Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

27 oct 2017

Tres grandes de la literatura y tres grandes novelas sobre espías

Marías, Echenoz y Banville ponen todo su talento literario al servicio del retrato de las obsesiones y miserias del negocio del espionaje.

Tres grandes de la literatura y tres grandes novelas sobre espías
getty
Hay pocos materiales tan literarios como el mundo del espionaje. La considerada como la segunda profesión más antigua del mundo ha dado para algunas de las páginas más notables del género negro en su sentido más amplio en el último siglo (por no hablar, no es el sitio,del incontable número de series de televisión, entre ellas dos muy recientes y notables: Berlín Station(HBO) y Oficina de infiltrados (Movistar).
A la espera de que en enero llegue a España la última de John Le Carre, en la que el maestro vuelve a la Guerra Fría, hoy vamos a hablar de tres grandes escritores que han hecho su particular aproximación al género en libros recientes.
 Una novela con mayúsculas y de la que ya poco se puede decir literariamente que no esté subrayado y glosado por otros más hábiles que quien esto escribe, una sátira francesa sobre el trabajo en los servicios secretos y una aproximación biográfica a uno de los cinco del círculo de Cambridge ocuparán este texto.
Sí, ya sé que el propio Marías ha dicho que ni Berta Isla (Alfaguara) ni la trilogía de Tu rostro mañana son novelas de espías.
 Es cierto, son mucho más, pero tienen en su interior una aproximación más que notable al mundo del espionaje. 
No son novelas de espías pero están pobladas por ellos, por sus miedos, por sus obsesiones, por sus preocupaciones.
 Por la suyas y por las de quienes les rodean.
Thomas Devinson, o Tomás o Tom, es un agente secreto en cuya voz encontramos algunas de las mejores reflexiones sobre el trabajo en ese submundo y sus repercusiones:
 “No debes preguntarme qué voy a hacer” le dice en un momento dado a Berta Isla, su mujer, condenada por decisión propia a aceptar, a esperar, “porque eso no lo sabré. 
Ni qué he hecho, porque en realidad no habrá hecho nada, lo que yo haga no habrá ocurrido, no consta en ninguna parte, no hay registro de ello ni lo debe haber.
 Lo que quiera que ocurra no habrá sido por mí porque quienes participamos en esto estamos pero no existimos, o existimos pero no estamos”. 
También habla de la espera, de la obsesión por lo contado, del poco prestigio de lo no ocurrido.
 Y aquí, como en Tu rostro mañana, hay maravillosas escenas de reclutamiento, elegantes profesores de Oxford al servicio de su Majestad, oscuros intereses y malas artes. 
 Aparece ocasionalmente mister Tupra, personaje esencial de la trilogía y uno de los espías más interesantes de la literatura actual. En definitiva, un compendio magnífico de temas, personajes y obsesiones del género.
Completamente distinta es Enviada especial de Jean Echenoz (Anagrama, traducción de Javier Albiñana), un texto tan disparatado como bien ejecutado en el que el autor de Correr nos lleva de la mano por un complot francés para desestabilizar Corea del Norte. 
El reclutamiento de una joven aburrida con la vida sirve para mostrarnos con un humor delicado e incisivo la existencia de unos cuantos burgueses parisinos y para adentrarnos en el mundo de los servicios secretos y los profesionales que pululan alrededor. Echenoz plantea todas las piezas del puzle con mucha calma pero todo cobra sentido poco a poco en una máquina perfecta alimentada por el delirio. 
 Lo mejor es cuando la misión secreta llega a Corea del Norte y allí ya no sabes si hay un relato realista o si la locura contada viene de la cabeza del autor. 
Una novela caótica, una oda a la literatura lúdica de calidad que gustará tanto a los fans del género como a los de la gran literatura. 

Y por último me gustaría hablar de El intocable de John Banville (Anagrama, traducción de J. A. Molina Foix).
 Se trata de una novela que nos pone delante del crepúsculo de una figura notabilísima de la vida pública británica venida a menos y expuesta publicamente como un traidor.
 Víctor Maskell, inspirado claramente en Anthony Blunt, es un homosexual esteta y gran historiador del arte y consejero de la Reina, pero antes, durante muchos años, sirvió como sus amigos de Cambridge a los soviéticos.
 Con la excusa de la entrevista que le hace una extraña a biógrafa repasamos la vida fascinante de este grupo de brillantes jóvenes, valientes soldados, idealistas, vividores incansables, alcohólicos irredentos y traidores.
Como siempre Banville consigue desde el primer momento que el tono sea el adecuado, que vivamos su decadencia con este hombre venido a menos, que disfrutemos rememorando su gloria. Se ha escrito mucho sobre este grupo de intelectuales y traidores pero no con esta altura literaria. Al terminar tenía muchas más preguntas que al empezar. Como toda buena novela me había dejado algo atribulado, dándole vueltas a los ideales, las lealtades, los secretos. Hay un momento tras una puesta en escena elegante en la que Banville usa a su protagonista para resumir el mundo de espionaje y quizás la esencia de la vida:
 “En mi mundo no hay preguntas sencillas, y las respuestas concretas, en la clase que sean, son escasísimas”

 

Trump libera 2.800 informes secretos sobre Kennedy, pero deja oculto el núcleo más sensible

La Casa Blanca atiende la petición de la CIA y aplaza la salida a la luz de los documentos más comprometedores con la seguridad nacional

El presidente Donald Trump cedió al final ante la CIA.  
La esperada liberación de los papeles secretos del asesinato de John F. Kennedy no fue completa.
 La Casa Blanca autorizó la publicación de 2.891 informes confidenciales, pero impidió que otros 200 vieran la luz. Considerados el núcleo oscuro de las pesquisas, estos expedientes serán sometidos a evaluación en los próximos seis meses y, excepto aquellos que supongan un riesgo para la seguridad nacional, se harán públicos antes del 27 de abril.
 54 años después, las sombras se resisten a abandonar el crimen que hizo temblar el siglo XX americano.

 


El presidente John F. Kennedy en Dallas poco antes de morir.
El presidente John F. Kennedy en Dallas poco antes de morir. 
 
Estados Unidos aguardaba con ansiedad la liberación de todos los informes confidenciales.
 La ley de 1992 que los protegía expiraba este jueves y el mismo presidente había anunciado que se permitiría su publicación. 
 Pero se sabía que la CIA estaba presionando para limitar su salida y censurarlos ahí donde viese en peligro sus intereses. 
Finalmente, logró su objetivo.
“He ordenado que se levante el veto sobre los documentos, pero dadas las advertencias de los responsables de inteligencia, no tengo más remedio que aceptar ciertas condiciones antes que causar un daño irreversible a la seguridad de la nación”, señaló Trump.
El filtrado, aunque provisional, vuelve a frenar el acceso universal a un archivo destinado a sacudir la memoria colectiva del país.
 El asesinato el 22 de noviembre de 1963 del presidente Kennedy abrió una herida que jamás se ha cerrado. 
El magnicidio fue atribuido oficialmente a Lee Harvey Oswald, un desequilibrado exmarine que llegó a vivir y casarse en la Unión Soviética. 
Pero la dimensión del crimen y la casi inmediata muerte de su autor a manos del mafioso Jack Ruby han abonado todo tipo de teorías conspiratorias.
Aunque a lo largo de los años se han liberado 318.000 documentos relacionados con el caso (un 11% censurados), siempre ha quedado la duda sobre la actuación de la CIA.
 En plena Guerra Fría, la agencia se había implicado hasta el tuétano en operaciones de desestabilización exterior.
 Cuba y los movimientos marxistas latinoamericanos eran uno de sus principales objetivos. 
Amplios sectores de la CIA, radicalizados y volcados en oscuras conspiraciones, odiaban a Kennedy por lo que consideraban una relajación del cerco a Cuba tras el fracasado intento de invasión de Bahía Cochinos y la crisis de los misiles.
La forma de actuar de los servicios de inteligencia de la época es precisamente uno de los puntos sobre los que se espera que arrojen luz los documentos. 
Y no solo por sus juegos de poder. 
Los especialistas consideran que la CIA y el FBI sabían mucho más sobre Oswald de lo que dijeron a la Comisión Warren, encargada de la investigación del asesinato.
Comunista, desertor y colérico, Oswald era objeto de un intenso seguimiento por parte de los servicios de seguridad. Incluso su misterioso viaje a México, dos meses antes del magnicidio, fue detectado por los espías de Estados Unidos.
 “Las agencias disponían de más datos de lo que dijeron; si hubieran actuado conforme a su información, podrían haber evitado lo peor”, sostiene Phil Shenon, autor de JFK. Caso Abierto.
Lee Harvey Oswald.
Lee Harvey Oswald.
Esta omisión, que durante décadas ha perseguido a la CIA y el FBI, es uno de los platos fuertes de esta última tanda de documentos. Muchos aguardan que ahí figuren las revisiones internas a las que se sometieron y también que se revele intensidad de los seguimientos a Oswald, en especial su extraño periplo mexicano, donde infructuosamente acudió a las embajadas de Cuba y la URSS en busca de visado.
Pero más que nuevas claves sobre Oswald, lo que muestra una primera aproximación a los papeles es lo que todo el mundo sabía: Estados Unidos tenía en Latinoamérica su patio trasero. 
Hacía y deshacía. Mataba, intoxicaba y espiaba a placer.
 Un juego de poder sostenido y, en muchos casos aberrantes, que no le sirvió para evitar la muerte de su trigésimo quinto presidente.
En los informes liberados ayer por los Archivos Nacionales conviven, a primera vista, mucha chatarra informativa, memoriales desfasados, justificaciones de gastos e informes dispares junto con tramas ya conocidas de operaciones exteriores contra líderes que les eran incómodos.
 Veneno para matar a Fidel Castro, vuelos clandestinos a Cuba, cargamentos de armas destinados a liquidar a Leónidas Trujillo, espías en la embajada cubana de México, dinero negro en Costa Rica, colaboradores de la CIA en Honduras, El Salvador, Guatemala… 
Un manual del espionaje que practicó Estados Unidos en plena Guerra Fría y que promete dar en los próximos días nuevas sorpresas.



 


Lo que hay es miedo...................................... Juan Cruz

El miedo es una bola muy concreta en el estómago y tiene que ver con el miedo de todos, no sólo el miedo personal.

El conseller de Empresa, Santi Vila sale del despacho del presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont. El conseller de Empresa, Santi Vila sale del despacho del presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont. EF

Ese conseller que huye de cámaras y de insultos (“traidor”, “vendido”) acaba de salir del Palau de la Generalitat y seguramente ya sabe que las cosas por las que lo señalan van a ser otras un rato después.

 En la cuenta de un diputado aparece un insulto que él amplía: “Por 155 monedas de plata”. 

Un excombatiente que estuvo en primera fila el día nefasto del empate infinito de la CUP que echó a Artur Mas, productor de esta serie, colocó en su Twitter al president cayéndose; le daba, eso sí, oportunidad de que se levantara, y cuando se levantó de su traición en marcha volvió a poner en ese espacio el acostumbrado del rey Felipe VI al revés. 

En ese espacio de tiempo algunos catalanes expresaron especulaciones o esperanzas; y no solo catalanes.

 En esos momentos estaba con un gallego y con un italiano, a una hora menos de donde sucedían los hechos.

 La radio, la televisión, las webs, se comportaban en sentido inverso a aquellas reacciones (traidor, a ver cómo te portas, Puigdemont) y comentaban el alivio que suponía lo que pareció la noticia del año y al fin fue otra vez lo mismo.

 El alivio sucede al miedo; éste es ese sentimiento que se agarra al corazón pero se sitúa en el estómago. 

Ocurre junto al quirófano o, para muchos, en el momento en que despegan los aviones. 

En el caso que nos ocupa el miedo es una bola muy concreta en el estómago y tiene que ver con el miedo de todos, no sólo el miedo personal, la preocupación por unos determinados seres a los que quieres y que pueden estar en peligro. 

El miedo es a lo que se llama fin o sangre o guerra. 

Lo que había era la esperanza de que acabara el miedo. Se decía: al fin, la razón pacifica el drama. 

A las cinco de la tarde se regresó a la casilla de salida.

 Lo que ocurre con Twitter, y con los insultos en general, es que nunca se borran.

 Pensé en aquel conceller que escapaba de las cámaras, de la foto inclinada del president, de las 155 monedas de plata; de los gritos en Sant Jaume, botifler, traidor.

 Por la mañana llamé a una de las personas a las que había contactado para saber cómo se sentía después del miedo y de vuelta al miedo.

 No puedo reproducir aquí lo me escribió en su mensaje nervioso y triste, atemorizado.

 Los que insultaron a Puigdemont señalarán con el dedo, el miedo vuelve a envolver en plata las monedas del odio.

 Este clima civil pondrá etiquetas tristes en la puerta de los que no están de acuerdo. 

“De vegadas la pau”, cantaba Raimon, “no es mès que por”. Lo que hay es miedo, ya no hay ni paz. 

Emilio Lledó: “En el conflicto catalán han sobrado ignorancia y pasión”

Esperaba ansiosa una respuesta sensata y con conocimiento de esta catrástofe independentista, y al ver que usted, D.Emilio, sus alumnos siempre le hemos llamado así. Pues me lancé a leerlo, aunque ya estoy cansada de este conflicto propio de la ignoracia y del rencor.

A punto de cumplir 90 años, el filósofo confiesa su desazón ante la evolución política.

Emilio Lledó, en el salón de su domicilio en Madrid.
Emilio Lledó, en el salón de su domicilio en Madrid.