededor
de cien millones. Según el cronista de sociedad neoyorquino Michael
Lavelette, “su estilo de vida extravagante, sus múltiples adicciones (al
alcohol, a los calmantes, a la cocaína...) y su divorcio de Bobby Brown
la llevaron a la ruina”. Su último millón se lo gastó “en un delirante
periplo de varios meses por hoteles de lujo de Sídney, París y Londres
en el que no reparó en gastos, a pesar de las advertencias de sus
asesores financieros”. Según publicó Fox News, pocas horas antes de
morir, Houston había llamado a una amiga para pedirle que le prestase
100 dólares que, presumiblemente, pensaba gastarse en crack, la última
droga a la que se había hecho adicta. En la imagen, Whitney Houston en
el escenario de los World Music Awards de 2004 en Las Vegas. Getty
4 Joe Louis: el campeón al que saquearon familiares y amigos Al
que muchos consideran el mejor boxeador de la historia, Joe Louis
(Alabama, 1914- Nevada, 1981) le perjudicó el exceso de generosidad y de
confianza. Crecido en un humilde y conflictivo suburbio de Detroit,
campeón del mundo de los pesos pesados entre 1937 y 1949, Louis no se
permitió grandes lujos cuando estaba en la cresta de la ola, pero sí que
pagó las considerables deudas de sus familiares (incluso la de los que
no le dirigían la palabra cuando no era más que un adolescente tartamudo
que repartía hielo a cambio de propinas) y confió en una cohorte de
viejos amigos que saquearon sus cuentas corrientes y le embarcaron en
una larga serie de negocios dudosos. Como resultado de todo ello, llegó a
deberle a Hacienda más de un millón de dólares a finales de los años
50, cuando ya se había retirado del boxeo y carecía de ingresos
estables. Una campaña de solidaridad impulsada por antiguos compañeros
sirvió para que a Louis le concediesen un aplazamiento del pago de la
deuda, pero cuando murió, en 1981, seguía con las cuentas embargadas y
al borde de la miseria. En la imagen, Louis leyendo el periódico 'New
York Daily News' en 1938. Getty
Sammy Davies Jr.: los lujos excéntricos le dejaron sin un centavo “Tengo
la conciencia tranquila”, solía decirle a sus amigos un francamente
arruinado Sammy Davis Jr. (Nueva York, 1925- California, 1990), “no debo
dinero a nadie que lo necesite, casi todas mis deudas son con el
gobierno de los Estados Unidos”.
Esas deudas llegaron a sumar casi 15
millones de dólares, porque el cantante de Harlem, como muchos otros
famosos, cogió la costumbre de dejar de pagar impuestos en cuanto sintió
que eran un lujo que no podía permitirse.
En los mejores años de su
carrera, entre finales de los 40 y mediados de los 60, cuando formaba
parte del 'Rat Pack' de Frank Sinatra, Sammy ganaba más de un millón de
dólares anuales con sus giras.
En 1989, ya en bancarrota tras años de
pésimas inversiones y lujos excéntricos, decidió no extirparse un tumor
en la garganta porque temía que la operación afectase a sus cuerdas
vocales. “No tengo ni un centavo ahorrado, y si no puedo seguir
cantando, me moriré de hambre”, fue su razonamiento.
Muy poco después le
mató el tumor que no había querido operarse. En la imagen, Sammy Davies
Jr. en Los Ángeles, en 1988.
Vincent Van Gogh: solo dos escalones por encima de la indigencia El
pintor neerlandés tuvo una vida azarosa.
Fue galerista, pastor
protestante, misionero... Incluso convivió en La Haya, en condiciones
del todo paupérrimas, con una joven prostituta alcohólica y madre
soltera.
No es del todo cierto, como se ha dicho en alguna ocasión, que
Van Gogh (Países Bajos, 1853- Francia, 1890) no vendiese ningún cuadro
en vida. Vendió, sin ir más lejos, litografías de sus primeras obras
maestras, como 'Los comedores de patatas'. Incluso disfrutó de una muy
breve etapa de éxito, mientras residía en París, apadrinado por
camaradas tan ilustres como el pintor bohemio Henri Toulouse-Lautrec.
Pero sí es verdad que murió desorejado, loco de remate y sin un triste
franco en el bolsillo, en la ciudad provenzal de Arlés, sin más apoyo
material que el de su hermano Theo, galerista y marchante, que fue su
único mecenas, el único que le mantuvo hasta el final al menos un par de
peldaños por encima de la indigencia.
Murió con 37 años. En noviembre
del pasado año, uno de los óleos que Vincent pintó en Arlés, 'Labourer
dans un champ', fue vendido en subasta por 67 millones de euros. En la
imagen, 'Autorretrato', de Vincent van Gogh, de 1888.
1 Oscar Wilde: acabó dependiendo de la caridad de amigos Cultivador
de un dandismo exquisito, coleccionista de arte, juerguista empedernido
y amante de la buena gastronomía, Oscar Wilde (Dublín, Irlanda, 1854-
París, Francia, 1900) nació en el seno de una familia con dinero, llegó a
ser muy rico gracias a su trabajo y relaciones sentimentales, derrochó a
conciencia casi todo lo que había ganado y murió en París completamente
arruinado. En sus últimos días, dependía de la caridad de amigos y
conocidos a los que abordaba en tabernas y cafetines para pedirles unos
francos. Al médico que le atendió en su lecho de muerte le confesó que
no podía pagarle por sus servicios: “Ya ve usted, doctor, voy a morir
como he vivido, muy por encima de mis posibilidades”. En su descargo hay
que decir que a Wilde no solo le arruinaron sus hábitos de vividor y su
mala cabeza, el escándalo homófobo en que se vio envuelto al hacerse
pública su relación con el joven aristócrata lord Alfred Douglas tuvo
también mucho que ver con sus problemas financieros. En la imagen, Oscar
Wilde en 1889. Getty
2 Judy Garland: el desahucio de una estrella “Mis
padres me inculcaron la cultura del esfuerzo y del ahorro”, le contaba
Judy Garland (Minnesota, EE UU, 1922- Londres, Reino Unido, 1969) a la
revisa 'Variety' en 1939, pocas semanas antes del estreno del que sería
su gran éxito cinematográfico, la legendaria 'El mago de Oz'. La
afirmación era falsa, como gran parte de lo que la actriz de Minnesota,
gran seductora y farsante vocacional, según reconocía ella misma, le
contaría a la prensa en años posteriores. La verdad es que Judy (su
verdadero nombre era Frances Ethel Grumm) en absoluto creía en las
virtudes del ahorro. Resultó ser una mujer de gustos caros y con un
instinto natural para el derroche. Con 17 años era ya una de las
actrices más ricas de Estados Unidos, pero apenas rebasados los 40
acumulaba deudas millonarios que la condujeron al desahucio y la
obligaron a embarcarse en una gira alimenticia por teatros de Europa con
su por entonces adolescente hija, Liza Minnelli. Según sus allegados,
solo un oportuno matrimonio con el empresario de New Jersey Mickey Deans
impidió que la diva acabase en la miseria en sus últimos años, marcados
por los problemas financieros y la adicción a los barbitúricos. En la
imagen, Judy Garland en 1950. Getty
3 Whitney Houston Cuando
Whitney Houston (Nueva Jersey, 1963- Los Ángeles, 2012) fue encontrada
muerta en la bañera de su hotel de Los Ángeles, en febrero de 2012,
tenía telarañas en su cuenta corriente y deudas por un importe algo
superior a los cuatro millones de dólares (3,3 de euros). En apenas una
década, la cantante había dilapidado una fortuna personal de alrededor
de cien millones. Según el cronista de sociedad neoyorquino Michael
Lavelette, “su estilo de vida extravagante, sus múltiples adicciones (al
alcohol, a los calmantes, a la cocaína...) y su divorcio de Bobby Brown
la llevaron a la ruina”. Su último millón se lo gastó “en un delirante
periplo de varios meses por hoteles de lujo de Sídney, París y Londres
en el que no reparó en gastos, a pesar de las advertencias de sus
asesores financieros”. Según publicó Fox News, pocas horas antes de
morir, Houston había llamado a una amiga para pedirle que le prestase
100 dólares que, presumiblemente, pensaba gastarse en crack, la última
droga a la que se había hecho adicta. En la imagen, Whitney Houston en
el escenario de los World Music Awards de 2004 en Las Vegas. Getty
4 Joe Louis: el campeón al que saquearon familiares y amigos Al
que muchos consideran el mejor boxeador de la historia, Joe Louis
(Alabama, 1914- Nevada, 1981) le perjudicó el exceso de generosidad y de
confianza. Crecido en un humilde y conflictivo suburbio de Detroit,
campeón del mundo de los pesos pesados entre 1937 y 1949, Louis no se
permitió grandes lujos cuando estaba en la cresta de la ola, pero sí que
pagó las considerables deudas de sus familiares (incluso la de los que
no le dirigían la palabra cuando no era más que un adolescente tartamudo
que repartía hielo a cambio de propinas) y confió en una cohorte de
viejos amigos que saquearon sus cuentas corrientes y le embarcaron en
una larga serie de negocios dudosos. Como resultado de todo ello, llegó a
deberle a Hacienda más de un millón de dólares a finales de los años
50, cuando ya se había retirado del boxeo y carecía de ingresos
estables. Una campaña de solidaridad impulsada por antiguos compañeros
sirvió para que a Louis le concediesen un aplazamiento del pago de la
deuda, pero cuando murió, en 1981, seguía con las cuentas embargadas y
al borde de la miseria. En la imagen, Louis leyendo el periódico 'New
York Daily News' en 1938. Getty
5 Sammy Davies Jr.: los lujos excéntricos le dejaron sin un centavo “Tengo
la conciencia tranquila”, solía decirle a sus amigos un francamente
arruinado Sammy Davis Jr. (Nueva York, 1925- California, 1990), “no debo
dinero a nadie que lo necesite, casi todas mis deudas son con el
gobierno de los Estados Unidos”. Esas deudas llegaron a sumar casi 15
millones de dólares, porque el cantante de Harlem, como muchos otros
famosos, cogió la costumbre de dejar de pagar impuestos en cuanto sintió
que eran un lujo que no podía permitirse. En los mejores años de su
carrera, entre finales de los 40 y mediados de los 60, cuando formaba
parte del 'Rat Pack' de Frank Sinatra, Sammy ganaba más de un millón de
dólares anuales con sus giras. En 1989, ya en bancarrota tras años de
pésimas inversiones y lujos excéntricos, decidió no extirparse un tumor
en la garganta porque temía que la operación afectase a sus cuerdas
vocales. “No tengo ni un centavo ahorrado, y si no puedo seguir
cantando, me moriré de hambre”, fue su razonamiento. Muy poco después le
mató el tumor que no había querido operarse. En la imagen, Sammy Davies
Jr. en Los Ángeles, en 1988. Getty
6 Vincent Van Gogh: solo dos escalones por encima de la indigencia El
pintor neerlandés tuvo una vida azarosa. Fue galerista, pastor
protestante, misionero... Incluso convivió en La Haya, en condiciones
del todo paupérrimas, con una joven prostituta alcohólica y madre
soltera. No es del todo cierto, como se ha dicho en alguna ocasión, que
Van Gogh (Países Bajos, 1853- Francia, 1890) no vendiese ningún cuadro
en vida. Vendió, sin ir más lejos, litografías de sus primeras obras
maestras, como 'Los comedores de patatas'. Incluso disfrutó de una muy
breve etapa de éxito, mientras residía en París, apadrinado por
camaradas tan ilustres como el pintor bohemio Henri Toulouse-Lautrec.
Pero sí es verdad que murió desorejado, loco de remate y sin un triste
franco en el bolsillo, en la ciudad provenzal de Arlés, sin más apoyo
material que el de su hermano Theo, galerista y marchante, que fue su
único mecenas, el único que le mantuvo hasta el final al menos un par de
peldaños por encima de la indigencia. Murió con 37 años. En noviembre
del pasado año, uno de los óleos que Vincent pintó en Arlés, 'Labourer
dans un champ', fue vendido en subasta por 67 millones de euros. En la
imagen, 'Autorretrato', de Vincent van Gogh, de 1888. Getty
Gracita Morales: una cómica a la que se le agrió el carácter Según
contaba en sus memorias su compañero de profesión, José Luis
López-Vázquez, a Gracita Morales (Madrid, 1928- Madrid, 1995) “se le fue
agriando el carácter” . Empezó a comportarse, en palabras de Alfredo
Landa, de manera “caprichosa, despótica e intratable”, y trabajar con
ella se convirtió en “un martirio”. Por esas razones, los productores
dejaron de ofrecerle papeles en el cine a finales de los 70. La que
había sido una actriz de comedia castiza con una vis cómica
irresistible, basada en su expresividad natural y su voz atiplada, se
quedó sin trabajo y cayó en una profunda depresión de la que ya nunca
conseguiría recuperarse por completo. Murió en Madrid, en abril de 1995,
sola, sedada con pastillas y sin un duro, tras años tirando de ahorros
para mantenerse a flote mientras esperaba que pasase de una vez su mala
racha. En la imagen, Gracita Morales junto a José Luis López-Vázquez.
Anita Ekberg: del 'glamour' a vivir en una mansión desvencijada y acosada por los bancos
Fue
Miss Suecia en 1951 y enamoró al mundo en 1960 con su presencia en un
par de icónicas escenas de 'La dolce vita', el clásico de Federico
Fellini.
Bob Dylan habló de ella como el perfecto antídoto contra los
problemas del mundo en su canción 'I shall be free'.
Sin embargo, el
segundo acto de la vida de la modelo y actriz sueca Anita Ekberg (Malmo,
Suecia, 1931- Roma, Italia, 2015) fue una calamidad, sobre todo si lo
comparamos con el éxtasis de éxito y 'glamour' que fueron sus primeros
años. Tras su prematura retirada del cine y de las pasarelas a finales
de los 60, desapareció del mapa y solo se volvió a hablar de ella ya en
2011, cuando su residencia fue asaltada por ladrones y ella sufrió
graves quemaduras por todo el cuerpo.
La prensa publicó por entonces que
llevaba años sola, postrada en una silla de ruedas, en una desvencijada
mansión de la que los bancos estaban a punto de echarla y sin
propiedades ni cuentas corrientes a su nombre.
Murió cuatro años
después, con 83 años. En la imagen, Anita Ekberg en 1955.
1 Oscar Wilde: acabó dependiendo de la caridad de amigos Cultivador
de un dandismo exquisito, coleccionista de arte, juerguista empedernido
y amante de la buena gastronomía, Oscar Wilde (Dublín, Irlanda, 1854-
París, Francia, 1900) nació en el seno de una familia con dinero, llegó a
ser muy rico gracias a su trabajo y relaciones sentimentales, derrochó a
conciencia casi todo lo que había ganado y murió en París completamente
arruinado. En sus últimos días, dependía de la caridad de amigos y
conocidos a los que abordaba en tabernas y cafetines para pedirles unos
francos. Al médico que le atendió en su lecho de muerte le confesó que
no podía pagarle por sus servicios: “Ya ve usted, doctor, voy a morir
como he vivido, muy por encima de mis posibilidades”. En su descargo hay
que decir que a Wilde no solo le arruinaron sus hábitos de vividor y su
mala cabeza, el escándalo homófobo en que se vio envuelto al hacerse
pública su relación con el joven aristócrata lord Alfred Douglas tuvo
también mucho que ver con sus problemas financieros. En la imagen, Oscar
Wilde en 1889. Getty
2 Judy Garland: el desahucio de una estrella “Mis
padres me inculcaron la cultura del esfuerzo y del ahorro”, le contaba
Judy Garland (Minnesota, EE UU, 1922- Londres, Reino Unido, 1969) a la
revisa 'Variety' en 1939, pocas semanas antes del estreno del que sería
su gran éxito cinematográfico, la legendaria 'El mago de Oz'. La
afirmación era falsa, como gran parte de lo que la actriz de Minnesota,
gran seductora y farsante vocacional, según reconocía ella misma, le
contaría a la prensa en años posteriores. La verdad es que Judy (su
verdadero nombre era Frances Ethel Grumm) en absoluto creía en las
virtudes del ahorro. Resultó ser una mujer de gustos caros y con un
instinto natural para el derroche. Con 17 años era ya una de las
actrices más ricas de Estados Unidos, pero apenas rebasados los 40
acumulaba deudas millonarios que la condujeron al desahucio y la
obligaron a embarcarse en una gira alimenticia por teatros de Europa con
su por entonces adolescente hija, Liza Minnelli. Según sus allegados,
solo un oportuno matrimonio con el empresario de New Jersey Mickey Deans
impidió que la diva acabase en la miseria en sus últimos años, marcados
por los problemas financieros y la adicción a los barbitúricos. En la
imagen, Judy Garland en 1950. Getty
3 Whitney Houston Cuando
Whitney Houston (Nueva Jersey, 1963- Los Ángeles, 2012) fue encontrada
muerta en la bañera de su hotel de Los Ángeles, en febrero de 2012,
tenía telarañas en su cuenta corriente y deudas por un importe algo
superior a los cuatro millones de dólares (3,3 de euros). En apenas una
década, la cantante había dilapidado una fortuna personal de alrededor
de cien millones. Según el cronista de sociedad neoyorquino Michael
Lavelette, “su estilo de vida extravagante, sus múltiples adicciones (al
alcohol, a los calmantes, a la cocaína...) y su divorcio de Bobby Brown
la llevaron a la ruina”. Su último millón se lo gastó “en un delirante
periplo de varios meses por hoteles de lujo de Sídney, París y Londres
en el que no reparó en gastos, a pesar de las advertencias de sus
asesores financieros”. Según publicó Fox News, pocas horas antes de
morir, Houston había llamado a una amiga para pedirle que le prestase
100 dólares que, presumiblemente, pensaba gastarse en crack, la última
droga a la que se había hecho adicta. En la imagen, Whitney Houston en
el escenario de los World Music Awards de 2004 en Las Vegas. Getty
4 Joe Louis: el campeón al que saquearon familiares y amigos Al
que muchos consideran el mejor boxeador de la historia, Joe Louis
(Alabama, 1914- Nevada, 1981) le perjudicó el exceso de generosidad y de
confianza. Crecido en un humilde y conflictivo suburbio de Detroit,
campeón del mundo de los pesos pesados entre 1937 y 1949, Louis no se
permitió grandes lujos cuando estaba en la cresta de la ola, pero sí que
pagó las considerables deudas de sus familiares (incluso la de los que
no le dirigían la palabra cuando no era más que un adolescente tartamudo
que repartía hielo a cambio de propinas) y confió en una cohorte de
viejos amigos que saquearon sus cuentas corrientes y le embarcaron en
una larga serie de negocios dudosos. Como resultado de todo ello, llegó a
deberle a Hacienda más de un millón de dólares a finales de los años
50, cuando ya se había retirado del boxeo y carecía de ingresos
estables. Una campaña de solidaridad impulsada por antiguos compañeros
sirvió para que a Louis le concediesen un aplazamiento del pago de la
deuda, pero cuando murió, en 1981, seguía con las cuentas embargadas y
al borde de la miseria. En la imagen, Louis leyendo el periódico 'New
York Daily News' en 1938. Getty
5 Sammy Davies Jr.: los lujos excéntricos le dejaron sin un centavo “Tengo
la conciencia tranquila”, solía decirle a sus amigos un francamente
arruinado Sammy Davis Jr. (Nueva York, 1925- California, 1990), “no debo
dinero a nadie que lo necesite, casi todas mis deudas son con el
gobierno de los Estados Unidos”. Esas deudas llegaron a sumar casi 15
millones de dólares, porque el cantante de Harlem, como muchos otros
famosos, cogió la costumbre de dejar de pagar impuestos en cuanto sintió
que eran un lujo que no podía permitirse. En los mejores años de su
carrera, entre finales de los 40 y mediados de los 60, cuando formaba
parte del 'Rat Pack' de Frank Sinatra, Sammy ganaba más de un millón de
dólares anuales con sus giras. En 1989, ya en bancarrota tras años de
pésimas inversiones y lujos excéntricos, decidió no extirparse un tumor
en la garganta porque temía que la operación afectase a sus cuerdas
vocales. “No tengo ni un centavo ahorrado, y si no puedo seguir
cantando, me moriré de hambre”, fue su razonamiento. Muy poco después le
mató el tumor que no había querido operarse. En la imagen, Sammy Davies
Jr. en Los Ángeles, en 1988. Getty
6 Vincent Van Gogh: solo dos escalones por encima de la indigencia El
pintor neerlandés tuvo una vida azarosa. Fue galerista, pastor
protestante, misionero... Incluso convivió en La Haya, en condiciones
del todo paupérrimas, con una joven prostituta alcohólica y madre
soltera. No es del todo cierto, como se ha dicho en alguna ocasión, que
Van Gogh (Países Bajos, 1853- Francia, 1890) no vendiese ningún cuadro
en vida. Vendió, sin ir más lejos, litografías de sus primeras obras
maestras, como 'Los comedores de patatas'. Incluso disfrutó de una muy
breve etapa de éxito, mientras residía en París, apadrinado por
camaradas tan ilustres como el pintor bohemio Henri Toulouse-Lautrec.
Pero sí es verdad que murió desorejado, loco de remate y sin un triste
franco en el bolsillo, en la ciudad provenzal de Arlés, sin más apoyo
material que el de su hermano Theo, galerista y marchante, que fue su
único mecenas, el único que le mantuvo hasta el final al menos un par de
peldaños por encima de la indigencia. Murió con 37 años. En noviembre
del pasado año, uno de los óleos que Vincent pintó en Arlés, 'Labourer
dans un champ', fue vendido en subasta por 67 millones de euros. En la
imagen, 'Autorretrato', de Vincent van Gogh, de 1888. Getty
Gracita Morales: una cómica a la que se le agrió el carácter Según
contaba en sus memorias su compañero de profesión, José Luis
López-Vázquez, a Gracita Morales (Madrid, 1928- Madrid, 1995) “se le fue
agriando el carácter”. Empezó a comportarse, en palabras de Alfredo
Landa, de manera “caprichosa, despótica e intratable”, y trabajar con
ella se convirtió en “un martirio”. Por esas razones, los productores
dejaron de ofrecerle papeles en el cine a finales de los 70. La que
había sido una actriz de comedia castiza con una vis cómica
irresistible, basada en su expresividad natural y su voz atiplada, se
quedó sin trabajo y cayó en una profunda depresión de la que ya nunca
conseguiría recuperarse por completo. Murió en Madrid, en abril de 1995,
sola, sedada con pastillas y sin un duro, tras años tirando de ahorros
para mantenerse a flote mientras esperaba que pasase de una vez su mala
racha. En la imagen, Gracita Morales junto a José Luis López-Vázquez.
Anita Ekberg: del 'glamour' a vivir en una mansión desvencijada y acosada por los bancos Fue
Miss Suecia en 1951 y enamoró al mundo en 1960 con su presencia en un
par de icónicas escenas de 'La dolce vita', el clásico de Federico
Fellini. Bob Dylan habló de ella como el perfecto antídoto contra los
problemas del mundo en su canción 'I shall be free'. Sin embargo, el
segundo acto de la vida de la modelo y actriz sueca Anita Ekberg (Malmo,
Suecia, 1931- Roma, Italia, 2015) fue una calamidad, sobre todo si lo
comparamos con el éxtasis de éxito y 'glamour' que fueron sus primeros
años. Tras su prematura retirada del cine y de las pasarelas a finales
de los 60, desapareció del mapa y solo se volvió a hablar de ella ya en
2011, cuando su residencia fue asaltada por ladrones y ella sufrió
graves quemaduras por todo el cuerpo. La prensa publicó por entonces que
llevaba años sola, postrada en una silla de ruedas, en una desvencijada
mansión de la que los bancos estaban a punto de echarla y sin
propiedades ni cuentas corrientes a su nombre. Murió cuatro años
después, con 83 años. En la imagen, Anita Ekberg en 1955. Getty
Nikolas Tesla: genio científico, nefasto empresario El
gran inventor estadounidense de origen balcánico Nikolas Tesla
(Smiljan, Croacia, 1856- Nueva York, EE UU, 1943) fue un genio en lo
suyo, pero careció sin duda del instinto comercial que sí tuvieron
competidores como Thomas Alva Edison, para el que trabajó en su
juventud. Personaje clave en el desarrollo de la industria eléctrica,
Tesla es el padre de múltiples inventos, pero vendió la mayoría de esas
patentes a Westinghouse Electrics por cantidades a menudo irrisorias,
muy por debajo de su valor real. Su principal prioridad fue siempre
invertir todo lo que ganaba en nuevos inventos más que asegurar la
solidez empresarial de su propia empresa, Tesla Electric & Light
Manufacturing, fundada en 1886 . En 1907, una auditoría independiente
aseguraba que las patentes que Tesla había vendido a Westinghouse por
poco más de 200.000 dólares tenían un valor real de mercado superior a
los 12 millones, que vendrían a ser 300 millones de dólares de ahora. Con semejante talento para los negocios, no es extraño que el científico
se arruinase definitivamente poco antes de morir, en 1943. En la
imagen, Nikolas Tesla en 1896. Getty
Veronica Lake: del lujo de Hollywood a trabajar de camarera Vivir
deprisa siempre fue una de las principales prioridades de la actriz
Veronica Lake (Nueva York, 1922- Vermont, 1973). Su talento y su
ambición ya habían convertido a esta belleza castaña de clase obrera en
una gran estrella del celuloide con poco más de 20 años, cuando
protagonizó varios clásicos del cine negro junto a Alan Ladd, pero su
reputación de díscola y difícil hizo que apenas una década después
dejasen de ofrecerle papeles. En 1951, ella y su marido, el director
André De Toth, se declararon en bancarrota: se habían gastado en tiempo
récord la gran cantidad de dinero que habían conseguido acumular con sus
respectivas carreras. Para Lake, que se divorció de Toth poco después,
empezó una segunda vida en la que trabajó de camarera, fue detenida
varias veces por embriaguez y escándalo público y residió en moteles
baratos de la periferia de Nueva York . Su etapa tardía como presentadora
de un programa de televisión local en Baltimore, cuando era ya una
mujer de mediana edad prematuramente envejecida por el alcohol y las
penurias, tampoco le permitió resolver del todo unos problemas
económicos que la acompañarían hasta el final. Murió con 50 años. Getty
Billie Holiday: la gran voz del jazz se fue con 70 centavos en el bolsillo Murió
de cirrosis en un hospital de Harlem (Nueva York), en primavera de
1959, a los 44 años (había nacido en Filadelfia en 1915). Llevaba unos
días en arresto domiciliario por posesión de narcóticos (era adicta a la
heroína) y al morir tenía 70 centavos en su cuenta corriente y 750
dólares en efectivo, que fueron heredados por su marido. A la mujer
también conocida como Lady Day, todo un mito de la música popular (jazz,
sobre todo) del siglo XX, la arruinaron las adicciones, un estilo de
vida bohemio y las malas compañías. En especial, una estafa de la que
fue objeto poco antes de morir y que consumió sus últimos ahorros y los
derechos de autor generados por su último par de discos y su
autobiografía, 'Lady sings the blues', publicada en 1956. Lily Rothman,
redactora de 'Time', escribía en el aniversario de su muerte que Billie
“hubiese preferido gastarse esos 750 dólares antes de morir, en alcohol,
en heroína o en una última juerga con sus amigos, porque su filosofía
era no guardar nada para mañana y apurar la vida hasta las heces”. Nunca
quiso ser la más rica del cementerio. En la imagen, Billie Holiday en
1950.
Edgar Allan Poe: solo siete personas en su entierro
Edgar
Allan Poe (Boston, 1809- Baltimore, 1849) se enroló en el ejército
siendo aún menor de edad. Le destinaron al cuerpo de artilleros, no le
gustó aquello y pidió que le licenciasen.
Al final, los cinco dólares
mensuales que cobró durante esa breve etapa en los cuarteles acabarían
siendo el único sueldo estable que percibió en su vida. Poe quiso
dedicarse profesionalmente a la literatura, un oficio ejercido entonces
por aristócratas ociosos y demás gente con posibles, y le fue peor que
mal.
Nunca consiguió mantener a su familia. Escribió a destajo (incluso
después de muerto: una médium tuvo la suprema desvergüenza de publicar
en 1860 una colección de poemas ‘dictados’ por el fantasma de Poe,
fallecido 11 años antes), pero lo hizo casi siempre para revistas y
editoriales de segunda que le pagaron sus trabajos de forma cicatera y
miserable, regateándole hasta el último centavo.
Ni siquiera los éxitos
de su poema 'El cuervo' o de su relato 'El escarabajo de oro' le dieron
lo suficiente para dejar de pasar apuros una temporada.
Su desangelado
entierro, en Baltimore, ante siete testigos, es la prueba más elocuente
del fracaso en vida de este gran genio maldito, esforzado jornalero de
la pluma. En la imagen, Edgar Allan Poe en 1849.
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