22 sept 2017
Concha Espina, la autora que acarició el Nobel de Literatura
Una exposición en el Museo Nacional de Ciencias Naturales aborda la obra y la vida de las mujeres distinguidas por la Academia sueca.
Concha Espina (Santander, 1869-Madrid, 1955) es más que una estación
de metro.
O es una estación de metro porque fue mucho más: poeta, dramaturga, periodista y novelista compulsiva.
Fue también —y ya se borró del recuerdo colectivo— la escritora española que estuvo más cerca del Nobel.
En 1926 perdió frente a la italiana Grazia Deledda.
Una exposición dedicada a las mujeres que han ganado el premio a lo largo de la historia (48, una de ellas, Marie Curie, en dos ocasiones) recupera también la historia de la autora que pudo ser y no fue.
Espina llegó a estar propuesta en nueve ocasiones y, en tres de ellas (1926, 1929 y 1931), fue candidata.
"Fue propuesta al Nobel por 25 nominadores de numerosos países, entre ellos los españoles Jacinto Benavente, Gerardo Diego o Santiago Ramón y Cajal", señala Belén Yuste, una de las comisarias de la muestra, que se puede visitar en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) hasta el próximo 20 de marzo.
En la exposición, Espina comparte un espacio, A punto de Nobel, junto a la polaca Irena Sendler, que salvó a 2.500 niños judíos del gueto de Varsovia.
Tampoco accedería a la Real Academia de la Lengua (RAE), si bien fue distinguida con su premio por la obra Tierra de Aquilón en 1924.
Concha Espina fue una autora popular —el tirón de su primera novela, La niña de Luzmela, hizo que el pueblo donde se inspiró adoptase este topónimo— y reconocida por las instituciones, también internacionales.
Fue vicepresidenta de la Hispanic Society (pese a ello ha estado ausente de la muestra del Museo del Prado) y miembro de honor de la Academia de las Letras y las Artes de Nueva York.
Mujeres Nobel se centra especialmente en las biografías de 12 de las 48 ganadoras del galardón, entre ellas Marie Curie (Física y Química), Selma Lagerlöf (Literatura), Nelly Sachs (Literatura), Rita Levi-Montalcini (Medicina), Wangari Maathai (Paz) o May Britt-Moser (Medicina).
Además de paneles explicativos sobre ellas, se exponen objetos como un cuarzo piezoeléctrico diseñado por Pierre Curie para medir la radiactividad, destacado por Soraya Peña, coordinadora de la exposición, como "uno de los cinco prototipos que se conservan en todo el mundo", los botines que utilizaba la sueca Selma Lagerlöf debido a su lesión de cadera, la tesis firmada por la última Nobel de Medicina, May Britt-Moser, o una vajilla del banquete que sigue a la entrega del premio.
"El objetivo es difundir la vida y la obra de las científicas a un público general", señaló Yuste, que ha destacado la implicación de las embajadas de los distintos países con mujeres premiadas, así como la colaboración del Museo del Nobel en Estocolmo y el Instituto de Oslo.
En paralelo a la muestra, organizada por el MNCN, el Consejo Superior de Investigaciones (CSIC) y Rocaviva eventos, se han programado talleres y conferencias como la de Pierre Joliot-Curie, hijo y nieto de cuatro premios Nobel, que hablará sobre la lucha de las mujeres científicas el jueves 26 de septiembre.
O es una estación de metro porque fue mucho más: poeta, dramaturga, periodista y novelista compulsiva.
Fue también —y ya se borró del recuerdo colectivo— la escritora española que estuvo más cerca del Nobel.
En 1926 perdió frente a la italiana Grazia Deledda.
Una exposición dedicada a las mujeres que han ganado el premio a lo largo de la historia (48, una de ellas, Marie Curie, en dos ocasiones) recupera también la historia de la autora que pudo ser y no fue.
Espina llegó a estar propuesta en nueve ocasiones y, en tres de ellas (1926, 1929 y 1931), fue candidata.
"Fue propuesta al Nobel por 25 nominadores de numerosos países, entre ellos los españoles Jacinto Benavente, Gerardo Diego o Santiago Ramón y Cajal", señala Belén Yuste, una de las comisarias de la muestra, que se puede visitar en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) hasta el próximo 20 de marzo.
En la exposición, Espina comparte un espacio, A punto de Nobel, junto a la polaca Irena Sendler, que salvó a 2.500 niños judíos del gueto de Varsovia.
Concha Espina fue una autora popular —el tirón de su primera novela, La niña de Luzmela, hizo que el pueblo donde se inspiró adoptase este topónimo— y reconocida por las instituciones, también internacionales.
Fue vicepresidenta de la Hispanic Society (pese a ello ha estado ausente de la muestra del Museo del Prado) y miembro de honor de la Academia de las Letras y las Artes de Nueva York.
Mujeres Nobel se centra especialmente en las biografías de 12 de las 48 ganadoras del galardón, entre ellas Marie Curie (Física y Química), Selma Lagerlöf (Literatura), Nelly Sachs (Literatura), Rita Levi-Montalcini (Medicina), Wangari Maathai (Paz) o May Britt-Moser (Medicina).
Además de paneles explicativos sobre ellas, se exponen objetos como un cuarzo piezoeléctrico diseñado por Pierre Curie para medir la radiactividad, destacado por Soraya Peña, coordinadora de la exposición, como "uno de los cinco prototipos que se conservan en todo el mundo", los botines que utilizaba la sueca Selma Lagerlöf debido a su lesión de cadera, la tesis firmada por la última Nobel de Medicina, May Britt-Moser, o una vajilla del banquete que sigue a la entrega del premio.
"El objetivo es difundir la vida y la obra de las científicas a un público general", señaló Yuste, que ha destacado la implicación de las embajadas de los distintos países con mujeres premiadas, así como la colaboración del Museo del Nobel en Estocolmo y el Instituto de Oslo.
En paralelo a la muestra, organizada por el MNCN, el Consejo Superior de Investigaciones (CSIC) y Rocaviva eventos, se han programado talleres y conferencias como la de Pierre Joliot-Curie, hijo y nieto de cuatro premios Nobel, que hablará sobre la lucha de las mujeres científicas el jueves 26 de septiembre.
LOS GRANDES SUCESOS DEL ARCHIVO DE EL PAÍS
La verdadera historia tras “El exorcista”.
Un caso real de 1949 inspiró la novela y el célebre filme de terror.
Tras el exorcismo más famoso de la historia del cine se halla un
suceso real y sorprendente cuyo protagonista aún vive, oculto en el
anonimato.
La novela El exorcista (1971) y el largometraje homónimo (1973) se inspiraron en un caso documentado por la Iglesia.
El supuesto endemoniado fue en realidad un niño, a quien los investigadores e historiadores llaman, simplemente, Robbie, y al que le sucedieron cosas extraordinarias y para los curas que le custodiaron, incomprensibles.
Tanto, como para que las autoridades católicas de Washington aceptaran que se le sometiera a un exorcismo.
Robbie era un niño afroamericano que fue víctima de arrebatos de ira y centro permanente de sucesos inexplicados.
Dicen los que le trataron, que documentaron su estado en una serie de cuadernos que han ido pasando de mano en mano en Washington, que hablaba en latín y que en su cuerpo aparecían marcadas palabras malditas.
Un grupo de jesuitas norteamericanos creyó que era víctima del demonio y lo sometió a un duro y tortuoso exorcismo.
En la época, la prensa seria llegó a dar el hecho como algo verídico. Un diario tan prestigioso como The Washington Post publicó el 20 de agosto de 1949
que "en lo que es, tal vez, una de las experiencias más destacables de
su género en la reciente historia religiosa, un niño de 14 años [de los
suburbios de Washington] fue liberado por un cura católico de la
posesión por el demonio, según informaron fuentes católicas".
El que sería autor de la novela y el guión del filme, William Peter Blatty, estudiante en la Universidad de Georgetown, leyó el artículo.
Corría por el campus de esa institución jesuita el rumor de que dicho cura católico, mencionado por el Washington Post, era un padre bastante conocido en la universidad: William Bowdern. Blatty le escribió, pidiéndole ayuda.
"Nosotros (otro cura y yo) mantuvimos un recuento al minuto, cada día, sobre los sucesos acaecidos el día y la noche anteriores", le dijo el cura Bowden a Blatty en una carta de respuesta.
Había, pues, un diario, escrito a mano, donde se narraba el exorcismo.
Blatty lo consiguió y leyó partes de él.
Pero fue Thomas Allen, historiador y escritor, el primero en lograr una copia, que reproduciría en la más reciente reedición de su libro Possessed.
"Me pasé meses llamando a diversos padres jesuitas, preguntándoles si conocían al padre Walter Halloran, del que se decía que había presenciado el exorcismo y que lo había mencionado en una entrevista a un diario local de Nebraska. Finalmente le encontré", explica Allen a EL PAÍS.
"Curiosamente, era la noche de Todos los Santos".
Halloran, fallecido en 2005, reveló a Allen que existía aquel diario, escrito por un tercer cura, el padre Raymond Bishop.
"Halloran era un rebelde. Decía que al padre Bowdern, el que realizó el ritual, le hubiera gustado que la gente supiera de aquel exorcismo.
Así que me mandó una copia del diario", explica.
Así vio la luz la historia de Robbie, una patraña para la ciencia y
escondida por la Iglesia.
El niño nació en 1935.
Su calvario, según el relato de los jesuitas, comenzó el 15 de enero de 1949, cuando se comenzó a oír en su casa un arañazo persistente bajo el suelo, seguido por un extraño chirrido que parecía provenir del interior de su cama, siempre según el relato de sus familiares.
Aunque la familia era protestante, el caso llegó a las manos del padre católico Albert Hughes, párroco de la iglesia de Saint James, que vio cómo se multiplicaban acontecimientos extraños.
Según recoge el diario de los jesuitas, el niño le dijo al padre Hughes en latín: "Cura de Cristo, sabes que soy el Demonio. ¿Por qué me molestas?".
Hughes, fuente única de esos sucesos, ingresó al niño en el hospital de Georgetown y trató de exorcizarlo, con la autorización expresa del arzobispo de Washington.
El hospital depende de la universidad del mismo nombre, gestionada por los jesuitas.
Entonces ocurrió el suceso que inspiró la novela de Blatty. En pleno ritual, el adolescente se liberó de las ataduras de su cama y atacó al reverendo con un muelle, provocándole una profunda herida en el brazo y el hombro, que requirió un centenar de puntos.
Herido de gravedad, el padre abandonó el exorcismo, después de sufrir un ataque de nervios.
Esta agresión es lo único cierto y demostrable en todo este proceso, pues hay certificados médicos que la prueban.
El barrio de Georgetown, plácido y exclusivo, es el marco de la novela y la película, con la Universidad y su rectorado, de estilo románico, de fondo.
En el libro también se menciona la iglesia de la Santa Trinidad, en la que Reagan se cuela para profanar imágenes.
En el largometraje se ilustró ese evento con la capilla Dahlgren, en la que el padre Damien Karras oficia misa.
Junto a la casa en la que se supone que vivió la niña, en la calle Prospect, están las famosas escaleras del final del largometraje, aún tétricas, húmedas y oscuras, convertidas en un reclamo turístico más en una ciudad consagrada casi por completo a la política.
En la historia real, sin embargo, la familia de Robbie era muy modesta.
Vivía lejos del exclusivo refugio blanco de Georgetown.
Su barrio, Cottage City, es, aun hoy, uno de los más pobres de la zona metropolitana, con una tasa alta de pobreza y baja de escolarización secundaria y superior.
Aunque no duraron mucho tiempo allí.
Ante el escándalo que el niño había armado en el vecindario, decidieron marcharse a casa de unos familiares en San Luis, en el Estado de Misuri.
Allí consultaron con los jesuitas de la universidad católica local.
El arzobispo de San Luis autorizó el exorcismo y el padre Bowden lo inició, descubriendo muy pronto a quién se enfrentaba.
"La imagen del diablo y la palabra INFIERNO aparecieron [en el cuerpo del niño] en cuanto repetimos el Praecipicio, pidiéndole al espíritu maligno que se identificara", dice el padre Bishop en su diario.
"El diablo apareció en rojo.
Sus brazos se erguían sobre su cabeza y parecían estar palmeados, dándole la horrible apariencia de un murciélago", prosigue.
De todo esto no hay prueba gráfica alguna, sólo el recuento de los curas.
Bowden practicó las últimas fases del exorcismo en la planta psiquiátrica del hospital de los Alexianos.
El lunes de Pascua hubo una conversación en la que el niño decía hacer de portavoz del diablo.
"Yo siempre estoy dentro de él", dijo, cuando le intentaron dar la comunión.
Horas después, el niño, en pleno ataque, dijo tener la visión del arcángel san Miguel venciendo al diablo.
Con una voz impostada, dijo: "Te obligo a ti, Satán, y a otros espíritus diabólicos a que abandonéis este cuerpo en el nombre de Dios, ahora".
El drama, según las notas del jesuita, acabó en aquel momento.
A pesar de las más que razonables dudas médicas y científicas sobre la veracidad de los hechos descritos en ese diario, el padre Bowdern siempre los dio por ciertos.
Así lo creyó hasta su muerte en 1993.
"Fue real", le dijo a Blatty en una carta.
Al fin y al cabo, él era un cura católico y Roma reconoce las posesiones como reales.
El texto original del Ritual romano, utilizado para el menester de los exorcismos, fue redactado en 1614 a instancias del papa Pablo V y modificado por última vez en 1999, bajo la tutela del cardenal Jorge Arturo Medina Estévez.
En una conferencia en la que presentó el nuevo ritual, el cardenal
dijo que la posesión es reconocible porque le permite al sujeto "hablar
con muchas palabras de lenguas desconocidas o entenderlas; desvelar
cosas escondidas o distantes; demostrar fuerzas superiores a la propia
condición física, y todo ello juntamente con una aversión vehemente
hacia Dios".
Al pequeño Robbie, en 1949, se le practicaron todo tipo de pruebas médicas en el hospital de Georgetown.
Los médicos temieron de forma razonable que sufriera un trastorno psiquiátrico.
Los psiquiatras no se pusieron de acuerdo en un diagnóstico. Fueron su familia y los jesuitas los que creyeron que estaba poseído.
Sus síntomas coinciden, es cierto, con los descritos por Medina Estévez.
Hubo un exorcismo, eso es cierto.
Pero si en realidad existe algo semejante la posesión demónica es algo que queda estrictamente en el ámbito de la creencia religiosa.
La novela El exorcista (1971) y el largometraje homónimo (1973) se inspiraron en un caso documentado por la Iglesia.
El supuesto endemoniado fue en realidad un niño, a quien los investigadores e historiadores llaman, simplemente, Robbie, y al que le sucedieron cosas extraordinarias y para los curas que le custodiaron, incomprensibles.
Tanto, como para que las autoridades católicas de Washington aceptaran que se le sometiera a un exorcismo.
Robbie era un niño afroamericano que fue víctima de arrebatos de ira y centro permanente de sucesos inexplicados.
Dicen los que le trataron, que documentaron su estado en una serie de cuadernos que han ido pasando de mano en mano en Washington, que hablaba en latín y que en su cuerpo aparecían marcadas palabras malditas.
Un grupo de jesuitas norteamericanos creyó que era víctima del demonio y lo sometió a un duro y tortuoso exorcismo.
El que sería autor de la novela y el guión del filme, William Peter Blatty, estudiante en la Universidad de Georgetown, leyó el artículo.
Corría por el campus de esa institución jesuita el rumor de que dicho cura católico, mencionado por el Washington Post, era un padre bastante conocido en la universidad: William Bowdern. Blatty le escribió, pidiéndole ayuda.
"Nosotros (otro cura y yo) mantuvimos un recuento al minuto, cada día, sobre los sucesos acaecidos el día y la noche anteriores", le dijo el cura Bowden a Blatty en una carta de respuesta.
Había, pues, un diario, escrito a mano, donde se narraba el exorcismo.
Blatty lo consiguió y leyó partes de él.
Pero fue Thomas Allen, historiador y escritor, el primero en lograr una copia, que reproduciría en la más reciente reedición de su libro Possessed.
"Me pasé meses llamando a diversos padres jesuitas, preguntándoles si conocían al padre Walter Halloran, del que se decía que había presenciado el exorcismo y que lo había mencionado en una entrevista a un diario local de Nebraska. Finalmente le encontré", explica Allen a EL PAÍS.
"Curiosamente, era la noche de Todos los Santos".
Halloran, fallecido en 2005, reveló a Allen que existía aquel diario, escrito por un tercer cura, el padre Raymond Bishop.
"Halloran era un rebelde. Decía que al padre Bowdern, el que realizó el ritual, le hubiera gustado que la gente supiera de aquel exorcismo.
Así que me mandó una copia del diario", explica.
El niño nació en 1935.
Su calvario, según el relato de los jesuitas, comenzó el 15 de enero de 1949, cuando se comenzó a oír en su casa un arañazo persistente bajo el suelo, seguido por un extraño chirrido que parecía provenir del interior de su cama, siempre según el relato de sus familiares.
Aunque la familia era protestante, el caso llegó a las manos del padre católico Albert Hughes, párroco de la iglesia de Saint James, que vio cómo se multiplicaban acontecimientos extraños.
Según recoge el diario de los jesuitas, el niño le dijo al padre Hughes en latín: "Cura de Cristo, sabes que soy el Demonio. ¿Por qué me molestas?".
Hughes, fuente única de esos sucesos, ingresó al niño en el hospital de Georgetown y trató de exorcizarlo, con la autorización expresa del arzobispo de Washington.
El hospital depende de la universidad del mismo nombre, gestionada por los jesuitas.
Entonces ocurrió el suceso que inspiró la novela de Blatty. En pleno ritual, el adolescente se liberó de las ataduras de su cama y atacó al reverendo con un muelle, provocándole una profunda herida en el brazo y el hombro, que requirió un centenar de puntos.
Herido de gravedad, el padre abandonó el exorcismo, después de sufrir un ataque de nervios.
Esta agresión es lo único cierto y demostrable en todo este proceso, pues hay certificados médicos que la prueban.
El barrio de Georgetown, plácido y exclusivo, es el marco de la novela y la película, con la Universidad y su rectorado, de estilo románico, de fondo.
En el libro también se menciona la iglesia de la Santa Trinidad, en la que Reagan se cuela para profanar imágenes.
En el largometraje se ilustró ese evento con la capilla Dahlgren, en la que el padre Damien Karras oficia misa.
Junto a la casa en la que se supone que vivió la niña, en la calle Prospect, están las famosas escaleras del final del largometraje, aún tétricas, húmedas y oscuras, convertidas en un reclamo turístico más en una ciudad consagrada casi por completo a la política.
En la historia real, sin embargo, la familia de Robbie era muy modesta.
Vivía lejos del exclusivo refugio blanco de Georgetown.
Su barrio, Cottage City, es, aun hoy, uno de los más pobres de la zona metropolitana, con una tasa alta de pobreza y baja de escolarización secundaria y superior.
Aunque no duraron mucho tiempo allí.
Ante el escándalo que el niño había armado en el vecindario, decidieron marcharse a casa de unos familiares en San Luis, en el Estado de Misuri.
El arzobispo de San Luis autorizó el exorcismo y el padre Bowden lo inició, descubriendo muy pronto a quién se enfrentaba.
"La imagen del diablo y la palabra INFIERNO aparecieron [en el cuerpo del niño] en cuanto repetimos el Praecipicio, pidiéndole al espíritu maligno que se identificara", dice el padre Bishop en su diario.
"El diablo apareció en rojo.
Sus brazos se erguían sobre su cabeza y parecían estar palmeados, dándole la horrible apariencia de un murciélago", prosigue.
De todo esto no hay prueba gráfica alguna, sólo el recuento de los curas.
Bowden practicó las últimas fases del exorcismo en la planta psiquiátrica del hospital de los Alexianos.
El lunes de Pascua hubo una conversación en la que el niño decía hacer de portavoz del diablo.
"Yo siempre estoy dentro de él", dijo, cuando le intentaron dar la comunión.
Horas después, el niño, en pleno ataque, dijo tener la visión del arcángel san Miguel venciendo al diablo.
Con una voz impostada, dijo: "Te obligo a ti, Satán, y a otros espíritus diabólicos a que abandonéis este cuerpo en el nombre de Dios, ahora".
El drama, según las notas del jesuita, acabó en aquel momento.
A pesar de las más que razonables dudas médicas y científicas sobre la veracidad de los hechos descritos en ese diario, el padre Bowdern siempre los dio por ciertos.
Así lo creyó hasta su muerte en 1993.
"Fue real", le dijo a Blatty en una carta.
Al fin y al cabo, él era un cura católico y Roma reconoce las posesiones como reales.
El texto original del Ritual romano, utilizado para el menester de los exorcismos, fue redactado en 1614 a instancias del papa Pablo V y modificado por última vez en 1999, bajo la tutela del cardenal Jorge Arturo Medina Estévez.
Al pequeño Robbie, en 1949, se le practicaron todo tipo de pruebas médicas en el hospital de Georgetown.
Los médicos temieron de forma razonable que sufriera un trastorno psiquiátrico.
Los psiquiatras no se pusieron de acuerdo en un diagnóstico. Fueron su familia y los jesuitas los que creyeron que estaba poseído.
Sus síntomas coinciden, es cierto, con los descritos por Medina Estévez.
Hubo un exorcismo, eso es cierto.
Pero si en realidad existe algo semejante la posesión demónica es algo que queda estrictamente en el ámbito de la creencia religiosa.
Serrat: “Este referéndum no es transparente, no puede representar a nadie”
El cantante alerta de que va a costar mucho tiempo superar “la gran fractura social” en Cataluña.
“En estos momentos la convocatoria de un referéndum en Cataluña no es transparente. Porque está creada con una ley que está elaborada por el Parlament de Cataluña, pero a espaldas de todos los demás miembros del Parlament”, ha explicado Serrat, que ha apuntado que el Gobierno catalán, aun “en minoría en cuanto al número de ciudadanos” que representa en la Cámara, “ha sacado una ley express para hacer un referéndum, sí o sí”, se ha “descolgado de la discusión” y “se ha marginado a todas las fuerzas de la oposición”, tanto las de izquierdas como de derechas.
El cantante Joan Manuel Serrat se ha pronunciado sobre el proceso independentista de Cataluña en Santiago de Chile, donde participa en la Gira el Gusto es Nuestro 20, junto a Ana Belén, Miguel Ríos y Víctor Manuel.En conferencia de prensa en el hotel Sheraton de Santiago, Serrat ha asegurado que la convocatoria independentista del 1 de octubre “no es transparente” y que, aunque él es partidario de los referendos, porque marcan la voluntad de la sociedad, en este caso no se dan las condiciones para votar.
“Estas leyes se han hecho de un día para otro, sin discusiones, sin que hubiera enmiendas”, ha afirmado.
“No me da la sensación de que este referéndum pueda representar a nadie”, ha dicho. Y ha criticado tanto al Gobierno del Partido Popular, a quien ha considerado “responsable de todo lo que está ocurriendo”, como a los partidos políticos que han impulsado la consulta en Cataluña.
“A ambas partes les convenía mantener esta circunstancia para tapar unos años de recortes económicos y unos años de corrupción política muy grande, todo esto ha desaparecido del informativo”.
El cantante desconfía de que el próximo 1 de octubre pueda haber una “distribución y un control de las urnas cuando todavía no está claro el censo de los votantes”.
“No creo que se pueda hacer”, ha zanjado.
“De cualquier manera, esto crea en Cataluña una situación de una gran fractura social que, a mi modo de ver, va a costar muchísimo tiempo recuperar”.
“En este referéndum no están las condiciones para votar”, ha proseguido.
El cantante ha añadido que, aunque “independencia es una palabra hermosa que inflama el corazón de los jóvenes y que moviliza a las gentes”, no estaba seguro de sus consecuencias prácticas:
“De donde cobrarán los subsidios de salud, como se mantendrá el sistema sanitario, con qué dinero se pagarán”.
“Cataluña ya no podrá ser miembro de la Unión Europea.
En una segregación la parte que se segrega se irá fuera.
Pero no se le caen los anillos a quienes dicen que en la Unión Europea estaremos aceptados de facto”, ha concluido Serrat.
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