Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

16 oct 2017

Elvira García, la senadora expulsada de Podemos, posa insinuante en ‘Interviú’



Es la primera parlamentaria de la democracia que aparece así en la revista, envuelta en la bandera de Álava.

 

Portada de 'Interviú' con la senadora Elvira García.
Portada de 'Interviú' con la senadora Elvira García.
Elvira García, conocida como Viruka, la senadora alavesa de Podemos expulsada de la formación el pasado mes de marzo tras descubrirse que vivía en un piso social de alquiler, protagoniza este lunes la portada de la revista Interviú
De este modo se convierte en la primera parlamentaria de la democracia que aparece con pose sugerente en esta publicación -el titular de presentación destaca su cargo: "Senadora Elvira García"-, y en las páginas interiores aparece en un prado aparentemente solo envuelta en la bandera de Álava. 
"Ha querido posar así, con la bandera de Álava, su tierra", explica el semanario.
 Incluye una entrevista con ocho fotos de la parlamentaria posando con distinto vestuario en diferentes ambientes.
 Hasta ahora habían aparecido en la revista fotos de algunas políticas desnudas, como concejalas y tenientes de alcalde, pero ninguna de tan alto rango había posado de esta forma equívoca. Solo había figurado en portada una parlamentaria del PSOE, Carmela García, en 1982, pero ataviada con el traje de la selección española de fútbol con motivo del Mundial celebrado ese año en España.
 Cuando saltó el escándalo de esta senadora, que agravó la crisis de Podemos en Euskadi, Viruka cobraba más de 5.600 euros al mes por su escaño en la Cámara Alta, pero vivía en un piso social del Gobierno vasco en Vitoria, en el que además no pagaba la cuota, de solo 160 euros.
 Debía 22 meses. Tras la polémica, se mudó a un piso de la zona más cara del centro de la ciudad. 
García dio confusas explicaciones que incluían una denuncia contra su exmarido por violencia de género.
En Podemos Vitoria explicaron su caso como una mezcla de inconsciencia, oportunismo y pérdida del sentido de la realidad, pues venía del paro y una vida difícil, y estaba divorciada con dos hijos menores a su cargo, cobrando una prestación para personas sin recursos.
 Ascendió en el partido sin haber brillado demasiado ante la necesidad urgente de nombres para las listas y al ser elegida senadora, afirman sus compañeros, se habría visto desbordada por la repentina notoriedad y el dinero. 
Tampoco pagaba su cuota obligatoria del partido. Tras su expulsión, se pasó al Grupo Mixto.

La senadora no había dado hasta ahora explicaciones sobre su caso y en Interviú explica que no pagó su piso social porque pensaba que lo hacía su exmarido.
 También afirma que no cumplía con las cuotas del partido porque tenía el sueldo embargado por la deuda de su excónyuge con la Hacienda alavesa. 
Del mismo modo, asegura que no fue expulsada de Podemos: "Me marché al ver la falta de apoyo que sentí cuando se enteraron de lo de mi denuncia por violencia de género".
 Explica que no ha renunciado a su acta de senadora porque "no existe ninguna razón jurídica, política ni ética para que tenga que hacerlo". 
"No he robado, no estoy imputada y todo lo que ha salido en la prensa solo afectaba a mi vida personal", concluye.
Es como una Agustina de Aragón pero gorda.....no veo mérito en nada.

Los falsos diagnósticos, uno de los problemas a los que se enfrentan los superdotados


En España existen 23.741 alumnos con un coeficiente intelectual superior a 130.

Un chico escribe en una pizarra llena de fórmulas.
Un chico escribe en una pizarra llena de fórmulas. Getty
"Siempre vi que era superdotado
 Iba quemando etapas del desarrollo por adelantado". La certeza de María Dolores Palacio cuando habla de su hijo Enol contrasta con el diagnóstico médico que recibió el joven en su adolescencia: trastorno por déficit de atención (TDAH).
 No existen cifras oficiales, pero este error es uno de los principales problemas a los que se enfrentan los niños y jóvenes —y sus padres— con superdotación.
"Durante su infancia hicimos que se desarrollara todo lo que él quería, en el colegio se aburría, pero encajó.
 La adolescencia fue más problemática y no se sentía a gusto, no encajaba con nadie", relata Palacios.
 Su calvario y el de su hijo comenzaron en cuarto de ESO. 
Ante las críticas y las calumnias que Enol sufría en colegio, la madre decidió recurrir a un psiquiatra que demostrara la ausencia de enfermedades mentales.
 "Cada paso desde entonces fue un error", recuerda. El resultado fue un diagnóstico erróneo y un tratamiento al que Enol se fue enganchando.
 El diagnóstico como superdotado solo llegó después de un largo periplo, dos meses antes de que Enol, con un coeficiente intelectual superior a 150, muriera en accidente de tráfico cuando conducía medicado.

El error en el diagnóstico es consecuencia, en ocasiones, de la falta de observación y una tipificación en base a signos como la falta de interés, que no tiene en cuenta el contexto en el que se producen. Así lo cree Mari Ángeles Fernández, psicóloga educativa en la Comunidad de Madrid.
 "Es importante diferenciar. 
Un niño con TDAH es desatento y movido en todas las actividades que realiza.
 Un superdotado o niño con altas capacidades solo lo es en aquello que no le interesa o cuando se aburre en una clase", aclara.

En España existen 23.741 alumnos identificados como superdotados —es decir, con un coeficiente intelectual superior a 130—, pero se calcula que hay casi 140.000 sin diagnosticar, según el último informe de la Fundación El Mundo del Superdotado. Muchas veces, según los especialistas, el problema reside en el desconocimiento.
 "Los profesores asocian altas capacidades a buenas notas, pero no siempre es así.
 A veces, simplemente usan estrategias más complejas de aprendizaje o tienen logros excepcionales en creatividad", explica Fernández.

Tratamiento inadecuado

Como en el caso de Enol, una de las consecuencias más graves de una evaluación médica equivocada es un tratamiento inadecuado. "Muchos niños que vienen a evaluarse están medicados y no tienen TDAH", explica Carmen Sanz, superdotada y presidenta de la Fundación El Mundo del Superdotado.

El medicamento que se administra en el caso de los pacientes con déficit de atención es el metilfenidato, un derivado de la metanfetamina que puede generar adicción además de otros efectos secundarios como alteraciones en el sueño, peso y crecimiento y adicción. 
"En personas vulnerables, la medicación puede provocar trastornos psicológicos graves.
 Yo he visto en mi consulta comportamientos con rasgos psicóticos", cuenta José Luis Pereira, exjefe de psiquiatría del Hospital Niño Jesús, en Madrid. 
Unos riesgos que se acentúan cuando los niños diagnosticados tienen entre 6 y 12 años.
Pedro —prefiere no dar su nombre completo— es padre de otro adolescente superdotado de 15 años diagnosticado erróneamente con TDAH a los 13. 
"Mi hijo decía que se aburría en clase y desconectaba. Me hacía preguntas que no eran propias de su edad.
 Le llevamos al médico de cabecera y le derivaron al psiquiatra. Tras un test de media hora dijeron que tenía déficit por atención. "La cura era darle medicinas y nos negamos", asegura.
 En su caso, la consecuencia más directa fue la segregación. "Lo pasaron a una clase donde estaban chavales con autismo.
 Se sentía discriminado y humillado. Solo le obligamos a ir un mes", relata Pedro.
Uno de los falsos mitos en torno a la superdotación es el del éxito a nivel académico.
 El fracaso escolar, junto con el acoso, es otro de los problemas que más se repite entre los jóvenes con superdotación.
 "El propio medio escolar y la familia pueden provocar desequilibrios emocionales. 
El 70% fracasa en los estudios.
 A veces tienen ansiedad y depresión por las presiones externas. Que un niño tenga altas capacidades no significa que tengas que ser bueno en todo", subraya la psicóloga Mari Ángeles Fernández.


Y es que, cuando llega el diagnóstico correcto, a la angustia de unos niños que no ven cubiertas sus necesidades educativas y son señalados como diferentes por sus compañeros, se une la de unos padres desbordados por la situación. 
"Los padres se ven desesperados. Los colegios, en vez de pasarle a un curso superior, se limitan a darles más ejercicios.
 El niño, además de aburrido, está castigado", alerta Carmen Sanz, presidenta de El Mundo del Superdotado.
Estos días Pedro ayuda a su hijo —con un coeficiente intelectual superior a 130— a preparar un examen.
 Su único objetivo es que apruebe la ESO. "Luego ya veremos. Siempre le gustó la astronomía, pero en el colegio de pequeño le decían que nunca sería nada porque no sabía nada de matemáticas", concluye.
No entiendo que a un alumno se le quede grande la ESO. Ni superdotados ni nadie, No hay que ampararse en que se "aburren" si son de un coeficiente medio y estudian pueden sacarlo  y sino lo  sacan es que NO ESTUDIAN que es su obligación.
 No sé que pastillas mandan un Psiquiatra a los superdotados pero está claro que los padres en lugar de ayudar le identifican como Super y encima le tienen que ayudar.
 Hacen de ese alumno un vago.....Me aburro, pues estudia haz esquemas y pon lo que no entiendes, este artículo no beneficia a nadie y hablamos de la ESO cuando vaya a la Universidad antes de tiempo...dicen...¿.que sacan saliendo un año menos que sus compañeros? Inseguridad.

 

 

15 oct 2017

A 30 años del ‘lunes negro’.............................J.oaquín Estefanía

El acierto económico dura una generación y luego se cometen parecidos errores.

A 30 años del ‘lunes negro’
Esta semana se cumplen tres décadas de una de las caídas más estrepitosas de las Bolsas de valores.
 El 19 de octubre de 1987 Wall Street vio reducir su valor un 22,6%, 550.000 millones de dólares. 
Se vendieron más de 600 millones de acciones en una sola jornada. Ni siquiera se produjo una devaluación semejante durante el crash de 1929. 
 Tan sólo en diciembre de 1914, con motivo del estallido de la Primera Guerra Mundial, el índice Dow Jones se hundió más: un 24,39% en una única jornada.
El lunes negro de 1987 fue un cisne negro, en la terminología de Nassim Taleb:
 un acontecimiento imprevisto con las consecuencias de un terremoto, sólo que debido a la acción del hombre. 
Aunque a posteriori se han intentado desarrollar explicaciones acumulativas de lo sucedido (enorme déficit público del reaganismo, subida de los tipos de interés, una nueva tecnología de la Bolsa que conectaba el mercado al contado de Nueva York con el mercado de derivados de Chicago, el estallido de una burbuja especulativa,…) lo cierto es que apenas se habían notado síntomas de inquietud hasta la semana anterior.
 Entre los días 14 y 16 de octubre de ese año, el Dow Jones se había dejado más de un 10%, lo que dio pie a la revista Time para titular su portada “Masacre de octubre de Wall Street”. Masacre, la que vendría después.
Habló Ronald Reagan, que estaba cerca de finalizar su segundo mandato: 
“Hay que mantener el rumbo. No creo que nadie deba espantarse porque todos los indicadores económicos son estables”. 
Alan Greenspan, que hacía pocos meses que había sido nombrado presidente de la Reserva Federal, cuenta en sus memorias que las palabras de Reagan tenían la intención de tranquilizar, pero que a la vista de los acontecimientos “recordaban peligrosamente a la declaración del [presidente] Herbert Hoover tras el viernes negro [de 1929] cuando dijo que la economía era ‘sólida y próspera” (La era de las turbulencias. Ediciones B).

Teniendo en cuenta precisamente las lecciones de 1929, la acción de Greenspan se centró en dos aspectos: primero, evitar que cerrase Wall Street como fruto del pánico (“un estado caótico en que las empresas y los bancos dejan de realizar los pagos que se deben entre ellos y la economía se para en seco”);
 y segundo, actuar como prestamista de última instancia, proveyendo a los agentes de todo tipo de liquidez.
 Funcionó: en contra de los temores generalizados, la economía americana aguantó bastante bien; creció a un ritmo anual del 2% durante el primer trimestre de 1988 y a una tasa acelerada del 5% durante el segundo trimestre. 
El crecimiento del PIB entró en su quinto año consecutivo.
¿Por qué tiene interés este aniversario? 
Porque aquello fue como una tormenta en un cielo estrellado. Sin avisar.
 Y por una de estas reflexiones que hacía de vez en cuanto el viejo Galbraith, cuando recordaba que la sabiduría económica solo dura una generación y luego se vuelven a cometer los mismos errores. Un poco antes del crash, había escrito:
 “Llegará el día de rendir cuentas, cuando el mercado descienda como si nunca fuera a detenerse”.

 

Que nadie venga a decirme que tengo la obligación de mojarme

Que nadie venga a decirme que tengo la obligación de mojarme

Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier

Estábamos paseando P. y yo por Lisboa y me salió del alma decir: 
“Creo que en otra vida fui un príncipe lisboeta”.
 Acto seguido rectifiqué: “Se me ha ido la pinza. Seguro que fui alguien un pelín más tirado”.
 P. estuvo rápido –como siempre- y salió en mi ayuda: “Serías un príncipe pero callejero, como el príncipe Harry”. “Ahí le has dado”, exclamé
. Nos encanta Harry de Inglaterra por su pinta de canalla divertido y adoramos Lisboa por diversos motivos cada uno. 
Voy con los míos que para eso escribo yo esta columna.
No me gustan las ciudades que se declaran modernas o que presumen de ser tecnológicamente avanzadas.
 Me siento desubicado y patoso. 
Pero Lisboa tiene algo que me empuja a pensar que es mi lugar en el mundo. Hay gente que ama el futuro –por ejemplo, P.- y otra, como yo, que se ha quedado anclado en el pasado.
 De ahí que disfrute tanto en la capital de Portugal. 
No ha sucumbido a los excesos de la globalización. Paseas por sus calles y conservan todavía su identidad
No me sucede con otras capitales europeas: se parecen tanto unas a otras que te da igual estar en Viena o en París.
 Pero en Lisboa se ha detenido el tiempo o a lo mejor es que saben administrarlo mejor. 
Veo a gente disfrutar en los cafés, sonriendo al pasear y respondiendo con amabilidad cuando les preguntas.
 He pateado las mismas calles infinidad de veces pero todavía me emociona reconocer los mismos sitios que llevo viendo desde hace más de veinte años.
 El lunes tuvimos la suerte de que hiciera buen tiempo y acabamos en la playa de Caparica. Nuestro país estaba patas arriba y nosotros disfrutábamos de un maravilloso día de sol y de las frías aguas del Atlántico. 

Mientras almorzábamos en un chiringuito le dije a P.: “No nos engañemos. 
 Esto que estamos viviendo es mentira. 
Cuando lleguemos a Madrid volveremos al frío y a la gabardina. 
 Hoy es verano pero mañana caminaremos hacia el frío”. Y no sólo al meteorológico, me faltó añadir. De repente todo se ha vuelto más frío y más triste.
Recibo mensajes durísimos reprochándome que no me haya manifestado sobre lo que está sucediendo.
 Y yo me pregunto: ¿para qué? ¿para recibir insultos de la gente que no esté de acuerdo conmigo? Pues sinceramente, no me da la gana. 
Ya no. Estoy harto.  
Harto de que no nos escuchemos. Harto de no valorar la opinión de los que no piensan como nosotros. 
Harto del pensamiento único. Harto de que nos hayamos olvidado de reflexionar y de que consideremos de que lo único válido es lo que nosotros pensamos. 
Que nadie venga a decirme que tengo la obligación de mojarme. No. Se acabó.
 Entre todos hemos construido una sociedad en la que no tiene cabida el diálogo. Si no nos importa la opinión del otro ¿para qué sirve que alguien popular se manifieste?
 Para fomentar el odio entre sus detractores, para nada más. 
Y llega un momento de tu vida en el que lidiar con eso ya no te compensa.
 Y te encierras en casa y vives tu tristeza en soledad. O compartiéndola solo con tus amigos.
Siento que me están estafando muchas horas de mi vida y lo malo es que no sé a quién pasarle la factura de la alegría que me están robando.