“La decisión de algunas empresas de cambiar su sede social no tiene efectos reales sobre nuestra economía”, aseguró Carles Puigdemont el martes en el Parlament. Pero en contra de las palabras del president
de la Generalitat, la marcha de una cuarentena de compañías medianas y
grandes supone un duro golpe. Solo el valor en Bolsa de las cotizadas
equivale al 40% del PIB catalán. Y lo peor de todo es que, según
coinciden analistas y empresas, esta mudanza amenaza con ser, por lo
menos a medio plazo, irreversible. Siguiendo el ejemplo de lo que ocurrió en Quebec
tras el éxodo empresarial que siguió a sus propias tensiones
secesionistas, Cataluña se enfrenta al vértigo de perder de forma
definitiva lo más granado de su sector financiero e industrial.
Sede de la editorial Planeta, en Barcelona. Vídeo: Puigdemont, en su declaración en el Parlament, el martes (ATLAS).JORGE GUERRERO AFP
Al anunciar su marcha de Cataluña estos últimos días, algunas
empresas decían irse por un periodo indeterminado durante la actual
situación de incertidumbre política e inseguridad jurídica; pero muchas
de ellas, en conversaciones privadas, admitían no haber tomado una
decisión temporal, sino firme. Y que mucho tendrían que cambiar las
cosas en los próximos años para que se plantearan volver. Lo ocurrido es una catástrofe para Cataluña y su economía. Dudo mucho que ninguna empresa vaya a volver, por lo menos después de un
periodo de no menos de tres o cinco años de absoluta tranquilidad”,
sintetiza Juan Ignacio Sanz, experto en banca de la escuela de negocios
barcelonesa de ESADE. El cambio de domicilio social no implica por ahora el
traslado de plantas de producción o grandes cantidades de trabajadores. Y
tampoco se espera que tenga en el corto plazo un gran impacto sobre las
arcas autonómicas: el impuesto de sociedades es recaudado por el
Gobierno central, y tanto da en qué lugar de España esté radicada la
empresa. El mayor golpe afecta a la reputación para Cataluña,
una comunidad que parecía idónea para hacer negocios y en la que ahora
surgen dudas sobre la seguridad jurídica de la que gozan sus empresas.
El hipotético viaje de vuelta a Cataluña es poco probable para las empresas industriales, pero menos aún para las financieras. CaixaBank y Sabadell,
que suman un valor en Bolsa de más de 33.000 millones de euros, tomaron
la decisión de trasladarse a la Comunidad Valenciana doblemente
presionados: por una parte, por la fuga de depósitos y el castigo de los
mercados que estaban sufriendo; y por otra, por el miedo a una
hipotética independencia catalana en la que quedarían fuera del paraguas
del Banco Central Europeo (BCE). Incluso aunque la situación se
tranquilizara, es dudoso que fueran a arriesgarse a afrontar un nuevo
cambio de sede, con la necesaria autorización del supervisor bancario
europeo. “Si el BCE dijera que hay riesgo de inestabilidad, no les
dejaría volver. Van a tener que esperar unos cuantos años sin ningún
tipo de inestabilidad para que se puedan volver a plantear un nuevo
cambio de sede”, concluye el profesor de ESADE. Entre las empresas que se van, algunas disponen de
importantes complejos en sus nuevos domicilios sociales. Es el caso del
Sabadell, Gas Natural o Planeta. Estos vínculos harán más difícil el
retorno de estas compañías a Cataluña, incluso aunque se plantearan la
posibilidad de volver. Algo parecido ocurre con las multinacionales,
menos vinculadas sentimentalmente a un territorio concreto, y por lo
tanto menos proclives a volver. Desde sectores soberanistas catalanes se acusa al Gobierno
de haber presionado a grandes empresas a cambiar de domicilio social
como método para boicotear el procés. Y como muestra de ello
citan el decreto impulsado por Economía la semana pasada que flexibiliza
los trámites para que una empresa haga las maletas. Desde el Ministerio
de Economía niegan la mayor. “No es una situación ni deseable ni
agradable. A nadie beneficia lo que estamos viviendo. Pero tuvimos que
actuar porque las empresas nos pedían ayuda para facilitar su traslado
porque se lo reclamaban sus inversores”, aseguran fuentes del
departamento que encabeza Luis de Guindos. Los despachos de abogados de Barcelona han tenido esta semana una
sobrecarga de trabajo por los cambios de domicilios sociales. Y los
expertos consultados también aseguran que la vuelta no será fácil, pese a
que, desde un punto de vista estrictamente jurídico, no habría grandes
dificultades para revertir la decisión de abandonar Cataluña. “Pero si
trasladas la estructura de la toma de decisiones, es más complejo volver
por las implicaciones fiscales que conlleva. Y porque, desde nuestra
experiencia en la gestión empresarial, ninguna empresa es partidaria de
realizar modificaciones de este tipo en cortos períodos de tiempo”,
asegura Rubén Vázquez, abogado mercantilista del Despacho Briz Jurídico
Tributario, especializado en derecho tributario y corporativo.
El recuerdo de Quebec
La situación de estos días de Cataluña recuerda a la que
vivió la provincia canadiense de Quebec entre 1980 y 1995, años en los
que se celebraron dos referendos de independencia. De los ocho bancos
que había en Quebec, solo uno mantuvo su sede en esta provincia de habla
francesa. Unas 700 empresas se fueron; nunca volvieron. Frente a
Montreal, que perdía compañías a chorros, Toronto fue la gran
beneficiada. La huida empresarial es especialmente complicada para una
comunidad como Cataluña, altamente endeudada —por lo que necesita de la
confianza internacional para obtener financiación a buen precio— y con
unas empresas volcadas al sector exterior, que exportan sobre todo al
resto de España y a la Unión Europea. “Las empresas más proclives a
volver serán aquellas cuya mayor parte de la actividad se sitúe en
Cataluña. Pero esas son las menos importantes. Cuando se toma la
decisión de abandonar una zona por su inestabilidad política es
prácticamente irreversible. ¿Para qué vas a volver a tener la sede
social allí, si no te supone ninguna ventaja ni económica ni
institucional ni políticamente?”, se pregunta desde Londres Daniel
Lacalle, profesor de Economía Global del IE Business School.
La hora de los solteros en Mercadona, el último truco para ligar visto en First Dates
"Sabes que son solteros porque llevan cerveza y patatas", dice una concursante con un método muy empírico.
Ligar en los supermercados es un punto común que se ha visto en varias
películas.
Solteros que se chocan a la vuelta del pasillo del papel
higiénico, chicos solitarios que no saben qué comprar y que son ayudados
por una dependienta, conversaciones sobre qué vino elegir...
Pero Lea,
una participante en el último programa de First Dates, tiene una técnica
mucho más clara.
"En el Mercadona hay un horario de 7 a 8 en el que van a comprar todos
los solteros, y es un buen momento para ligar [...] Sabes que son
solteros porque llevan en el carro cerveza y patatas", contaba esta
chica antes de conocer a su cita a las camareras del dating show de
Cuatro.
Se trata de una historia en la que, con la excusa de un terrible
asesinato, Black despliega todas sus artes para mostrarnos la sociedad
irlandesa de finales de la década de los cincuenta del siglo pasado,
adentrarse en sus conflictos e hipocresías y regalarnos un nuevo,
complejo y entrañable protagonista.
El planteamiento es el siguiente: Navidad de 1957.
En medio de un
terrible invierno, un cura católico es hallado degollado y castrado en
medio de un enorme charco de sangre en las estancias de una de las
familias más significativas de la zona de Wexford, cuna del propio Banville.
La familia, liderada por un militar retirado, protestante pero con
mucho prestigio en la zona, es todo lo variopinta y oscura que puede ser
una familia de alta alcurnia en aquella época por aquellos parajes.
El
cura, amigo del padre, murió en terribles circunstancias pero ni el hijo
mayor, ni la alocada hija ni, por supuesto, la señora de la casa y
segunda esposa de coronel han visto u oído nada, en una metáfora
perfecta de la sociedad irlandesa de la época.
“Es una historia muy
negra que trata sobre las acciones profundamente oscuras cometidas por
un sacerdote y las personas que lo encubrían, y las consecuencias que
tuvieron que sufrir los que les rodeaban”, resumía el propio Black en
Barcelona.
El conflicto está asegurado porque la Iglesia no quiere que
se investigue y utiliza todo su poder para censurar cualquier
información y presionar a la policía.
Saben lo que hay detrás, conocen
de sobra las razones por las que alguien querría matar al simpático
padre Tom y prefieren que quede como un accidente.
Les suena, ¿verdad?
Y aquí entra en juego el detective Strafford, de nombre St.
John, aunque él prefiera evitarlo por ridículo.
Se trata del vástago de
un prestigioso hombre protestante que se aparta de todo lo que su
familia esperaba para él y se hace policía.
Su aspecto desgarbado pero
elegante, sus modales y su acento, su origen protestante, el hecho de
que no le guste beber y de que no fume lo convierten desde el primer
momento en un extraño dentro de la policía y a ojos de los ciudadanos,
más acostumbrados a la rudeza y la falta de estilo de sus compañeros.
“El inspector tenía 35 años y parecía 10 años más joven.
Era alto y delgado, de rostro estrecho y afilado, ojos que bajo cierta
luz eran verdes y pelo de ningún color en particular, con un mechón que
tendía a caerle sobre la frente” nos cuenta el narrador al principio en
un gesto inusual en Black, puesto que siempre hemos conocido a nuestro
querido Quirke o a la extraordinaria Phoebe a través de los ojos de
otros y nunca por una descripción tan certera. Strafford es un tipo
inteligente y tranquilo, nada especial, alguien movido por el deseo de
saber, un solitario al que no le gusta la gente, hombre desarraigado y,
en sus propias palabras, “ la sombra de lo que pudo haber sido” sin
saber exactamente qué significa eso. Un personaje maravilloso del que
esperamos tener más noticias pronto.
Rápidamente el lector puede comprobar de la mano del
inspector Strafford y su ayudante Jenkins que el asesino tiene que ser
alguien de la casa, pero la investigación fluye despacio, con ese ritmo
tan característico de Black, aprovechando las idas y venidas, los
interrogatorios y las conversaciones para mostrarnos en pocas líneas las
heridas de una sociedad machacada por una guerra civil, dividida por
sus creencias y ahogada por el poder omnívoro de la Iglesia Católica,
tema muy presente en las novelas de Quirke y en las preocupaciones de Banville.
Para los fans de las novelas de Quirke, este aparece
nombrado de pasada, como el inefable Costigan.
Más presente está
Hackett, aquí ascendido a comisario y visto en una faceta distinta, al
mando, soportando las presiones de quienes quieren echar arena sobre el
caso, digno pero distante, algo amargado por no poder estar en la calle
con personajes como su amigo Quirke.
Para los amantes de la novela enigma, aquí hay algo de eso
también y el caso está resuelto con brillantez y sin fuegos de
artificio.
Por último, para los aficionados a la buena literatura, sea del color que sea, aquí tienen una narración de primer orden.
Un Programa cuya máxima audiencia la da lo que haga y diga una ignorante maleducada y exadicta no es un programa conveniente de ver porque ella gana muchisimo más que un profesor de Uniersiad. Mila Ymatamoros tienen un pasado o presente común que les hace estar con la boca cerrada y no es cariño ni respeto precisamente son juegos que los dos practican o han practicado y no pueden hablar de eso.....por lo cual son menos beligerantes, su pasado o presente les cierra la boca. .Pero recuerden que alguien recuerda y habla un dia por mucha pasta....no lo olviden siguen en la cuerda floja y todo vuelve.