Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

5 nov 2017

Fernando Verdasco, el yerno perfecto de Isabel Preysler

El tenista, que se casa dentro de un mes con Ana Boyer, se maneja bien con la fama y siempre ha soñado con ser actor.

 

Ana Boyer y Fernando Verdasco, en París
Ana Boyer y Fernando Verdasco, en París GETTY

Ondas de radio.......................................... Elvira Lindo.

Nada supera el lazo íntimo que establece una voz con sus oyentes.

Un fotograma de 'Historias de la radio'.
Un fotograma de 'Historias de la radio'.
 
 

 

El 10 de octubre caminaba arrastrando mi pesadumbre hacia el Thyssen, que estos días cumple su 25º aniversario, escuchando la radio. 
 La tarde del 27 de octubre volvía a casa desde un Congreso de Mujeres Juristas por la Igualdad concentrada en las voces de la radio.
 No hace tanto que veíamos pasear a los abuelos con el transistor pegado a la oreja. No hace tanto tampoco, porque el tiempo pasa en la vida como en la radio, volando, que al volver de la escuela merendaba con la muchacha; escuchábamos un programa de coplas dedicadas y yo la observaba llorar su orfandad concentrada en la música mientras cosía su ajuar. 
Mis recuerdos establecen conexiones sinestésicas y las canciones de entonces saben a foie gras o a mantequilla espolvoreada con colacao.
 No hace tanto que guardaba silencio para que mis tías escucharan la novela. No hace tanto que, tras unos años adolescentes de despreciar una radio que me olía a rancio, volví a encontrar en las ondas una compañía que no llenó nunca la televisión, ni tampoco (perdón) el periódico.
 Porque no hay nada que supere el lazo íntimo que establece una voz con sus oyentes.
 A los seres queridos que se nos fueron los recordamos de vez en cuando en los álbumes de fotos, pero es al encontrar de pronto una vieja grabación cuando el pasado se nos vuelve presente.
 La voz es lo que antes se pierde y lo que más se añora.
A pesar de las caminatas radiofónicas, la radio no ha dejado de ocupar su lugar preferente en la cocina.
 La radio sabe a café. Antes de enfrentarme a la palabra impresa, donde la actualidad suena más grave por no estar tamizada por la cordialidad y cercanía de alguien que cuenta, sigo las voces de la radio.
 Las mías, porque aunque los expertos siguen estudiando por qué nos cuesta tanto cambiar el dial, a los oyentes más que la pereza o la costumbre nos ata la adicción a una manera de hablar que no se parece a otra.
 Casi todas esas voces corresponden a periodistas que conozco personalmente, sus palabras suenan tan nítidas en mi cocina que es como si los tuviera sentados a la mesa frente a mí.
 Hay veces que les respondo en voz alta.
 Otras, estoy tan afectada o implicada en lo que dicen, sobre todo estos días, que no puedo evitarlo y les escribo un mensaje de agradecimiento.
 Mientras los debates televisivos me alteran, la radio tiene un efecto reconfortante. 
Pienso, de manera inconsciente: vaya, si ellos son capaces de conseguir que conversen individuos que se detestan es que no todo está perdido.

Tal y como están produciéndose las relaciones de influencia y poder entre los medios y las redes, tengo la intuición de que la radio está, por valerse de algo tan básico y primitivo como las voces, más capacitada para sobrevivir en este selvático mundo de la información.
La otra noche escuché en Hora 25 de Àngels Barceló que no ha habido momento en la historia reciente en que se recurriera más a Machado para buscar sentido o consuelo a este disparate.
 Sonreí porque, sí, yo también lo he citado, pero además eso me hizo recordar una historia poética y singular relacionada con Don Antonio.
 En 1985, Raymond Carver publicó un poema, Ondas de Radio, dedicado al poeta español. Llevaba Carver un tiempo padeciendo una crisis creativa y retirado en una casa de campo en medio de ninguna parte.
 No tenía televisión, no leía el periódico, su única conexión con el mundo era la radio. 
Una noche escuchó a un locutor recitar unos versos de Machado, del que no había oído hablar hasta ese momento, y esto es una estrofa del poema que le dedicó a modo de agradecimiento:
 “Yo pensaba en esas bobadas por la noche / sentado en la silla mientras escuchaba mi radio. / ¡Y entonces, Machado, tus poemas! / Fue casi como ver a un hombre de mediana edad / enamorarse de nuevo. / Algo extraordinario, / y también embarazoso. / Hice tonterías como colgar una fotografía tuya. / Y me llevaba tu libro a la cama / y dormía con él a mano.
 Una noche un tren / me despertó al pasar por mis sueños. / Lo primero que pensé, con el corazón desbocado / allí en el dormitorio a oscuras, fue: / No pasa nada, Machado está aquí. / Luego pude volver a dormirme”.
 Cuenta Carver que recordó siempre lo que Machado aconsejaba a quien le preguntaba qué podía hacer con su vida. “¡Presta atención!”, respondía el poeta. Eso hizo Carver. Eso trato yo de hacer, prestar atención.
 Ser oyente por encima de todo, aunque no tenga más remedio que hablar para ganarme la vida.

Sé que hay días en que esas voces nos hablan en un tono distinto. Yo se lo noto, ¿usted no? Tienen la voluntad de contener sus emociones, pero hay momentos en que resulta imposible y se percibe un ligero temblor, un quiebro. No sucede a menudo, pero, si se da el caso de que esta oyente que soy lo capta, mi reacción es pensar que quien me habla es un ser humano que aun debiéndose mostrar profesional no es invulnerable.

Puigdemont, el astronauta que volverá a otro país............ Berna González Harbour

El caché de político preso parece cotizarse más que el de huido.

Puigdemont, el astronauta que volverá a otro país
Varios astronautas han quedado en la memoria colectiva, en general por sus gestas: desde Yuri Gagarin, por convertirse en el primer hombre en el espacio, hasta Neil Armstrong por dejar su huella en la Luna, o Valentina Tereshkova como primera mujer allí arriba. Pero hay uno que recordamos no por ninguna hazaña específica, sino porque en su ausencia se evaporó su país, la Unión Soviética, y volvió de la estación Mir meses después a una realidad nueva donde las fronteras, régimen y gobernantes ya eran otros. 
Serguéi Krikaliov regresó a otro país.
El expresident Puigdemont tiene algo que recuerda a Krikaliov. Creía que iba tras el rastro de la épica en su despegue a Bruselas; que iba a pasar a la historia como el líder que proclamó la república catalana, para acabar dándose cuenta, ahora mismo o cuando regrese al terminarse su particular tiempo de estancia en la Mir, de que vuelve a otro país. 
No hay gestas esta vez.
El carisma que soñó y que seguramente nunca logró se hace añicos ante la realidad de su causa, que tiene ahora más que ver con artículos del Código Penal o con Osetia del Sur que con la palabra libertad.
 Su partido no parece acompañarle en la fantasía de la resistencia, sino que lucha ya por no evaporarse a su vez en las elecciones convocadas por Rajoy. El PDeCat ansía una lista única con ERC, que por su parte está tan aventajada en las encuestas que preferiría probar fortuna por su cuenta.
 Y el caché de político preso parece cotizar mejor que el de político huido, por no hablar del de político dimitido en vísperas como Santi Vila. 
El país del que huyó Puigdemont, además, ha demostrado seguramente su mayoría de edad con un 155 que nadie quería, pero que fue la única vía para zanjar un gravísimo golpe institucional del que él fue el máximo responsable. 
El Estado de derecho ha demostrado tener herramientas para defenderse, lo ha sabido hacer y por el camino ha crecido.
 No caben las burlas en España, no caben los Parlamentos que no escuchan a sus letrados ni a la oposición. 
No hay repúblicas bananeras por aquí.
 Nuestro país, en cierta forma, también ha cambiado en este otoño caliente.
El expresident aspira ahora a recuperar cierta épica al anunciar su disposición a estar en las listas desde su exilio mentiroso. 
Ni contigo ni sin ti. Pero el PDeCat parece no darse cuenta de que su posicionamiento ante el 21-D está a la defensiva, con un programa que pide amnistía en lugar de progreso para reanudar el crecimiento económico y social de Cataluña y que reclama la defensa de las instituciones que ellos mismos resquebrajaron y violentaron el 6-7 de septiembre.
 Dejarse la piel para situarse más atrás fue su gran error y no parece que se hayan enterado.
Puigdemont puede hablar en tres o cuatro idiomas desde la capital europea, pero en ninguno de ellos dice nada que encaje con la realidad. Una nave soyuz en forma de euroorden de detención probablemente le traerá pronto a la nueva realidad.


 

Una mirada crítica al Octubre Rojo..................... Pilar Bonet.

La organización de derechos humanos Memorial recuerda en una exposición a los primeros detenidos de la revolución bolchevique.

Fotograma de '100 años que estremecieron al mundo', sobre el asalto al Palacio de Invierno el 25 de octubre de 1917.
Fotograma de '100 años que estremecieron al mundo', sobre el asalto al Palacio de Invierno el 25 de octubre de 1917. Getty
Los primeros arrestos. Así se llama una exposición que conmemora en Moscú el centenario de la revolución bolchevique del 7 de noviembre de 1917 (el 25 de octubre en el calendario juliano vigente entonces en Rusia).
 Formada por 54 retratos y biografías, la muestra constituye una aportación crítica para un aniversario complicado.
 La entidad responsable es Memorial, la organización de derechos humanos rusa que vela también por la memoria histórica.
En el conjunto de personajes, 53 fueron arrestados por razones políticas o de forma arbitraria entre el 25 de octubre (fecha del asalto al Palacio de Invierno y fin del Gobierno provisional) y la disolución de la Asamblea Constituyente panrrusa.
 La galería de retratos se cierra con Iván Manujin, el médico de la cárcel de la fortaleza de Pedro y Pablo de Petrogrado, que negociaba rescates para la liberación de los presos y que acabó exiliándose a Francia.
En aquellos turbulentos meses, las instituciones del viejo régimen se habían desmoronado y los revolucionarios que arrollaron al Gobierno provisional de Alexandr Kérenski no habían sistematizado aún el aparato policial y de justicia. 
El periodista, historiador y editor Vladímir Burtsev fue el primer arrestado cuando el crucero Aurora no había dado la señal de asalto del palacio.
 Brevemente detenidos, siguieron un militar (el general Yakov Bagratuni, cuñado de Kérenski) y un ministro del Gobierno provisional.
 Las prisiones estaban llenas, había problemas graves como el desabastecimiento, la guerra, la búsqueda de una paz por separado con Alemania.
 La resistencia a los bolcheviques era todavía escasa.
 Los carceleros se podían permitir liberar a los presos de la revolución con celeridad.
 Los periódicos de la época, las memorias y los archivos estatales son las fuentes que Borís Belenkin, miembro de la dirección de Memorial y responsable de su colección de documentos, ha utilizado para montar la exposición.
 Unos estilizados y lacónicos rectángulos blancos decorados con desvaídas fotografías jalonan las paredes de la sede de Memorial. En cada rectángulo, un destino, desde los ministros del Gobierno provisional arrollado por la revolución, a industriales y banqueros, pasando por militares, economistas, médicos, arquitectos, sacerdotes y ateos, oficiales, estudiantes, hombres y mujeres, judíos y antisemitas.
Al salir de la cárcel aquellos primeros arrestados en parte emigraron, en parte se quedaron para sufrir nuevos arrestos en el futuro.
 La mayoría, dice Belenkin, “están en Sainte Geneviève des Bois [cementerio de París donde reposan los restos de muchos emigrantes rusos], perecieron en algún lugar del Gulag o fueron fusilados y enterrados en fosas colectivas”.
Desde su celda en la fortaleza de Pedro y Pablo, Burtsev escribía las memorias de un ministro zarista alojado en la celda contigua, con el que se comunicaba dando golpes en la pared.
 Al ser liberado, en febrero de 1918, emigró a París, donde murió en la pobreza.
 En la cárcel, el ingeniero Petr Palchinski, que organizó la resistencia al asalto del Palacio de Invierno, se dedicaba a tejer cestos. 
Ya en libertad, participó en el plan de electrificación de Rusia y fue fusilado en 1929 acusado de conspirar contra la economía soviética.

Nombres ilustres

En la fortaleza, Alexandr Vyshnegradski, banquero, industrial e hijo de un ministro de Finanzas zarista, componía música y una de sus obras fue estrenada en los locales de Memorial al inaugurarse la exposición.
 Entre los detenidos estuvo también Vladímir Nabókov, profesor de Derecho y padre del escritor del mismo nombre. 
Murió asesinado en Berlín en 1922. Poca suerte tuvo Serguéi Tretiakov, fabricante y miembro de la familia fundadora de la célebre galería de Moscú que lleva su nombre. 
Tretiakov colaboró con el Gobierno soviético y murió en un campo de concentración alemán, fusilado por la Gestapo en 1944.
 Mónaco fue el destino final de Mijáil Teréschenko, ministro de Exteriores del Gobierno provisional, terrateniente y fabricante de azúcar. 
De la familia Teréschenko quedan en Kiev las mansiones que albergan el Museo Ruso y el Museo de Arte Occidental.
En aquellos últimos meses de 1917, Belenkin calcula que fueron detenidos varios centenares de personas en Petrogrado y varios centenares más en Moscú.
 La policía política del nuevo régimen se sistematizó tan solo a partir de diciembre de 1917 cuando se creó la comisión extraordinaria para la lucha con la contrarrevolución y el sabotaje. La exposición no documenta ninguna pena capital.
 En cambio, incluye a algunas víctimas de linchamientos, un sacerdote, un diputado de la Duma y dos líderes de los kadetes.

Entre los primeros arrestados también estaba Sofía Pánina, una rica aristócrata rusa a la que llamaban “la princesa roja”. 
Filántropa e impulsora del movimiento de liberación de la mujer, Pánina había hecho construir una casa del pueblo para acoger y educar a niños y adultos en San Petersburgo.
 Fue diputada de la Duma municipal de Petrogrado y participó en el Gobierno provisional.
 Los bolcheviques la acusaron de derrochar fondos públicos. Pánina ayudó al Movimiento Blanco (contrarrevolucionario), emigró y está enterrada en Nueva York.

Interesante es la figura de Pavel Dolgorukov, uno de los líderes de los kadetes (del partido liberal, conocido como KD en sus siglas rusas), graduado en física y matemáticas, terrateniente, pacifista y seguidor de León Tolstói. Se exilió desde Crimea y quiso establecer vínculos entre la emigración y la Rusia soviética, adonde llegó ilegalmente en dos ocasiones. En la segunda, en 1926, fue detenido y arrestado. Lo fusilaron en Járkov junto a una veintena de rehenes como represalia por el asesinato del representante soviético en Polonia.