Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

23 sept 2017

Los dueños de Mercadona, los Médici de Valencia ................ Ignacio Zafra

Los dueños de Mercadona, los Médici de Valencia

Juan Roig y Hortensia Herrero, cuya fortuna está valorada en 8.000 millones, se vuelcan en el mecenazgo artístico y el fomento empresarial.

Hortensia Herrero, el pasado jueves en Valencia.
Hortensia Herrero, el pasado jueves en Valencia.

 

 Valencia tiene sus grandes mecenas. Igual que los Médici en la Florencia del siglo XV, el matrimonio formado por Juan Roig y Hortensia Herrero, dueños de la cadena de supermercados Mercadona, dispone de una fortuna inmensa: según la revista norteamericana Forbes, esta ascendía el año pasado a 8.000 millones de euros y era la segunda de España. 

Y como los Médici, Roig y Herrero se han volcado en los últimos años en financiar iniciativas en el campo del arte, pero también de la educación, el deporte y el fomento de nuevas empresas. La inversión global, realizada a través de varias fundaciones, resulta difícil de precisar. 

Solo en 2015, ha explicado Roig, él y su mujer destinaron 50 millones al mecenazgo.

 El dinero es, efectivamente, de ambos. El matrimonio se conoció a finales de los años sesenta en la Facultad de Económicas de Valencia, donde Roig fue un alumno tirando a flojo hasta que conoció a Herrero. Su esposa contribuyó a convertir la red de tiendas de ultramarinos fundada por su suegro en la primera empresa española de supermercados —que en 2019 se expandirá a Portugal—. Hoy son presidente y vicepresidenta de la compañía, con el 50,6% y el 27,7% de las acciones, respectivamente.

Su mecenazgo es discreto, como su vida en general, muy alejada de la imagen que proyectan otros ricos. Es más fácil verlos en actos del Valencia Basket que en palcos de ópera. Y sus comparecencias públicas por motivos no profesionales son muy raras —no hay muchas fotografías en las que aparezcan ambos—. Un estilo que han heredado sus cuatro hijas, Amparo, Hortensia, Carolina y Juana, que les han dado siete nietos. El matrimonio vive en la Plaza de América de Valencia, en una gran vivienda con vistas al antiguo cauce del Turia.
La intensidad de las acciones que financian es, en cambio, creciente.
 Sirven como referencia las iniciativas presentadas solo este mes de septiembre.
 El jueves, Herrero desveló la escultura monumental —4.150 kilos— de Manolo Valdés que ha comprado para la ciudad. 
Elegida por votación popular entre las seis obras del autor que se exponen en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, la pieza ha costado 1,7 millones. 
 Herrero ha anunciado que el año que viene repetirá el proceso, probablemente con esculturas de un artista extranjero.
Juan Roig y Hortensia Torres.
Juan Roig y Hortensia Torres.
La figura de aluminio con forma de cabeza de mujer se alzará en la antigua dársena del puerto de Valencia.
 A pocos metros de Marina de Empresas, el espacio que Roig inauguró en 2015 para fomentar la creación de empresas innovadoras en España, y que le costó 30 millones. Aquel día, el empresario, de 67 años, dio la clave de por qué ha decidido volcarse en el mecenazgo:
 “Hay quien cree que cuando se va al otro mundo se lleva su dinero. A mí me han dicho que al 99,999% no te llevas un duro. 
Hay que gastar e invertirlo aquí”.

El pasado martes, Marina de Empresas abrió sus puertas para mostrar los 80 proyectos que está acelerando.
 Prendas de vestir que no se manchan; simuladores de motocicleta domésticos; aplicaciones para compartir trayectos en coche; pulseras que previenen ictus; y otras ideas convertidas en empresas por emprendedores que, en muchos casos, no han cumplido los 25.
La semana que viene, Roig presentará la Alquería del Basket, el mayor complejo europeo de baloncesto base, un deporte al que él mismo es aficionado desde niño.
 Sus 15.000 metros cuadrados albergan 12 pistas de entrenamiento y una cancha central.
 Las instalaciones, que han costado 18 millones, se encuentran junto al pabellón de La Fonteta del Valencia Basket. 
 Roig es el máximo accionista del club, actual campeón de la Liga Endesa.
A principios de mes, la Fundación Hortensia Herrero anunció, además, que transformará el Palau de Valeriola, un antiguo inmueble del siglo XVII situado en el centro de Valencia, en un museo de arte contemporáneo que alojará su colección privada y exposiciones temporales.
 Ella ha recuperado en pocos años otras joyas muy deterioradas de la ciudad, como El Colegio del Arte Mayor de la Seda, la Ermita de Santa Lucía y los frescos de la Iglesia de San Nicolás —conocida como la capilla sixtina de Valencia—. 
El interior de este templo fue rehabilitado después de que en 2013 acogiera la boda de Juana Roig, su hija menor.
El presidente de Mercadona financia, además, la Escuela de Empresarios (Edem), donde se imparten carreras universitarias en las que él mismo es profesor.
 Organiza el maratón de Valencia —16.000 participantes el año pasado— a través de la Fundación Trinidad Alfonso, que lleva el nombre de su madre.
 Y ha construido y mantiene un circuito de running en el antiguo cauce del Turia, diseñado para reducir las lesiones, que cada día utilizan cientos de corredores.
 


 

Aleix Espargaró: “Vamos a una Guerra Civil”

El piloto catalán afirma que el Gobierno español "se pasa la democracia por el forro".

El piloto de MotoGP, Aleix Espargaró.
El piloto de MotoGP, Aleix Espargaró. EFE

El referéndum ha llegado también al circuito de Alcañiz, donde este fin de semana se celebra el Gran Premio de Aragón de motociclismo.
 El barcelonés Aleix Espargaró, piloto de MotoGP, ha encendido la polémica con unas fuertes declaraciones. “Es lamentable lo que está haciendo el Gobierno español y la Guardia Civil.
 Se están pasando por el forro la democracia.
 Realmente, es una pena porque parece que volvemos atrás y vamos a una Guerra Civil. 
No me esperaba esto
Es una prueba más de que hay mucho miedo en España de quedarse sin Cataluña.
 Creo que, al menos, lo que está clarísimo, es que la gente tiene que tener el derecho a decidir, que tiene que haber democracia.
 No se puede perder la paz y parece que se está perdiendo y eso que todavía falta una semana para el 1 de octubre”, dijo Espargaró en declaraciones a Catalunya Ràdio este jueves.
Espargaró vive en Andorra, al igual que su hermano Pol, también piloto.
 Este también habló sobre la situación en Cataluña para el micrófono de Catalunya Ràdio: 
“Tendría que haber algo de libertad, que cada uno escoja lo que piensa o quiere. 
Evidentemente, soy partidario del voto. Estamos en una civilización muy evolucionada que necesita entenderse hablando y en democracia y soy parte de ella. 
Evidentemente, no me parece bien lo que está pasando en Barcelona. 
Ni a mí ni a nadie, porque privan de muchos derechos. Pero es así y los catalanes, pase lo que pase, seguiremos adelante”.
 Un día después, vista la repercusión de sus palabras, el mayor de los Espargaró, de 28 años, no se retractó lo más mínimo: “Es mi opinión, soy como soy. 
Dije lo que pensaba.
 No era mi intención faltar al respeto a nadie y si lo hice pido disculpas”, aseguró. 
Y asumió las críticas recibidas, siempre que sean respetuosas, como parte del juego. “Respeto las opiniones de cada uno, si todos pensáramos lo mismo esto sería muy aburrido”, zanjó.
Pero querido si tu vives en Andorra, Te la bufa lo que pase con Hacienda en Catalunya y en el resto de Spain...
Los dos hermanos fueron los únicos pilotos españoles en Alcañiz que hablaron respecto a la situación en Cataluña.

 

22 sept 2017

La batalla sin fin de Berlusconi y su exmujer por dinero........... Lucia Magi

Los abogados del expresidente italiano piden la anulación de la pensión mensual de 1,4 millones que pactó pagar a la madre de tres de sus hijos.

Silvio Berlusconi y Verónica Lario cuando eran matrimonio.
Silvio Berlusconi y Verónica Lario cuando eran matrimonio. GTRES

La batalla legal entre Silvio Berlusconi y su exmujer Veronica Lario acaba de estrenar un nuevo capítulo.
 Los protagonistas y el guión siguen siendo los mismos. Ella, exactriz de 61 años, casada con Il Cavaliere hasta 2009, no quiere renunciar ni a un céntimo de los 1,4 millones que le llegarán cada mes cuando la sentencia de divorcio sea definitiva.
 Berlusconi, a punto de cumplir 81 años, apura todos los recursos legales para proteger su amenazado patrimonio. 
Sin embargo, este miércoles, sus abogados pidieron la anulación de la pensión pactada en el divorcio
Una decisión tomada el pasado marzo por la máxima institución judicial italiana ha devuelto al dueño de Mediaset la esperanza de evitar del enorme pago fijado en primera instancia. 
Su defensa ha echado mano de un fallo del Tribunal Supremo –relativo también a un culebrón amoroso de un expolítico– que negó un aumento de la pensión a la esposa de Vittorio Grilli, exministro de Economía con Mario Monti. 
El juez consideró en ese caso que ella podía mantenerse sin la ayuda de su exmarido.
 Algo que Berlusconi está seguro de que podría ser extrapolable al caso de su exesposa.
El equipo de letrados de Lario, sin embargo, ha contraatacado alegando que su defendida tiene derecho a mantener el nivel de vida previo a la ruptura con uno de los hombres más ricos del país, tal y como establecen las leyes de divorcio italianas.
 De hecho un primer juzgado, después de revisar las rentas y propiedades del expresidente italiano, estableció en tres millones de euros la pensión que debería abonar mensualmente a su exmujer. Cifra que el político y empresario recurrió por considerarla demasiado elevada desde el primer momento.
 

 

Marcello Mastroianni y Anita Ekberg en La Dolce Vita, 1960

B/N

Publicado por
Marcello Mastroianni y Anita Ekberg en La Dolce Vita, 1960. Imagen: CIFESA.
Yo creo que siempre me ha gustado mirar a los camareros o los pianos porque son en blanco y negro.
 A cualquiera de nosotros nos ponen en blanco y negro y parecemos alguien.
 Un actor, un artista, por supuesto un escritor, alguien que está pensando cosas interesantes. 
La imagen de golpe gana tiempo, sustancia, humanidad. En una palabra, clase.
 Hasta los que no la tenemos.

Parece mentira, pero el blanco y negro es muy natural. Más aún para quien padece acromatopsia y ya ve así, aunque no sé si es algo que existe solo en las enciclopedias.
 Yo nunca he conocido a nadie. En su caso, supongo que lo verá de otra forma, y me refiero a su opinión.
 Del mismo modo que si ahora todas las fotos fueran en blanco y negro probablemente el color tendría algo especial. 
Así fue en su momento, cuando apareció. 
Ahora estamos en lo contrario, porque el blanco y negro, lo que representaba fue desapareciendo.
 Lo blanco y negro ya no es viejo, sino eterno. 
Lo más increíble que ha hecho la humanidad es en blanco y negro, un astronauta en la Luna.
Como es eterno, es natural, decía.
 Si les pones películas en blanco y negro a los niños se las tragan sin rechistar.
 Es más, si les pones películas mudas y en blanco y negro, también. Luego pasa como mi hijo, que después de un buen rato me pregunta por qué la sandía que se está comiendo Charles Chaplin es gris. Podría también lanzarme a hacer elogios del cine mudo, pero lo vamos a dejar, ahí sí que no convences a la gente.
El periódico era en blanco y negro, una cosa seria. 
Hubo gran resistencia al color en el oficio y entre los lectores, lo juro.
 Como que no iba a quedar bien, que no pegaba. 
Habríamos ganado algo, porque los políticos trajeados en blanco y negro siempre tenían un aspecto siniestro o de oficinista, no te podías fiar. Recuerdo que fumaban, eso estaba bien. 
 Luego, en color, parecen todos de la primavera de El Corte Inglés o amigables como en una boda. En el blanco y negro se fuma, en color no, tampoco en la política en color.
 El humo siempre es en blanco y negro, incluso en el mundo real, se eleva en las conversaciones como un espíritu.
Tendré que decirlo, no hay más remedio, me lleva rondando la cabeza desde que he empezado: Bogart con un cigarrillo a la luz de la cerilla, Marlene Dietrich con un cigarrillo entre círculos de humo… 
Es así, piensas en blanco y negro y aparecen ellos. Groucho no podría ser en color, no hay bigotes en color. 
El cine negro es eso, negro. Puedes quedarte atontado viendo a Romy Schneider en una película francesa en la que no pasa nada, donde hablan de vaguedades, si es en blanco y negro.
 ¿Por qué ya no hay mujeres así? Quizá porque tampoco existen espectadores así. 
Yo, un banal tipo en color, jamás conseguiría ligármela.
 Te sientes como Joseph Cotten, encendiéndose un pitillo mientras ve cómo Alida Valli pasa de largo y se aleja, ni le mira, y él se pregunta qué es lo que hizo mal, qué falló, y tocas el misterio de la vida sentado a su lado en la puerta del cementerio de Viena


Una vez una chica, más joven que yo, me dijo que le gustaba el cine, aunque no entendía mucho, y si le dejaba alguna película. Al día siguiente, casi con envidia de que fuera la primera vez que ella iba a verla, le llevé Sed de mal, pensando que quedaría hipnotizada una semana por el salvajismo de Orson Welles, porque ella era un poco transgresiva.
 Pero nada más tenerla entre las manos me la devolvió: ah, no, no, es que no veo películas en blanco y negro. Y era una chica con estudios, de buena familia. Le insistí tanto que la cogió, aunque nunca me la devolvió y no estoy nada seguro de que la viera. 
Estas cosas ocurren, desde hace tiempo hay chavales así. 
Y es verdad que en la tele nunca ponen nada en blanco y negro, así que debe de haber adultos así, tan estúpidos que solo creen en lo que ven.
Pero diré más: ¡el blanco y negro en el cine! Ir al cine y ver una película en blanco y negro.
 Es una experiencia tan rara y excepcional como un buen martini. Y tan maravillosa.
 La exposición a la pantalla en esas dimensiones y durante un tiempo prolongado, lo que dura la película, te va haciendo de blanco y negro en la butaca sin que te des cuenta.
 Cuando sales recobras poco a poco el color según te mezclas entre la gente, aunque te pueden quedar motas de ceniza en los cabellos, y si es de noche tardas más, paseando bajo la luz de la luna.
 Puedes llegar a casa en blanco y negro, dormirte soñando en blanco y negro, hasta que te levantas al día siguiente como si nada. Y te tomas un café con leche, que es un blanco y negro, para desayunar. 
Lo curioso es que no sale gris, sino marrón, el blanco y negro no se puede manipular, es así o no es. 
No hay nada que se coma de color gris, salvo la sandía de Chaplin. Aunque si me apuras, diría que el jamón es en blanco y negro.

La niebla en color sale mal, no comparemos.
 Los días lluviosos, los paraguas, los caminos, los sombreros, son en blanco y negro.
 Es un registro de otoño, y no digamos de invierno. Porque el invierno es blanco y negro, como un árbol esquelético reflejado en un charco. El blanco y negro no es de esta época, siempre es de otra. Incluso si hoy, haciendo esas cosas que hace la gente, mandaras a alguien una foto que te acabas de hacer y fuera en blanco y negro parecería de un tiempo anterior, impreciso.
 El blanco y negro no es para las tonterías, no engaña y no le puedes engañar.
 Te envuelve de nostalgia.
París es evidentemente en blanco y negro. Como Nueva York. O el pueblo de uno. 
 Los amigos de siempre son en blanco y negro, y en fotos muy contadas, porque antes no éramos tanto de hacernos fotos. 
Yo ya estoy en la raya, creo yo, de quienes tuvieron la infancia en blanco y negro, con merienda de pan y chocolate, o de Nocilla blanca y negra, en una España en blanco y negro.
 Con tricornios, boinas, el dominó en las mesas de mármol y bombón helado en los toros.
 Luego pasas las hojas del álbum y enseguida empiezan las fotos en color.
 No sé qué pasará a partir de ahora, y ya está pasando, cuando el blanco y negro no es algo que has vivido, que ni siquiera te han contado, porque no se puede contar, y no sé qué hago yo escribiendo esto, encima en blanco y negro.
 Supongo que se desprenderá cada vez más del presente y se está alejando en el tiempo como un tren en la noche.
Pero lo que es ver en una pantalla grande el bar de Rick, a Robert Mitchum con gabardina, a Frankenstein sentado en el río, a Anita Ekberg en la fontana de Trevi, a Janet Leigh en la ducha del motel, a los siete samuráis… 
El viento que da un portazo y nos deja a oscuras cuando John Wayne sale de la casa y se aleja hacia la pradera en Centauros del desierto, el final en blanco y negro de una película en color. Algunas de estas escenas las he visto en un cine, pero otras no, no lo he conseguido, solo me lo puedo imaginar. 
Aunque el blanco y negro se imagina bien, hay cosas, sensaciones, personas, que de forma natural entran en esa categoría, como el Guernica
Por ejemplo, Frank Sinatra canta en blanco y negro. Lou Reed o Tom Waits, el London Calling, la camiseta de los Ramones.
 El murmullo de Billie Holiday con una gardenia de nieve en el pelo.
 El sonido de las campanas es en blanco y negro. Como el ruido de las gaviotas en el puerto.
 Una despedida es en blanco y negro, las estaciones de tren o las piscinas vacías en noviembre. 
Un gato. Lo que pudo ser y no ha sido es en blanco y negro.
 Un cuerpo entre las sábanas. La espuma.  

«La vida es a colores, pero el blanco y negro es más realista», decía Sam Fuller en una película en blanco y negro de los ochenta. Volver hoy al blanco y negro —eso, volver— es una decisión deliberada.
 Se puede elegir, pero pocos lo hacen. 
Los artistas lo hacen cuando creen tener entre las manos algo especial, o más bien lo saben, y a menudo es cierto. Robert de Niro saltando a cámara lenta detrás de las tres cuerdas del ring. Woody Allen comiendo un yogur mientras mira a Charlotte Rampling leyendo una revista. 
El doctor Fronkonstin. Piénsenlo, Han Solo es en blanco y negro. Los Blues Brothers. James Bond. 
Se mueven con elegancia en blanco y negro, únicos, auténticos, distinguidos, en un escenario de colores agitado, no mezclado.