La hermana de Kim Kardashian estrena nuevo 'reality show' y asegura que le hubiera gustado tener una vida normal.
Kylie Jenner, en una imagen de Instagram.InstagramSer perseguida por una cámara día y noche es parte de la vida de Kylie Jenner. En los últimos 10 años de su vida ha visto como cada movimiento que hace es transmitido en la televisión gracias al programa Las Kardashians. Pero ahora, la hermana menor de Kim Kardashian ya no quiere que nadie le robe protagonismo y ha decidido lanzar su propio reality show en la cadena E!.
Life of Kylie
(La vida de Kylie) es el nombre que ha escogido para contar su vida. En
el primer episodio, que duró una hora, la menor del clan
Kardashian-Jenner habló de cómo se sentía durante su infancia: "Sentía
que estaba en un segundo plano, marginada". La también empresaria, de 19 años, asegura que aunque viva
rodeada de lujos y que sabe que tiene a su alcance lo que quiera eso no
la hace feliz. “Ese tipo de cosas no es la felicidad verdadera”. Además,
admite que tener una legión de seguidores en Instagram le genera
“demasiada presión”, pues no siempre logra la selfie perfecta. Y aunque está consciente de que si no fuera por la fama de su familia hoy por hoy no tendría ni su negocio de cosméticos ni de traje de baños y sobre todo el que gira en su imagen, lamenta de no haber podido tener una niñez y juventud tranquila. Debido al reality
de su familia tuvo que estudiar en casa lo que le privó de una vida
normal. “Kim siempre dice que ella nació para esto y yo la respeto, pero
es muy difícil hacer cosas normales cuando toda la gente sabe quién
eres. Yo no escogí esta vida, pero tampoco voy y a decir que no he
alimentado seguir manteniendo esta forma de vida”, añade.
“Sé que me he hecho aún más famosa con mi cuenta de
Instagram – la siguen 93,3 millones de personas- y con mis fotos, pero
quiero que sepan que no soy ese tipo de personas que buscan atención
todo el tiempo. De hecho, me vuelve loca, porque me recuerda todo el
tiempo quien soy”. La joven a la que una cámara la comenzó a seguir desde que tenía 9 años asegura que no sabe que es tener una vida normal, y que le resulta extraño que la gente la vea y actúe como si la conociera. En cuanto a lidiar con la fama Jenner sabe que es una cosa efímera y
admite que no sabe llevarlo con naturalidad. “Veo a mi hermana
[Kendall], junto a Bella [Hadid] y Hailey [Baldwin] y no sé cómo hacen
para siempre lucir bien. Parece que nacieron para ello. Siempre se ven
estupendas. A veces me gustaría ser como ellas, pero simplemente no es
así”.
De actriz de éxito de la serie 'Suits' a protagonizar titulares por una posible boda de princesa con Enrique de Inglaterra.
La actriz Meghan Markle, en enero de 2016 en Los Ángeles.gtresonline
Meghan Markle
llevaba años haciéndose un hueco en la industria de la televisión y el
cine y estaba disfrutando de su momento dorado como una de las
protagonistas de la serie Suits. Pero todo saltó por los aires el 12 de noviembre de 2016. Ese día, en un movimiento insólito en las familias reales europeas, Enrique de Inglaterra
emitía un comunicado en el que denunciaba una campaña de acoso contra
su “novia”. Era la primera vez que él confirmaba una relación, y desde
entonces la intérprete ha estado todavía más en el punto de mira y ya
prácticamente no ha vuelto a pisar una alfombra roja. No ha pasado ni un año desde que el hijo menor de la princesa Diana
de Gales reconociera a Markle como su pareja, y aunque aún no se ha
producido la presentación oficial de la pareja en público ya son muchos
los que ven en la actriz una futura miembro de la familia Windsor. En el
día en que cumple 36 años, y que todos los medios están a la espera de
poder cazarla en Londres (donde está pasando el día de su
aniversario con su pareja), repasamos cinco puntos a tener en cuenta
sobre quien se puede convertir en la esposa del quinto en la línea de
sucesión al trono británico.
Enrique de Inglaterra y Meghan Markle, en una boda en Jamaica el pasado marzo.cordon press
Meghan Markle
nació el 4 de agosto de 1981 en Los Ángeles (EE UU). Su madre es
afroamericana y también tiene ascendencia neerlandesa e irlandesa por
parte de su padre, el director de fotografía Thomas W. Markle (ganador
de un Emmy). Antes de dedicarse a la interpretación, se graduó en la
universidad Northwestern, donde obtuvo una doble titulación en Teatro y
Relaciones Internacionales que le permitió trabajar en la Embajada
estadounidense en Buenos Aires (Argentina). También trabajó como
terapeuta e instructora de yoga. Es divorciada, se casó en 2011 con
Trevor Engelson, un matrimonio que solo duró dos años. . Conocida por su papel de Rachel Zane en la serie Suits (que
interpreta desde 2011), su carrera en el mundo de la interpretación
empezó de forma inesperada cuando una amiga le dio a un agente una
película casera que había hecho Markle durante sus años en la
universidad. En 2002 conseguía su primer papel en televisión en un
capítulo de la serie Hospital General, a la que siguieron apariciones en La guerra en casa, CSI: NY, Fringe o Castel. Entre papeles, se dedicó a trabajar como calígrafa y llegó a trabajar
como modelo. También ha tenido pequeños papeles en el cine, como en Quiero matar a mi jefe (2011), donde compartió reparto con Jennifer Aniston. Los actores Patrick J. Adams y Meghan Markle, en un fotograma de la serie 'Suits'.cordon press Meghan Markle ha sido objeto de una ola de acoso y de trolls
que han hecho comentarios racistas y sexistas sobre ella. No es correcto
que, tras unos meses de relación entre él y la Sra. Markle, esta sea
sometida a una tormenta", “El príncipe Enrique está preocupado por la
seguridad de la señora Markle y está profundamente decepcionado de que
no haya podido protegerla", decía el comunicado hecho público por el palacio de Kensington
en noviembre de 2016. Una nota en la que Enrique de Inglaterra llamaba
“novia” a Meghan Markle y confirmaba lo que era un rumor a voces. La
actriz se convirtió de la noche al día en un personaje de interés, y no
solo para los medios de comunicación británicos: en 2016 se llegó a
convertir en la intérprete más buscada en Google. La pareja empezó su
relación en mayo de 2016, él estaba promocionando los Juegos Invictus
2017 en Toronto, donde se rueda Suits, y, desde entonces, entablaron una relación, por lo que han cumplido su primer aniversario. Aunque ya han sido fotografiados en público y los duques de Cambridge conocen a la actriz,
no hay noticias de que Enrique de Inglaterra se la haya presentado a su
abuela, la reina Isabel II. Tampoco se han presentado oficialmente como
pareja, aunque sí que han acudido juntos a eventos privados, como la boda en Jamaica de uno de los mejores amigos del príncipe o el enlace el pasado mayo de Pippa Middleton.
Meghan Markle trata de ocultar su rostro a los fotógrafos, el pasado marzo, por las calles de Toronto.cordon press
. Meghan Markle lleva casi un año ante el escrutinio del público,
pero antes también tuvo que soportar la presión y los ataques en la Red,
y se sintió víctima de racismo. Ella misma contó su experiencia el pasado diciembre con un escrito en la revistaElle. "Recuerdo los tuits que recibí cuando se emitió el primer episodio de
la familia Zane: ¿Por qué han hecho que su padre sea negro? Ella no es
negra' o 'eh... ¿ella es negra? Siempre he pensado que está buena",
relataba la intérprete, que siempre se ha definido como mestiza. Markle
ha demostrado en más de una ocasión preocuparse de algo más que de su
carrera, y se ha volcado también en proyectos humanitarios y ha
colaborado en varias ocasiones con ONU Mujeres para ayudar a romper la
desigualdad de género. Desde que se reveló su relación con el príncipe Enrique, no solo se ha
convertido en objetivo de los paparazis. También ha visto cómo su
exmarido, el productor de cine y televisión Trevor Engleson, ha sido
tentado y sobornado para que hable sobre ella, algo que amenaza con
hacer su hermana paterna en un libro en el que dice que revelará que
Meghan Markle, que tiene 1,7 millones de seguidores en su cuenta de Instagram, quiso convertirse en una princesa desde pequeña. Además, una cadena de televisión británica ha anunciado unreality show
con testimonios de familiares y amigos para adentrarse en la vida más
íntima y privada de la estrella californiana. Quizá por la presión
creciente, el pasado mes de abril Markle decidió cerrar The Tig, un blog de estilo de vida en el que llevaba escribiendo sobre viajes, moda, belleza y gastronomía tres años.
Un ensayo
imprescidible del argentino Edgardo Dobry profundiza en la mítica y
universal figura del insaciable burlador Don Juan sin renegar de la
tradición hispánica.
Manuela Vellés y Álex García en el montaje de Darío Facal para 'El burlador de Sevilla' de Tirso.Sergio Parra
Una silueta cuyo rasgo fundamental es la insaciable voracidad numérica;
un personaje mítico que carece de referencia definitiva, un nombre del
que cada tradición nacional (desde la España de los siglos de oro hasta
nuestros días) se apropia para ofrecer una versión que no colma ni puede
colmar el ansia de definición: don Juan.
Casi podría decirse (y Edgardo Dobry
lo capta con extremada penetración) que el burlador es un contable —su
instrumento es un secretario— y que es incidental que sean mujeres lo
que enumere.
Aunque sólo puede contar mujeres; mujeres de otro
propietario.
Las mujeres son el lado oscuro de este ensayo luminoso.
De
esta manera lo incidental —las mujeres— se transforma en necesario (es
lo único que don Juan puede contar), y ata a don Juan a la peor de las
servidumbres, a la enfermedad del moderno: ese bulímico e inagotable que
se complace en el presentimiento de que su “gozar” (el verbo es de
Tirso) será insatisfecho.
Muchos méritos tiene este ensayo: no cede a la tentación de convertirse
en tratado académico; no es prefreudiano (en España esto sigue siendo
raro, pero Dobry viene de otra tradición).
Eso se nota en la comodidad
con que se apropia de las diversas corrientes del pensamiento crítico
del siglo XX y XXI sin intentar aplicar la teoría, sino pensar con ella,
a través de ella. No es ecléctico, ni le interesa sumarse a la euforia
de la literatura mundial, que confecciona mapas y se deleita en
condescendencias imperiales, ni practica el oficio inútil de la
redacción de papers.
Tampoco se avergüenza de la tradición hispánica,
sino que la hace convivir con los grandes nombres: Salvador de
Madariaga junto a Nietzsche o al menor aunque ahora demasiado festejado
Stefan Zweig;
o Molière junto al romántico Esteban Echeverría, autor de
un don Juan argentino; o, aún más notable, Gregorio Marañón junto a
Michel Foucault.
Y lo justifica con toda lógica: no se trata de abolir
las jerarquías, sino de dar al lector la responsabilidad de recordarlas:
a nadie se le ocurrirá conferirle más autoridad a don Gregorio que a
Kierkegaard.
Todos esos méritos serían inútiles si Dobry no lograra mantener la
unidad del conjunto . Lo hace a través de una pregunta que surgió de su
propia biografía de poeta, traductor de grandes poetas y especialista en
la lírica moderna. A partir de la conocida consideración de los mitos
de la modernidad de Ian Watt (Hamlet, don Quijote, Robinson Crusoe),
observa que sería impensable, en cualquiera de estos casos, no tomar
como eje a Shakespeare, Cervantes o Defoe. En cambio: ¿por qué don Juan
carece de una versión de referencia única? Los críticos que han pensado
sobre el burlador pueden prescindir no sólo de Tirso de Molina, sino que
los franceses relegan a Lord Byron, los ingleses a Molière o a Pushkin,
los españoles a Gabriel Ferrater (Dobry considera que el narrador del Poema inacabado
es un don juan): “¿Por qué el gozoso y a la vez angustiado deseo
insatisfecho de don Juan dice algo de nosotros, algo que quizá ninguna
otra figura puede decir?”. Los 11 capítulos del ensayo y las dos fascinantes traducciones de los
textos inacabados, herméticos, deslumbrantes, casi paralizantes, de
Baudelaire y de Flaubert (de los que casi con seguridad no había versión
en castellano) son fluidos despliegues de las diversas consecuencias de
la interrogación que motiva el ensayo y lo mantiene rigurosamente
unitario: la relación entre el conocimiento, la identidad y su vacío, la
usurpación, el engaño, el simulacro, el goce y el desafío. Dobry no
responde directamente la pregunta, pero puede interpretarse que en el
capítulo 11 (‘Don Juan, la inconclusión’) ciñe el asunto a través del Don Juan
de Lord Byron, obra inmensa e inconclusa y “primer gran poema del deseo
de sin objeto, deseo carnal y deseo de escritura: su devenir sin fin y
sin final es una manera de exhibir esa falta inasible”.
Cabe recordar que el poema de Byron está fabricado como un teatro en
el que lucha el yo del poeta con su personaje: “Quiero un héroe, un
deseo insólito”, proclama la voz poderosa al indicio del artefacto. Dobry caza ahí su presa: don Juan sería la figura que preanuncia la
estética de la modernidad: la estirpe de la obra en busca de su objeto”. Es la estirpe que, sin satisfacer el deseo de una forma definitiva,
quiere sustraerse a la fijeza inerte de los objetos de la cultura de
masas. Esa línea —desarrollada meticulosamente con un ágil manejo de
autores, fuentes, aproximaciones y fuertes intervenciones críticas— hace
de este ensayo un libro imprescindible: panorama y a la vez
interpretación, permite además mantener interrogantes abiertos. Por ejemplo: ¿se podría pensar críticamente un linaje de la
modernidad en la que lo femenino —sea lo que fuese— apareciese como
figura de lo inconcluso? Irónicamente, lo que enseña este libro —y lo
que buena parte de la crítica feminista niega— es aquello que
sesgadamente ya señaló Orlando, de Virginia Woolf: la función
de lo femenino en la modernidad sería, al contrario, abrazar la cultura
de masas. El libro de Dobry deja lúcidamente ese lado oscuro como tarea
inconclusa: no es el menor de sus méritos.
Polémica en Reino Unido por un documental con grabaciones de Diana en el 20º aniversario de su muerte.
Lady Di junto a la princesa Ana en 1986. En vídeo, el tráiler del documental.GETTY / VÍDEO: EPV
A punto de cumplirse el vigésimo aniversario de la muerte de Diana de Gales,
los televidentes británicos asistieron anoche a una antigua confesión
de la princesa sobre los aspectos más indiscretos de su vida privada que
ha acabado emponzoñando el homenaje preparado para la efeméride. Impermeable a las críticas de familiares y amigos de Lady Di,
la emisión del Channel 4 se apoya en unos vídeos grabados por el
profesor de oratoria de la protagonista, en los que relata la
infrecuencia de sus prácticas sexuales con el heredero o el infierno que
supuso la relación con Carlos, desde el noviazgo hasta la separación
definitiva. El día de su boda, en 1981, “fue uno de los peores de mi
vida”, admite Diana entre otras perlas recogidas en los vídeos y audios
que su entrenador de voz, Peter Settelen, registró supuestamente con
fines didácticos. Unos años después de que la princesa falleciera
en un accidente de tráfico en París (31 de agosto de 1997), Settelen
acabó vendiéndolos a varias cadenas televisivas como la NBC
estadounidense, que utilizó sólo parcialmente el material hace 13 años. La emisión en abierto del Channel 4 en el Reino Unido ha optado en
cambio por difundir ahora todas las sentencias comprometedoras de lady
Di en torno a su ingreso en la familia real británica. Y el retrato
resulta devastador.
Revelaciones como el perdido enamoramiento de la princesa de
un guarda de seguridad, a los cuatro años de convertirse en una esposa
frustrada cuyo marido solo aparecía en el lecho “una vez cada tres
semanas”, no deberían salir a la luz porque pertenecen al ámbito
privado, intentó defender sin éxito ante los tribunales el hermano de
Diana.
El conde Spencer suele mostrarse muy crítico con la casa de los
Windsor, pero en este caso aduce el impacto que la nueva difusión de los
trapos sucios de la familia pueda tener en sus sobrinos Guillermo y
Enrique.
Uno de los principales golpes al imaginario colectivo de los monárquicos
reside en la admisión de Diana de que su matrimonio con el hijo mayor
de Isabel II nunca fue el vendido y aterciopelado sueño.
En las
grabaciones registradas en sus sesiones de 1992 y 1993 con su profesor,
Diana rememora cómo el príncipe Carlos, hasta entonces un amigo de los
aristócratas Spencer, empieza a besarla en el transcurso de una barbacoa
donde acabó invitándola al palacio de Buckingham, para luego planear futuros encuentros, sencillamente
“para que me acompañes mientras trabajo”.
Esa actitud desapegada de su
pretendido Romeo se reprodujo en los solo 13 encuentros que lo novios
mantuvieron antes del anuncio oficial de compromiso
(“Al principio me
llamaba todos los días, pero luego no me decía nada durante tres
semanas”).
“Dejar palacio”
Protagonizaron la proclamada boda del siglo de las
monarquías en la catedral de Saint Paul, aunque enseguida quedó claro
para la novia que Camilla Parker Bowles —hoy consorte oficial del
heredero— era el verdadero objeto del deseo de su marido. “Me niego a
ser el único príncipe de Gales que no tiene una amante”, le espetó
Carlos, volcándola en la búsqueda de otros cariños que desembocó en el
principal encargado de su seguridad, Barry Mannakee: “Lo hubiera dado
todo por dejar palacio e irme a vivir con él”, se sincera la princesa en
las cintas. El oficial fue inmediatamente trasladado y poco después
falleció en un accidente. El resto de la historia es sobradamente conocido para el público británico
e internacional, incluido el reconocimiento en las cintas de Channel 4
de que Diana sufrió de bulimia a resultas no solo del distanciamiento de
su consorte desde las primeras horas del matrimonio, sino también por
la presión mediática que acaparó la joven y virgen consorte de una de
las monarquías más rancias del mundo. Aquellos que fueron verdaderos amigos de Diana de Gales
consideran impresentable que un cadena nacional rebusque en los
rescoldos en pro de ganarse a la audiencia durante la sequía estival.
Channel 4 rebate que la princesa decidió abrirse conscientemente frente a
la cámara en busca de una reivindicación personal, al tiempo que
plantea: ¿Habría querido la princesa que todos los británicos conocieran
el diagnóstico de su vida, de los errores pero también de las
esperanzas frustradas? Nadie puede reclamar una respuesta, en el
aniversario más controvertido de la realeza británica.