La cosa empezó en una presentación, continuó con un hombre que me
confundió con un cura y acabó con un tegucigalpense demasiado sincero.
HAY SEMANAS llenas de pequeños sinsabores o incidentes que lo mueven a
uno a la risa, más que al enfado. Ojalá fueran todos así. La que hoy
termina ha sido una de esas. La cosa empezó en la presentación de la última novela de Pérez-Reverte. En el escenario, el autor y tres mujeres, entre ellas nuestra magnífica
editora Pilar Reyes, afanándose por dialogar e interesarnos. A mi
izquierda, un par de individuos, con calva moderna y media barba, que no
paraban de cuchichear como posesos. Una incontinencia verbal fuera de
serie. “¿Qué diablos hacen aquí”, me preguntaba, “en un sitio al que se
viene a escuchar, no a rajar desenfrenadamente? ” Claro que el panorama
general del patio de butacas no era alentador: la mitad de los
asistentes estaban a lo suyo, es decir, mandando y recibiendo whatsapps
y chistes, haciendo fotos y vídeos con sus aparatos estúpidos, sin
prestar la menor atención a lo que se hablaba arriba . La mala educación
de mucha gente está alcanzando niveles disuasorios: ya no se puede ir al
cine, ni a un concierto. Pero al menos los del móvil “interactuaban” en
silencio, más o menos, mientras que los calvos modernos no descansaban:
chucu-chucu, chucu-chucu, un bisbiseo inaguantable. Aun así aguanté cuarenta minutos, limitándome a mirar con estupor al que
tenía al lado. Hasta que no pude más. Ya he escrito aquí sobre los
peligros de llamarle hoy la atención a nadie. Poco después de hacerlo
hubo dos víctimas más: un anciano le afeó a un coche, a distancia,
haberse saltado un paso de cebra, y el conductor se detuvo, se bajó, le
pegó un puñetazo al viejo y lo dejó seco en la calzada; y otro sujeto
que meaba en la calle respondió a la recriminación de un vecino sacando
una pistola y metiéndole un tiro. Así que me jugué la vida al decirles:
“Oye, ¿vuestra tertulia la tenéis que tener aquí?” A lo que el de más
allá me contestó altanero: “Es que podemos hacer las dos cosas, escuchar
y hablar”. “Ya”, le respondí sin discutirle la falsedad, “pero
molestáis a los demás, que no somos tan hábiles”. Pararon un poco, sólo
un poco. Tres días después, Pérez-Reverte estaba informado: “Ya sé que
casi te pegas con unos amigos míos”. “Pues vaya amigos, no sé por qué no
escogieron la cafetería”. “Son dos grafiteros que me echaron una mano
con una novela. Desde entonces van a todo lo mío, por lealtad personal,
pero se aburren. Eso sí, me dijeron que eras chulo”.
“¿Chulo yo? Para nada, fui muy modoso”. Comprendí que, en efecto, me
había jugado la vida con tipos de acción, y encima amigos de un amigo.
A los dos días vino hacia mí un mendigo con la cara desnortada, en la
calle de Bordadores. Y me gritó: “¡Padre, padre, deme algo, padre!” Él
no podía saberlo, claro, pero que me confundan con un sacerdote —quizá
un sacerdote chulo— es de lo peor que puede pasarme. Digamos que no es
el gremio que mejor me cae, y como ahora van disfrazados de civiles (lo
cual me parece fatal, un engaño a la gente), el mendigo no tenía por qué
distinguir. Me detuve y le dije: “¿Por qué me llama ‘padre’? ¿Me ve
usted a mí cara de cura? No me diga que sí, por favor”. Lo mismo se lo
llamaba a todos. El hombre se disculpó, me dijo que no, que me veía cara
“normal”. La cosa me divirtió como para deslizarle cinco euros.
Al día siguiente, reunión en la Academia con académicos
latinoamericanos de visita. No tuve mucha ocasión de departir con ellos,
sólo durante el recreo entre dos plenos severos. Un académico de Tegucigalpa me cuenta: “Invitamos a su padre para hacerlo honoris causa,
pero no pudo venir y en seguida murió”. “Ya, qué lástima”, contesté,
pero no pude por menos de pensar: “Pues sí que tardaron. Mi padre murió a
los noventa y un años, así que se lo debieron de proponer a los
noventa”. El tegucigálpico pasó a otra cosa: “Su mejor novela de usted”,
me dijo, “es la primera”. Sí, me temo que se refería a la primera de
verdad, Los dominios del lobo, publicada a mis diecinueve años. Como le tengo simpatía, no vi inconveniente: “Sí, estoy de acuerdo”.
Pero al hombre no le bastó: “Todo lo que ha escrito luego, sí, muchas
idas y venidas, un habilidoso artesano, pero sin la frescura de
aquella”. Huelga decir que nadie le había preguntado su opinión, pero
eso no le impidió soltar la palabra más hiriente para cualquier autor,
“artesano”. La verdad es que encontré cómico lo gratuito y veloz del
hundimiento, en dos minutos me había crucificado. “Pues nada”, contesté
sonriente, “no he hecho sino empeorar a lo largo de cuarenta y pico
años”. Mi compañero Manuel Gutiérrez Aragón asistió al breve diálogo, y
para mí que se quedó helado (y admirado de mi templanza, espero). Sólo
acertó a decir: “Caray, no hay nada como la sinceridad”. El hondureño se
despidió con una amenaza: “No pudimos llevar a su padre, pero a usted sí, en breve”. “Gracias,
pero no crea”, le contesté: “detesto los vuelos transoceánicos”. Bien es
verdad que, aún muerto de risa (para mis adentros), acompañé la
disculpa de este pensamiento: “Ni en pintura me van a ver en
Tegucigalpa, visto lo visto”. Feliz año a todos, incluidos los
grafiteros, el mendigo miope y el señor académico tegucigalpense. Esta vez Sr. Marias me ha hecho reir porque relata cosas que me suelen suceder y no sé muy bien como tomarlas, no sé si alguien pueda leer esto pero si que una vez una señora me dijo "Estás tan guapa que no te habia reconocido" pues eso, no sé como me lo tomé....una sonrisa nunca está de más.
En las navidades de 1991, España se preparaba para lo que
iba a ser el gran año de su recién adquirida modernidad. En unos meses
iban a comenzar los Juegos Olímpicos de Barcelona, más tarde la Expo de Sevilla
y el país estaba listo para viajar a la alta velocidad que permitía
hacerlo el AVE. Pero antes había una cita aun más importante: el
especial de Nochevieja de Martes y Trece en TVE. Aunque un año antes
habían nacido las esperadas cadenas privadas (Antena 3, Telecinco y Canal +) y también existían las autonómicas, la elegida por la mayoría de la audiencia para despedir el año era la primera cadena, como se conocía entonces. Y, por supuesto, ahí estaban Josema Yuste y Millán Salcedo, que comenzaron a alegrar el cambio de año en 1988 (con el simpático título de ¡Hola, hola 89!) y que lo harían durante nueve más, hasta que en 1997 se despidieron con el especial Adós (sic). Solo en 1993 la cadena pública confió el programa a Cruz y Raya. Para
este año clave en la historia reciente de España, el dúo de humoristas,
que antes había sido un trío, eligió el título El 92 cava con todo, poniendo en práctica uno de esos clásicos juegos de palabras que les hicieron famosos. Junto con las imitaciones, los playbacks de canciones de moda, la empanadilla de Móstoles y su gusto por el disfraz y el travestismo.
El especial de 1992 congregó frente a la pantalla a 10.106.000 de espectadores
(70,6% de share). Una cifra de vértigo, la más alta desde que se
contabilizan las audiencias de ese día. Lógico que por entonces Martes y Trece fueran los humoristas más populares del país. El relevo de los chistes y gags de Nochevieja se lo dieron a Cruz y Raya. Otro dúo con el que guardaban similitudes, pero que llevó el humor a un
terreno (todavía) más popular. O, según los gustos, más facilón . Los
Morancos también tuvieron un par de incursiones esporádicas y redujeron
aun más el nivel de genialidad. Desde hace unos años, el programa que va después de las
campanadas (y del anuncio mejor pagado del año) lleva el sello de José
Mota. No olvidemos, el 50% de los desaparecidos Cruz y Raya. Bienvenido, Mister Wan-Da, que así se llama el espacio de este año, promete ser según su creador un homenaje a Berlanga y su clásico Bienvenido, Mr. Marshall, pero cambiando a los americanos por chinos. En fin, habrá que estar atentos a lo que tiene preparado José Mota. Mientras, recuperamos algunos sketches
y programas con los que todo el país (tus padres también) se partían de
risa hace más de una década. Algunos de ellos son joyas del humor
surrealista y otros, directamente, han sucumbido por su mediocridad al
paso del tiempo.
La princesa de Kent es ese tipo de gran dama que le gusta un jaleo. Y disfruta si puede orientarlo a vocear sus creencias.
Mañana se acaba 2017.
Termina con varias tormentas, comunicados, robos
de ordenadores en empresas vinculadas al expresidente de la Comunidad de
Madrid.
Y el regreso de los blackamoors, esos objetos de
decoración, originados en Venecia, que usaban testas de negros o moros a
modo de honrar la belleza no europea sin ningún sentido de lo
políticamente correcto
Y disfruta
si puede orientarlo a vocear sus creencias. En ciertas esferas sociales
ese tipo de señoras gustan mucho porque se atreven a expresar lo que los
demás no pueden. Pero cuando meten la pata se quedan solas. Sin
embargo, hay que intentar rescatar al blackamoor. Hubo un
momento en los ochenta que los veías en todos sitios, empezando por los
salones de la princesa de Kent. La gente creía que eran un objeto
barroco, cuando es muy anterior, y se ponían al lado de ellos para
sentirse María Antonieta por un día.
En Caracas, los había por doquier,
como si en realidad mi ciudad de origen hubiera sido una sucursal de
Venecia.
A veces muchos invitados creían que los bustos eran de
familiares de los anfitriones, demostrando que el racismo no es solo
cosa de anglosajones sino también de caribeños.
El racismo, una de esas
cosas que no logramos superar. Durante mucho tiempo consiguió propagar
su mensaje de odio a través de cosas aparentemente inofensivas.
Como los
broches en forma de blackamoor.
Siempre hay líos en las comidas de Nochebuena y listas de figuras importantes al cierre de cada año. ¡Hola!
consiguió reunirlos en un reportaje.
El reparto es increíble, como si
la revista hubiera querido ahorrar y mezclado la lista de los más
representativos con la de los más elegantes.
Nunca entenderé porqué ¡Hola!
abandonó su lista de los más elegantes, estoy convencido de que las
cosas empezaron a torcerse desde el momento en que dejaron de
publicarla.
Las listas son arbitrarias pero una tradición que lucha por
permanecer entre nosotros.
Como los robos en Navidad. Aparte del precio
de ciertos comestibles, han desaparecido unos ordenadores en la sede de
una empresa, Mercasa, investigada en una causa anticorrupción.
¡Debe ser
la cosa más fácil del mundo sustraer un ordenador en Navidad! Abres con
tu llave la empresa vacía y te llevas lo que necesites, por ejemplo.
Me
preocupa más el robo de más de 1.000 euros a Froilán durante una visita
a Canoe, el casino madrileño.
Al parecer, el sobrino del Rey llevaba el
dinero en un sobre. Y el sobre desapareció.
¿No aceptan Apple Pay en
Canoe? Con todo lo millennial que es Pipe, a lo mejor es un
mensaje que quiere transmitir: ciertas cosas le gustan en papel.
Los
billetes y espero que los libros también.
Shakira no es de papel pero acaba de emitir un comunicado anunciando que retomará su gira el 18 de junio. Tras estudiar su problema con las cuerdas vocales, concluye que
necesita más tiempo del que pensaba. Es probable que de esa manera
descarte una operación. O sea, que se va a pasar seis meses y 18 días en
silencio. Una prueba fortísima. Shakira, que la queremos tanto, ha
atravesado un año donde la han separado de Piqué con asiduidad. Era ponerse a llorar Piqué por el conflicto independentista y acto
seguido aparecer rumores de separación. A lo mejor querían volverlos la
imagen del 155 pero ellos decretaron su solidez hasta aparecer esta
Navidad pasándolo muy bien en Nueva York, que es una de las capitales
preferidas de los catalanes. Quizás por ser bilingües, los catalanes
sienten más cariño por el inglés que el resto de los españoles. Una de
esas cosas que debemos estudiar en 2018. Igual que ese no se qué de
Catalunya para generar ídolos internacionales. Peret. Serrat. Dalí.
Miró. Josep Pla. Todos ellos, ¿por qué no?, podrían posar para un blackamoor.
La hija de
Rocío Jurado y su exmarido siguen enzarzados en los juzgados.
Ella le
ha demandado por malos tratos continuados; él le pide 4.600 euros
mensuales para la manutención de sus dos hijos.
Diversos medios apuntan que Antonio David Flores tiene pendiente una
demanda por malos tratos continuados hacia Rocío Carrasco que incluso
podría provocar el ingreso del exguardia civil en la cárcel y un
alzamiento de sus bienes. Aunque la revista Lecturas publicó
esta semana declaraciones de personas del entorno de Flores desmintiendo
tal extremo: “David ni siquiera está siendo juzgado. Aún no está
acusado de nada”, manifestaron dichas fuentes. Y la misma revista
también aclara que no es cierto que la jueza que dirime el caso se
refiriera a Rocío Carrasco utilizando la palabra “víctima”. “Fue el
abogado de ella”, afirma la persona que da la información a la
publicación, “quien utilizó ese término y la jueza le corrigió y le
dijo: ‘Querrá decir denunciante”.
Rocío
Jurado y Ortega Cano, junto a sus su nietos Rocío y David (izquierda) y
sus hijos adoptivo Gloria Camila y José Fernando, en 2003.
Sea cual sea el final judicial de esta historia de desamor,
los hijos sufren las consecuencias de una lucha sin cuartel con luces y
sombras. . La primogénita de la pareja, Rocío Flores Carrasco, optó,
nada más cumplir los 18 años, por vivir con su padre y la pareja de este
Olga Moreno. Ese fue también el momento en el que se descubrió que la
relación con su madre era tan mala como para renegar de ella en público y
considerar que quien merece para ella esa palabra es la actual esposa
de su padre, a quien adora y defiende cada vez que hay ocasión.
Un camino similar ha recorrido el segundo hijo de la pareja,
David Flores Carrasco, que pocos meses antes de cumplir los 18 años y
aprovechando las vacaciones de verano que pasaba con su padre decidió no
volver a la casa materna. Un hecho que ocasionó otra demanda contra
Antonio David Flores por no retornar al menor de edad al domicilio de su
madre tras el período vacacional. El mismo padrastro de Rocío Carrasco, el torero José María
Ortega Cano, ha manifestado hace solo unos días que ambos "deberían
pensar más en esos dos hijos que tienen y que lo están pasando muy mal
con este lío y dejarse de cosas de jueces y pensar en la familia, en los
dos niños, en su madre. Si estuviera viva su madre [manifestó en
referencia a Rocío Jurado] no pasaría nada de esto". Los protagonistas de este desencuentro eterno ahora callan. Los procesos
judiciales que mantienen abiertos no aconsejan que se prodiguen en los
medios. Antonio David Flores contestó amablemente a este periódico que
su abogado le recomienda "no hacer ningún tipo de declaración". Rocío
Carrasco es históricamente hermética en lo que respecta a este asunto. Su historia continuó por caminos separados: él volvió a casarse en 2009
con la sevillana Olga Moreno, con quien tiene una hija, Lola, de cuatro
años. Ella contrajo matrimonio en 2016 con Fidel Albiac, después de 17
años de relación, y sin la presencia de ninguno de sus hijos. Pero sus
caminos se cruzan una y otra vez y tienen tantos tintes de infelicidad
que ni la propia Rocío Jurado hubiera imaginado esta historia como tema
de una de sus coplas.