Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

11 sept 2017

El huracán Irma golpea la costa de Florida........ Jan Martínez Ahrens Pablo de Llano

La gigantesca tormenta pierde fuerza y se dirige hacia el noroeste. 

Dos millones de personas sin luz. Las inundaciones causan enormes daños. 

Trump concede la declaración de gran desastre.

Florida pasó por el ojo del huracán
 Con vientos de 215 kilómetros por hora, Irma alcanzó este domingo Estados Unidos, dio un mazazo histórico a sus costas y luego empezó a perder fuerzas hasta este lunes que ha quedado rebajado a categoría 1. 
 El domigno lo hizo a la 2. 
Días antes sembró la devastación en el sur del estado, amenazó la costa oeste y arrasó el Caribe. 
Atrás dejó dos millones de personas sin luz y enormes daños sin cuantificar.
 Poco a poco se van conociendo víctimas mortales relacionadas con su paso y según algunos medios locales, hasta cuatro muertes más pueden estar relacionadas.
Todavía bajo la onda expansiva de Irma, Florida empezó a pensar en su reconstrucción. 
“Miren por sus vecinos, por su familia. Ayuden a quien puedan”, dijo el gobernador Rick Scott. 
El presidente Donald Trump aprobó la declaración de “gran desastre” a la zona.

El huracán vino precedido por el terror.
 El ejército de tormentas, marejadas y ráfagas explosivas que le acompañaban había sembrado decenas de muertos y miles de millones en pérdidas en Cuba, Barbados, San Martín y las Islas Vírgenes
Con esta credencial, el domingo le llegó el turno al sureste estadounidense.
La pesadilla irrumpió con fuerza y puntualidad meteorológica.
 Al despuntar el alba, los primeros vientos golpearon los Cayos y empezaron a extenderse por el sur de la península.
 Casas sumergidas, coches arrastrados, carreteras inutilizadas. 
La devastación material, en las primeras horas, fue grande, pero los daños humanos parecían haberse minimizado en comparación con otras catástrofes.
 No fue casual.
En previsión del golpe, el cuarto Estado más poblado de la nación (21 millones de habitantes) había emprendido una gigantesca operación de evacuación y acogida.
 En los días y horas previos, la Guardia Nacional fue movilizada, más de seis millones de personas habían sido conminadas a que abandonasen sus hogares y a decenas de miles se les dio techo en 393 refugios públicos. 
Todo ello ayudó.
 Pero cuando Irma se abalanzó definitivamente sobre Florida, la capacidad de maniobra se volvió escasa, casi nula.
 La suerte estaba echada.
 Era la hora de los elementos.

El archipiélago de los Cayos fue el primero en recibir el ataque. Con un largo historial de huracanes y desastres, el último en 1998, su exposición a los vientos y al aumento del nivel del mar le hicieron una víctima perfecta.
 La subida de las aguas inundó los islotes y dejó la consabida estela de destrucción. Estados Unidos, que durante días ha seguido con una mezcla de terror y pasión el avance del huracán, empezó a removerse en la silla. 
Las imágenes de desbordamientos masivos y paraísos rotos ametrallaron las redes sociales y las televisiones. 
“Se ha tratado de una situación extremadamente peligrosa y potencialmente letal”, indicó el Servicio Meteorológico Nacional.
Tras dejar atrás lentamente los Cayos, el huracán se encaminó hacia la costa oeste.
 Miami, al oriente, se había librado de ser el punto de impacto. Como zona más densamente poblada de Florida, un ataque frontal podría haber significado un Armagedón.
 Eso no ocurrió. 
Pero tampoco vino la paz.
 Una vez fuera del rumbo de colisión, la ciudad también se sumergió en una pesadilla. 
Las ráfagas de viento llegaron a alcanzar los 160 kilómetros por hora y las aguas de su espléndida costa rompieron en innumerables puntos las barreras de contención. 
Hubo apagones, cayeron grúas desde rascacielos y muchas calles se volvieron inmensos canales. 
Nadie podía salir y hasta la policía dejó de prestar servicio ante la fuerza de los vientos.
 Gris y azotada, Miami parecía una ciudad en retirada.

Irma
Trayectoria proyectada del huracán Irma.
“El huracán está siendo malo, muy malo, como esperábamos, pero no terrible.
 Para nosotros, el peligro es que pueda haber algún tornado”, contaba Juan Castillo, ingeniero estadounidense. 
Refugiado en su casa con diez miembros de su familia, dedicó el día a leer y ver la televisión. Aunque sin bajar la guardia: “Hasta que no pase del todo, no se puede dar por acabado”.

Aún más inestable parecía el frente occidental. 
Una franja costera hacia la que se dirigía Irma y donde se alternan largas y opulentas urbanizaciones con zonas ocupadas por inmigrantes dedicados al campo y la construcción. 
En este avance, el huracán tomó tierra en Marco Island y amenazó dos puntos sensibles. 
El primero correspondía a la ciudad de Naples, en cuyo anillo metropolitano residen miles de jubilados.
 Y el segundo era Tampa y su área de influencia: más de cuatro millones de habitantes.
El temor en esta zona era que Irma elevase el nivel del mar hasta cuatro metros y dejase las casas de playa bajo el agua. 
Un escenario terrible que podía traer consigo la tragedia y dejar sin hogar a miles de familias que no han asegurado sus viviendas.
“Mi casa vale más que cualquier indemnización millonaria, muchacho. 
 Yo soy esa casa y no puedo permitirme perderla”, decía Peter Akey, de 64 años, bronceado y con el pelo de color plata. 
También andaban preocupados por los efectos de la tormenta John Flaherty, de 75 años, y su esposa Joanne. 
Esta pareja de jubilados de Boston posee una vivienda en Naples y tiene un pequeño bote en el puerto.
 Ante el huracán salieron de casa a toda velocidad y se fueron a un hotel con lo que ellos consideraban básico.
“Unas chanclas, mi esmoquin negro y suficiente vino para sobrevivir. 
A ver si el de arriba se levanta por la mañana y decide salvar mi botecito del ojo del huracán”, bromeaba John.
 Un tono muy distinto mostró Daniel Castellano.
 Este hondureño de 19 años había ido a Naples en bicicleta en busca de comida enlatada.
 En su casa, no había alimentos suficientes si el temporal se alargaba. 
“Estoy un poco nervioso. Viniendo para acá aguante hambre, desvelos y gangas [bandas criminales], pero no sé, quién sabe si puede que este huracán sea hasta más tremendo que aquello”, decía.
Finalmente, tras una semana explosiva, Irma redujo su potencia. Nacido a finales de agosto frente a Cabo Verde, el huracán alcanzó el miércoles pasado las Antillas. 
Con vientos de 295 kilómetros, sostenidos durante más de 33 horas, superó cualquier registro anterior, incluido el tifón Haiyan en 2013 en Filipinas, y se mostró ante el mundo como un fenómeno mortífero.
 En su irrupción en el Caribe devastó lo que encontró a su paso y, después de machacar Cuba, enfiló hacia Florida.

Pese a este debilitamiento, en su camino hacia el norte aún puede causar daño.
 Sus vientos de 175 kilómetros son por hora una amenaza.
 En Florida nadie ha dado por terminada la batalla.
 Y Georgia, Alabama, Carolina del Norte y Carolina del Sur mantenían este domingo el estado de emergencia.
Las dudas todavía son muchas y ni siquiera se conoce cuál ha sido el alcance de los daños ocasionados.
 Las medidas preventivas fueron múltiples y las alertas intensas.
 El objetivo prioritario ha sido que el coste en vidas humanas sea menor que en otras catástrofes similares.
 Con Andrew, en 1992, fallecieron 65 personas, se perdieron 65.000 viviendas y los daños superaron los 26.000 millones de dólares.
 El balance de Irma, que mantiene su actividad este lunes, aún tardará.
 Pero nadie ha dejado de considerarla una amenaza.

 

10 sept 2017

“Hay apegos sanos o insanos”................................... Elvira Lindo

El psiquiatra Diego Figuera cree que lo que somos está marcado por la forma en que nos criaron en la infancia.

Diego Figueras, en Madrid.
Diego Figueras, en Madrid. EL PAÍS
El psiquiatra Diego Figuera sale del Hospital de Día de Ponzano (Madrid) rodeado de pacientes y familias. 
Hay besos, abrazos, se respira camaradería.
 Hoy es la primera sesión interfamiliar después del verano.
 Se trata de unos encuentros que Figuera pergeñó para que sus enfermos pudieran aprender del comportamiento de los otros. 
Y aprenden. Descargan angustia. 
Se sienten menos solos.
 Aun siendo siempre discutida por sectores más ortodoxos de la psiquiatría esta manera comunitaria y afectiva de entender la profesión a Diego Figuera le funciona.
 El año pasado el Ayuntamiento de Madrid le concedió la Medalla de la Ciudad en reconocimiento a una labor en la que vuelca el conocimiento científico que le inculcó su padre (el primer cirujano que realizó un trasplante de corazón en España) y una actitud creativa que aprendió de su madre, pintora.
 Figuera entiende que mucho de lo que somos está marcado por la manera en que fuimos criados, por el apego, ese término usado no siempre de la manera más sensata, pero que él nos explica con la pasión y la claridad de quien disfruta a diario de su profesión.
Apego es un término que definió el psicoanalista y psiquiatra John Bowlby, que analizó las carencias de los niños huérfanos de la II Guerra Mundial. 
Se dio cuenta Bowlby de que necesitamos a unas figuras que nos cuiden, fundamentalmente, para tener seguridad.
 Cuando somos muy pequeños, seguridad física, algo que nos viene de la evolución de las especies, porque apego tienen también los animales.
 Nacemos inválidos, indefensos, ante los depredadores.
 Bowlby afirmó que nuestra necesidad de apego no es secundaria a la alimentación, como hasta el momento defendían los psicoanalistas.
 Si estamos inseguros en la crianza no aprendemos bien porque andamos siempre con las señales de peligro encendidas.
 La relación de cuidados físicos, emocionales y mentales va cambiando en las fases del desarrollo.
 Un apego seguro se suele considerar terminado en el año y medio. Por eso, hoy en día, se considera tan importante un permiso de maternidad y paternidad como mínimo de un año.
-El apego es una necesidad básica determinada por la especie. Necesitamos cariño, sostén y alimentación. 
En función de cómo sean esos cuidados salimos con resistencia a la adversidad o con vulnerabilidad, lo cual es un factor de riesgo muy importante en cuanto a la posibilidad de padecer enfermedades mentales a partir de la adolescencia.
-Hay apegos sanos o insanos.
 El apego seguro es el que nos hace resilientes.
 No significa que estemos todo el día pegados al niño.
 Al contrario, hay que promover su autonomía según las fases; en cada edad el niño necesita un tipo de relación afectiva, cognitiva y conductual distinta. 
Si nos pasamos de listos o de cortos nos vamos a apegos inseguros. Por ejemplo, la sobreprotección da un apego inseguro y con menos resistencia a la adversidad. 
Es el mal de la sociedad moderna.
-Los trastornos de personalidad están íntimamente relacionados con nuestra forma de vida. 
El estilo de crianza influye enormemente.
 Si a un niño se le cría en un apego seguro la probabilidad de tener enfermedades mentales es baja, en general.
 


-Un apego sano promueve la autonomía personal. 
En cada momento tenemos que estar separados un poco de nuestros hijos para que exploren, para que se relacionen con el mundo.
 El exceso de preocupación se relaciona con el trastorno límite de la personalidad.
 En crianzas muy sobreprotectoras los hijos hacen rupturas muy fuertes con los padres en la adolescencia, los castigan.
-Hoy en día ya no separamos lo biológico de lo psicológico, está interrelacionado de manera compleja. 
Lo biológico parece que a los psiquiatras nos daba tradicionalmente nuestra entidad como médicos, pero hoy en día creemos que el psiquiatra debe ser alguien más polifacético, tener más intereses, de la filosofía, de la psicología, de la etología, de la neurociencia.
-El otro apego que favorece el trastorno mental es el apego inseguro, evitativo, que es todo lo contrario, el de unos padres excesivamente despegados.
 Se ha dado mucho en las educaciones británicas.
 El niño se separa desde muy joven, y lo importante es la rectitud. Es un apego que se relaciona con figuras paternas muy potentes. Tiende más a dar vulnerabilidad a la psicosis, porque te enseñan a fiarte solo de ti mismo, a pensar que vives en un mundo hostil, persecutorio, que mostrar afectos es de blandos, y hay que ser individualista, hay que triunfar. 
Son trastornos más cercanos al narcisismo.
-Y lo más tóxico de todo es la ausencia de las relaciones de apego. Lo que llamamos el apego desorganizado.
 Malos tratos, abusos, violencia física, orfanatos duros. 
Esos chicos muestran patologías desde muy pequeños. Son niños muy psicopáticos, los que torturan al gato, que maltratan a otros niños. Si no hay apego, no hay empatía.
-Un apego sano promueve la autonomía personal.
 En cada momento tenemos que estar separados un poco de nuestros hijos para que exploren, para que se relacionen con el mundo. 
El exceso de preocupación se relaciona con el trastorno límite de la personalidad.
 En crianzas muy sobreprotectoras los hijos hacen rupturas muy fuertes con los padres en la adolescencia, los castigan.

-Nunca recomiendo a un enfermo sólo la medicación.
 La medicación, esto es importante dejarlo claro, está basada en síntomas, no en el diagnóstico de una enfermedad. 
Tenemos medicinas para síntomas, pero no curan. 
Eso provoca una gran confusión. Lo más peligroso para un enfermo es dejar de tomar una medicación de golpe.
-La mayoría de nuestros pacientes vienen con su familia, padres, hermanos, todos en tropel.
 España es muy gregaria. En Estados Unidos, no, allí van solos. Aquí la lucha de los familiares es por afán de participar, porque la psiquiatría española les da muy poco espacio. 
Al principio, los pacientes quieren estar solos en consulta, a partir de ahí vamos negociando y tratamos de cambiar las ideas preconcebidas de lo que es peor o mejor.
 Les convences de que es más eficaz estudiar su problema en relación al entorno familiar.
-Cuando un paciente acepta estar en un grupo de terapia con más familias es porque quiere aprender.
 Tú vas viendo los cambios que experimentan. En la vida se aprende mucho a través del otro. 
Muchos asistentes no hablan, pero sabes que se están transformando. 
Luego te lo dicen: me sirve mucho aunque no me atreva a hablar.
 Y es que el cerebro aprende por imitación.

-Creemos que los enfermos mentales son potencialmente peligrosos porque son imprevisibles y nos hacen estar alerta. 
Pero estadísticamente sabemos que estos pacientes tienen un índice de delitos mucho menor que la población general. 
Los terroristas no están locos, no.
 De hecho, no se les suele aceptar en grupos sectarios de este tipo porque no se fían de ellos.
 Probablemente son inmaduros, inadaptados, pero no es locura.
-Nosotros luchamos para trabajar en comunidad y poner en segundo lugar la medicación.
 Lo hacemos unidos a los movimientos de desmedicalización de los propios pacientes, que reivindican que no están enfermos sino que tienen síntomas, porque en la vida lo importante es la funcionalidad: si funcionas, no eres un enfermo.
 Pero nos alerta el aumento enorme de la psiquiatría cosmética, promocionada por la industria, por la impaciencia, más por su efecto de droga de la felicidad.
 Queremos evitar insomnios, fobias, miedos, y vamos a lo fácil, pero esas dificultades se tratan mejor con terapia. 
La medicación es un gran mal de nuestro tiempo.
 Aceptamos una sociedad medicalizada para alcanzar el máximo de nuestro rendimiento y acabamos siendo esclavos.
 Necesitamos drogas, siempre se han necesitado, pero ahora tratamos de borrar cualquier contratiempo.
 Lo que pretende nuestro equipo es ser flexible y creativo: hacemos una amalgama de tratamientos, mezclando aspectos del psicoanálisis con terapias puntuales cognitivas;
 estudiamos las necesidades sociales o económicas o buscamos mini residencias cuando la vida en las casas es tóxica.
 Lo básico es la psiquiatría comunitaria, de barrio, en la cual impliquemos a la sociedad lo máximo posible. Queremos salir de los lugares psiquiátricos, preferimos los centros de salud mental primaria al hospital; desearíamos tener accesibilidad a bibliotecas, asociaciones de vecinos... para demostrar que nuestros pacientes están mejor de lo que parece.
 Instamos a familias y pacientes a ser dueños de su tratamiento y nosotros les hacemos sugerencias.
 En España estamos muy atrasados en la participación activa del usuario, porque el modelo de psiquiatra ha sido el de "usted cállese y yo le voy a decir lo que tiene que hacer". 
Ya no, nuestro trabajo es artesano, cada historia nos lleva a adaptarnos a la necesidad del paciente.
 Y no hemos tenido presiones de la administración, ¿por qué? Porque venimos demostrando que somos eficaces.
 Yo tengo la obligación de cumplir unos objetivos de gestión clínica y quien nos supervisa ve que por paciente y año hemos disminuido a un ochenta por ciento los ingresos, disminuido el consumo de fármacos otro ochenta por ciento, las bajas laborales son mínimas, ve que no ha habido agresiones, que no hay recaídas.
 Al final sale más barato y es más eficiente.
 La psicosis siempre se ha mantenido como la enfermedad mental por excelencia, anda siempre entre el 1 al 2 por ciento. 
Pero han ido aumentando los trastornos de la personalidad y hoy en día ocupan un rango entre el 4 y el 5 por ciento.
 Pienso que tiene que ver con que criamos a nuestros hijos de manera insegura, con mucha más permisividad hacia consumos de tóxicos y en situaciones muy caóticas que son poco eficientes para que los chicos sean autónomos.
 Hay un cambio muy brusco de la sobreprotección a pedirle de pronto a un hijo que sea un tío genial, porque "es lo que me debes teniendo en cuenta lo que he hecho por ti".
 Y ahí los jóvenes se rompen.
-Yo suelo dibujar un vaso a mis familias para explicar los factores que influyen en la enfermedad mental: en la base está lo biológico, ese tanto por ciento que nos deja una herencia genética; después, la crianza, hay crianzas seguras que disminuyen la probabilidad de una herencia biológica y son un favor de resistencia a la adversidad; 
luego, la adolescencia, cuando se fragua la personalidad; más arriba, el consumo de tóxicos, que cambia la bioquímica cerebral y la manera en que nos relacionamos con el mundo; por encima, los aspectos sociales, la pobreza, por ejemplo, que es un factor de riesgo para la psicosis, y luego, el trauma.
 La capacidad para superar un trauma está muy relacionada con el apego que hemos tenido.
 Si pierdes a tu padre pero tienes unas relaciones seguras que te permiten disolver el trauma, lo vivirás mejor.
 Por último, está cómo manejamos el estrés cotidiano. 
Un chico o una chica a los que les fallen varios de estos factores, que están interrelacionados, con un fracaso amoroso se vienen abajo.
-Los países pobres tienen menos incidencia de enfermedad mental y la viven de una manera más adaptativa, sin embargo, los pobres o los inmigrantes de un país desarrollado están sometidos a unas exigencias cotidianas muy fuertes que los hacen sin duda más vulnerables.
 En la enfermedad mental todo cuenta.
La conversación se hace corta porque, inevitablemente, escuchando al doctor Figuera uno cree vislumbrar muchas claves de la relación que mantuvimos con nuestros padres o de la que hoy tenemos con nuestros hijos.


 

Gabrielle, un perfume de Chanel no solo apto para 'millennials'

Chanel inaugura una nueva era en su perfumería con una fragancia misteriosa que se define tanto por lo que es como por lo que no y que aspira a convertirse en icono.

Si hay algo difícil de conseguir a través de la escritura, es describir con precisión un olor. ¿Qué puede esperar de Gabrielle, el nuevo perfume de Chanel?

• NO ES UNA FRAGANCIA PARA ‘MILLENNIALS’

Aunque su imagen es Kristen Stewart, la actriz que representa a esa generación mejor que ninguna otra, desde la casa insisten en que el público al que se dirigen no es necesariamente joven.

NO ES UNA INCORPORACIÓN PASAJERA AL CATÁLOGO DE LA ‘MAISON’

Gabrielle es el lanzamiento más importante de Chanel en las últimas dos décadas y por eso se inspira en la etapa más desconocida de la vida de la diseñadora: aquella en la que aún no había comenzado a usar su nombre artístico y no era una celebridad en París.

• NO ES UNA PROPUESTA FÁCIL

La fragancia marca el inicio de una nueva era en el departamento de perfumería de la casa de la camelia, pero en ningún caso se trata de un giro comercial. 
Desde que heredase el cetro de su padre, el nariz Olivier Polge ha respetado en la medida de lo posible el legado recibido.
 Esta vez no ha sido menos. Gabrielle no es un perfume para todos los gustos y eso es lo que le hace cien por cien Chanel.

• ES UNA FRAGANCIA FLORAL

La idea de Polge era crear una nueva flor a través de cuatro flores blancas: el ylang ylang, el nardo, el jazmín y la flor de azahar.
 El resultado es sorprendentemente afrutado.

• ES UN FETICHE

El frasco ha sido concebido como un resumen de todas las botellas más icónicas de la maison.
 El cristal de roca de su cuerpo y el color oro lamé del tapón son un homenaje a la alta cultura.

• ES UNA CAMPAÑA ESPECTACULAR

No solo por la actriz escogida para protagonizarla, que interpreta a una mujer que intenta escapar de los límites de su propia consciencia rompiendo muros (una metáfora que representa la transformación de Gabrielle en Coco), también por la épica música, que corre a cargo de Beyoncé. Supere eso.

Gabrielle Chanel 
Además de cuatro flores blancas, Olivier Polge ha añadido a este jugo grosella negra, cáscara de mandarina, madera de sándalo y un toque de pomelo.

 
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Ken Follett: “En el siglo XVI, España era el matón del barrio: grande y malo”

El escritor británico publica 'Una columna de fuego', de la saga que inició 'Los pilares de la tierra'.

Ken Follet, en el castillo del Lago Leven, en Escocia. En el vídeo, la entrevista.

 

En 1989, Ken Follett (Cardiff, 1949) reventó el mercado editorial con uno de los libros que más viene a la mente cuando se pronuncia el término best-seller: Los pilares de la tierra, sobre la construcción de una catedral durante el paso del románico al gótico en el siglo XII.
 28 años, trece novelas y muchos millones de libras después, el escritor británico publica ahora Una columna de fuego, tercer libro de la saga que ya había retomado en 2007 con Un mundo sin fin.
La nueva novela, que llega a las librerías el próximo martes, salta a los siglos XVI y XVII para entremezclar personajes reales e inventados durante las guerras de religión que fracturaron Europa. La acción transcurre a través de casi mil páginas por París, Sevilla, Bruselas, Londres, Amberes, la isla La Española y, por supuesto, Kingsbridge, la localidad inglesa ficticia presente en toda la saga. Es, a la vez, una historia de amor entre un protestante, Ned, y una católica, Margery, y una trama de espionaje inspirada en la creación por la reina Isabel I del primer servicio secreto de Inglaterra, dedicado a desmantelar las tramas internacionales para reinstaurar por la fuerza un monarca católico al otro lado del Canal de la Mancha. 
Una columna de fuego es además una suerte de homenaje a quienes lucharon por la tolerancia religiosa en una época en la que era normal matar al que profesaba una fe distinta, explica Follett a EL PAÍS en una entrevista la semana pasada en Edimburgo en la que también habla de Felipe II (que no sale muy bien parado); de cómo vive el éxito y las críticas; 
de su educación evangélica puritana; del Brexit (“un error terrible”) y de sus profundas diferencias con Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista, al que pertenece.
Pregunta. ¿Por qué sintió la necesidad de retomar la saga casi tres décadas después del primer libro?
Respuesta. Me gusta Kingsbridge.
 Y a los lectores también. Cuando inventé esta ciudad para Los pilares de la tierra ni siquiera pensé que el libro fuese a ser un éxito ni que fuese a haber dos secuelas.
 Kingsbridge ha pasado a simbolizar Inglaterra y es muy útil desde el punto de vista literario, porque permite ver los cambios que ha experimentado Inglaterra, e incluso Europa, a lo largo de los siglos.
P. ¿En qué ha cambiado, como persona y como escritor, desde que publicara hace casi tres décadas Los pilares de la tierra?
R. No creo haber cambiado mucho como persona o como escritor. Mis objetivos cuando escribo sigue siendo los mismos: una historia que atrape al lector, que se desespere por saber qué pasa a continuación.
 Para mí, eso es lo que se supone que tiene que hacer una novela. Soy consciente de que hay muchas otras teorías al respecto, pero esa es la mía.
P. Decía usted en la presentación que “Una columna de fuego” es un libro sobre la tolerancia…
R. Está ambientado en las guerras de religión, pero no es un libro sobre religión. 
Hoy a muy poca gente le importa la diferencia entre un católico y un protestante.
 La mayoría se inclina por decir: todos rendimos culto al mismo dios, las diferencias no importan... Lo que se valora ahora, y empezó a importar en el siglo XVI, es la idea de tolerancia religiosa.
 La gente la ansiaba. Los protestantes hablaron mucho sobre libertad de culto. 
A veces, cuando se convirtieron en mayoría, perdieron interés en la tolerancia y comenzaron a matar católicos.
 Los protestantes no son mejores que los católicos, y viceversa. Todos estaban bastante dispuestos a matarse unos a otros. 
Y los héroes de mi historia son aquellos que dicen: matar a gente por sus creencias está mal.
 Cuando lo digo parece un cliché, pero en el siglo XVI era una idea muy radical por la que uno podía ser ejecutado. 
Trágicamente todavía hay gente que considera una obligación matar a gente por tener la religión equivocada.
 No ha terminado. Y creo que es interesante preguntar: ¿qué mueve a la persona que dice 'voy a matar a esta gente porque reza a un dios incorrecto'?
 Porque las peleas sobre religión no son nunca sobre religión.
 Son también sobre poder y dinero.
 Así que me pareció interesante explorar en Una columna de fuego esa red poder-dinero-religión.
P. ¿Escribió pensando en establecer una comparación entre el siglo XVI y la situación actual?
Estaba todo el tiempo en mi mente la resonancia de la historia del siglo XVI en los periódicos de hoy en día, pero no vi necesidad de hacer comparaciones específicas.
R. ¿Y una oda a la tolerancia religiosa no tiene algo de venganza freudiana contra la educación (fundamentalista cristiana) que recibió de sus padres?
Toda mi familia era muy dogmática con la religión.
 Me rebelé contra ello en cuanto fui lo suficientemente maduro y lo he continuado haciendo, porque no seguí el tipo de vida que les hubiera gustado.
 No he sido un cristiano evangélico, por racionalidad y porque no tengo una personalidad puritana. 
Una vida de autoprivación no va nada conmigo. 
No me privo de los placeres de la mesa. 
Mis padres estaban orgullosos de mi éxito y de mí, pero no les gustaba que hubiese sexo o tacos en mis libros.
 Mi madre solía leer la versión de Reader´s Digest, en la que se quitan ambas cosas.

P. En Una columna de fuego la España de Felipe II aparece retratada como un país que estaba en lo que hoy llamaríamos el “lado malo de la Historia”
R. Un escritor británico no va a admirar a un rey español que trató de matar a la reina inglesa (sonríe). 
Es difícil amar al rey Felipe II, ¿no?... Sintió que tenía el derecho de imponer su voluntad sobre toda Europa.
 No es algo inusual que lo crean reyes o incluso presidentes. Y si pensamos en EE UU tiene la Doctrina Monroe, que significa básicamente 'somos los jefes y hacemos lo que queremos'. 
No es inusual, pero, claro, hay un conflicto. España en el siglo XVI era el matón del barrio: grande y malo, un poco como EE UU en Vietnam.
 Y nunca te alineas con el abusón, ¿no?, sino con el abusado.
 El rey de España fue un tipo malo. Bueno, no sé si lo era realmente, pero había una oportunidad para España en el siglo XVI de industrializarse y convertirse en una gran nación comercial y manufacturera. 
Y no se hizo. 
Todo ese dinero se gastó en cañones y navíos de guerra para combatir. 
 Fue en cierto modo un monarca no muy sensato. 
Después de haber sido terriblemente rica en el siglo XVI, España fue cuesta abajo y en el siglo XX era como un país del tercer mundo.
P. ¿Cómo lleva el éxito?
No hay nada duro en tener éxito. Me produce una profunda satisfacción escribir.
 Diseñar la historia, investigar, crear los personajes, pensar en el suspense y cómo lo va a seguir el lector.
 Si hubiese nacido en la URSS y, en vez de haber sido bien recompensado, hubiera recibido un salario como el de todo el mundo, también me habría gustado. 
Si hubiese escrito novelas, o quizás guiones de televisión, que millones de personas disfrutasen, habría sido un hombre feliz, aunque quizás era difícil ser feliz en la Unión Soviética y habría tenido problemas por mis ideas políticas. 
Dicho esto, también disfruto de ganar mucho dinero y gastármelo en las cosas que me gustan: coches, buena comida, buen vino... todo lo que el dinero puede comprar.
 Y me satisface mucho cuando voy por la calle y alguien me pregunta: "Eres Ken Follett, ¿no? Solo quería decirte que disfruto mucho tus libros".
R. ¿Cómo vive las críticas de que lo que escribe no es alta cultura?
Tienen razón. 
Mi obra no es intelectual. Y no me importa que alguien lo diga. Haré una comparación. 
Cuando se va a un concierto de música, algunas personas admiran la técnica del violinista. 
Pero la mayoría va por las canciones. Así que un enfoque intelectual es casi técnico, mirar la cosa de forma analítica.
 Y no es la forma en que la gente lee mis libros. 
Disfrutan de las canciones, de la historia. 
La literatura intelectual a menudo no tiene una historia.
 Y eso está bien para la gente que le guste, y yo mismo la leo bastante a menudo.
 Así que si la gente dice 'la obra de Ken Follett no es intelectual', yo digo 'tienen toda la razón, no lo es'.

Soy mainstream. 
 Esto es el mainstream. 
Este es el tipo de historia que quiere la mayoría de las millones de personas del mundo, y también en el pasado, que han disfrutado de las novelas.
 Y luego hay otra gente que puede buscar algo que llamaría escritura bonita o conocimiento psicológico profundo o humor.
 Hay todo tipo de satisfacciones que la gente obtiene de las novelas, pero que la novela te absorba es lo que más gente quiere, lo que yo hago y lo que casi todos los novelistas han hecho siempre.
P. Pero, ¿se siente infravalorado como escritor por el hecho de vender mucho?
Estoy tan recompensado por lo que hago que realmente no tengo quejas. 
¿Reconocimiento? No está en mis planes. Lo que me preocupa es: ¿Le gusta mi libro a la gente? ¿Tanto como el anterior?... Pero, ¿qué alguien diga ‘Follett es un genio’? Eso no me preocupa. Realmente no me importa.

R. Pasando a la política, ¿cómo ve el futuro de su país tras el Brexit?
Yo estaba contra el Brexit.
 Creo que es un error terrible. Pero visto que tenemos que hacer algo, espero lo que llamaría la opción noruega, que es quedarse en el mercado único pero no estar en la UE. 
Creo que es la mejor opción para nosotros, la que causaría menos daño económico, y en cierto modo es buena para la UE, porque [la canciller alemana, Angela] Merkel y [el presidente francés, Emmanuel] Macron quieren hacer avanzar la UE y todo el tiempo tienen a los británicos frenando a Europa.
P. Bruselas no parece tan dispuesta a eso...
¿Por qué tendría? Reino Unido es como un marido que dice a su mujer 'me voy a divorciar de ti', pero quiero ver a los niños cuando quiera y de vez en cuando pasar juntos un fin de semana de sexo. (ríe) Y, por supuesto, la mujer dice: "¡Vete de aquí!"

R. ¿Qué le pareció la postura sobre el Brexit del líder laborista, Jeremy Corbyn?
Barbara [su esposa, exdiputada laborista] y yo conocemos a Jeremy Corbyn y pensé que era inofensivo.
 Eso era antes de convertirse en líder del partido. Jeremy cree en todo lo que yo creía en 1965.
 No ha cambiado desde entonces. Yo sí. Todavía soy un miembro del Partido Laborista y me resulta muy difícil tener tantos desacuerdos con el hombre que ahora lidera mi partido. 
Todo lo que puedo hacer es esperar a ver qué pasa: no va a ser el líder siempre.