Lo que hay es miedo...................................... Juan Cruz
El miedo es una bola muy concreta en el estómago y tiene que ver con el miedo de todos, no sólo el miedo personal.
El conseller de Empresa, Santi Vila sale del despacho del presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont. Quique García EF
Ese conseller que huye de cámaras y de insultos (“traidor”,
“vendido”) acaba de salir del Palau de la Generalitat y seguramente ya
sabe que las cosas por las que lo señalan van a ser otras un rato
después.
En la cuenta de un diputado aparece un insulto que él amplía:
“Por 155 monedas de plata”.
Un excombatiente que estuvo en primera fila
el día nefasto del empate infinito de la CUP que echó a Artur Mas,
productor de esta serie, colocó en su Twitter al president cayéndose; le
daba, eso sí, oportunidad de que se levantara, y cuando se levantó de
su traición en marcha volvió a poner en ese espacio el acostumbrado del
rey Felipe VI al revés.
En ese espacio de tiempo algunos catalanes expresaron especulaciones o
esperanzas; y no solo catalanes.
En esos momentos estaba con un gallego y
con un italiano, a una hora menos de donde sucedían los hechos.
La
radio, la televisión, las webs, se comportaban en sentido inverso a
aquellas reacciones (traidor, a ver cómo te portas, Puigdemont) y
comentaban el alivio que suponía lo que pareció la noticia del año y al
fin fue otra vez lo mismo.
El alivio sucede al miedo; éste es ese
sentimiento que se agarra al corazón pero se sitúa en el estómago.
Ocurre junto al quirófano o, para muchos, en el momento en que despegan
los aviones.
En el caso que nos ocupa el miedo es una bola muy concreta
en el estómago y tiene que ver con el miedo de todos, no sólo el miedo
personal, la preocupación por unos determinados seres a los que quieres y
que pueden estar en peligro.
El miedo es a lo que se llama fin o sangre
o guerra.
Lo que había era la esperanza de que acabara el miedo. Se decía: al fin,
la razón pacifica el drama.
A las cinco de la tarde se regresó a la
casilla de salida.
Lo que ocurre con Twitter, y con los insultos en
general, es que nunca se borran.
Pensé en aquel conceller que escapaba de las cámaras, de la foto inclinada del president,
de las 155 monedas de plata; de los gritos en Sant Jaume, botifler,
traidor.
Por la mañana llamé a una de las personas a las que había
contactado para saber cómo se sentía después del miedo y de vuelta al
miedo.
No puedo reproducir aquí lo me escribió en su mensaje nervioso y
triste, atemorizado.
Los que insultaron a Puigdemont señalarán con el
dedo, el miedo vuelve a envolver en plata las monedas del odio.
Este
clima civil pondrá etiquetas tristes en la puerta de los que no están de
acuerdo.
“De vegadas la pau”, cantaba Raimon, “no es mès que por”. Lo que hay es miedo, ya no hay ni paz.
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