La imagen de cinco mujeres históricamente reunidas, símbolos de la independencia del machismo, ante la de varios caballeros arrastrándonos a un lío histórico.
Un poco mareado de tantas banderas y discursos, decidí revisar unilateralmente el momento final del reciente desfile de Versace en el que la diseñadora de la firma, Donatella, salió acompañada de las cinco mujeres que impusieron en el mundo el término top model.
Carla Bruni, Claudia Schiffer, Naomi Campbell, Cindy Crawford y Helen Christensen aparecieron deslumbrantes, icónicas, colocadas en pedestales, en plan diosas pero también como héroes de una patria llamada Moda.
Y una vez que Donatella echó a andar, cada una de ellas ayudó a la siguiente a incorporarse a la pasarela y desfilar como si avanzaran en la historia, entre ovaciones, emoción desbordada, lágrimas en los ojos.
Las vi como superhéroes que habían conseguido burlar los peores enemigos de la mujer activa: la edad y el sobrepeso. Cada una de ellas avanzaba representando una nacionalidad, Bruni es italiana exiliada en Francia y, además, ha sido primera dama de la República.
Schiffer es alemana, exnovia de un mago, musa de otro mago llamado Lagerfeld.
Naomi es negra y británica.
Cindy morena, con lunar, estadounidense, y Christensen tiene padre danés y madre boliviana.
Me di cuenta de que las top models fueron la primera imagen global, una versión glamurosa de la publicidad de Benetton.
Son las mamás de Instagram, donde no importan las nacionalidades sino quién seas o en quién consigues convertirte.
Bravo por Versace.
El desfile y la colección rendían un homenaje al diseñador, fallecido hace veinte años.
Mientras el quinteto avanzaba se escuchaba Freedom de George Michael, uno de los himnos de los años noventa y en cuyo vídeo Linda Evangelista parecía apoderarse de la identidad de Michael y ser ella la cantante.
Pero Linda no estuvo presente en la pasarela, y esa ausencia generó todo tipo de comentarios, ya que Evangelista fue la más top model, la más camaleónica, la más cambiante de rasgos y peinados.
Y continuó cambiando hasta que hace días no fue incluida en el quinteto porque ha engordado y, por ello, no cumple con la idea de que los cincuenta son los nuevos treinta que representan las elegidas por la excluyente actitud de Donatella.
Estoy en el batallón de los que habría preferido ver a Evangelista desfilar junto a sus compañeras, dando una imagen de unidad.
Me irrita que la casa Versace no haya ofrecido una alternativa negociada a su llamativa ausencia.
Carla Bruni, Claudia Schiffer, Naomi Campbell, Cindy Crawford y Helen Christensen aparecieron deslumbrantes, icónicas, colocadas en pedestales, en plan diosas pero también como héroes de una patria llamada Moda.
Y una vez que Donatella echó a andar, cada una de ellas ayudó a la siguiente a incorporarse a la pasarela y desfilar como si avanzaran en la historia, entre ovaciones, emoción desbordada, lágrimas en los ojos.
Las vi como superhéroes que habían conseguido burlar los peores enemigos de la mujer activa: la edad y el sobrepeso. Cada una de ellas avanzaba representando una nacionalidad, Bruni es italiana exiliada en Francia y, además, ha sido primera dama de la República.
Schiffer es alemana, exnovia de un mago, musa de otro mago llamado Lagerfeld.
Naomi es negra y británica.
Cindy morena, con lunar, estadounidense, y Christensen tiene padre danés y madre boliviana.
Me di cuenta de que las top models fueron la primera imagen global, una versión glamurosa de la publicidad de Benetton.
Son las mamás de Instagram, donde no importan las nacionalidades sino quién seas o en quién consigues convertirte.
Bravo por Versace.
El desfile y la colección rendían un homenaje al diseñador, fallecido hace veinte años.
Mientras el quinteto avanzaba se escuchaba Freedom de George Michael, uno de los himnos de los años noventa y en cuyo vídeo Linda Evangelista parecía apoderarse de la identidad de Michael y ser ella la cantante.
Pero Linda no estuvo presente en la pasarela, y esa ausencia generó todo tipo de comentarios, ya que Evangelista fue la más top model, la más camaleónica, la más cambiante de rasgos y peinados.
Y continuó cambiando hasta que hace días no fue incluida en el quinteto porque ha engordado y, por ello, no cumple con la idea de que los cincuenta son los nuevos treinta que representan las elegidas por la excluyente actitud de Donatella.
Estoy en el batallón de los que habría preferido ver a Evangelista desfilar junto a sus compañeras, dando una imagen de unidad.
Me irrita que la casa Versace no haya ofrecido una alternativa negociada a su llamativa ausencia.
Eran más de cinco pero, por necesidad técnica, los informativos achicaron la imagen y solo veíamos a Puigdemont con cinco varones.
Tal y como están las cosas, no creo que alguien haya querido rendir un velado homenaje al quinteto de top models, pero sí podemos comparar ambas imágenes.
La de cinco mujeres históricamente reunidas, símbolos de la independencia del machismo, y otra de varios caballeros arrastrándonos a un lío histórico.
Mi marido, que mantiene fantástico peso y humor, me hace ver que mientras el Banco Sabadell cambia de sede, el premio Planeta resiste convocando para la semana que viene en Barcelona.
Espero que acudan todas las top models.
Linda incluida.