Stuart Weitzman se dedicó durante 40 años a la fabricación de calzado de alta gama y algunos de sus modelos han tenido una gran acogida entre las estrellas.
SARA SÁEZ
“Tranquilos, la cueva tiene wifi”.
A punto de adentrarse en una sima milenaria, Stuart Weitzman aún tiene tiempo para bromear.
Resulta que el creador de los zapatos del millón de dólares y de la sandalia Nudist, la favorita de estrellas como Diane Kruger y Blake Lively, ha encontrado su insospechada horma en La Garma, uno de los tesoros de la arqueología de Cantabria.
El diseñador estadounidense (Massachusetts, 1942) se ha convertido en mecenas del yacimiento, con la aportación de casi 310.000 euros destinados a financiar diversos estudios científicos, amén de la grabación de un vídeo realizado con las últimas tecnologías para que el mundo pueda conocer las maravillas que esconde esta gruta de tres pisos de acceso complicado y cerrada al público.
Con
este proyecto, el que ha sido durante 40 años uno de los principales
fabricantes de calzado de lujo del planeta da carpetazo a una etapa, a
toda una vida, como quien dice.
“La moda ya no es lo que era”, asegura.
En 2015, vendió su empresa al grupo americano Coach por más de 480 millones de euros.
“Me he quedado un tiempo con ellos para enseñarles cómo funciona el negocio, pero la de esta temporada ha sido mi última colección”.
Su jubilación le pone ahora en el camino de la historia y el arte.
Ligado a España desde principios de la década de los setenta, tras establecer toda su producción en Elda, el primer paso del zapatero ha sido crear la Fundación Stuart Weitzman para la Conservación de las Cuevas Prehistóricas de Cantabria (perteneciente a la organización internacional World Monument Fund, dedicada a la preservación del patrimonio cultural de todo el mundo).
Una iniciativa que comparte con Barbara Kreger, su mano derecha en su etapa como diseñador.
No es extraño que al llegar a la caverna, situada en la localidad de Omoño, se sienta como un crío con zapatos nuevos.
En el interior, no deja de admirar los huesos fosilizados que los responsables de la investigación, el arqueólogo Roberto Ontañón, director del Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria y jefe de la sección de Arqueología de la Consejería de Cultura, y Pablo Arias Cabal, catedrático de Prehistoria del Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria, han dispuesto sobre una mesa para catalogar y analizar.
“Esta es una mandíbula de oso, estos son dientes de rinoceronte...”, enumera el científico.
Weitzman no puede ocultar su satisfacción al saber, por boca del profesor Ontañón, que su cueva data casi del mismo periodo que las de Altamira.
“¿Podrían haberla pintado los mismos artistas?”, pregunta.
Desde luego, si no fueron los mismos, está claro que en aquel periodo los habitantes de la zona compartían las mismas técnicas y gustos pictóricos, responde el experto.
En el complejo de La Garma, descubierto en 1995, se encuentran 11 sitios arqueológicos que han proporcionado indicios de presencia humana desde el Paleolítico hasta la Edad Media.
Un auténtico tesoro en el que destaca la galería inferior, una caverna cuyo acceso original quedó cegado al final del Pleistoceno, permitiendo la conservación de suelos y estructuras (puede verse cómo los primitivos humanos construían estancias mediante el movimiento de bloques de piedra) en un estado único, además de contar con impresionantes escenas de arte rupestre (animales y manos estarcidas) datadas entre el Auriñaciense y el Magdaleniense medio (entre 29.000 y 13.500 años de antigüedad).
La Garma cuenta incluso con los restos óseos perfectamente conservados de un león, amén de vestigios posteriores de la época visigoda (restos humanos incluidos).
En atención a estos méritos, el yacimiento ha sido incluido en la Lista del Patrimonio de la Unesco, un título del que Weitzman no puede sentirse más orgulloso.
Pero el exdiseñador no se va a contentar con eso: ya está trabajando en crear un Museo Judío en Madrid, “hermano de los que existen en otros países europeos”, revela.
A punto de adentrarse en una sima milenaria, Stuart Weitzman aún tiene tiempo para bromear.
Resulta que el creador de los zapatos del millón de dólares y de la sandalia Nudist, la favorita de estrellas como Diane Kruger y Blake Lively, ha encontrado su insospechada horma en La Garma, uno de los tesoros de la arqueología de Cantabria.
El diseñador estadounidense (Massachusetts, 1942) se ha convertido en mecenas del yacimiento, con la aportación de casi 310.000 euros destinados a financiar diversos estudios científicos, amén de la grabación de un vídeo realizado con las últimas tecnologías para que el mundo pueda conocer las maravillas que esconde esta gruta de tres pisos de acceso complicado y cerrada al público.
“La moda ya no es lo que era”, asegura.
En 2015, vendió su empresa al grupo americano Coach por más de 480 millones de euros.
“Me he quedado un tiempo con ellos para enseñarles cómo funciona el negocio, pero la de esta temporada ha sido mi última colección”.
Su jubilación le pone ahora en el camino de la historia y el arte.
Ligado a España desde principios de la década de los setenta, tras establecer toda su producción en Elda, el primer paso del zapatero ha sido crear la Fundación Stuart Weitzman para la Conservación de las Cuevas Prehistóricas de Cantabria (perteneciente a la organización internacional World Monument Fund, dedicada a la preservación del patrimonio cultural de todo el mundo).
Una iniciativa que comparte con Barbara Kreger, su mano derecha en su etapa como diseñador.
No es extraño que al llegar a la caverna, situada en la localidad de Omoño, se sienta como un crío con zapatos nuevos.
En el interior, no deja de admirar los huesos fosilizados que los responsables de la investigación, el arqueólogo Roberto Ontañón, director del Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria y jefe de la sección de Arqueología de la Consejería de Cultura, y Pablo Arias Cabal, catedrático de Prehistoria del Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria, han dispuesto sobre una mesa para catalogar y analizar.
“Esta es una mandíbula de oso, estos son dientes de rinoceronte...”, enumera el científico.
Weitzman no puede ocultar su satisfacción al saber, por boca del profesor Ontañón, que su cueva data casi del mismo periodo que las de Altamira.
“¿Podrían haberla pintado los mismos artistas?”, pregunta.
Desde luego, si no fueron los mismos, está claro que en aquel periodo los habitantes de la zona compartían las mismas técnicas y gustos pictóricos, responde el experto.
En el complejo de La Garma, descubierto en 1995, se encuentran 11 sitios arqueológicos que han proporcionado indicios de presencia humana desde el Paleolítico hasta la Edad Media.
Un auténtico tesoro en el que destaca la galería inferior, una caverna cuyo acceso original quedó cegado al final del Pleistoceno, permitiendo la conservación de suelos y estructuras (puede verse cómo los primitivos humanos construían estancias mediante el movimiento de bloques de piedra) en un estado único, además de contar con impresionantes escenas de arte rupestre (animales y manos estarcidas) datadas entre el Auriñaciense y el Magdaleniense medio (entre 29.000 y 13.500 años de antigüedad).
La Garma cuenta incluso con los restos óseos perfectamente conservados de un león, amén de vestigios posteriores de la época visigoda (restos humanos incluidos).
En atención a estos méritos, el yacimiento ha sido incluido en la Lista del Patrimonio de la Unesco, un título del que Weitzman no puede sentirse más orgulloso.
Pero el exdiseñador no se va a contentar con eso: ya está trabajando en crear un Museo Judío en Madrid, “hermano de los que existen en otros países europeos”, revela.