Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

17 jun 2017

Dejemos sitio.................................................. Elvira Lindo

Resulta urgente que nos mostremos dispuestos a compartir el espacio con una generación que ya debió asumir responsabilidades hace tiempo.

 

Alumnos de una escuela de cine en Madrid.
Alumnos de una escuela de cine en Madrid.
Quizá porque uno no recuerda cómo se produjo el recambio generacional cuando era joven resulta más traumático de lo que debiera ceder el testigo a otros. 
Quizá porque uno no se para a pensar, por ejemplo, que las radios fueron tomadas, literalmente, a finales de los 70 y los 80, por una turba juvenil que en mucho menos tiempo de lo que entonces parecía invadieron el espacio radial con sus músicas, su universo cultural y su tendencia al naturalismo, si es que así se puede llamar a quien trata de expresarse como una persona normal y no impostando la voz para dar la temperatura en el exterior de nuestros estudios.
 Éramos nosotros, la generación que hoy sobrepasa los sesenta y los que andamos en la cincuentena. 
Teníamos prisa por hacernos con el micrófono y darle el sonido que correspondía a un país que estaba cambiando.
Miro mi caso, pero había muchos como el mío: me senté balbuceante en un estudio a los 19 años y a los 24 ya estaba presentando programas.
 Cuando logré mi anhelado sueño, el que más he deseado en la vida, presentar un programa en Radio 3, tenía 27 años. 27 y un contrato, un equipo y una responsabilidad. Me pagaban, no sé si acertadamente, para que llenara dos horas con un estilo que no se pareciera al de otro. 
La voluntad de ser singular era un desafío y una obligación.
Todos éramos muy jóvenes. 
Más jóvenes de lo que creíamos.
 Con un grado considerable de insensatez que se reflejaba en los resultados. 
Nos hacíamos adultos mientras trabajábamos o como consecuencia de la responsabilidad que se nos había encomendado.
 Igual en la prensa, en el arte o en la literatura.
 Habría que certificar la edad en la que en aquellos años comenzaban los aspirantes a hacerse con un oficio y en qué momento pasaban a gozar de una responsabilidad.
 Esta Feria del Libro de Madrid que acabamos de celebrar permitía reflexionar sobre ello. 
Firmaban los habituales, pero también nuevos nombres que se van haciendo con un público; poco a poco, porque no cuentan con el respaldo de un potente grupo editorial, pero responden a la necesidad que cada generación tiene de ser contada. 
Hay quien siente su poltrona amenazada por esta presencia y no entiendo a qué viene esa incomodidad, esa desconfianza, en quienes con tanto desparpajo desbancaron a sus mayores.
 Es como no haber entendido que nosotros también necesitamos que entre en nuestras mentes el aire fresco. 
Las nuevas editoriales, las que paso a paso se han ido haciendo con un sitio en las mesas de novedades y han logrado en poco tiempo un sello que los lectores reconocen, están introduciendo títulos que conectan con un cambio de mentalidad: su atención al pensamiento ecologista, a las distintas voces del feminismo o a la desatada transformación de las ciudades responden a la necesidad de un activismo cívico: ¿lo captan los políticos?
Han recuperado nombres que dormían en el purgatorio de los descatalogados: Thoreau, Dwight Macdonald, Emma Goldman, Henry Lefebvre, Lewis Mumford, Jane Jacobs o Grace Paley, y que nos hermanan con ese pasado en el que se inauguró un tipo de conciencia.
La celebración del juvenilismo por sistema me espanta, pero es que no es eso, no es eso.
 En el fondo, el entusiasmo por lo juvenil es una manera de certificar tu conocimiento intergeneracional, pero sin hacer concesiones reales.
 Lo que resulta urgente es que nos mostremos de una vez dispuestos a compartir el espacio con una generación que ya debió asumir responsabilidades hace tiempo.
 ¿Con qué cuajo los llamamos banales e ingenuos si mantenemos un tapón profesional que les impide entrar con todo derecho en el mundo de los instalados?
 Les condenamos al alternativismo de por vida con trabajos precarios, mala conciliación, alquileres prohibitivos, poca responsabilidad y una economía asfixiante que les hace dependientes de los padres, lo cual es humillante para unos y trabajoso para los otros.
Es irónico: los colocamos en una posición secundaria sin indicios de progreso para luego reprocharles que tienen poco arrojo. ¿Nos tienen manía?
 Algo de eso hay.
 Está la ironía natural que el joven ejerce contra sus mayores, añadida a una perspectiva mezquina de futuro. 
¿Fue nuestra juventud más fácil? No, pero la posibilidad real de mejora es un elemento fundamental para la satisfacción personal. ¿Qué quieren las madres, los padres?
 Que sus hijos progresen, también necesitan sentirse liberados por completo de esa carga. Mientras no se tomen medidas para incentivar el trabajo no abusivo, el sueldo digno, la casa asequible y se les conceda un lugar destacado, ¿cómo impedir que nos tengan recelo?
Jamás pronunciaré esa frase discutible de "es la generación más preparada de la historia". 
La realidad es que es el desarrollo pleno de un oficio, no la universidad, lo que te convierte en alguien solvente, enfrentado de verdad al desafío de la vida. 
Algunos hemos aprendido ya mucho de la irrupción de “los nuevos” en el universo cultural.
 Más que sentir amenaza o desprecio hay que ceder un espacio que no es de nuestra exclusiva propiedad. 
Tratarlos como adultos y no como niños eternos.


Barcelona homenajea 30 años después a las víctimas de Hipercor

Joseph Reger: “El conocimiento es cada vez menos importante”


Joseph Reger: “El conocimiento es cada vez menos importante”

El responsable tecnológico en Europa, África, Oriente Medio e India de Fujitsu, Joseph Reger, asegura que tenemos que entrenar la creatividad y vigilar que los políticos sepan de tecnología.

 

Políticos, educación, ética respecto a la inteligencia artificial... Joseph Reger, principal responsable tecnológico de Fujitsu para Europa, África, Oriente Medio e India no esconde respuestas para las grandes cuestiones por las que atraviesa la humanidad del siglo XXI en una conversación con un grupo de periodistas internacionales reunidos con motivo del Fujitsu World Forum en mayo pasado en Tokio. Admite que el futuro puede sorprendernos a todos y recomienda establecer un debate en la sociedad sobre qué esperamos de la inteligencia artificial. 
 Propone olvidarnos de enseñar conocimiento y volcarnos en la creatividad y asegurarnos de que nuestros políticos entienden algo de tecnología, porque su presencia en nuestras vidas va a crecer de forma exponencial. 
Se habla mucho de la irrupción de la inteligencia artificial. ¿Cuál es su opinión sobre la ética que ha de rodear este fenómeno?
Tenemos un problema, claro está. 
Y es un problema que no tiene fácil solución. Con el aprendizaje automático (machine learning en inglés) y la inteligencia artificial nunca sabes exactamente qué es lo que la máquina ha aprendido y en qué se basa para tomar decisiones. 
 No puedes abrir un sistema, mirar a dentro y tratar de adivinar en qué se ha basado para tomar decisiones. Resulta imposible saber qué patrones puede contener o llevar a cabo una investigación forense. 
Y ese problema viene antes que los problemas éticos.
 
 
Joseph Reger: “El conocimiento es cada vez menos importante”

De bien nacido es ser agradecido, Majestad............ Antonio Lorca

El Juli cortó una solitaria oreja a una noble y rajada corrida de Victoriano del Río.

El rey Felipe VI, entre la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, y el ministro de Cultura, Íñigo Méndez de Vigo.

Del Río / El Juli, Manzanares, Talavante

Toros de Victoriano del Río-Toros de Cortés —el segundo, devuelto— correctos de presentación, cumplidores en los caballos, a excepción del manso primero, nobles, desfondados y corto recorrido; fiero y rajado el tercero. 
El sobrero, de Domingo Hernández, bravo y con clase.El Juli: pinchazo y casi entera atravesada (silencio);
estocada caída y trasera (oreja).

José María Manzanares: estocada —aviso— (silencio); casi entera caída y atravesada (silencio).
Alejandro Talavante: pinchazo y estocada (silencio); pinchazo y media trasera (silencio).
Plaza de Las Ventas. Corrida de Beneficencia. 16 de junio. Lleno de "no hay billetes" (23.624 espectadores).

 Presidió el rey Felipe VI desde el palco real, acompañado por el ministro de Cultura y la presidenta de la Comunidad de Madrid.
La gran ovación de la tarde —unánime, cerrada, clamorosa— comenzó cuando el rey Felipe VI apareció en el palco real, y arreció al finalizar las notas del himno nacional.
 La plaza, de bote en bote, puesta en pie, silenciosa primero, y emocionada después, manifestó de modo tan ceremonioso y expresivo su cariño a la Corona y el agradecimiento al Rey por su presencia en la corrida de Beneficencia.

Pues que no se engañe Su Majestad.
 Recibió un afecto que él no se ha ganado, porque la fiesta de los toros no ha recibido del nuevo monarca más que desapego y frialdad.
Es la segunda vez que asiste a Las Ventas desde que asumió la jefatura del Estado, un balance muy pobre para quien representa a todos los españoles. 
Y en lugar de que la afición le recibiera como merece, con desaprobación por su lejanía manifiesta, va y le ofrece un abrazo de amigo, como si el Rey fuera de los nuestros —los aficionados—, que no lo es.
No debiera olvidar el Rey que en Las Ventas no escucha pitos —solo recibe simpatía— y sería lógico que, en justa reciprocidad, devolviera algún gesto de apoyo a la fiesta; aunque no le gusten los toros. 
Algún republicano habría en la plaza y, sin embargo, estaba de pie, en actitud de respeto, porque estaba allí el jefe del Estado. 
Pues eso… En dos palabras, que si don Felipe no es aficionado, al menos que sea agradecido, que ya se sabe que esa condición es de bien nacido.
Asunto distinto es que el Rey se aburriera; primero, porque la corrida fue un pestiñazo; segundo, porque debe de estar corto de conocimientos taurinos, y tercero, porque tenía a su lado al ministro de Cultura, que va a los toros menos que él, y de poca ayuda le pudo servir.
El Juli, en un pase de pecho a su segundo toro.
El Juli, en un pase de pecho a su segundo toro.
 Nobleza Obliga. desde pequeño el Rey siendo Príncipe iba a conciertos con su madre, la reina Sofía, nunca fue a los Toros con su Padre que si iba con su hija la infanta Elena. Así que debe ir ahora por lo dicho: Nobleza Obliga.

En fin, que la extraordinaria corrida de Beneficencia no cumplió con las expectativas. 
Los toros de Victoriano del Río ofrecieron un juego muy desigual; cumplieron en varas, pero se rajaron en la muleta, a excepción del cuarto, al que El Juli le cortó una oreja, y del sobrero, de Domingo Hernández, el más completo de la tarde, con el que naufragó Manzanares.
La corrida no fue buena, pero tampoco quiso comerse a nadie; muy noble toda ella, bobalicona y dulce, puso, también, de manifiesto que la zona alta del escalafón, las llamadas figuras, no está sobrada de ideas.
José María Manzanares, por ejemplo, se lució con unas buenas verónicas a su primero, que fue devuelto, y otro manojo de estimables capotazos al quinto, al que llevó al caballo con una larga cambiada en el centro del ruedo y un vistoso galleo por chicuelinas. Pero ahí acabó su obra.
Se encontró con el buen sobrero de Domingo Hernández, muy bravo en el caballo y al que picó con eficacia y torería Chocolate, que llegó al tercio final con clase y recorrido.
 Se esperaba faena grande —el público, entusiasmado, eufórico y entregado al torero alicantino—, pero todo quedó en una triste decepción.
 Comenzó con un trincherazo, un recorte y un pase de pecho, a los que siguieron dos bellos redondos, y no hubo más. 
Muletazos enganchados, falta de acoplamiento con el toro y de conexión con los tendidos; toreo anodino, sin gracia ni sentimiento. Todo muy embarullado y desdibujado.
 Pronto se rajó el quinto, noble y soso, y Manzanares se fue con más pena que gloria.

No es bien recibido El Juli en esta plaza, y no parece posible relajarse, asentarse y torear en un ambiente manifiestamente hostil. No está bien que eso ocurra, pero el propio torero debiera preguntarse su cuota de responsabilidad en este desafuero. 
Han sido muchas las tardes en las que se ha anunciado con reses impresentables después de un ajetreado baile de corrales; y, claro, el que siembra vientos ya se sabe lo que recoge…
No estuvo a gusto —no parecía posible— ante el noblón y descastado primero; y se esforzó ante el muy noble y bobalicón cuarto, en una labor intermitente, menos emocionante de lo que expresaron los veleidosos tendidos, pero con destellos de su experiencia y torería.
 Cortó una oreja tras una estocada trasera y caída y quedó la impresión de que se esperaba algo más.
Talavante tuvo peor suerte con su lote, pero tampoco estuvo lúcido. Fiero y codicioso llegó a la muleta su primero, y el torero no supo cómo frenar la velocidad impetuosa del animal. 
Pero pronto se rajó, se refugió en tablas y se esfumó la codicia. 
Y el sexto era blando, como casi todo, y sin pizca de calidad.
El Rey se marchó entre nuevas muestras de afecto. ¡Cómo es el público de toros…!