La actriz sueca Alicia Vikander presenta en el Zinemaldia la película 'Inmersión', de Wim Wenders, y habla del cambio que siente en la industria en los papeles femeninos.
San Sebastián
En lo personal han cumplido. Otra cosa es que en lo cinematográfico Inmersión, la película que les ha unido, esté a la altura de lo esperado del autor de París, Texas, Mi amigo americano, El cielo sobre Berlín o Alicia en las ciudades.
En los últimos años, al alemán, presidente de la Academia del Cine Europeo, se le han dado mejor los documentales.
Y curiosamente sus tres candidaturas al Oscar le han llegado en esa categoría gracias a Buena Vista Social Club, Pina y La sal de la tierra.
En Inmersión Wim Wenders adapta una novela de J. M. Legard, durante años corresponsal de The Economist en el este de África, que describe una historia de amor de solo cuatro días entre un espía que se hace pasar por ingeniero especializado en acuíferos (James McAvoy) y una biomatemática (Vikander) que quiere demostrar la existencia de vida en las fosas abisales. A ambos ese puñado de jornadas disfrutadas en un hotel francés les va a marcar más de lo que esperaban, y los dos sueñan con su reencuentro mientras una se embarca para proseguir sus investigaciones, el otro es apresado por yihadistas en Somalia.
Por eso Inmersión viaja por África –reconstruida en parte en España-, Francia y las islas Feroe.
En la rueda de prensa Wenders ha confesado la importancia que tienen para él los paisajes y los lugares en el cine. “Es importante que representes bien tus localizaciones, porque para eso las has elegido.
Nosotros viajamos por toda la costa Atlántica, desde Galicia hasta Noruega, para encontrar un sitio que funcionara como hotel. Vimos centenares de edificios.
Y finalmente encontramos esta mansión, construida en el siglo XIX por un antropólogo estadounidense como lugar de encuentro.
Por eso tiene tanas habitaciones, para los seminarios.
Hoy es una fundación, y me gusta la espiritualidad que emana del lugar”. Para su suerte, la mansión se sitúa en Dieppe, donde el 19 de agosto de 1942 murieron 5.000 soldados canadienses, en la que fue la última gran derrota aliada en la Segunda Guerra Mundial.
Y en uno de los búnkeres alemanes Wenders hace que rocen sus personajes. “La película parecía escrita para llegar a ese búnker. Pero encontramos ese sitio después de decidir que rodaríamos en Dieppe.
De golpe cerramos el círculo”. Porque Inmersión también habla de la absoluta incapacidad de Occidente de encarnar el problema del yihadismo.
“Estaba en el guion, fue una de las cosas que me atrajo de la novela de Jonathan, aunque no teníamos intención en que se convirtiera en un tema tan candente hoy. En realidad es un conflicto antiguo, provocado por las desigualdades sociales y económicas y agigantado por la estúpida guerra que los occidentales emprendimos en 2001. Por culpa de ella hoy el yihadismo protagoniza nuestras vidas”. De hecho, acusó a Europa de ser un continente “egocéntrico en los últimos años, que ha cerrado sus fronteras para desastre cultura y humanitario”.
A su lado, Alicia Vikander, ganadora del Oscar por La chica danesa, habló del talento de su compañero interpretativo (“Es camaleónico, veraz en sus caracterizaciones, devoto de su trabajo… y el más cachondo”) y defendió la franqueza de su personaje: “Vale, mi científica decide ser la activa de la pareja.
Sinceramente, no reflexioné mucho sobre ello.
Mi generación es así, y no creo que esas decisiones tengan que ver con el género –sobre si eres chico o chica- sino con la personalidad. Hoy en el cine, vemos historias que tenían que haber mostrado hace años. En ese sentido, tenemos suerte”.
La sueca incidió en el cambio que vive el cine mundial acerca de los personajes y sus géneros, ya que ha llegado a San Sebastián tras acabar el rodaje de la nueva Tomb Raider, donde encarna a Lara Croft:
“Solo llevo seis años de cine en inglés.
Estoy al principio de mi carrera, y sí siento que me llegan propuestas muy distintas.
La saga de Los juegos del hambre demostró que se podían hacer buenas películas taquilleras con protagonista femenina.
La industria da pasos pequeños, casi de bebé, pero soy positiva y siento que se puede progresar”.
Wenders inmediatamente añadió: “Si repasas los personajes de Vikander, te das cuenta de que generaciones precedentes de actrices no han tenido tantas posibilidades”.
La actriz recordó sus conversaciones con las auténticas científicas –“Yo honro mis personajes, y aquí el desafío estaba en meterme en el papel de investigadora, porque no tenía una relación con ese mundo; de ahí la importancia de mis reuniones en el barco con mujeres así, y de absorber un lenguaje que ellas usan de forma natural”- y reflexionó sobre sus orígenes:
“Mi madre es actriz de teatro y fue ella la que me llevó al mundo del cine, la que me empujó a ver París, Texas y El cielo sobre Berlín. Vi Pina cuando se estrenó, y en mi primera reunión con Wim empezamos a hablar del baile.
Conectamos Cada día me doy más cuenta de la importancia de las charlas iniciales con los directores para el buen devenir de un proyecto”. ¿Y qué tal le sienta que en los carteles de Inmersión (que se estrenará en España el 2 de febrero) se lea “de la oscarizada actriz Alicia Vikander”?
“Me siento extraña al escuchar esas palabras.
Yo veía los Oscar a las dos de la mañana con mi madre de cría en el pequeño pueblo de Suecia en el que vivíamos.
Ha sido un viaje bastante surrealista, pero me ha abierto muchas ventanas”.
Como estar en Euforia, un drama de Lisa Langseth, que coprotagoniza junto a Eva Green y que podría llevarle de nuevo a los Oscar.
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