Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

23 sept 2017

Científica antes que Lara Croft................... Gregorio Belinchón .

La actriz sueca Alicia Vikander presenta en el Zinemaldia la película 'Inmersión', de Wim Wenders, y habla del cambio que siente en la industria en los papeles femeninos.

Alicia Vikander
La actriz Alicia Vikander llega al Festival de San Sebastián 2017. WireImage

Para un festival falto de estrellas, un arranque con Alicia Vikander, una actriz que ha estallado en el último lustro, hasta devenir en la nueva estrella sueca en Hollywood, y Wim Wenders, viejo guerrero del hace años glorioso Nuevo Cine Alemán, prometía muchas alegrías.
 En lo personal han cumplido. Otra cosa es que en lo cinematográfico Inmersión, la película que les ha unido, esté a la altura de lo esperado del autor de París, Texas, Mi amigo americano, El cielo sobre Berlín o Alicia en las ciudades. 
 En los últimos años, al alemán, presidente de la Academia del Cine Europeo, se le han dado mejor los documentales.
 Y curiosamente sus tres candidaturas al Oscar le han llegado en esa categoría gracias a Buena Vista Social Club, Pina y La sal de la tierra.

En Inmersión Wim Wenders adapta una novela de J. M. Legard, durante años corresponsal de The Economist en el este de África, que describe una historia de amor de solo cuatro días entre un espía que se hace pasar por ingeniero especializado en acuíferos (James McAvoy) y una biomatemática (Vikander) que quiere demostrar la existencia de vida en las fosas abisales. A ambos ese puñado de jornadas disfrutadas en un hotel francés les va a marcar más de lo que esperaban, y los dos sueñan con su reencuentro mientras una se embarca para proseguir sus investigaciones, el otro es apresado por yihadistas en Somalia.
Por eso Inmersión viaja por África –reconstruida en parte en España-, Francia y las islas Feroe. 
En la rueda de prensa Wenders ha confesado la importancia que tienen para él los paisajes y los lugares en el cine. “Es importante que representes bien tus localizaciones, porque para eso las has elegido.
 Nosotros viajamos por toda la costa Atlántica, desde Galicia hasta Noruega, para encontrar un sitio que funcionara como hotel. Vimos centenares de edificios. 
Y finalmente encontramos esta mansión, construida en el siglo XIX por un antropólogo estadounidense como lugar de encuentro.
 Por eso tiene tanas habitaciones, para los seminarios. 
Hoy es una fundación, y me gusta la espiritualidad que emana del lugar”. Para su suerte, la mansión se sitúa en Dieppe, donde el 19 de agosto de 1942 murieron 5.000 soldados canadienses, en la que fue la última gran derrota aliada en la Segunda Guerra Mundial.
 Y en uno de los búnkeres alemanes Wenders hace que rocen sus personajes. “La película parecía escrita para llegar a ese búnker. Pero encontramos ese sitio después de decidir que rodaríamos en Dieppe
 De golpe cerramos el círculo”. Porque Inmersión también habla de la absoluta incapacidad de Occidente de encarnar el problema del yihadismo. 
“Estaba en el guion, fue una de las cosas que me atrajo de la novela de Jonathan, aunque no teníamos intención en que se convirtiera en un tema tan candente hoy. En realidad es un conflicto antiguo, provocado por las desigualdades sociales y económicas y agigantado por la estúpida guerra que los occidentales emprendimos en 2001. Por culpa de ella hoy el yihadismo protagoniza nuestras vidas”. De hecho, acusó a Europa de ser un continente “egocéntrico en los últimos años, que ha cerrado sus fronteras para desastre cultura y humanitario”.
A su lado, Alicia Vikander, ganadora del Oscar por La chica danesa, habló del talento de su compañero interpretativo (“Es camaleónico, veraz en sus caracterizaciones, devoto de su trabajo… y el más cachondo”) y defendió la franqueza de su personaje: “Vale, mi científica decide ser la activa de la pareja.
 Sinceramente, no reflexioné mucho sobre ello.
 Mi generación es así, y no creo que esas decisiones tengan que ver con el género –sobre si eres chico o chica- sino con la personalidad. Hoy en el cine, vemos historias que tenían que haber mostrado hace años. En ese sentido, tenemos suerte”.
La sueca incidió en el cambio que vive el cine mundial acerca de los personajes y sus géneros, ya que ha llegado a San Sebastián tras acabar el rodaje de la nueva Tomb Raider, donde encarna a Lara Croft:
  “Solo llevo seis años de cine en inglés.
 Estoy al principio de mi carrera, y sí siento que me llegan propuestas muy distintas.
 La saga de Los juegos del hambre demostró que se podían hacer buenas películas taquilleras con protagonista femenina. 
La industria da pasos pequeños, casi de bebé, pero soy positiva y siento que se puede progresar”. 
Wenders inmediatamente añadió: “Si repasas los personajes de Vikander, te das cuenta de que generaciones precedentes de actrices no han tenido tantas posibilidades”.
  La actriz recordó sus conversaciones con las auténticas científicas –“Yo honro mis personajes, y aquí el desafío estaba en meterme en el papel de investigadora, porque no tenía una relación con ese mundo; de ahí la importancia de mis reuniones en el barco con mujeres así, y de absorber un lenguaje que ellas usan de forma natural”- y reflexionó sobre sus orígenes:
 “Mi madre es actriz de teatro y fue ella la que me llevó al mundo del cine, la que me empujó a ver París, Texas y El cielo sobre Berlín. Vi Pina cuando se estrenó, y en mi primera reunión con Wim empezamos a hablar del baile.
 Conectamos Cada día me doy más cuenta de la importancia de las charlas iniciales con los directores para el buen devenir de un proyecto”. ¿Y qué tal le sienta que en los carteles de Inmersión (que se estrenará en España el 2 de febrero) se lea “de la oscarizada actriz Alicia Vikander”?
 “Me siento extraña al escuchar esas palabras. 
Yo veía los Oscar a las dos de la mañana con mi madre de cría en el pequeño pueblo de Suecia en el que vivíamos. 
Ha sido un viaje bastante surrealista, pero me ha abierto muchas ventanas”. 
Como estar en Euforia, un drama de Lisa Langseth, que coprotagoniza junto a Eva Green y que podría llevarle de nuevo a los Oscar.


 

Toda una vida con Serrat..................................... Elvira Lindo

La libertad de expresión solo se mantiene viva si se ejerce. Y él lo hace.


Serrat, durante la rueda de prensa en Santiago de Chile.
Mi vida sentimental se vertebra con las canciones de Serrat, es el creador de una de las bandas sonoras que he llevado en la memoria del corazón desde niña, a él he de agradecerle muchas cosas: el haberme despertado un interés por la poesía, introduciendo en mi sensibilidad adolescente los versos de Machado, Miguel Hernández o Joan Salvat Papasseit; 
el descubrir que la música podía contar la vida de los barrios humildes a los que él puso oído y prestó voz, y el amor por la lengua catalana.
 Es sabido que la letra con música entra mejor y la familiaridad que muchos tenemos hoy con ese idioma se la debemos en gran parte a él, a sus discos en catalán, entre los que Per al meu amic (1973) brilla como una joya rara y misteriosa. 
Todo esto lo he pensado muchas veces a lo largo del tiempo, no es que sus últimas declaraciones sobre el procés me hayan llevado a advertirlo.
 Serrat fue la primera persona a la que entrevisté, cuando tenía 19 años.
 Con la insensatez optimista de una rendida admiradora que recién había comenzado a trabajar en la radio me enteré del hotel en el que estaba, llamé, le pedí al de recepción que me pusiera con el señor Serrat pensando que no me haría ni puñetero caso, y tuve la suerte tonta de dar con un recepcionista poco celoso de la intimidad de sus clientes célebres. 

Me pasó con él sin más, y entonces la voz de mi ídolo contestó al otro lado del hilo telefónico tal y como sonaba en el tocadiscos de mi cuarto.
 Me recibió, me concedió un tiempo insólito, y si estaba enamorada antes de conocerlo en persona, después de aquello salí del hotel con un mareo emocional del que me costó recuperarme. 
Esta mañana, cuando vi en el periódico las palabras que sobre la posible consulta del 1-O ha pronunciado en Santiago de Chile, mi memoria ha viajado muchos años atrás.
 Hasta 1975, el año en que la dictadura franquista ordenó la ejecución de varios miembros de ETA y el FRAP. 
Serrat se encontraba en aquellos días en México y desde allí condenó el régimen de Franco e hizo una firme declaración contra la pena de muerte.
 No era la primera vez que el artista se había manifestado en ese sentido, ya lo había hecho en 1970, en los tiempos del proceso de Burgos, pero en esta ocasión su postura le supuso un año de exilio. No invento sobre la marcha, no poetizo ni dramatizo el pasado si digo que las consecuencias de sus declaraciones sacudieron mi alma aún infantil: pensar que se calificaba a Serrat como un traidor a la patria no era algo que yo pudiera entender. 

Acababa de comprarme Para piel de manzana y en unos días me lo había aprendido de la primera canción a la última.
 Esperé impaciente y desasosegada a que mi padre llegara de trabajar.
 Le seguí hasta la habitación como hacía todos los días, porque mi padre era de esos hombres que aunque solo fuera por una hora se ponían el pijama para comer, y mientras le colgaba el traje por pura veneración de hija pequeña, le pregunté con ansiedad: “Pero, ¿por qué ha tenido que decir esas cosas si sabía lo que podía ocurrir?”. Yo era de derechas, como así suelen ser casi todos los niños en su deseo de que nada desordene el mundo en el que crecen, y no entendía que alguien se empeñara en hablar cuando lo prudente era quedarse callado.
 Mi padre sonrió, rumiando imagino cuán candorosa es la ignorancia de los niños, y me dejó sin respuesta.
 La vida me la dio, enseñándome por qué la nobleza estriba en decir lo que se piensa, aunque no sea del gusto de todos.
 Ya no vivimos en una dictadura y Serrat, al que quiero aún más por las cosas que entonces no entendía, ha dicho lo que opina con claridad y sin alterarse sobre la peligrosa fractura social que se ha abierto en su tierra en estos días previos a la fecha señalada. “Independencia", ha dicho, "es una palabra hermosa que inflama el corazón de los jóvenes y moviliza a la gente”. 
Pero él, que siempre ha apoyado un referéndum y criticado la inactividad política del gobierno central, no ve transparentes ni democráticas estas maneras.
 Es coherente con lo que ha sido su trayectoria pública; ejemplar, además, porque la libertad de expresión solo se mantiene viva si se ejerce.
 Y él, en ese ejercicio de ensanchar la libertad a fuerza de decir lo que piensa, es un maestro.

 

Los dueños de Mercadona, los Médici de Valencia ................ Ignacio Zafra

Los dueños de Mercadona, los Médici de Valencia

Juan Roig y Hortensia Herrero, cuya fortuna está valorada en 8.000 millones, se vuelcan en el mecenazgo artístico y el fomento empresarial.

Hortensia Herrero, el pasado jueves en Valencia.
Hortensia Herrero, el pasado jueves en Valencia.

 

 Valencia tiene sus grandes mecenas. Igual que los Médici en la Florencia del siglo XV, el matrimonio formado por Juan Roig y Hortensia Herrero, dueños de la cadena de supermercados Mercadona, dispone de una fortuna inmensa: según la revista norteamericana Forbes, esta ascendía el año pasado a 8.000 millones de euros y era la segunda de España. 

Y como los Médici, Roig y Herrero se han volcado en los últimos años en financiar iniciativas en el campo del arte, pero también de la educación, el deporte y el fomento de nuevas empresas. La inversión global, realizada a través de varias fundaciones, resulta difícil de precisar. 

Solo en 2015, ha explicado Roig, él y su mujer destinaron 50 millones al mecenazgo.

 El dinero es, efectivamente, de ambos. El matrimonio se conoció a finales de los años sesenta en la Facultad de Económicas de Valencia, donde Roig fue un alumno tirando a flojo hasta que conoció a Herrero. Su esposa contribuyó a convertir la red de tiendas de ultramarinos fundada por su suegro en la primera empresa española de supermercados —que en 2019 se expandirá a Portugal—. Hoy son presidente y vicepresidenta de la compañía, con el 50,6% y el 27,7% de las acciones, respectivamente.

Su mecenazgo es discreto, como su vida en general, muy alejada de la imagen que proyectan otros ricos. Es más fácil verlos en actos del Valencia Basket que en palcos de ópera. Y sus comparecencias públicas por motivos no profesionales son muy raras —no hay muchas fotografías en las que aparezcan ambos—. Un estilo que han heredado sus cuatro hijas, Amparo, Hortensia, Carolina y Juana, que les han dado siete nietos. El matrimonio vive en la Plaza de América de Valencia, en una gran vivienda con vistas al antiguo cauce del Turia.
La intensidad de las acciones que financian es, en cambio, creciente.
 Sirven como referencia las iniciativas presentadas solo este mes de septiembre.
 El jueves, Herrero desveló la escultura monumental —4.150 kilos— de Manolo Valdés que ha comprado para la ciudad. 
Elegida por votación popular entre las seis obras del autor que se exponen en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, la pieza ha costado 1,7 millones. 
 Herrero ha anunciado que el año que viene repetirá el proceso, probablemente con esculturas de un artista extranjero.
Juan Roig y Hortensia Torres.
Juan Roig y Hortensia Torres.
La figura de aluminio con forma de cabeza de mujer se alzará en la antigua dársena del puerto de Valencia.
 A pocos metros de Marina de Empresas, el espacio que Roig inauguró en 2015 para fomentar la creación de empresas innovadoras en España, y que le costó 30 millones. Aquel día, el empresario, de 67 años, dio la clave de por qué ha decidido volcarse en el mecenazgo:
 “Hay quien cree que cuando se va al otro mundo se lleva su dinero. A mí me han dicho que al 99,999% no te llevas un duro. 
Hay que gastar e invertirlo aquí”.

El pasado martes, Marina de Empresas abrió sus puertas para mostrar los 80 proyectos que está acelerando.
 Prendas de vestir que no se manchan; simuladores de motocicleta domésticos; aplicaciones para compartir trayectos en coche; pulseras que previenen ictus; y otras ideas convertidas en empresas por emprendedores que, en muchos casos, no han cumplido los 25.
La semana que viene, Roig presentará la Alquería del Basket, el mayor complejo europeo de baloncesto base, un deporte al que él mismo es aficionado desde niño.
 Sus 15.000 metros cuadrados albergan 12 pistas de entrenamiento y una cancha central.
 Las instalaciones, que han costado 18 millones, se encuentran junto al pabellón de La Fonteta del Valencia Basket. 
 Roig es el máximo accionista del club, actual campeón de la Liga Endesa.
A principios de mes, la Fundación Hortensia Herrero anunció, además, que transformará el Palau de Valeriola, un antiguo inmueble del siglo XVII situado en el centro de Valencia, en un museo de arte contemporáneo que alojará su colección privada y exposiciones temporales.
 Ella ha recuperado en pocos años otras joyas muy deterioradas de la ciudad, como El Colegio del Arte Mayor de la Seda, la Ermita de Santa Lucía y los frescos de la Iglesia de San Nicolás —conocida como la capilla sixtina de Valencia—. 
El interior de este templo fue rehabilitado después de que en 2013 acogiera la boda de Juana Roig, su hija menor.
El presidente de Mercadona financia, además, la Escuela de Empresarios (Edem), donde se imparten carreras universitarias en las que él mismo es profesor.
 Organiza el maratón de Valencia —16.000 participantes el año pasado— a través de la Fundación Trinidad Alfonso, que lleva el nombre de su madre.
 Y ha construido y mantiene un circuito de running en el antiguo cauce del Turia, diseñado para reducir las lesiones, que cada día utilizan cientos de corredores.
 


 

Aleix Espargaró: “Vamos a una Guerra Civil”

El piloto catalán afirma que el Gobierno español "se pasa la democracia por el forro".

El piloto de MotoGP, Aleix Espargaró.
El piloto de MotoGP, Aleix Espargaró. EFE

El referéndum ha llegado también al circuito de Alcañiz, donde este fin de semana se celebra el Gran Premio de Aragón de motociclismo.
 El barcelonés Aleix Espargaró, piloto de MotoGP, ha encendido la polémica con unas fuertes declaraciones. “Es lamentable lo que está haciendo el Gobierno español y la Guardia Civil.
 Se están pasando por el forro la democracia.
 Realmente, es una pena porque parece que volvemos atrás y vamos a una Guerra Civil. 
No me esperaba esto
Es una prueba más de que hay mucho miedo en España de quedarse sin Cataluña.
 Creo que, al menos, lo que está clarísimo, es que la gente tiene que tener el derecho a decidir, que tiene que haber democracia.
 No se puede perder la paz y parece que se está perdiendo y eso que todavía falta una semana para el 1 de octubre”, dijo Espargaró en declaraciones a Catalunya Ràdio este jueves.
Espargaró vive en Andorra, al igual que su hermano Pol, también piloto.
 Este también habló sobre la situación en Cataluña para el micrófono de Catalunya Ràdio: 
“Tendría que haber algo de libertad, que cada uno escoja lo que piensa o quiere. 
Evidentemente, soy partidario del voto. Estamos en una civilización muy evolucionada que necesita entenderse hablando y en democracia y soy parte de ella. 
Evidentemente, no me parece bien lo que está pasando en Barcelona. 
Ni a mí ni a nadie, porque privan de muchos derechos. Pero es así y los catalanes, pase lo que pase, seguiremos adelante”.
 Un día después, vista la repercusión de sus palabras, el mayor de los Espargaró, de 28 años, no se retractó lo más mínimo: “Es mi opinión, soy como soy. 
Dije lo que pensaba.
 No era mi intención faltar al respeto a nadie y si lo hice pido disculpas”, aseguró. 
Y asumió las críticas recibidas, siempre que sean respetuosas, como parte del juego. “Respeto las opiniones de cada uno, si todos pensáramos lo mismo esto sería muy aburrido”, zanjó.
Pero querido si tu vives en Andorra, Te la bufa lo que pase con Hacienda en Catalunya y en el resto de Spain...
Los dos hermanos fueron los únicos pilotos españoles en Alcañiz que hablaron respecto a la situación en Cataluña.