Los vástagos de Tump, Omaba y Clinton cierran filas en torno a su privacidad y se apoyan frente a la presión mediática.
En la última campaña electoral de Estados Unidos, una de las más divisivas de la historia moderna del país, se atacaron con feroces críticas.
Donald Trump, meses después de llegar a la presidencia, prosigue con sus insultos regulares a la que fuera su contrincante, la demócrata Hillary Clinton.
De su predecesor, Barack Obama, el republicano llegó a cuestionar su nacionalidad estadounidense y afirmó que había sido el peor presidente de la historia.
Por su parte, los dos demócratas insistieron en que el magnate republicano no estaba capacitado para ocupar el Despacho Oval. Sus padres se detestan, pero los hijos de los presidentes han aprendido a entenderse y cerrar filas en torno a un asunto: su privacidad.
La última prueba ocurrió la semana pasada.
Varios tabloides publicaron imágenes virales en las redes sociales de Malia Obama, la hija mayor del expresidente Obama, fumando y besando al que sería su primer novio conocido.
En cuestión de minutos, Ivanka Trump, la hija mayor del actual mandatario, defendió la privacidad de la joven de 19 años, que actualmente cursa sus estudios en la Universidad de Harvard.
En un tuit, Ivanka, asesora directa de Trump en la Casa Blanca, fue tajante:
“Malia Obama debería tener la misma privacidad como sus compañeros de universidad. Es una joven, adulta y ciudadana privada.
Debería estar FUERA de la vida pública”.
Acto seguido, Chelsea Clinton, la primogénita de Clinton que durante años ha mantenido una buena relación con Ivanka por compartir los mismos círculos sociales, sostuvo argumentos de línea similar.
“La vida privada de Malia Obama, como una mujer joven, estudiante de universidad, ciudadana privada, no debería ser carne de clicks.
Sean mejores”, afirmó en un mensaje en su Twitter.
Meses atrás, un cortometraje de Saturday Night Live se mofó de la apariencia de Barron Trump, el hijo menor de los Trump, por supuestamente parecer adormilado durante el discurso del republicano tras anunciarse su victoria electoral.
Cuando la publicación The Daily Caller criticó la vestimenta informal de Barron, de 11 años, Chelsea también recurrió a las redes para rechazar ese tipo de escrutinio.
El artículo generó polémica entre políticos y personalidades. “Ya es hora de que la prensa y todo el mundo deje en paz a Barron Trump y le permitan tener la juventud privada que se merece”, defendió la hija de la veterana demócrata y el expresidente Bill Clinton.
“Barron es UN NIÑO. Ningún pequeño debería ser sujeto de comentarios así, ni en persona ni online. ¿Y que lo hagan adultos? Una vergüenza”, criticó.
El artículo del Caller también provocó que la primera dama saliera en defensa de su hijo.
“Como ha sido el caso con Gobiernos anteriores, la Casa Blanca espera que la vieja tradición de respeto a la privacidad de los hijos del presidente se mantenga en esta Administración.
Es un menor y merece todas las oportunidades de tener una vida privada”, dijo la portavoz de Melania Trump, que también agradeció la defensa de Chelsea.
El propio presidente llamó “desgraciados” a quienes criticaron a su hijo: “No es algo fácil para él.
Créame”, afirmó en una entrevista.
La complicidad entre los hijos de los presidentes parte de
la similitud de sus experiencias.
Chelsea pasó desde los 12 hasta los 20 años en la Casa Blanca, durante la presidencia de su padre.
Malia llegó a la mansión presidencial con 10.
Todos conocen la presión que conlleva ser parte del foco político y social involuntariamente, como consecuencia de que sus padres ocupan u ocuparon el puesto con más poder en el mundo.
Es pública la carta que enviaron Jenna Bush-Hager y Barbara Bush, hijas del expresidente George W. Bush, cuando Malia y Sasha Obama estaban a punto de abandonar la Casa Blanca tras los ocho años de mandato de su padre.
En ella les recordaban cómo las guiaron a su llegada a la residencia presidencial, pero también las invitaban a ver lo positivo de un tiempo que sabían no siempre habría sido fácil para ellas.
Y les recomendaban pasar de largo por las posibles críticas a sus padres y a ellas mismas, y aprovechar las experiencias de los viajes, las personas y las necesidades de otros que habían conocido durante sus años como hijas de un presidente de Estados Unidos.
Se intuye que un halo de solidaridad une a los hijos de los
presidentes al margen de sus ideologías y que su experiencia les hace
acordarse de quienes les siguen para darles consejos y apoyarles en una
situación donde la presión acompaña al cargo paterno.
Donald Trump, meses después de llegar a la presidencia, prosigue con sus insultos regulares a la que fuera su contrincante, la demócrata Hillary Clinton.
De su predecesor, Barack Obama, el republicano llegó a cuestionar su nacionalidad estadounidense y afirmó que había sido el peor presidente de la historia.
Por su parte, los dos demócratas insistieron en que el magnate republicano no estaba capacitado para ocupar el Despacho Oval. Sus padres se detestan, pero los hijos de los presidentes han aprendido a entenderse y cerrar filas en torno a un asunto: su privacidad.
Varios tabloides publicaron imágenes virales en las redes sociales de Malia Obama, la hija mayor del expresidente Obama, fumando y besando al que sería su primer novio conocido.
En cuestión de minutos, Ivanka Trump, la hija mayor del actual mandatario, defendió la privacidad de la joven de 19 años, que actualmente cursa sus estudios en la Universidad de Harvard.
En un tuit, Ivanka, asesora directa de Trump en la Casa Blanca, fue tajante:
“Malia Obama debería tener la misma privacidad como sus compañeros de universidad. Es una joven, adulta y ciudadana privada.
Debería estar FUERA de la vida pública”.
Acto seguido, Chelsea Clinton, la primogénita de Clinton que durante años ha mantenido una buena relación con Ivanka por compartir los mismos círculos sociales, sostuvo argumentos de línea similar.
“La vida privada de Malia Obama, como una mujer joven, estudiante de universidad, ciudadana privada, no debería ser carne de clicks.
Sean mejores”, afirmó en un mensaje en su Twitter.
Meses atrás, un cortometraje de Saturday Night Live se mofó de la apariencia de Barron Trump, el hijo menor de los Trump, por supuestamente parecer adormilado durante el discurso del republicano tras anunciarse su victoria electoral.
Cuando la publicación The Daily Caller criticó la vestimenta informal de Barron, de 11 años, Chelsea también recurrió a las redes para rechazar ese tipo de escrutinio.
El artículo generó polémica entre políticos y personalidades. “Ya es hora de que la prensa y todo el mundo deje en paz a Barron Trump y le permitan tener la juventud privada que se merece”, defendió la hija de la veterana demócrata y el expresidente Bill Clinton.
“Barron es UN NIÑO. Ningún pequeño debería ser sujeto de comentarios así, ni en persona ni online. ¿Y que lo hagan adultos? Una vergüenza”, criticó.
El artículo del Caller también provocó que la primera dama saliera en defensa de su hijo.
“Como ha sido el caso con Gobiernos anteriores, la Casa Blanca espera que la vieja tradición de respeto a la privacidad de los hijos del presidente se mantenga en esta Administración.
Es un menor y merece todas las oportunidades de tener una vida privada”, dijo la portavoz de Melania Trump, que también agradeció la defensa de Chelsea.
El propio presidente llamó “desgraciados” a quienes criticaron a su hijo: “No es algo fácil para él.
Créame”, afirmó en una entrevista.
Chelsea pasó desde los 12 hasta los 20 años en la Casa Blanca, durante la presidencia de su padre.
Malia llegó a la mansión presidencial con 10.
Todos conocen la presión que conlleva ser parte del foco político y social involuntariamente, como consecuencia de que sus padres ocupan u ocuparon el puesto con más poder en el mundo.
Es pública la carta que enviaron Jenna Bush-Hager y Barbara Bush, hijas del expresidente George W. Bush, cuando Malia y Sasha Obama estaban a punto de abandonar la Casa Blanca tras los ocho años de mandato de su padre.
En ella les recordaban cómo las guiaron a su llegada a la residencia presidencial, pero también las invitaban a ver lo positivo de un tiempo que sabían no siempre habría sido fácil para ellas.
Y les recomendaban pasar de largo por las posibles críticas a sus padres y a ellas mismas, y aprovechar las experiencias de los viajes, las personas y las necesidades de otros que habían conocido durante sus años como hijas de un presidente de Estados Unidos.
Desde hace años,
la Casa Blanca ha pedido, con independencia de quien la ocupe, que los
hijos de la primera familia no sean motivo de discusión en la prensa.
Es
infrecuente que se publiquen noticias más allá de los colegios a los
que están inscritos los menores o su apariencia colateral en algunos
eventos del presidente.
Doug Wead, autor de un libro sobre los hijos
presidenciales, defendió en una entrevista en The Chicago Tribune que atacar a los inquilinos más pequeños de la Casa Blanca causa un “gran daño”.
El historiador argumentó que no se puede politizar y usar a
los jóvenes como vehículo para atacar al presidente.
Son objetivos
fáciles porque no se pueden defender.
La norma social solo se respeta para los hijos menores y
residentes en la mansión presidencial.
Ivanka, Donald Trump Jr. y los otros hijos del presidente Trump sí son presa de los juicios y reproches de la prensa en el marco de una de las Administraciones más criticadas de las últimas décadas.
Los programas cómicos del late night también han sacado partido a los comentarios ultranacionalistas de Trump Jr. en Twitter o a la supuesta apatía del presidente hacia su hijo Eric.
De Melania la prensa busca la crítica en su vestimenta, ya que hasta ahora no se ha pronunciado mucho en público.
Sobre Ivanka, la especulación siempre circula en torno a su poder en la Casa Blanca.
Quizás Barron, gracias a estar blindado del escrutinio, será el único Trump que salga intacto de la divisiva presidencia de su padre.
Ivanka, Donald Trump Jr. y los otros hijos del presidente Trump sí son presa de los juicios y reproches de la prensa en el marco de una de las Administraciones más criticadas de las últimas décadas.
Los programas cómicos del late night también han sacado partido a los comentarios ultranacionalistas de Trump Jr. en Twitter o a la supuesta apatía del presidente hacia su hijo Eric.
De Melania la prensa busca la crítica en su vestimenta, ya que hasta ahora no se ha pronunciado mucho en público.
Sobre Ivanka, la especulación siempre circula en torno a su poder en la Casa Blanca.
Quizás Barron, gracias a estar blindado del escrutinio, será el único Trump que salga intacto de la divisiva presidencia de su padre.