Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

17 sept 2017

48 Horas en Gran Canaria, (Dunas de Maspalomas)


Desde Colón, su primer turista, mucho ha cambiado la costa, la montaña y la ciudad de esta isla atlántica. Así que agarren una guagua, descúbranla y 'pásenlo de flores'.

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Sinéad O’Connor, cronología de un declive retransmitido




Sinéad O’Connor, cronología de un declive retransmitido

El último escándalo de la cantante: acusar a su madre de abusos en televisión

Sinéad O’Connor sufre un trastorno bipolar diagnosticado en 2003.

 No es la única famosa con esta afección mental, pero a diferencia de otras como la actriz Catherine Zeta-Jones, la cantante irlandesa de 50 años ha expuesto su enfermedad al público durante 14 años. 

Ya sea a través de entrevistas o de mensajes en las redes sociales, nadie la ha asesorado o protegido y los medios y la audiencia han permanecido impasibles mientras ella ofrecía blemas legales e incluso anuncios de intentos de suicidio.


Sinéad O’Connor, durante un concierto en Sydney Australia en 2015.
Sinéad O’Connor, durante un concierto en Sydney Australia en 2015. Getty Images/

Redes neuronales...........................................Juan José Millás

COLUMNISTAS-REDONDOS_JUANJOSEMILLAS
SI EN LUGAR DE a miles de personas, hubiéramos reunido en esta playa a miles de chimpancés, habrían sido al poco tiempo víctimas del caos, pues estos animales solo pueden convivir en comunidades reducidas.
 Lo explica muy bien Yuval Noah Harari en Sapiens (Debate), donde señala que nuestro secreto para cooperar en grupos cientos de miles o millones de individuos se debió al advenimiento de la ficción. 
 Desde el instante en el que nuestro cerebro fue capaz de alumbrar realidades imaginadas como la religión, el código civil, la patria o El Corte Inglés, los seres humanos, fusionados en torno a tales mitos, pudimos superar el umbral crítico de cooperantes que en nuestros parientes, los chimpancés, no pasa de 50.
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jose jordan
 Del mismo modo, en fin, que creemos en Dios o en el dólar, creemos en la idea de ir a la playa.
 Gracias a esa ficción la gente puede convivir en espacios reducidísimos sin que la violencia estalle.
 Al llegar a casa, asegurarán que vienen de la playa sin conciencia alguna de mentir. 
De hecho al día siguiente de que se publicara esta foto en El País, me telefoneó un amigo de Barcelona para que lo buscara con una lupa, pues había estado allí en el momento en el que se sacaba la instantánea. 
Es uno de los que creen estar bañándose.
 Este amigo también estuvo entre la multitud cuando vino el Papa a España porque es muy católico.
 Ahora es independentista, pero hasta hace poco llevaba una banderita española en la muñeca.
 A veces saltamos de una ficción a otra como el chimpancé de una a otra rama. Todo esto gracias a la versatilidad de nuestras redes neuronales.

Empecinados.........................................Rosa Montero

¿Qué más tiene que suceder en Venezuela para que esos fieles devotos se caigan del caballo? ¿Que descuarticen bebés en las plazas públicas?

COLUMNISTAS-REDONDOS_ROSAMONTERO
Nunca he sido una persona mitómana, supongo que por temperamento pero también por haber empezado a trabajar como periodista a los 19 años, lo cual me hizo conocer desde muy joven a gente famosa y comprobar que tienen los mismos agujeros que tenemos todos.
 De hecho, cuando advierto algún defecto en un personaje que admiro (por ejemplo, la gran Marie Curie fue una madre muy dura), a menudo aún lo admiro más, porque eso lo humaniza y le permite servir de verdadero modelo en esa lucha que siempre es la existencia.
 Por eso me alucina la urgencia que tanta gente parece sentir de construirse un altarcito de dioses personales, divinidades intocables a las que se aferran con la misma fe que un cristiano integrista. 
En 40 años de vida profesional, pocas veces he recibido vapuleos tan airados por parte de lectores como en tres ocasiones en las que escribí algún juicio crítico sobre John Lennon, Michael Jackson y Lady Di.
 Y mis textos no habían sido sangrantes, pero los fans no pudieron soportar la más leve sombra en el aura luminosa de sus santos: los ídolos han de ser perfectos y sin mácula.
 Hay gente que parece no ser capaz de aguantar la existencia sin tener a mano algún diosecillo terrenal al que adorar. 
En un reportaje sobre los 20 años de la muerte de Lady Di, vi a una mujer que, por supuesto, no había conocido personalmente a la princesa, y que decía: “Fue el peor día de mi vida”.
 Es llamativo, ¿no? Sobrecoge el pozo sin fondo de su necesidad.
 Estos extremos de mitificación nos pueden parecer conmovedores o patéticos y en cualquier caso inofensivos; pero es que por desgracia esa misma avidez de santos, y lo que es aún peor, de paraísos, se encuentra en muchos otros ámbitos sociales con consecuencias nefastas. 
Santo intocable es, por ejemplo, el Che Guevara, trepado a los altares en medio mundo; y, dado que los paraísos tradicionales como la URSS, China o Cuba se han ido resquebrajando con el tiempo, un número asombroso de personas en apariencia inteligentes y amables se aferran con recalcitrante ceguera a la invención del edén venezolano. 
Y, como sucede en todos estos procesos de mitificación, da igual que la realidad desmienta su espejismo una y otra vez; que Venezuela sea un Estado en colapso, que haya violencia, torturas, desapariciones, asesinatos y el más escandaloso pisoteo de los derechos democráticos. 
Todo esto no importa nada, porque los prejuicios sólo ven lo que quieren ver (ya lo decía Einstein: “¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”), y porque no estamos hablando de ideas, sino de creencias.
 No nos encontramos en el territorio de la razón, sino de la fe.
¿Qué más tiene que suceder en Venezuela para que esos fieles devotos se caigan del caballo? 
¿Que descuarticen bebés en las plazas públicas? Me temo que ni aun así.
 El mes pasado, Óscar Puente, alcalde de Valladolid y nada menos que portavoz de la ejecutiva socialista, dijo en una entrevista que la crisis de Venezuela “estaba sobredimensionada” y que era “responsabilidad colectiva de los venezolanos” (le tuvo que corregir públicamente Lastra, la vicesecretaria general del PSOE, que habló de los más de 100 muertos en las protestas y de los 600 presos políticos).
 En fin, Puente no es imbécil, o eso espero; pero dijo eso en lo más álgido del conflicto y de la represión, mientras corría la sangre. ¿Qué se están jugando personalmente los que se empecinan contra viento y marea en seguir creyendo en paraísos inexistentes?
 Quizá les alivie cierta culpa inconsciente de poseer más que otros en este mundo de atroz desigualdad.
 O quizá sean individuos más frágiles y necesiten aferrarse a dogmas pétreos para aguantar la desazón de vivir.
 Puede que sean románticos y demasiado inocentes, es decir, ignorantes; pero lo reprobable es que se niegan a ver la realidad (atrévete a saber, como diría Kant). 
Y también supongo que creer en un edén terrenal alegra la vida, de la misma manera que la alegran los finales felices de Hollywood. 
No sé, la verdad, no me lo explico, no acabo de entenderlo, pero resulta trágico porque, bajo una supuesta defensa de una sociedad más justa, terminan siendo cómplices de tiranos.