Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

1 sept 2017

Siete días horribles de Isabel II


Lady Di
Corbys via Getty Images
 
Diana de Gales murió un 31 de agosto de 1997. 
En vida le había lanzado un enorme órdago a la corona británica. 
No se calló al sentirse humillada por su marido y pidió el divorcio, que logró en 1996.
 Y si viva y libre Lady Di fue ya incomoda para su familia política, muerta iba resquebrajar los cimientos de la monarquía.
 Diana obligó a toda una reina de Inglaterra a mostrar sus sentimientos y enfrentarse a la creciente ira de sus súbditos, que por un breve instante quisieron verla abdicar. Este es el recuento de aquellos siete días de 1997 a través de los ojos de los corresponsales y enviados especiales de EL PAÍS, que contaron todos los detalles de una semana agónica para Isabel II. 
 

01/09/97: No habrá funeral de Estado

Siete días horribles de Isabel II
AFP
Dos días después de la muerte de Lady Di, la casa de Windsor y el Gobierno de Tony Blair deciden que se la enterrará con solemnidad, pero sin pompa. 
Misa en la abadía de Westminster y entierro privado.
 No habrá ni funeral de Estado -el que recibió Winston Churchill- ni funeral real.
Pero si bien Diana ya no era reconocida como "su alteza real" y el antagonismo entre ella y los Windsor abrió una brecha irreparable, la divorciada princesa de Gales seguía siendo, como madre de Guillermo, el heredero de la corona, una figura emblemática de primer orden.
 La Reina permitió sólo una anomalía: al repatriar el ataúd de París, iba cubierto con el estandarte real, algo reservado solo para la corona y sus familiares directos. Sin embargo, los ramos se amontonan a las puertas del palacio de Kensington, donde vivía Diana tras su divorcio. El pueblo no olvida.

03/09/97: Ira popular

Siete días horribles de Isabel II
Corbis
La discreta ceremonia no podrá serlo. 
Las muestras de indignación popular llevan a la Reina a ampliar el recorrido del cortejo fúnebre para que pueda verlo más gente desde la capilla de St. James a la abadía de Westminster.
 "Estamos complacidos por estos nuevos arreglos", declaró un portavoz del Gobierno de Tony Blair, que, según fuentes políticas, realizó intensas gestiones para vencer la renuencia de Buckingham a modificar el plan original.
Pero la Reina aún tiene reservas.  
Palacio se abstenía hasta la noche previa de confirmar si la reina Isabel asistiría a la ceremonia de Westminster. 
El diario popular The Sun criticó a la Familia Real exhortándola a que demuestre "dónde está el corazón de los Windsor". 
"No ha salido una sola palabra de los labios reales, no se ha derramado una sola lágrima en público... Es como si nadie en la Familia Real tuviera alma".
También se debatía si Elton John, amigo de Diana a quien la princesa consoló cuando lloró durante el funeral de Gianni Versace, debería o no entonar un himno en el funeral. 
De hecho, la corona ni siquiera sabe si permitirá a los dos hijos de Diana acompañar al féretro.  

04/09/97: Poca emoción real

Siete días horribles de Isabel II
Getty Images
Finalmente, la familia real decide mostrar emoción. Primero: Andrés, duque de York, y el Príncipe Eduardo visitan el lugar donde los británicos han depositado miles de flores en señal de dolor en Londres y la multitud les increpa.
 Segundo: la Reina acude a una pequeña ceremonia religiosa en Escocia con su marido Felipe, su hijo Carlos y sus dos nietos.
 Tercero: la Reina cancela, por fin, sus vacaciones y se dirige a Londres.
De camino, Isabel II acepta que haya famosos en el funeral y que Elton John cante su éxito Candle in the wind, que compuso para Marilyn Monroe y que adapta ahora para Diana despidiéndola como "la rosa de Inglaterra". 
Sin embargo: hasta la fecha, la Casa Real sólo ha emitido dos comunicados expresando dolor pero sin mencionar a Diana. 
Y la bandera no ondea a media asta en Buckingham, algo que molesta a los londinenses

05/09/97: "La reina daba pena"

Siete días horribles de Isabel II
Finalmente, Isabel II se dirige a la nación en un discurso televisado que se recordará siempre. 
En un mensaje personal de tres minutos, el primero en directo de su vida, elogió reiteradamente a Diana, mencionándola al fin por su nombre de pila.
 La soberana describió a la Princesa de Gales como "un ser humano excepcional" al que, dijo, "admiré y respeté por su energía, aliento y, sobre todo por su devoción a sus hijos". 
Otro elemento que dio carácter extraordinario a su mensaje fue el hecho de que jamás había empleado expresiones tan personales como aquella admisión de que hablaba a sus súbditos no sólo como reina sino también como abuela y que lo hacía "de corazón". 
 Eligió, para mayor efecto, un trasfondo espectacular.
 De espaldas a un ventanal abierto se podía ver a la multitud de dolientes que ayer continuaban colocando ramos de flores, tarjetas, globos y animales de peluche a las puertas de la residencia real. 
Poco antes, vestida íntegramente de negro y acompañada de su marido, el Príncipe Felipe, había salido brevemente de Buckingham para inspeccionar el mar de flores a las puertas de su residencia.
 Luego se aproximó a la multitud y con expresión triste y serena aceptó algunos ramos de flores que entregaba luego a sus secretarios.
Kay Foulger, un ama de casa de Cumbernauld (Escocia), le dijo: 
 "Majestad, es usted muy valiente de venir a vernos. Se lo agradecemos". 
 Foulger declaró más tarde: "La reina estaba al borde de las lágrimas. Sus ojos estaban enrojecidos". 
"La reina daba pena", comentó por su parte Joan Walker, otra señora de 65 años que le extendió la mano a Isabel II.
La bandera de Buckinkgham, finalmente, sí ondearía a media asta.
 Isabel ordenó que el estandarte real del palacio de Buckingham fuera temporalmente reemplazado por la bandera británica y que fuera arriado hasta medio mástil. 

06/09/97: La corona se rinde ante Diana

Siete días horribles de Isabel II
Getty Images
En principio, se pensaba que 100.000 personas acompañarían a Diana en su último viaje.
 Al final fueron dos millones.
 Sus hijos y su exmarido acompañaron el féretro hasta la abadía de Westminster.
 Allí, 2.000 invitados presididos por la reina Isabel II escucharon una diatriba contra la prensa a cargo del conde Spencer, hermano de Diana, palabras emocionadas del primer ministro Tony Blair y el triste estreno del Goodbye, England's Rose de Elton John. 
Sentados en primera fila, el príncipe Carlos, exmarido de Diana, y sus dos hijos, Guillermo, de 15 años, y Enrique de 12, fueron los primeros en depositar lirios blancos al pie del catafalco azul sobre el que descansaba el ataúd cubierto con el estandarte de la realeza.
Más significativo fue un posterior gesto que dejó atónitos a muchos: la reina Isabel, en un gesto sin precedente en la historia de la corona, inclinó levemente la cabeza en señal de respeto hacia su controvertida exnuera.

La variedad de la concurrencia a la ceremonia en Westminster reflejó gráficamente la amplia gama le intereses de la princesa. 
 Artistas como Luciano Pavarotti y George Michael se codearon con personalidades como Hilary Clinton. Políticos como Blair se sentaron a metros de excompañeras de estudio de Diana.
 Pero ni siquiera sus más íntimos allegados pudieron acompañarla hasta la tumba. 
Los Spencer insistieron en un entierro privado y reservado al círculo más cercano de la familia.

Lady Di
Corbys via Getty Images
Diana de Gales murió un 31 de agosto de 1997. En vida le había lanzado un enorme órdago a la corona británica. No se calló al sentirse humillada por su marido y pidió el divorcio, que logró en 1996. Y si viva y libre Lady Di fue ya incomoda para su familia política, muerta iba resquebrajar los cimientos de la monarquía. Diana obligó a toda una reina de Inglaterra a mostrar sus sentimientos y enfrentarse a la creciente ira de sus súbditos, que por un breve instante quisieron verla abdicar. Este es el recuento de aquellos siete días de 1997 a través de los ojos de los corresponsales y enviados especiales de EL PAÍS, que contaron todos los detalles de una semana agónica para Isabel II.

01/09/97: No habrá funeral de Estado

Siete días horribles de Isabel II
AFP
Dos días después de la muerte de Lady Di, la casa de Windsor y el Gobierno de Tony Blair deciden que se la enterrará con solemnidad, pero sin pompa. Misa en la abadía de Westminster y entierro privado. No habrá ni funeral de Estado -el que recibió Winston Churchill- ni funeral real.
Pero si bien Diana ya no era reconocida como "su alteza real" y el antagonismo entre ella y los Windsor abrió una brecha irreparable, la divorciada princesa de Gales seguía siendo, como madre de Guillermo, el heredero de la corona, una figura emblemática de primer orden.
La Reina permitió sólo una anomalía: al repatriar el ataúd de París, iba cubierto con el estandarte real, algo reservado solo para la corona y sus familiares directos. Sin embargo, los ramos se amontonan a las puertas del palacio de Kensington, donde vivía Diana tras su divorcio. El pueblo no olvida.
Lee aquí la crónica de Juan Carlos Gumucio en Londres el 2 de septiembre de 1997.

03/09/97: Ira popular

Siete días horribles de Isabel II
Corbis
La discreta ceremonia no podrá serlo. Las muestras de indignación popular llevan a la Reina a ampliar el recorrido del cortejo fúnebre para que pueda verlo más gente desde la capilla de St. James a la abadía de Westminster. "Estamos complacidos por estos nuevos arreglos", declaró un portavoz del Gobierno de Tony Blair, que, según fuentes políticas, realizó intensas gestiones para vencer la renuencia de Buckingham a modificar el plan original.
Pero la Reina aún tiene reservas. Palacio se abstenía hasta la noche previa de confirmar si la reina Isabel asistiría a la ceremonia de Westminster. El diario popular The Sun criticó a la Familia Real exhortándola a que demuestre "dónde está el corazón de los Windsor". "No ha salido una sola palabra de los labios reales, no se ha derramado una sola lágrima en público... Es como si nadie en la Familia Real tuviera alma".
También se debatía si Elton John, amigo de Diana a quien la princesa consoló cuando lloró durante el funeral de Gianni Versace, debería o no entonar un himno en el funeral. De hecho, la corona ni siquiera sabe si permitirá a los dos hijos de Diana acompañar al féretro.
La Reina sigue de vacaciones en el castillo escocés de Balmoral.
Lee aquí la crónica de Juan Carlos Gumucio en Londres el 4 de septiembre de 1997.

04/09/97: Poca emoción real

Siete días horribles de Isabel II
Getty Images
Finalmente, la familia real decide mostrar emoción. Primero: Andrés, duque de York, y el Príncipe Eduardo visitan el lugar donde los británicos han depositado miles de flores en señal de dolor en Londres y la multitud les increpa. Segundo: la Reina acude a una pequeña ceremonia religiosa en Escocia con su marido Felipe, su hijo Carlos y sus dos nietos. Tercero: la Reina cancela, por fin, sus vacaciones y se dirige a Londres.
De camino, Isabel II acepta que haya famosos en el funeral y que Elton John cante su éxito Candle in the wind, que compuso para Marilyn Monroe y que adapta ahora para Diana despidiéndola como "la rosa de Inglaterra".
Sin embargo: hasta la fecha, la Casa Real sólo ha emitido dos comunicados expresando dolor pero sin mencionar a Diana. Y la bandera no ondea a media asta en Buckingham, algo que molesta a los londinenses.
Lee aquí la crónica sobre Isabel II de Juan Carlos Gumucio.
Lee aquí la crónica sobre Elton John

05/09/97: "La reina daba pena"

Siete días horribles de Isabel II
Finalmente, Isabel II se dirige a la nación en un discurso televisado que se recordará siempre. En un mensaje personal de tres minutos, el primero en directo de su vida, elogió reiteradamente a Diana, mencionándola al fin por su nombre de pila. La soberana describió a la Princesa de Gales como "un ser humano excepcional" al que, dijo, "admiré y respeté por su energía, aliento y, sobre todo por su devoción a sus hijos". 
Otro elemento que dio carácter extraordinario a su mensaje fue el hecho de que jamás había empleado expresiones tan personales como aquella admisión de que hablaba a sus súbditos no sólo como reina sino también como abuela y que lo hacía "de corazón". Eligió, para mayor efecto, un trasfondo espectacular. De espaldas a un ventanal abierto se podía ver a la multitud de dolientes que ayer continuaban colocando ramos de flores, tarjetas, globos y animales de peluche a las puertas de la residencia real. 
Poco antes, vestida íntegramente de negro y acompañada de su marido, el Príncipe Felipe, había salido brevemente de Buckingham para inspeccionar el mar de flores a las puertas de su residencia. Luego se aproximó a la multitud y con expresión triste y serena aceptó algunos ramos de flores que entregaba luego a sus secretarios.
Kay Foulger, un ama de casa de Cumbernauld (Escocia), le dijo: "Majestad, es usted muy valiente de venir a vernos. Se lo agradecemos". Foulger declaró más tarde: "La reina estaba al borde de las lágrimas. Sus ojos estaban enrojecidos". "La reina daba pena", comentó por su parte Joan Walker, otra señora de 65 años que le extendió la mano a Isabel II.
La bandera de Buckinkgham, finalmente, sí ondearía a media asta. Isabel ordenó que el estandarte real del palacio de Buckingham fuera temporalmente reemplazado por la bandera británica y que fuera arriado hasta medio mástil.
Lee la crónica sobre el estandarte de Buckingham.
Lee la crónica original sobre el discurso de la Reina. 

06/09/97: La corona se rinde ante Diana

Siete días horribles de Isabel II
Getty Images
En principio, se pensaba que 100.000 personas acompañarían a Diana en su último viaje. Al final fueron dos millones. Sus hijos y su exmarido acompañaron el féretro hasta la abadía de Westminster. Allí, 2.000 invitados presididos por la reina Isabel II escucharon una diatriba contra la prensa a cargo del conde Spencer, hermano de Diana, palabras emocionadas del primer ministro Tony Blair y el triste estreno del Goodbye, England's Rose de Elton John. Sentados en primera fila, el príncipe Carlos, exmarido de Diana, y sus dos hijos, Guillermo, de 15 años, y Enrique de 12, fueron los primeros en depositar lirios blancos al pie del catafalco azul sobre el que descansaba el ataúd cubierto con el estandarte de la realeza.
Más significativo fue un posterior gesto que dejó atónitos a muchos: la reina Isabel, en un gesto sin precedente en la historia de la corona, inclinó levemente la cabeza en señal de respeto hacia su controvertida exnuera.
La variedad de la concurrencia a la ceremonia en Westminster reflejó gráficamente la amplia gama le intereses de la princesa. Artistas como Luciano Pavarotti y George Michael se codearon con personalidades como Hilary Clinton. Políticos como Blair se sentaron a metros de excompañeras de estudio de Diana. Pero ni siquiera sus más íntimos allegados pudieron acompañarla hasta la tumba. Los Spencer insistieron en un entierro privado y reservado al círculo más cercano de la familia.
Lee la crónica sobre el funeral.
Lee aquí la crónica sobre la canción de Elton John.
Por Lola Galán (2007) Reportaje: Diana, una década después  



Por Manuel Rivas (1997)
Retrato de una princesa sobre un campo de minas

Siete días horribles de Isabel II
ESPECIAL: 20 años sin Lady Di 

El folklórico desprestigio del mensaje......................... Juan Cruz

A la Generalitat no le ha gustado que 'El Periódico de Catalunya' diera a conocer que los Mossos recibieron de la CIA el aviso de que en La Rambla podría haber un atentado.

 

El conseller de Interior de la Generalitat Joaquim Forn y del Mayor de los Mossos d'Esquadra Josep Lluís Trapero. Foto: Joan Sanchez. Vídeo: ATLAS
No gustan las noticias.
 Es un hecho. A veces, y esto es muy peligroso, tampoco gustan las advertencias.
 Por eso no gusta el periodismo: se desprecia, se menosprecia, se insulta.
 Para que calle.
 Lo retuercen con el objeto de hacerlo increíble. 
Dicen que miente para mentir ellos mejor.
 Pero el periodismo da noticias: esto pasó. 
También advierte: esto pasó y también pasó esto otro, o pudo haber pasado. 
Y pudo haber pasado por esto.
 Además, nos llegó por esta fuente y por esta otra.
 Eso es lo que no gusta: que se haya investigado, que sea honesta la verdad.
 A la Generalitat no le ha gustado que El Periódico de Catalunya diera a conocer un mensaje al que ha tenido acceso: los Mossos recibieron de la CIA el aviso de que en La Rambla podría haber un atentado en verano. 
Tampoco le gustó que de eso se hicieran eco otros medios, entre otros éste. “Maniobra de desprestigio”. Si Franco levantara la cabeza.

Suele pasar. El mensajero es peor que el mensaje. 
El asunto era, en palabras de las más altas dignidades de la Generalitat, que el mensaje jamás existió. 
Pero el mensaje tocó dos veces y ahí está, palabra por palabra, ese mensaje grave al que nadie hizo caso.
 Y cuando se publica el documento se convierte en un arma de los enemigos del procés.
 Y desde el ejército en armas de la Generalitat se lanza contra el diario de Enric Hernández y contra quienes osan prolongar su información las hordas del desmentido.
 Traición. Periodistas que parecían proclives se convierten en fachas de pronto, sólo porque dan crédito a la información que contiene ese mensaje desoído. 
La confusión es total, pero en medio el mensaje empieza a hacerse presente como una piedra que quema.
En ese incendio la Generalitat trata de salvar almas benditas, como la del president, que antes de que se lo preguntaran ya había dicho que ellos no habían recibido nunca advertencias en tal sentido
. En el periodo en que todas las culpas eran de la Policía Nacional y todas las virtudes eran de los Mossos parecía que lo malo era de aquellos, lo bueno era de éstos y lo inevitable era del destino. 
Y de pronto surge un mensaje que parece de plomo candente, “una pesadez”, en términos coloquiales. 
“Es mentira”, dicen hasta hartarse, “no hubo mensaje”. 
Vale, no hubo, pero aquí está. 
Y algo pasa que le da alas a los que desvirtúan el mensaje: en Madrid hicieron caso omiso; está mal escrito, no parece de la CIA. Vale.
 En Barcelona los Mossos tampoco se lo creen.
 Interesante historia, en todo caso:¿te avisan de que algo grave te puede tocar en tu propia casa y tú no investigas qué pasa en el cuarto principal, en el cuadro de los plomos, o donde está lo más delicado? 
¿Te nombran La Rambla en un mensaje de mayo, te dicen que la cosa puede estallar en verano y tú no lo tomas en cuenta? 
No, claro que no: es que el mensaje tenía cacofonías, faltas de ortografía, no tenía membrete.
 Un mensaje es un mensaje.
 Es cierto que el folklore de las redes sociales ha desprestigiado la esencia del mensaje: la verosimilitud de todo lo que se expele ahí es de muy baja intensidad.
 Se escucha y se aplaude cuando te viene bien, porque viene de los tuyos; se desoye o se excluye si viene de los enemigos.
 Se escucha sólo en una dirección. 
Y lo mismo pasa con las noticias: son mensajes desatendidos si no nos vienen bien para el convento
. En este caso el convento recibió un mensaje que no oyó; cuando se convierte en noticia, ese mensaje se trata como una maniobra de desprestigio.
 Así seguiremos hasta la victoria final. Cuando miren atrás los que ahora están felices de vivir entre buenas noticias hallarán la respuesta viendo que las noticias son más tozudas que los desmentidos.
No hay disculpa, no se hizo caso ¿Por qué? no pasaba nada si en los lugares publicos se hubieran reforzado con medios para no poder pasar furgonetas....pues no...y si hicieron oídos sordos no me vengan con cuentos que no hace falta un ejercito catalán ¿Para defenderse de qué?.
Inútiles, Colau dice que no sabía nada, peor, porque debería saberlo. Vale no? Parecen excusas de niños no fui yo que fue luisito pero no le hagan caso y tengan más cuidado, las víctimas algo tendrán que decir y reciibir indemnizaciones, y ahí les duele, el bolsillo. Puigdemont con ese flequillo barato no querrá dar nada....esto está cada vez más caldeado y están los pitidos al rey, dicen que no estaba organizado, no que va, organizadisimo....vale.

31 ago 2017

Últimas horas con Diana............................. Marc Bassets

El columnista Sami Naïr recuerda el accidente mortal de Lady Di, cuya respuesta estuvo en sus manos como alto cargo del Ministerio del Interior francés.

El coche Mercedes en el que murió Diana de Gales, tal y como quedó después del accidente el 31 de agosto de 1997.
“Le toqué la cara. Tenía una cara de ángel. Y pensé: El ángel de la muerte. Guapísima”, recuerda una de las últimas personas que vio viva a la princesa Diana.
Ella acaba de llegar en condiciones críticas al hospital de la Pitié-Salpêtrière, en París, en una ambulancia, después de sufrir un accidente violentísimo en un túnel junto al Puente de Alma.
 Tenía 36 años. Él era un intelectual de 51 años temporalmente metido en política y, aquella noche de verano, el más alto responsable del Ministerio del Interior francés. 
El 31 de agosto de 1997 estaba de guardia cuando recibió una llamada: se había producido un accidente y parecía que entre las víctimas había una personalidad. 

Sami Naïr calló durante años sobre aquella noche. 
Su cargo en aquella época, como colaborador del ministro del Interior, Jean-Pierre Chevènement, le imponía un deber de reserva sobre unas horas que han dado pie a multitud de descabelladas teorías de la conspiración. 
No era un episodio demasiado conocido en la trayectoria de este ensayista y colaborador de EL PAÍS.
Pero su nombre aparece en algunos de los relatos sobre las últimas horas de Lady Di, un torbellino de nervios, alcohol y confusión que terminó con la persecución por los paparazis del coche en que la princesa de Gales viajaba junto a su amante, Dodi al Fayed, un guardaespaldas y el chófer, que llevaba varias copas de más. 
Y él no ha olvidado aquellas horas, en las que en sus espaldas cargó con la responsabilidad de la respuesta del Estado francés a una crisis imprevista y cuyos efectos aún perduran.
En 1981 Diana Spencer, hija de una vieja familia aristocrática inglesa, se había casado con el príncipe Carlos, heredero de la Corona británica. 
Ella tenía veinte años; él, 32. 
Fue un matrimonio infeliz desde el principio, pero, como escribe su biógrafa, Tina Brown, en el libro Las crónicas de Diana el y fueron felices y comieron perdices nunca será tan sugerente como el y todo salió mal.
 Ni para la prensa ni para el público en general. 
Porque la historia de la Princesa de Gales fue desde el primer minuto un reality show.
Los protagonistas eran, de un lado, un estirado heredero y su acartonado clan, incómodos con los medios de comunicación de masas y la llamada cultura de las celebridades, y enclaustrados en unas tradiciones y maneras arcaicas.
 Del otro, una mujer que aceleradamente aprendió a manejarse con los medios, una mujer poco formada y que se consideraba poco inteligente pero que desbordaba inteligencia emocional, capacidad de empatía y conexión.
 La "reina de los corazones", o "la princesa del pueblo", como la llamó el hábil primer ministro Tony Blair tras su muerte.
La boda esplendorosa, de cuento de hadas; la posterior degradación de la relación; los trapos sucios aireados en público; la separación y el divorcio... 
En la era anterior a Twitter, Instagram y las redes sociales, los tabloides lo cubrieron minuto a minuto, día a día, durante 16 años, hasta la muerte trágica, la fría reacción de la Reina, el duelo de millones de británicos y la canonización oficiosa de la princesa.
"Demostró que la familia real, como institución, estaba desconectada de los tiempos", recuerda el político laborista Denis MacShane, y entonces parlamentario adscrito al Foreign Office.
"Hubo una expresión de dolor que nunca había visto en Inglaterra: no somos un pueblo emocional", continúa MacShane. 
"Era algo que parecía sacado de la Edad Media. Miles y miles de persones llorando. 
Recuerdo que llamé por teléfono al secretario privado de la Reina, y le dije: Mira, si no baja [Isabel II se encontraba de vacaciones en el castillo de Balmoral, en Escocia] y si la bandera real no se pone a media asta, en una semana tendremos una república".
Sami Naïr nunca había visto una foto de Diana cuando le avisaron de que algo había ocurrido en un túnel junto al Sena y que la personalidad implicada podría ser la Princesa de Gales.
 Nunca le había interesado los asuntos de la realeza. Despertó a Philippe Masoni, el prefecto de la policía en París.
 Diez minutos después, este volvió a llamarle con la información confirmada: “Se trataba de Diana”.
Naïr llamó al ministro, que no se encontraba en París.
 En aquel momento Diana, todavía con vida, seguía atrapada en el Mercedes del accidente. 
Había dos muertos: Dodi El Fayed, hijo del magnate egipcio Mohammed El Fayed, y el chófer, Henri Paul. Diana y el guardaespaldas de El Fayed, Trevor Rees-Jones, cuarto ocupante del coche, habían sobrevivido.
Naïr se desplazó al hospital.
 La ambulancia que llevaba a Diana tardaría casi 45 minutos en llegar.
 Frente al hospital, la esperaban él y Chevènement.
 La ambulancia llegó entre la 1.30 y la 1.45.
 Ambos, junto al conductor de la ambulancia y un enfermero que viajaba dentro, la sacaron.

“Tenía un rostro angelical”, recuerda Naïr por teléfono. “Muy pálida. Rubia”.
Era cerca de las dos y muy pocas personas conocían el accidente. El embajador británico, sir Michael Jay, que no hablaba una palabra de francés, se había desplazado también al hospital.
 El primer ministro francés, Lionel Jospin, fue informado más tarde. 
Una persona, el presidente Jacques Chirac, estuvo en paradero desconocido durante aquella noche y la mañana siguiente, una subtrama vodevilesca a la tragedia de Lady Di. 
El equipo de Jospin intentó hablar con él varias veces, sin éxito. "Nunca conseguimos contactar con el jefe de Estado", escribe Aquilino Morelle, entonces asesor de Jospin, en su libro L'abdication. Algunas versiones apuntan a que pasaba la noche con una mujer fuera del Palacio del Elíseo.
Mientras los médicos hacían lo posible para salvar la vida de la Princesa, ellos esperaban en una habitación al lado.
 A las cuatro les dijeron que había muerto.
“El embajador empezó a llorar, llorar, llorar, como un niño”, dice Sami Naïr.
 “Llamamos a Jospin y él nos pidió que avisásemos a la Reina”, dice.
 Naïr se comunicó con el jefe de protocolo de la Reina.
 El primer ministro británico, Tony Blair, ya estaba informado. También el presidente de EE UU, Bill Clinton, que incluso antes de la muerte de Diana llamó a Jospin.
Era las 4.30 de la mañana. 
No tardó en llegar el padre de Dodi El Fayed, directo desde el aeropuerto de Le Bourget. Naïr fue el encargado de recibirle. 
“Vi un hombre muy alto, pálido, pero con un porte, una nobleza, extraordinario. 
Él decía: Es el destino, Dios ha querido esto.

 Pidió visitarla. El ministro aceptó.
 Fue a verla. Puso la mano sobre su frente”.


Naïr preparó con Chevènement la declaración a la prensa —que todavía conserva, como otros documentos de aquella noche— y siguió en el hospital hasta la llegada del príncipe Carlos, exmarido de Diana.
La muerte de Diana había dejado de ser un asunto francés. 
Ya era británico, global. 
En las horas siguientes comenzaría las muestras de dolor en Reino Unido, una semana catártica que probablemente transformó la monarquía británica para siempre.
"La muerte de Diana fue un señal de alerta para la monarquía: debían estar más cerca del pueblo", dice MacShane. 
"Formaba parte de un cambio extraordinario en Reino Unido, que probablemente empezó con la llegada al poder de Margaret Thatcher, con los años ochenta.
 La Reino Unido de Dunquerque, del Imperio, de Winston Churchill, de los comportamientos convencionales, donde se enviaba a los gais a prisión, esta Reino Unido murió muy rápido. Londres se convirtió en una ciudad más internacional, más moderna, más alegre y más gay. 
Pasamos de la Reino Unido industrial a financiera, con enormes diferencias entre ricos y pobres, un país comprometido con la construcción europea, y con un primer ministro laborista joven [Tony Blair] que casi incorporó el mito de Diana en su propia idea del país".
 Diana, y su muerte, captaron el espíritu de los tiempos, cuyo reverso, según esta lectura, es el Reino Unido ensimismado del Brexit
Sami Naïr, que unas horas antes prácticamente ni sabía quién era Diana, entendió las dimensones de lo que acababa de vivir. "Inmediatamente me di cuenta del alcance de lo ocurrido.
 Mi primera reacción fue callarme: evitar a los periodistas.
 Me propusieron después mucho dinero para hablar, los americanos sobre todo, pero nunca lo acepté", dice. 
"Un día", sonríe, "escribiré un libro titulado Mi noche con Lady Di".
Últimas horas con Diana
Consulta el especial: 20 años sin Diana 

 

20 años de la muerte de Diana de Gales

El domingo 31 de agosto de 1997 era un día como otro cualquiera de un fin de semana de verano en la redacción de EL PAÍS.
 La principal noticia internacional eran las incesantes matanzas islamistas en Argelia, que habían puesto en jaque al Gobierno de ese país.
 De España, lo más destacado era que José María Aznar, que llevaba gobernando un año, tenía intención de reinstaurar el servicio militar obligatorio si el Ejército no lograba suficientes soldados voluntarios. 
Y el suplemento Domingo recogía un amplio reportaje elaborado desde Melilla sobre la vida de los menores marroquíes que eran obligados a mendigar por redes de trata.
Pasada la una de la madrugada, cuando el diario ya se estaba imprimiendo, llegaron a la redacción de EL PAÍS los primeros teletipos: Diana de Gales y su pareja, Dodi al Fayed, habían sufrido un aparatoso accidente a las 00.23 de la madrugada del 31 en el túnel Place de l’Alma de París, en la margen derecha del Sena.
 De los cuatro ocupantes del coche sólo sobreviviría el guardaespaldas Trevor Rees-Jones, que viajaba de copiloto en la parte delantera del Mercedes S280. 
Este se estrelló a unos 105 kilómetros por hora contra el decimotercer pilar del túnel, perseguido momentos antes por un enjambre de paparazzi a los que su hijo Guillermo llamó posteriormente “jauría de perros”. 
La autopsia reveló semanas después que el conductor, Henri Paul, tenía elevados índices de alcohol en sangre.

Trasladada al hospital, Diana falleció a las 04.05 de la madrugada
 El periódico se había cerrado a medianoche y ya estaban distribuyéndose en camiones las copias que se vendían fuera de Madrid.
 Aunque entre semana EL PAÍS vendía de media unos 413.000 ejemplares, en los domingos esa cifra era de más del doble: 1.005.272 ejemplares, según la OJD. 
Entonces no había más de 200.000 ordenadores conectados a la Red en España.
 EL PAÍS había lanzado una versión electrónica el 4 de mayo de 1996, de acceso libre, pero que no se actualizaba al minuto.
 La única forma de saber sobre la muerte de Diana de Gales era a través de la radio, la televisión o un periódico.
Al día siguiente, una buena parte de España se enteró de la muerte de Diana de Gales por la portada de EL PAÍS, que se agotó en numerosos quioscos. 
La noticia provocó una gran conmoción en una época de auge de las revistas del corazón.
 Las cadenas de noticias habían comenzado a emitir en ciclos continuos y de hecho Radiotelevisión Española lanzó días después de la muerte de Diana 24 Horas, su propia emisora en ese mismo formato. 
El primer día, el mismo domingo 31 de agosto, el diario le dedicó a la noticia la portada completa, con un titular a cinco columnas: "Diana de Gales y su novio mueren en un accidente de tráfico en París". 
Dentro, ocupaba las tres primeras páginas de la sección de Internacional.
 Al día siguiente se publicaron 13 páginas, algo que en aquella época marcó un récord: era hasta la fecha el mayor espacio dedicado a un solo personaje en los 21 años de historia de EL PAÍS. 
Hoy, EL PAÍS publica, 20 años después, el relato de los últimos minutos de la vida de Diana por Sami Naïr, colaborador del ministro del Interior, Jean-Pierre Chevènement.
 Aquella noche de verano era el más alto responsable del Ministerio del Interior francés.
 El 31 de agosto de 1997 estaba de guardia cuando recibió una llamada: se había producido un accidente y parecía que entre las víctimas había una personalidad
 
  • 20 años de la muerte de Diana de Gales


Por José Luis Barbería "Diana muere en accidente de tráfico" 31.08.97


Por Juan Carlos Gumucio Final de una princesa triste
"Diana muere en accidente de tráfico" 31.08.97  Por José Luis Barbería
Final de una princesa triste  Por Juan Carlos Gumucio
Por Mario Vargas Llosa Diana, la caja de los truenos   Por Manuel Vázquez Montalbán La subversión subversivamente correcta 



Por José Luis Barbería
"Diana muere en accidente de tráfico" 31.08.97  Por José Luis Barbería
Final de una princesa triste  Por Juan Carlos Gumucio
Diana, la caja de los truenos  Por Mario Vargas Llosa
Por Manuel Vázquez Montalbán
La subversión subversivamente correcta  Por Manuel Vázquez Montalbán
Por Guillermo Cabrera Infante La princesa que quería vivir 



  • 20 años de la muerte de Diana de Gales
"Diana muere en accidente de tráfico" 31.08.97  Por José Luis Barbería
Final de una princesa triste  Por Juan Carlos Gumucio
Diana, la caja de los truenos  Por Mario Vargas Llosa
La subversión subversivamente correcta  Por Manuel Vázquez Montalbán
La princesa que quería vivir  Por Guillermo Cabrera Infante
La biografía de Lady Di 


El domingo 31 de agosto de 1997 era un día como otro cualquiera de un fin de semana de verano en la redacción de EL PAÍS. La principal noticia internacional eran las incesantes matanzas islamistas en Argelia, que habían puesto en jaque al Gobierno de ese país. De España, lo más destacado era que José María Aznar, que llevaba gobernando un año, tenía intención de reinstaurar el servicio militar obligatorio si el Ejército no lograba suficientes soldados voluntarios. Y el suplemento Domingo recogía un amplio reportaje elaborado desde Melilla sobre la vida de los menores marroquíes que eran obligados a mendigar por redes de trata.
Pasada la una de la madrugada, cuando el diario ya se estaba imprimiendo, llegaron a la redacción de EL PAÍS los primeros teletipos: Diana de Gales y su pareja, Dodi al Fayed, habían sufrido un aparatoso accidente a las 00.23 de la madrugada del 31 en el túnel Place de l’Alma de París, en la margen derecha del Sena. De los cuatro ocupantes del coche sólo sobreviviría el guardaespaldas Trevor Rees-Jones, que viajaba de copiloto en la parte delantera del Mercedes S280. Este se estrelló a unos 105 kilómetros por hora contra el decimotercer pilar del túnel, perseguido momentos antes por un enjambre de paparazzi a los que su hijo Guillermo llamó posteriormente “jauría de perros”. La autopsia reveló semanas después que el conductor, Henri Paul, tenía elevados índices de alcohol en sangre.
Trasladada al hospital, Diana falleció a las 04.05 de la madrugada. El periódico se había cerrado a medianoche y ya estaban distribuyéndose en camiones las copias que se vendían fuera de Madrid. Aunque entre semana EL PAÍS vendía de media unos 413.000 ejemplares, en los domingos esa cifra era de más del doble: 1.005.272 ejemplares, según la OJD. Entonces no había más de 200.000 ordenadores conectados a la Red en España. EL PAÍS había lanzado una versión electrónica el 4 de mayo de 1996, de acceso libre, pero que no se actualizaba al minuto. La única forma de saber sobre la muerte de Diana de Gales era a través de la radio, la televisión o un periódico.
Al día siguiente, una buena parte de España se enteró de la muerte de Diana de Gales por la portada de EL PAÍS, que se agotó en numerosos quioscos. La noticia provocó una gran conmoción en una época de auge de las revistas del corazón. Las cadenas de noticias habían comenzado a emitir en ciclos continuos y de hecho Radiotelevisión Española lanzó días después de la muerte de Diana 24 Horas, su propia emisora en ese mismo formato.
El primer día, el mismo domingo 31 de agosto, el diario le dedicó a la noticia la portada completa, con un titular a cinco columnas: "Diana de Gales y su novio mueren en un accidente de tráfico en París". Dentro, ocupaba las tres primeras páginas de la sección de Internacional. Al día siguiente se publicaron 13 páginas, algo que en aquella época marcó un récord: era hasta la fecha el mayor espacio dedicado a un solo personaje en los 21 años de historia de EL PAÍS.
Hoy, EL PAÍS publica, 20 años después, el relato de los últimos minutos de la vida de Diana por Sami Naïr, colaborador del ministro del Interior, Jean-Pierre Chevènement. Aquella noche de verano era el más alto responsable del Ministerio del Interior francés. El 31 de agosto de 1997 estaba de guardia cuando recibió una llamada: se había producido un accidente y parecía que entre las víctimas había una personalidad. Puedes leer su narración aquí.
Por José Luis Barbería
"Diana muere en accidente de tráfico" 31.08.97  Por José Luis Barbería
Por Juan Carlos Gumucio
Final de una princesa triste  Por Juan Carlos Gumucio
Por Mario Vargas Llosa
Diana, la caja de los truenos  Por Mario Vargas Llosa
Por Manuel Vázquez Montalbán
La subversión subversivamente correcta  Por Manuel Vázquez Montalbán
Por Guillermo Cabrera Infante
La princesa que quería vivir  Por Guillermo Cabrera Infante
20 años de la muerte de Diana de Gales
La biografía de Lady Di 
Por Mábel Galaz 20 años sin Diana