15 ago 2017
Un buque con 40.000 toneladas de fertilizante, a la deriva y en llamas cerca de Canarias
El Chesire transporta 40.000 toneladas de nitrato de amonio de Noruega a Tailandia.
El buque británico MV Chesire, con 40.000 toneladas de
fertilizante (nitrato de amonio) declaradas en sus bodegas, navega a la
deriva al sur de Gran Canaria, después de que este lunes sufriera una
combustión de su carga y sus 24 tripulantes fuesen evacuados cuando se
encontraba a 60 millas de la localidad de Arguineguín (Gran Canaria),
según ha informado este martes Salvamento Marítimo.
El remolcador Punta Salinas de esta entidad mantiene el barco bajo control y vigilancia.
El remolcador Punta Salinas de esta entidad mantiene el barco bajo control y vigilancia.
El carguero de la empresa Bibby Line, con 56.997 toneladas de peso muerto y fabricado en China en 2012, navegaba desde Noruega a Tailandia registró una fuerte subida de temperatura en una de sus bodegas, con mucho humo, lo que motivó la evacuación de la tripulación el lunes por la tarde.
La empresa propietaria del carguero ha asegurado que la temperatura en la bodega número 4 alcanzó un nivel elevado que causó daños a la cubierta de la escotilla.Por ello, y tras registrarse varias explosiones, la empresa pidió el rescate a Salvamento Marítimo, que evacuó a los 24 tripulantes en los helicópteros Helimer 202 y 207.
El buque navega a la deriva a unas 70 millas de Arguineguin (Gran Canaria), pero alejándose de la costa.
El armador del buque ha contratado a Resolve Marine, una empresa especializada en salvamento con sedes en Holanda y Gibraltar, que tiene previsto llegar al barco este martes con la intención de enfriar la carga.
Hasta ese momento no se sabrá la situación exacta del barco ni si supone un riesgo para la navegación.
Ninguna universidad española está entre las 200 mejores del mundo
Dos universidades catalanas salen del 'ranking' de Shanghái de las 500 mejores y entra una de Castellón.
España ha vuelto a perder posiciones en la más selecta de las
clasificaciones mundiales sobre las mejores universidades de la
Tierra: el ranking de Shanghái.
Si el año pasado eran 12 las universidades que figuraban entre las 500 primeras (una menos que en 2015), este año son solo 11. Bajan todas y las clasificadas son la Pompeu Fabra y la Universidad de Barcelona. Además, del escalafón se caen la Politécnica de Cataluña y la Rovira i Virgili (Tarragona), mientras asciende a este olimpo universitario la castellonense Jaume I.
Entrar en el top 100 se antoja inalcanzable.
Ninguna universidad española pasa del puesto 200 en una clasificación, cuyos 20 primeros puestos copan reiteradamente las universidades de Estados Unidos, con las siempre excepcionales Oxford y Cambridge en el top ten y la presencia del Instituto de Tecnología de Zúrich en el puesto 19.
Las dos mejores del mundo son Harvard y Stanford, seguidas de Cambridge; el Instituto Tecnológico de Massachusetts y la Universidad de Berkeley en California.
El listado de Shanghái o ARWU (Clasificación Académica de Universidades del Mundo, en sus siglas en inglés) es el más conocido y reconocido del mundo.
Como la mayoría de los grandes rankings, se centra en la reputación y la producción investigadora: el número de graduados y de académicos galardonados con un Nobel o una medalla Fields; artículos publicados durante los últimos cinco años en las dos grandes revistas de investigación (Nature, Science y especializadas de alto nivel) y artículos producidos en relación a la plantilla del centro, además de investigadores citados por otros científicos.
Los campus españoles aparecen desde la primera publicación pero nunca en los primeros puestos.
Desde que se publicó por primera vez el ranking de Shanghái, España ha tenido entre nueve y 13 representantes entre las 500 citadas pero ninguna se ha situado entre las primeras 100 y, en algunas ediciones, como la actual, tampoco entre las 200.
Este año las 11 privilegiadas son: la Pompeu Fabra (puesto 239); la Universidad de Barcelona (261); la de Granada (268); las autónomas de Barcelona (302) y Madrid (313); la de Santiago de Compostela (382); la Politécnica de Valencia (448); la Jaume I (463); la Universidad del País Vasco (492) y la de Valencia (495). Técnicamente, según el ranking, la Pompeu, la de Granada y la de Barcelona figuran como empatadas porque a partir del puesto 100 no se indican puestos específicos, sino que las universidades se incluyen en horquillas que agrupan las instituciones en grupos de 50 (de las 101 a la 150, de la 151 a la 200, y así sucesivamente).
Si el año pasado eran 12 las universidades que figuraban entre las 500 primeras (una menos que en 2015), este año son solo 11. Bajan todas y las clasificadas son la Pompeu Fabra y la Universidad de Barcelona. Además, del escalafón se caen la Politécnica de Cataluña y la Rovira i Virgili (Tarragona), mientras asciende a este olimpo universitario la castellonense Jaume I.
Entrar en el top 100 se antoja inalcanzable.
Ninguna universidad española pasa del puesto 200 en una clasificación, cuyos 20 primeros puestos copan reiteradamente las universidades de Estados Unidos, con las siempre excepcionales Oxford y Cambridge en el top ten y la presencia del Instituto de Tecnología de Zúrich en el puesto 19.
Las dos mejores del mundo son Harvard y Stanford, seguidas de Cambridge; el Instituto Tecnológico de Massachusetts y la Universidad de Berkeley en California.
El listado de Shanghái o ARWU (Clasificación Académica de Universidades del Mundo, en sus siglas en inglés) es el más conocido y reconocido del mundo.
Como la mayoría de los grandes rankings, se centra en la reputación y la producción investigadora: el número de graduados y de académicos galardonados con un Nobel o una medalla Fields; artículos publicados durante los últimos cinco años en las dos grandes revistas de investigación (Nature, Science y especializadas de alto nivel) y artículos producidos en relación a la plantilla del centro, además de investigadores citados por otros científicos.
Los campus españoles aparecen desde la primera publicación pero nunca en los primeros puestos.
Desde que se publicó por primera vez el ranking de Shanghái, España ha tenido entre nueve y 13 representantes entre las 500 citadas pero ninguna se ha situado entre las primeras 100 y, en algunas ediciones, como la actual, tampoco entre las 200.
Este año las 11 privilegiadas son: la Pompeu Fabra (puesto 239); la Universidad de Barcelona (261); la de Granada (268); las autónomas de Barcelona (302) y Madrid (313); la de Santiago de Compostela (382); la Politécnica de Valencia (448); la Jaume I (463); la Universidad del País Vasco (492) y la de Valencia (495). Técnicamente, según el ranking, la Pompeu, la de Granada y la de Barcelona figuran como empatadas porque a partir del puesto 100 no se indican puestos específicos, sino que las universidades se incluyen en horquillas que agrupan las instituciones en grupos de 50 (de las 101 a la 150, de la 151 a la 200, y así sucesivamente).
Por qué Lady Di nunca llevaba más de 4 centímetros de tacón
Lo que le diferencia de la Duquesa de Cambridge es también un infalible truco de estilo
“Camina siempre como si tuvieras a cuatro hombres caminando detrás de ti”. La frase la pronunció el diseñador Oscar de la Renta y el truco lo puso en práctica Carrie Bradshaw (Sarah Jessica Parker en su personaje de la serie 'Sexo en Nueva York').
Sin embargo, fue Diana de Gales quien hizo elegancia de lo sexy convirtiéndose en la imagen de una tendencia que sigue vigente hoy: el tacón sensato.
LADY DI COMO ICONO DEL 'STILETTO'Mucho antes de que las “influencers” convirtieran en éxito todo aquello que llevan, antes de que naciera el estatus de It Girl y por supuesto, antes del “efecto Kate”, el carisma de Diana de Gales disparaba las ventas de las marcas de moda.
Según declaró hace dos décadas un empleado de la marca Hunter, en el momento en que la princesa se puso las botas de agua típicas de la marca (durante una estancia en Balmoral junto al príncipe Carlos), las ventas alcanzaron cifras nunca vistas.
Era 1981 y su poder de prescripción sobre la ropa y los accesorios que vestía era innegable.
Siguiendo el consejo de construir un uniforme de trabajo (como lo hizo antes Isabel II de Inglaterra, o más recientemente, la Reina Letizia) que le valiera también para construir una imagen pública (lo que hoy se llama "Power Dressing" en comunicación política), Diana de Gales escogió un modelo de zapato que aunara las tres características del stiletto perfecto: que fuera elegante, que pudiera llevarse en todos los colores, y, que fuera cómodo.
Ajena a las tendencias de los años 80, Lady Di nunca se subió a las plataformas, ni experimentó con el tacón de aguja: siempre se mantuvo fiel a la regla de los 4 centímetros, tendencia que hoy llamamos "tacón sensato".
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