Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

7 jul 2017

Un puñetazo contra una amistad de años............. Jesús Ruiz Mantilla

La férrea relación entre los dos escritores y sus familias se rompió en 1976 por un conflicto personal que Vargas Llosa prefiere dejar para el estudio de los historiadores.

Vargas Llosa, en los cursos de verano de la Complutense en San Lorenzo de El Escorial.rn  
Vargas Llosa, en los cursos de verano de la Complutense en San Lorenzo de El Escorial.

Dos amigos, dos colegas, dos talentos… Y un golpe que tumbó todo aquello. 

Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez se conocieron en los años sesenta y fueron vecinos de la Barcelona de entonces.

 Forjaron lazos familiares y literarios.

 Con Carmen Balcells, su agente común, amiga, madrina… catapultaron a la generación de literatura en español más brillante del siglo XX.

 Aquella que brotó en un territorio propio, el de La Mancha que definió Carlos Fuentes con ayuda de Cervantes, y un montón de cofrades de todos los países que conforman América Latina. 

Ayer, Vargas Llosa recordó esa amistad en San Lorenzo de El Escorial. 
Una alianza hecha añicos por un incidente que hizo temblar el boom literario y abrió una sima entre los dos ejes más importantes del movimiento.
 Ocurrió en México D. F. Mario andaba en el vestíbulo del Palacio de Bellas Artes cuando García Márquez se acercó a saludarlo. 
 Tras una mera explicación a la que después no ha seguido más que un silencio de cuatro décadas, el escritor colombiano recibió un puñetazo en la cara. 
Tan sólo le dijo: “¡Esto, por lo que le hiciste a Patricia en Barcelona!”. Hubo testigos, revuelo y aspavientos aquel 12 de febrero de 1976.
Ambos acudieron al estreno de Supervivientes de los Andes, la famosa película que recreaba el accidente de avión de un equipo de rugby y los episodios de canibalismo para poder sobrevivir hasta que fueron rescatados. 
El mandoble de Vargas Llosa rompía una férrea amistad de tiempo, exilios, alianzas personales y veladas de fuertes dosis literarias. Abría dos frentes entre el peruano y el colombiano, que con los años recibieron cada uno su premio Nobel.
 Enfrentó a sus familias y ruborizó a los amigos comunes. 
A partir de entonces, nada sería igual… ¿Qué había pasado?

Mario vivía una de sus crisis de pareja con su mujer de entonces, Patricia Llosa.
 Ella encontró amigo y confidente en Gabo y Mercedes Barcha, la mujer de este.
 Hubo, quizás, malos entendidos que llevaron a los celos. 
Y de ahí, la posible y deseada reconciliación entró en barrena.
 Y la mala relación se fue enquistando entre posiciones políticas en las antípodas y una alimentada rivalidad.
Muchos buscaron el abrazo de la paz. “Sobre todo su agente, que era mucho más que eso. Carmen Balcells, se había convertido para los dos en una especie de madre común, la mamá grande, la llamaban. 
Y lo pasó muy mal. Es que aquello fue un divorcio en toda regla. Con amigos que se ponen de un lado y otro de la pareja”, comenta Ángel Esteban, autor junto a Ana Gallego del libro De Gabo a Mario (Espasa). “Quien mejor ha contado el episodio”, comenta Esteban, es Xavi Ayén en Aquellos años del boom (RBA). 
 Nadie ha refutado esa versión que ofrece todo lujo de detalles”. Ayén describe la escena.
 También los prolegómenos y sus consecuencias en dicho volumen, de más de 800 páginas que recibió en 2013 el Premio Gaziel de biografía.
 En el capítulo Historia de un fraticidio, ya avisa lo que Vargas Llosa contesta cuando le preguntan qué pasó: “Bueno, eso vamos a dejárselo a los historiadores”.
 Es la misma respuesta que el escritor le ha dado a Esteban y a otros tantos. “Jamás, ni él, ni García Márquez volvieron a hablar del asunto. Lo que no sé es si estuvieron después en contacto o no”.
Los Historiadores no tenemos tiempo de investigar esas tonterias, déjelo para el Hola su revista actual y memoria de sus viajes, y su relación con La Preysler, ¿Ahora nadie le ha dado un puñetazo por esa sin razón?. 

Respeto por la obra

Públicamente, lo más parecido a una reconciliación, fue lo que ocurrió al aparecer la edición definitiva de Cien años de soledad por parte de la Real Academia Española. 
Ahí, Vargas Llosa dio permiso para que se publicara en el prólogo Cien años de soledad, realidad total, novela total. 
Ya antes había escrito sobre su amigo en Historia de un deicidio.“No sé si es que lo presionaron, pero aquello se interpretó como un gesto de acercamiento”, agrega Ángel Esteban.
Las coincidencias persisten. 
Un nuevo gesto fue la charla que con la participación de la cátedra Vargas Llosa tuvo lugar ayer en San Lorenzo de El Escorial. “Con los años, creo que Mario va sintiendo la necesidad cerrar heridas”, afirma Esteban.
 Otro curso sobre García Márquez se ha celebrado esta semana también en la Universidad Rey Juan Carlos, de Madrid.
 Las teorías se afianzan, los testimonios y los testigos han ayudado a reconstruir aquella crucial relación.
 Entre ellos pervivió un respeto profundo por la obra común pero ante el conflicto, aún Vargas Llosa guarda silencio.
Para mi Vargas Llosa no existiria ya como escritor, lo leí en aquellos tiempos que leía a García Márquez y me quedé sin lectura el dia que terminé Cien Años de Soledad, la mejor novela del S.XX. 
Vargas se me fue de las manos cuando leí la Guerra de los Cien años, o algo parecido.
Me reconcilié con la fiesta del Chivo pero nada más he leído, no me gustan nada sus charlas, se le nota que quiere caer bien.
Su vida literaria ha acabado y solo puede salir al lado de la que vende baldosas, ¿Quién le dará ahora un puñetazo por hacer lo mismo que censuró? Pero no cuento más el que quiera saber más que pague.
Amén

6 jul 2017

Michael Douglas no logra vender su casa de Mallorca...... Lucía Bohórquez

El actor puso a la venta 'S’Estaca', su propiedad de 1.000 metros cuadrados en el oeste de la isla, por 50 millones de euros en 2014.

Michael Douglas, en 'S’Estaca', su casa de Mallorca, en 1988. 
Michael Douglas, en 'S’Estaca', su casa de Mallorca, en 1988. Getty Images
Once dormitorios, 10 baños, 1.000 metros cuadrados de superficie construida y 100 hectáreas de terreno.
 Así es a grandes rasgos S’Estaca, la propiedad que el actor norteamericano Michael Douglas posee en la costa oeste de Mallorca y que lleva ya tres años en el mercado inmobiliario.
 La propiedad salió a la venta en 2014 por un precio de 50 millones de euros, que se rebajó hasta una cifra cercana a los 40 millones a finales del pasado verano y que ahora figura en el catálogo de una inmobiliaria de lujo por un precio de 36,5 millones de euros.
Ni los tres años que lleva a la venta ni las sucesivas rebajas de precio ni los agentes que han intentado cerrar la venta le han servido al actor para cambiar de manos la finca, que figura en al menos dos muestrarios digitales de empresas inmobiliarias que se dedican a la venta de grandes villas de lujo en la isla.
 En uno de ellos, S’Estaca aparece descrita como una propiedad “indescriptible y única” con las más “espectaculares y románticas” puestas de sol de la isla, de las que se puede disfrutar todo el año. 
Y que Douglas se ha encargado de mostrar en alguna ocasión en su perfil de Facebook.

Michael Douglas, en 'S’Estaca', su casa de Mallorca, en 1988. 
Michael Douglas, en 'S’Estaca', su casa de Mallorca, en 1988. Getty Images
Palma de Mallorca
Vista aérea de 'S'Estaca', la propiedad de Michael Douglas en Mallorca. 
Vista aérea de 'S'Estaca', la propiedad de Michael Douglas en Mallorca.
La inmobiliaria explica que S’Estaca se compone de siete unidades independientes con una casa principal que data del siglo XIX, adquirida en 1867 por el archiduque Lluis Salvador que la reformó y amplió tras inspirarse en las Islas Eólicas de la costa noroeste de Sicilia.
 Destacan las propiedades de las amplias zonas verdes que rodean las edificaciones, que cuentan con la flora propia de un jardín mediterráneo compuesto por palmeras, almendros, árboles frutales, olivos, viñedos y bosques. 
La propiedad tiene, de hecho, una bodega propia y un acceso directo al mar mediante un embarcadero privado.
Douglas es un asiduo del verano mallorquín desde los años ochenta, cuando compró la casa junto a la que entonces era su mujer, Diandra Luker, por un precio de cuatro millones de euros a los después tuvieron que sumar los costes de una amplia reforma. Tras su divorcio 11 años después de haberse hecho con la finca, la expareja acordó que disfrutarían de ella por turnos y cada uno podría visitarla durante seis meses al año.
 Desde entonces, el actor ha rebajado sus estancias en la isla, que se han reducido a unos pocos días al año. 

Catherine Zeta-Jones y Michael Douglas en Mallorca, en el verano de 2002. 
Catherine Zeta-Jones y Michael Douglas en Mallorca, en el verano de 2002.

 

Tanto Douglas como su actual mujer, la también actriz Catherine Zeta-Jones, y sus hijos en común, Dylan y Caris, han disfrutado de la discreción y el encanto de Valldemossa, municipio de la Serra de Tramuntana en el que se les vio paseando juntos por última vez en 2014.
 En los años posteriores, el actor ha realizado visitas de corta duración a la finca de las que ha dado cuenta en sus perfiles en redes sociales.
En junio del año pasado, Douglas recibió en S’Estaca la visita del actor y director alemán Til Schweiger, con quien tenía previsto rodar una película este año.
 También fotografió los olivos centenarios plantados en el jardín y una puesta de sol con vistas al mar. 
De momento este año en la isla no hay ni rastro del actor, que a tenor de sus últimas publicaciones parece haber cambiado las cristalinas aguas del Mediterráneo por el mar Caribe que rodea las Islas Bermudas.

El último milagro de la moda española............. Miguel Ángel Bargueño.

las zapatillas de 50 euros que arrasan entre los jóvenes.

Cuatro estudiantes consiguen crear un calzado, las Pompeii, que triunfa por sus peculiares características.

Tres de los modelos de Pompeii que triunfan entre el público más joven.
Se pueden ver en la universidad, en las millas de oro de las grandes ciudades y hasta en conciertos multitudinarios de grupos como Taburete: son las Pompeii, esas zapatillas de lona o serraje con llamativas suelas de colores pastel.
 Como ocurriera en tiempos recientes con El Ganso o Scalpers, Pompeii se ha convertido en la firma que lo peta para un público joven que se acoge al socorrido concepto de “arreglado pero informal”; en el caso de esta marca, vendiendo solo calzado (y calcetines).
Detrás de la marca están cuatro madrileños de 25 años recién salidos de la universidad.
 Son amigos desde el colegio (Retamar, en Pozuelo de Alarcón; uno de los más exclusivos de Madrid y perteneciente al Opus Dei), empezaron a barajar la idea de “montar algo” cuando estudiaban en la universidad (tres de ellos Administración y Dirección de Empresas, uno de estos, además, Derecho; el cuarto, Ingeniería Industrial). 
“Después de plantearnos fabricar camisetas y sudaderas, vimos que para sobrevivir necesitábamos crear algo más potente.
 Es la diferencia entre que algo dure 10 años o dure 50.
 Para crear una marca, consideramos que uno de los productos que la gente más valora son las zapatillas. 
Aparte, dos de los socios las coleccionaban, les alucinaban”, recuerda Jaime Garrastazu, uno de los socios.
El primer año facturaron medio millón de euros; el segundo, dos millones, y este prevén llegar a 3,5 millones.
 Cuentan con 17 empleados y ya han vendido 100.000 zapatillas, el 10 % fuera de España
Para sus creadores, las suelas de colores y los cordones de cuero son las principales señas de identidad de sus zapatillas. “Buscábamos una zapatilla que pudieses llevar en el día a día, para trabajar, para ir al súper, pero que te aportase diseño, personalidad”, dice Garrastazu, uno de los socios. 
“Vimos que el cordón de cuero la convertía en una zapatilla arreglada según el registro que llevases y la suela de color le aportaba esa vitalidad y diversión, lo que le daba un equilibrio perfecto”.
La idea original (y tanto) es que suelas y cordones fueran del mismo color.
 Pero después de unas pruebas comprobaron que el resultado no funcionaba.
 “Era horrible. Eran de las zapatillas más feas que habíamos visto, en general, en la vida”, explica Garrastazu.
 Los colores de las suelas están escogidos minuciosamente. “Intentamos que sean colores pastel y que aporten un contraste al color de la lona, pero no un contraste que choque sino uno que acompañe. 
También, que no sean demasiado fluorescentes, para que puedas llevarlas en el día a día y que no chille”.
“Es la última evolución de la típica zapatilla de lona”, opina Daniel García, experto de moda masculina.
 “Aquí confluyen muchas referencias: la zapatilla de tenis clásica (Superga, por ejemplo), la de surf o skate (Vans) y la zapatilla de verano tipo Victoria. 
Los cordones son iguales que los de los náuticos.
 Todas esas influencias están actualizadas y bien mezcladas” 
Tres de los modelos de Pompeii que triunfan entre el público más joven.
.“Es la última evolución de la típica zapatilla de lona”, opina Daniel García, experto de moda masculina. “Aquí confluyen muchas referencias: la zapatilla de tenis clásica (Superga, por ejemplo), la de surf o skate (Vans) y la zapatilla de verano tipo Victoria. Los cordones son iguales que los de los náuticos. 
Todas esas influencias están actualizadas y bien mezcladas”.
El catálogo de Pompeii se compone de pequeñas variaciones (exteriores de lona o serraje, cordones en los laterales o sin ellos, suela de alpargata o de goma) sobre un mismo tema: “El éxito radica en que han creado una serie de modelos de zapatillas reinventando (a veces mucho, a veces poco) zapatos que ya tenemos en nuestro zapatero.
 Todo ello con el plus del color de la suela y del tejido de la zapatilla. 
El modelo Valcan transforma las alpargatas de toda la vida en una zapatilla con cordones.
 El modelo Petra moderniza el clásico náutico”, apunta Arturo Gil, experto de moda y belleza y director del portal The Adonis Lab.
Los cuatro madrileños de 25 años que han creado Pompeii.
Los cuatro madrileños de 25 años que han creado Pompeii.

 

 

Una exdirectora de moda de ‘Vogue’ destapa su cara oscura

 

“La moda te puede masticar y escupirte”, dice Lucinda Chambers tras ser despedida después de 36 años en la revista.

Lucinda Chambers, en un desfile en febrero de 2016.  
Lucinda Chambers, en un desfile en febrero de 2016.

 Un mes después de que Lucinda Chambers ocupara titulares por dejar su cargo como directora de moda de la edición inglesa de Vogue tras 36 años de servicio a la publicación, ahora los protagoniza de nuevo por una suculenta entrevista. 

Una furiosa Chambers ha explicado a la revista independiente Vestoj todo aquello que el departamento de recursos humanos de su antigua revista no le había permitido comunicar. “Fui despedida de Vogue

Y les llevó tres minutos hacerlo”. Ella apunta a un solo responsable: el nuevo editor jefe Edward Enninful, en el cargo desde abril. 

 “Nadie en el edificio conocía que eso iba a pasar”, explicaba esta semana una dolida Chambers: “nadie excepto el hombre que lo hizo, el nuevo editor”.

 

Ella no fue la única en irse. 
Sus declaraciones dan a entender que detrás del cese aparentemente voluntario a principios de año de Alexandra Shulman, su anterior jefa y editora jefa de la cabecera durante 25 años, hay otro despido. “La moda te puede masticar y escupirte”, reflexiona en relación a una industria cada vez más voraz y menos reflexiva.
El Daily Mail se aventura a señalar a Anna Wintour como la mano negra detrás de esta cadena de despidos así como del nombramiento de Enninful como nuevo capitán de barco. Chambers y Schulman, que siempre han procurado salvaguardar la creatividad como ingrediente imprescindible en la publicación, entienden la moda de una forma muy diferente a como lo hace su colega desde el Vogue estadounidense.
 Aunque parece que por ahora, el equipo Wintour, enfocado a la vertiente más comercial de la revista, lleva las de ganar.
Mientras la maquinaria continua con los cambios, la entrevista de Chambers deja un valioso testimonio.
 No sin resentimiento, hace un repaso a la industria con la intención de arrojar algo de verdad más allá de los asépticos comunicados corporativistas: “Hay demasiados secretismos en la industria”. Carga contra el afán de perfeccionismo que impera: “Equivocarse no está permitido en el mundo de la moda, especialmente ahora en la época de las redes sociales, donde todo gira entorno a llevar una vida increíble y llena de éxito.
 Pero, ¿por qué no podemos celebrar los errores? Al final, nos ayudan a crecer y desarrollarnos”. Prosigue con las consecuencias que la creciente presión de los anunciantes conlleva en la calidad final de las producciones: “No todas [mis producciones] fueron buenas.
 Algunas fueron una mierda. La portada de junio con Alexa Chung luciendo una estúpida camiseta de Michael Kors es una mierda.
 Es un gran anunciante, así que sabía porqué tenía que hacerlo”. 


Alexa Chung, en el número de junio de la edición británica de 'Vogue'.
Alexa Chung, en el número de junio de la edición británica de 'Vogue'.
Después ilustra cómo la apariencia es muchas veces mejor carta de presentación que un buen currículo (“En el mundo de la moda puedes llegar lejos si luces fantástica y segura”) y carga con un sistema cada vez más desbocado: “Todos quieren más y más, más rápido y más rápido. 
 Las grandes compañías piden mucho más a sus diseñadores, y hemos visto las causas [cambios constantes de diseñadores al frente de las firmas]. Es muy duro”.
Y concluye que la ansiedad reina en la moda: “La mayoría de las personas que dejan Vogue acaban sintiendo que son inferiores, y el hecho es que nunca serás más grande que la empresa para la que trabajas.
 Muy pocas revistas te hacen sentir poderosa”. Y lanza una última confesión: “No había leído Vogue en años”.
 El motivo: “Las prendas, ridículamente caras, no son importantes para la mayoría de las personas”. 
Su conclusión es que las revistas: “han perdido la autoridad que tuvieron. 
Han dejado de ser útiles. Siempre estamos intentando que la gente compre algo que no necesitan.
 No necesitamos más bolsos, camisas o zapatos”.