Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

17 jun 2017

Podemos en Netflix........................................... Boris Izaguirre..

La característica de equipo es lo que une a Irene y a Pablo, los Underwood y, con mucho esfuerzo, a los Trump.

  Messi, con sus hijos y los del futbolista Cesc Fàbregas, el 12 de junio en Ibiza. Messi, con sus hijos y los del futbolista Cesc Fàbregas, el 12 de junio en Ibiza.

Si Podemos fuera una serie de Netflix, Irene Montero y Pablo Iglesias podrían ser los nuevos Underwood, la pareja presidencial de la serie House Of Cards.
  Pablo sería más campechano, por ahora, que el señor Underwood e Irene, más morena, por ahora, que la manipuladora señora Underwood.
 Ambas parejas reciben aplausos y críticas por ser simultáneamente públicas y privadas.
 Un día amor, otro día equipo.
 Al contrario que al portavoz del PP, me encanta ese plan.
 Los Underwood combaten para ganar más poder.
 Irene y Pablo lo hicieron el pasado martes contra el Gobierno, con situaciones de alta tensión como la enumeración, en orden alfabético, que ella hizo de los más de 60 casos de corrupción que involucran al PP. 
Y esa frase, casi titular, que cualquier guionista envidiaría: “La corrupción tiene sede y es Génova 13”, que no solo sintetiza sino que sirve de localizador.
Ahora podemos pensar que el presente es un poco más elevado, incluso sutil, como el cambio que indica la nueva imagen corporativa de Podemos.
 Parecen haber quedado en el fondo del armario las camisas de cuadros, altisonantes estampados y los colores periféricos.
 En su lugar, vemos el resurgimiento de las chaquetas desestructuradas, que visten pero con flexibilidad. 
Se recomiendan mucho para las negociaciones de verano y no le restan emoción a una censura.
 A eso hay que agregar una corbata pelín desatada y de color azul petróleo, manga arremangada, libreta con tapa de cuero desgastado, como de reportero.
 El Dustin Hoffman de la película Todos los hombres del presidente.
Otro juego de poder es la próxima boda de Messi. 
Allí también sucedió una moción de censura, pero en este caso contra la wedding planner, esa figura surgida en la década de los noventa y que implica tanto sentido de la responsabilidad como nervios de acero.
 Bárbara Diez, cotizadísima especialista en organizar eventos y nupcias en Argentina, fue despedida por el padre de Messi porque su planificación les estaba dejando casi pobres aunque sin llegar a los niveles de lo que Hacienda le ha sacado al astro.
 Todo esto a tan solo dos semanas de la boda. Bárbara, muy bárbara, no comenta nada en su Instagram donde solo sube fotos de los muchísimos eventos en los que sigue contratada con su estrategia consumista y abiertamente liberal. 
Los Messi han fichado wedding planners locales con una estrategia de crowdfunding, es decir, que todo el que trabaja para la boda lo hace gratis, a manera de colaboración.
 Antonella aparece cada vez más fresca y relajada en las fiestas que están celebrando en Ibiza como entrenamiento. 
 Seguramente porque sabe que el menú no será sustituido. Ofrecerán carne, empanadas y locro, un guiso andino muy reconstituyente.
 El menú confirma que la familia Messi quiere una boda criolla, normal, rebajadita mientras que la organizadora se cegó por el glamour y las estrellas.
 Fue una buena idea plantarle una moción de censura y sustituirla. Ojalá pudiéramos hacer lo mismo y con la misma velocidad en el Congreso. 

Irene Montero abraza a Pablo Iglesias, tras intervenir en el Congreso el martes.
Irene Montero abraza a Pablo Iglesias, tras intervenir en el Congreso el martes.
La verdadera Claire Underwood, Melania Trump, por fin se muda a la Casa Blanca.
 Melania había pedido completar el curso escolar para que su hijo Barron no pasara por una experiencia traumática ante la presidencia de su papá.
 La mudanza sucede al mismo tiempo que avanza la investigación contra el presidente de EE UU. 
Quizás Melania venga en plan refuerzo, que es algo muy típico en las parejas que saben hacerse equipo, que no son todas. Precisamente, esa característica de equipo es lo que une a Irene y a Pablo, los Underwood y, con mucho esfuerzo, a los Trump.
La investigación sobre la relación de Trump con los rusos ha creado un héroe, el exdirector James Comey, que es el director del FBI más conocido desde Hoover
 Su comparecencia trastornó la programación matutina de la televisión estadounidense.
 Yo iba a participar en un crudo debate sobre si la cara es más importante que el cuerpo, cuando tuvimos que conectar con el Senado.
 Incluso las maquilladoras, que atienden las notas del colegio de sus hijos y los balances bancarios al mismo tiempo que te dejan sin arrugas y anaranjado (porque en la televisión tienes que salir naranja para no verte verde), apartaron la esponjita con la que pintan 10 rostros en una hora para ver a Comey.
 “No tiene brillos, buena señal”, dijo la maquilladora que me tocó. “Hombre que no suda, hombre que no miente”, expresó sin censura. 

Dejemos sitio.................................................. Elvira Lindo

Resulta urgente que nos mostremos dispuestos a compartir el espacio con una generación que ya debió asumir responsabilidades hace tiempo.

 

Alumnos de una escuela de cine en Madrid.
Alumnos de una escuela de cine en Madrid.
Quizá porque uno no recuerda cómo se produjo el recambio generacional cuando era joven resulta más traumático de lo que debiera ceder el testigo a otros. 
Quizá porque uno no se para a pensar, por ejemplo, que las radios fueron tomadas, literalmente, a finales de los 70 y los 80, por una turba juvenil que en mucho menos tiempo de lo que entonces parecía invadieron el espacio radial con sus músicas, su universo cultural y su tendencia al naturalismo, si es que así se puede llamar a quien trata de expresarse como una persona normal y no impostando la voz para dar la temperatura en el exterior de nuestros estudios.
 Éramos nosotros, la generación que hoy sobrepasa los sesenta y los que andamos en la cincuentena. 
Teníamos prisa por hacernos con el micrófono y darle el sonido que correspondía a un país que estaba cambiando.
Miro mi caso, pero había muchos como el mío: me senté balbuceante en un estudio a los 19 años y a los 24 ya estaba presentando programas.
 Cuando logré mi anhelado sueño, el que más he deseado en la vida, presentar un programa en Radio 3, tenía 27 años. 27 y un contrato, un equipo y una responsabilidad. Me pagaban, no sé si acertadamente, para que llenara dos horas con un estilo que no se pareciera al de otro. 
La voluntad de ser singular era un desafío y una obligación.
Todos éramos muy jóvenes. 
Más jóvenes de lo que creíamos.
 Con un grado considerable de insensatez que se reflejaba en los resultados. 
Nos hacíamos adultos mientras trabajábamos o como consecuencia de la responsabilidad que se nos había encomendado.
 Igual en la prensa, en el arte o en la literatura.
 Habría que certificar la edad en la que en aquellos años comenzaban los aspirantes a hacerse con un oficio y en qué momento pasaban a gozar de una responsabilidad.
 Esta Feria del Libro de Madrid que acabamos de celebrar permitía reflexionar sobre ello. 
Firmaban los habituales, pero también nuevos nombres que se van haciendo con un público; poco a poco, porque no cuentan con el respaldo de un potente grupo editorial, pero responden a la necesidad que cada generación tiene de ser contada. 
Hay quien siente su poltrona amenazada por esta presencia y no entiendo a qué viene esa incomodidad, esa desconfianza, en quienes con tanto desparpajo desbancaron a sus mayores.
 Es como no haber entendido que nosotros también necesitamos que entre en nuestras mentes el aire fresco. 
Las nuevas editoriales, las que paso a paso se han ido haciendo con un sitio en las mesas de novedades y han logrado en poco tiempo un sello que los lectores reconocen, están introduciendo títulos que conectan con un cambio de mentalidad: su atención al pensamiento ecologista, a las distintas voces del feminismo o a la desatada transformación de las ciudades responden a la necesidad de un activismo cívico: ¿lo captan los políticos?
Han recuperado nombres que dormían en el purgatorio de los descatalogados: Thoreau, Dwight Macdonald, Emma Goldman, Henry Lefebvre, Lewis Mumford, Jane Jacobs o Grace Paley, y que nos hermanan con ese pasado en el que se inauguró un tipo de conciencia.
La celebración del juvenilismo por sistema me espanta, pero es que no es eso, no es eso.
 En el fondo, el entusiasmo por lo juvenil es una manera de certificar tu conocimiento intergeneracional, pero sin hacer concesiones reales.
 Lo que resulta urgente es que nos mostremos de una vez dispuestos a compartir el espacio con una generación que ya debió asumir responsabilidades hace tiempo.
 ¿Con qué cuajo los llamamos banales e ingenuos si mantenemos un tapón profesional que les impide entrar con todo derecho en el mundo de los instalados?
 Les condenamos al alternativismo de por vida con trabajos precarios, mala conciliación, alquileres prohibitivos, poca responsabilidad y una economía asfixiante que les hace dependientes de los padres, lo cual es humillante para unos y trabajoso para los otros.
Es irónico: los colocamos en una posición secundaria sin indicios de progreso para luego reprocharles que tienen poco arrojo. ¿Nos tienen manía?
 Algo de eso hay.
 Está la ironía natural que el joven ejerce contra sus mayores, añadida a una perspectiva mezquina de futuro. 
¿Fue nuestra juventud más fácil? No, pero la posibilidad real de mejora es un elemento fundamental para la satisfacción personal. ¿Qué quieren las madres, los padres?
 Que sus hijos progresen, también necesitan sentirse liberados por completo de esa carga. Mientras no se tomen medidas para incentivar el trabajo no abusivo, el sueldo digno, la casa asequible y se les conceda un lugar destacado, ¿cómo impedir que nos tengan recelo?
Jamás pronunciaré esa frase discutible de "es la generación más preparada de la historia". 
La realidad es que es el desarrollo pleno de un oficio, no la universidad, lo que te convierte en alguien solvente, enfrentado de verdad al desafío de la vida. 
Algunos hemos aprendido ya mucho de la irrupción de “los nuevos” en el universo cultural.
 Más que sentir amenaza o desprecio hay que ceder un espacio que no es de nuestra exclusiva propiedad. 
Tratarlos como adultos y no como niños eternos.


Barcelona homenajea 30 años después a las víctimas de Hipercor

Joseph Reger: “El conocimiento es cada vez menos importante”


Joseph Reger: “El conocimiento es cada vez menos importante”

El responsable tecnológico en Europa, África, Oriente Medio e India de Fujitsu, Joseph Reger, asegura que tenemos que entrenar la creatividad y vigilar que los políticos sepan de tecnología.

 

Políticos, educación, ética respecto a la inteligencia artificial... Joseph Reger, principal responsable tecnológico de Fujitsu para Europa, África, Oriente Medio e India no esconde respuestas para las grandes cuestiones por las que atraviesa la humanidad del siglo XXI en una conversación con un grupo de periodistas internacionales reunidos con motivo del Fujitsu World Forum en mayo pasado en Tokio. Admite que el futuro puede sorprendernos a todos y recomienda establecer un debate en la sociedad sobre qué esperamos de la inteligencia artificial. 
 Propone olvidarnos de enseñar conocimiento y volcarnos en la creatividad y asegurarnos de que nuestros políticos entienden algo de tecnología, porque su presencia en nuestras vidas va a crecer de forma exponencial. 
Se habla mucho de la irrupción de la inteligencia artificial. ¿Cuál es su opinión sobre la ética que ha de rodear este fenómeno?
Tenemos un problema, claro está. 
Y es un problema que no tiene fácil solución. Con el aprendizaje automático (machine learning en inglés) y la inteligencia artificial nunca sabes exactamente qué es lo que la máquina ha aprendido y en qué se basa para tomar decisiones. 
 No puedes abrir un sistema, mirar a dentro y tratar de adivinar en qué se ha basado para tomar decisiones. Resulta imposible saber qué patrones puede contener o llevar a cabo una investigación forense. 
Y ese problema viene antes que los problemas éticos.
 
 
Joseph Reger: “El conocimiento es cada vez menos importante”