Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

8 jul 2017

La fiesta del primo.................................. Boris Izaguirre

La reina Letizia demuestra que tiene una intuición diferente: la intuición Ortiz.

La reina Letizia, en una audiencia en la Zarzuela el pasado miércoles. 
La reina Letizia, en una audiencia en la Zarzuela el pasado miércoles. WireImage

 

El verano es sinónimo de fiestas.
 Y de echar una cana al aire. Cumplir 50 años, también. En cualquier caso, nuestro Rey decidió viajar a Inglaterra para asistir a la fiesta de cumpleaños de su primo Pablo de Grecia.
 La campiña es deliciosa en esta época del año y en las imágenes de la fiesta, calificada de estrambótica, se nota que Marie Chantal Miller, la reina del duty free, lo organizó a lo grande para hacer sentir a su esposo como un rey. 
No faltó casi nadie. Ni siquiera Iñaki Urdangarin, a quien se le ve sonriente.
 Los exduques de Palma decidieron fugarse un par de días a Inglaterra antes de comenzar sus vacaciones en el País Vasco francés.
 Un tour ejemplar al que la reina Letizia, impermeable a la extravagancia inglesa, no asistió.
A la Reina se le critican sus peinados estrambóticos, sus gustos cinematográficos y cosas así, pero esta vez, probablemente, acertó al no figurar entre las extravagantes invitadas a la fiesta del primo de su marido.
 Más compiyogui que campechana, Letizia ha demostrado que tiene una intuición diferente: la intuición Ortiz, que la convierte en un pararrayos. 
Quizás sea una de las razones por la que cambia tanto de peinado. Porque su cabellera se queda cargada de electricidad negativa cada vez que tiene que parar un rayo como el de esta fiesta.
 Es cierto que de haber ido se le habrían puesto los pelos de punta al ver a Paris Hilton y Valentino tan cerca.
 Además, Cristina e Iñaki empalmaron con un entorno de amigos que no le habrían dejado mucho hueco.
 Y ese delicado y tenso equilibrio tan difícil de sostener, desde que nos quedáramos electrocutados por el caso Nóos, se habría ido al garete si la Reina tuviera que tragarse un selfie con ellos en las redes.
Más sabe Letizia por Ortiz que por Borbón.
 No necesita revisar los vídeos del cumpleaños de Pablo de Grecia para adivinar que sus invitados parecen venir de un mundo raro y con un esponjoso contacto con la realidad.
 Dan la sensación de vivir en un duty free vitalicio. Como si no hubieran pasado dificultades. 
Y si las han sufrido, como Iñaki y Cristina, se nota que saben sobrellevarlas divinamente. 

Más sabe Letizia por Ortiz que por Borbón. No necesita revisar los vídeos del cumpleaños de Pablo de Grecia para adivinar que sus invitados parecen venir de un mundo raro y con un esponjoso contacto con la realidad. Dan la sensación de vivir en un duty free vitalicio. Como si no hubieran pasado dificultades. Y si las han sufrido, como Iñaki y Cristina, se nota que saben sobrellevarlas divinamente.
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Cristina Cifuentes entregó el pasado 3 de julio la medalla Internacional de las Artes de la Comunidad de Madrid al cantante Miguel Bosé.
Cristina Cifuentes entregó el pasado 3 de julio la medalla Internacional de las Artes de la Comunidad de Madrid al cantante Miguel Bosé. WireImage
Por su parte, los invitados al WorldPride en Madrid pudieron saludar a otras “reinas” y ver a Cristina Cifuentes y a Manuela Carmena bailando juntas A quien le importa.
 Carolina Herrera saludó a los participantes en la celebración desde el balcón de su hotel. “Algunos de los trajes eran francamente ingeniosos.
 Y me asombró cómo se sostenían sobre unos tacones de infarto esos chicos tan voluminosos”, nos contó durante el almuerzo. Hablando de cifras y volúmenes, comentó el impresionante número de venezolanos asentados en Madrid. “Hablan de 80.000 venezolanos en la ciudad”.
 Esa misma noche quise imitar a Marie Chantal Miller e invité a amigos caraqueños a casa y comprobé que, aunque se sienten muy a gusto, les cuesta un poco utilizar el adjetivo “mono”, porque en esa Caracas suya se usa estrambóticamente para calificar a gente que consideras inferior. 
 También se ríen cuando alguien o algo es “cuca”, porque allí es una manera de nombrar a los genitales femeninos.
 Era tal la excitación de los venezolanos que provocó un corte eléctrico en casa
 Mi marido improvisó un set de candelabros empleando las botellas de vino vacías y velas, creando un ambiente de bistró bohemio.
 Los españoles encendieron sus linternas para revisar los fusibles, mientras los venezolanos continuaron su agitada charla, salpicada de preocupación por Venezuela pero también de halagos para la merluza de la cena. 
“Deben de estar acostumbrados a los apagones”, susurró una invitada española. “Mi amor, somos los reyes de la supervivencia”, zanjó, mezclando monarquía y resistencia, una de mis reinas venezolanas favoritas.
El verano siempre es una prueba de resistencia. 
El día después del apagón, Cristina Cifuentes entregó la medalla de las Bellas Artes de la Comunidad de Madrid a Miguel Bosé. Cifuentes sonreía a su lado con una bata reversible muy estampada diseñada por Adriana Iglesias.
 Muchas contribuyentes tenían dudas de cómo nombrar esta prenda que la presidenta de Madrid ha convertido en rúbrica. 
Nostálgicos ochenteros dijeron “guardapolvo”. 
Los millennials sugirieron kimono. La propia Cifuentes desveló, delante de una montaña de quesos madrileños, que se le decía casaca.
 Y que no hay nada estrambótico en vestirlas y ser presidenta. 
Y sin hacerte la prima.

Marlene Dietrich, icono pionero de libertad sexual................. Carles Gámez

Una exposición reivindica a la actriz, que forjó su propia imagen rompiendo tabúes y estereotipos.

Marlene Dietrich, a bordo del transatlántico Europa. 
Marlene Dietrich, a bordo del transatlántico Europa. Smithsonian National Portrait Gallery
“Me visto para la imagen. No para mí, no para el público, no por la moda, no para los hombres” declaraba la actriz Marlene Dietrich en una entrevista en 1960 al diario The Observer.
 Una exposición a la National Portrait Gallery de Washington, la primera gran muestra dedicada a la actriz en los Estados Unidos, profundiza en su figura como pionera en la liberación de los roles sexuales y su proyección como icono de moda y estilo. 
“Dietrich es un modelo de contrastes, de múltiples formas”, señala la historiadora Kate C. Lemay, y comisaria de la exposición. 
“Es legendaria su disciplina y dedicación a su oficio mientras rompía las barreras sociales y asumía la independencia femenina”

La exposición recorre la vida y carrera de la actriz a través de fotografías, secuencias de sus películas y objetos personales procedentes de la Colección Marlene Dietrich de Berlín. Entre los autores de las fotografías de la actriz se encuentran creadores como Irving Penn, Milton Greene o George Hurrell el fotógrafo de la edad de oro de Hollywood que modeló la imagen de estrellas como Jean Harlow, Mae West, Dolores del Río o Rita Hayworth.


Estrella temprana del cine sonoro promocionada por la Paramount frente a su “rival” Greta Garbo en la Metro Goldwyn Mayer, Dietrich asume con naturalidad su imagen andrógina en películas como Marruecos y De isla en isla (Seven Sinners) desafiando los convencionalismos y estereotipos de la época.
 La atmósfera bulliciosa y libertina del Berlín de la década de los años veinte y la República de Weimar le permite el desarrollo de sus dotes creativas como recuerda la exposición.
 Entre 1922 y 1929 Marlene Dietrich, todavía lejos de la imagen estilizada que creará Hollywood, protagoniza numerosos espectáculos teatrales, muchos de ellos en los cabarets berlineses mientras hace su debut en el cine.
 Su encuentro con el director Josef von Sternberg en la película El ángel azul (1930) marca definitivamente el rumbo de su carrera artística siendo reclamados por Hollywood y la Paramount.
 El tándem Dietrich-Sternberg segrega media docena de películas reescribiendo la historia de pigmalión y su modelo.
 Como la propia Dietrich escribirá años despues en sus memorias, señalando su doble nacimiento, el primero en 1901 bajo el cielo berlinés, el segundo en 1930, bajo la cámara de Josef von Sternberg. 
De Marruecos (1930) a El diablo era mujer (1935) Marlene fija su icono de mujer vamp, símbolo de glamur y misterio. 
Su personaje de la aventura Amy Jolly en Marruecos vestida con esmoquin dando un beso a otra mujer en un cabaret inmortaliza su perfil transgresor.
 Como señala la comisaria de la exposición, “únicamente Dietrich con su mezcla de frescura, inteligencia y misterio podía lograr que la escena funcionara para el público americano”. 
La película la convierte en una estrella de la noche a la mañana y hasta consigue una nominación para los Oscars
. En la Paramount Dietrich encuentra un gran aliado en la figura del director artístico Travis Banton creándole un guardarropa a medida de las fantasías cinematográficas de Sternberg.
 La estrella tomará buena nota de algunos de los consejos de Baton recreando años después esa combinación de sensualidad y fantasía sobre la escena.
 El diseñador Jean Louis la enfunda en un traje a modo de segunda piel creando una sensación de desnudez bajo los focos teatrales.
“Hoy en dia- señala la comisaria Kate C.Lemay -no resulta extraño desafiar las fronteras del género o ver dos mujeres besándose en escena, sin embargo para el público estadounidense de 1930 la bisexualidad y la androginia eran una verdadera revolución”. “Dietrich crea una imagen aceptable del lesbianismo para consumo del país”.
 A propósito de la sexualidad de la actriz el crítico teatral Kenneth Tynan dirá años más tarde:”Tiene sexo, pero no un género definido. Su masculinidad atrae a las mujeres y su sexualidad a los hombres”.

Moldeadora infatigable de su imagen, la actriz se encarga de redefinirla una y otra vez a lo largo de su carera.
 Primero en los platós de cine, despues sobre la escena y los teatros. En el rodaje de El cantar de los cantares (Rouben Mamoulian, 1933) es la propia Dietrich la que se encarga de dar las directrices al director de fotografía. 
El rostro de Dietrich aparece iluminado desde arriba creando un aura en su cabello y sus caracteristicos pómulos resaltados. Fotógrafos como Cecil Beaton contribuyen a fijar ese rostro que parece esculpido entre juegos de luces y sombras.
Entre la colección de fotografías de la exposición se puede a ver a la actriz a bordo del lujoso trasatlántico Europa camino de Europa con un look totalmente masculino.
 Su llegada a París ha puesto a la policía en estado alerta con orden de arrestarla si se exhibe de una manera escandalosa. 
Marlene desciende del tren con un impecable traje de corte masculino, los cabellos recogidos en una boina y gafas de sol estilo monóculo, una forma de vestir que se asocia a los clubs de mujeres lesbianas.
 La historia acaba con el jefe de la policía parisina pidiendo excusas y enviándole de regalo un brazalete de sándalo.
 Casada con el cineasta Rudof Sieber, un “matrimonio abierto”, la actriz protagoniza a lo largo de su vida números romances tanto con hombres como mujeres: Jean Gabin, Erich Maria Remarque, Mercedes Acosta, Gary Cooper, Yul Brynner o el compositor Burt Bacharach. 
El músico dirige la carrera musical durante varios en una serie de históricas giras por los escenarios de todo el mundo, entre ellos, su regreso a Alemania donde la actriz se enfrenta con la hostilidad de un sector de la población que no le ha perdonado su pro americanismo durante la Segunda Guerra Mundial.
 Feroz opositora del nazismo, la actriz viaja con el ejército norteamericano por los diferentes frentes de la guerra animando las tropas.
 Su versión de la canción Lili Marlen, paradójicamente, acaba convirtiéndose en un himno de amor y consuelo para los soldados de ambos bandos enfrentados.
“Marlene Dietrich abrió un camino de libertad, sentando un modelo para los hombres y las mujeres de las futuras generaciones”.
 
Como recuerda la comisaria de la exposición, a los veinticinco años de su desaparición, la influencia de Dietrich en el mundo del espectáculo y de la moda se mantiene como referencia para las nuevas generaciones. Artistas como Madonna, Beyoncé o Miley Cyrus han seguido su ejemplo, perpetuando aquel acto original de inversión de géneros y sexualidad protagonizado ochenta años atrás por la actriz

 

Risto atina...................................Juan Jesús Aznarez

Su programa será lo que sea, talento le sobra, pero entrevistar a Andrés Aberasturi fue un acierto.

Risto Mejide.
Risto Mejide.
Risto Meijide asume con delectación su imagen de chulo y prepotente y encaja las críticas de que quienes califican All you need is love... o no, como un programa sin alma, frecuentado por la vacuidad y figurantes, entre ellos un matrimonio repipi que se comía los mocos como el primer día. 
Haciendo de tripas audiencia, el publicista ignora a quienes le dicen machista o insultan llamándole rata pesetera y capullo. 
De todo hay en la viña del Señor. A mí me cae bien desde que se casó con una veinteañera. Yo también he pecado.

Será lo que sea, talento le sobra, pero entrevistar a Andrés Aberasturi fue un acierto: recuperó el sentimiento ausente en otras comparecencias, más pirotécnicas que emocionantes. 
El periodista invitado, que cuida de un hijo con parálisis cerebral profunda, escribió el libro Cómo explicarte el mundo, Cris, donde se sincera y testimonia.
 Su presencia en un programa de gran audiencia reactivó su cruzada en exigencia de medios y atención para las 120.000 personas con esa enfermedad en España.
"¿Qué siente un padre con un hijo así?", le preguntó Risto. "Amor, desesperación, rabia, impotencia, cabreo, ganas de luchar, ganas de tirar todo por la ventana, ganas de seguir(...). La historia de Cris es la de una vida fracasada", resumió su padre.
 El hombre ha nacido para ser libre, pero si no puede elegir, no puede comunicarse con quien le quiere, si no puede pedir agua cuando tiene sed, si no puedes pedir que le arropen cuando tienes frío, eso no es vida, agregó.

Las preguntas fueron pertinentes y las respuestas, útiles para agitar conciencias y presupuestos. 
Aberasturi anunció en una tribuna publicada en este diario que denunciará a todas las Administraciones, locales, autonómicas y estatales, por el abandono progresivo de su obligación constitucional de proteger a los más indefensos, a los más débiles, a los que no tienen voz, ni muchas veces voto.
 No es para menos.

 

Amor, esa palabra odiosa................................ Elvira Lindo

Un clásico es aquel libro que llega a tu vida para quedarse y esa ha sido mi experiencia con 'Apegos feroces', de Vivian Gornick.

Madre e hija abrazadas. 
Madre e hija abrazadas. Getty
Siempre me ha sorprendido ese momento vital que a algunos les llega, tan cansinamente descrito, de leer solo a los clásicos, o como se suele decir con coquetería por estas fechas veraniegas, de releerlos.
 Sucede, dicen, cuando uno comienza a tener conciencia de la fugacidad del tiempo y no está dispuesto a perderlo con bobadas. Visto así, tiene su lógica, pero también la tiene el pensar que hay clásicos de los que no tuvimos noticia, que es tanto lo que ignoramos como lo que conocemos, y que un clásico, en el canon estrictamente personal, es aquel libro que llega a tu vida para quedarse y marcar lo que a partir de ahora leas o escribas.
 Ésa ha sido mi experiencia con Apegos feroces, de Vivian Gornick, periodista y escritora que nació en el Bronx en 1935, y que cuenta, desde una primera persona que es la suya, la difícil, dramática, estrecha y agobiante relación que mantiene con su madre a lo largo de la vida. 
Estas memorias se publicaron en 1987 pero es ahora cuando nos llegan a nosotros, y tal vez tiene su sentido que se hayan publicado con retraso, porque retrasados andábamos en ciertos asuntos.
 No es el libro de Gornick un ensayo académico o un análisis del lazo materno-filial, al contrario, es pura, hermosa y elevada literatura, pero aborda asuntos que ahora nos interesan más o que han entrado en el debate social: la maternidad, el siempre denso, fructífero y correoso lazo de una madre con su hija; el amasamiento de la propia vida para crear literatura, y la certificación, como sonido de fondo, del devenir histórico y de cómo afectaba a la vida íntima de las mujeres.
Las historias que nos cuenta la neoyorquina se articulan a lo largo de tres años, desde los 45 años de ella y los 77 de la madre, hasta que tiene 48 y su madre 80. 
Pasean y hablan. Pasean y discuten ásperamente.
 Todo narrado con una prosa precisa y directa, a veces descarnada, que solo se vuelve orquestal cuando se detiene en la maravilla de los parques del Bronx, esa irrupción abrumadora de la naturaleza salvaje en la urbe que concede a la gente humilde un lugar bajo el cielo en el que respirar a lo grande, más allá de los mezquinos apartamentos en los que las familias se apelotonan. 
Vivian y su madre se cuidan y se sufren en una convivencia tan estrecha como la cocina y el saloncito desde cuyas ventanas observa la madre a las vecinas, y la hija anhela esa vida que cree que se le escapa.
 En ese espacio mezquino se construyen unos lazos familiares que son más fuertes que el amor: “La relación con mi madre no es buena y, a medida que nuestras vidas se van acumulando, a menudo tengo la sensación de que empeora.
 Estamos atrapadas en un estrecho canal de familiaridad, intenso y vinculante: durante años surge por temporadas un agotamiento, una especie de debilitamiento, entre nosotras”. 

Lo cierto es que el ánimo de ambas mejora si en los paseos por Manhattan se dedican a rememorar el pasado, a volver a esa escalera de vecinos del Bronx, o de vecinas, porque aunque hay hombres en el relato su presencia es tibia, casi fantasmal; 
Vivian sólo es capaz de recordar con nitidez la relación entre aquellas mujeres que conformaban una comunidad férrea, de ayuda mutua pero también de estricto control moral.
 La madre, judía, ama de casa, socialista, recta e inflexible hasta sofocar el aire que respira su hija, es el centro de ese universo femenino de clase trabajadora.
 Una de esas madres dramáticas que hacen que la maternidad sea causa y consecuencia de su sufrimiento, haciendo notar impúdica, machaconamente, que hubiera podido gozar de otra vida de no ser porque se entregó a un marido y a unos hijos.
 De no ser por el amor.
 El amor, esa palabra que se vuelve odiosa para una hija harta de que la madre recuerde los sacrificios que hizo por ella.
Aunque esta madre y esta hija muestren una brusquedad que resulta menos habitual en estos tiempos, reconocemos en esa relación algo de la nuestra, la constatación de que el vínculo materno-filial va más allá del puro cariño;
 es poseedora de lazos aún más hondos, en los que se agitan los reproches y la imposibilidad de la ruptura. 
Así es, una madre es para siempre; una hija también.
 Vivian Gornick escribió este maravilla, ya un clásico para mí que acabo de leerlo, hace 30 años.
 Yo lo he sentido en mi presente, lo he introducido en mi vida íntima, para entenderla y para entenderme un poco mejor.
 Cierro el libro y me descubro con lágrimas en los ojos, conmocionada por una verdad que no por ser dura es contada con menos belleza.
Posdata: Leo en algún lugar que no he respondido a los ataques recibidos en la última semana.
 No es falta de arrojo. Mi trabajo se encarga de manifestar lo que pienso.
 Además, ahora prefiero agradecer las incontables muestras de cariño de colegas y lectores. 
Algo ha cambiado. Sí, definitivamente algo ha cambiado.