Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

12 jun 2017

crónica sobre Juan Goytisolo y la forma de contar un drama

El tono del periodista no es sensacionalista sino el de quien ha escuchado con respeto su historia

Por JUAN CRUZ

El escritor Juan Goytisolo, en sucasa de Marraquech.
El escritor Juan Goytisolo, en sucasa de Marraquech.
Lo que contó este domingo en EL PAÍS Francisco Peregil sobre los tres últimos años de Juan Goytisolo, un drama personal del escritor que implica a otras personas cercanas o a su cargo, constituye una crónica de enorme interés humano. 
Su repercusión social y cultural ha sido equivalente e incluso ha superado la trascendencia y el conocimiento públicos del escritor, premio Cervantes y uno de los principales escritores europeos del siglo XX y esta parte del siglo XXI.
La situación de Juan Goytisolo, obligado por sí mismo a ayudar a sus próximos, a los que él llamaba “la tribu”, no era desconocida ni en su casa de Marrakech ni el círculo de sus amigos más íntimos, algunos de los cuales, según consta, se preocuparon, con extrema generosidad, por los aspectos más perentorios y personales de esa precaria situación de la que se hace eco Peregil.
Ponerla de manifiesto explica aspectos que resaltan la figura de Goytisolo como ciudadano comprometido con quienes tiene a su cargo, por su libre elección; describir esa situación difícil prolonga el ejemplo del autor de Juan sin Tierra, que a lo largo de su vida dejó testimonios escritos de sus propias indagaciones en dramas del tiempo en que vivió.
 Gracias a su escritura ha sido posible conocer mejor la España de la que se fue, países en guerra que visitó y hechos que llamaron su atención por su dramática dureza.
Y lo que Francisco Peregil hace, justamente, es describir un drama, del que se tenían datos, vagos o firmes; revelar esa situación, con datos que lo ilustran hasta el extremo del detalle, es un deber moral, a mi juicio, del periodista que la conoce. 
Callar sobre la vida de las personas que son notorias, precisamente, por contar ellas mismas lo que no se sabe, no es tarea de periodistas.
 En la red, pero también en conversaciones personales, ha habido muchos juicios de valor contradictorios sobre este trabajo publicado por EL PAÍS. 
Me permito discrepar de aquellos que creen que no debió darse a conocer este drama, escudándose en el supuesto sensacionalismo que supone la minuciosa descripción a la que ha tenido acceso el periodista.
Lo que destaca del trabajo de Peregil, siempre a mi modo de ver, es el tono, tan lejano al sensacionalismo que esta palabra tan solo es una muy desvariada calificación de su trabajo; una desviación del tono, es decir, una acentuación en elementos sórdidos o exagerados sin motivo de esa situación, hubiera avalado esa crítica.
 Ahora bien, lo que hace el periodista es recoger (guardándose las fuentes que cita, por expreso deseo de éstos) aquello que supo y dice que supo de primera mano. 
El tono que consigue es el del que ha escuchado con respeto la historia de la vida de un hombre en los momentos en que era para él, y seguramente para los otros, afrontar la vida.
Contar un drama es muy difícil en periodismo.
 Se entiende la controversia. 
Pero sería imposible entender el silencio sobre lo que se sabe.

 

Estimada señora Pizarnik................................ Edgardo Dobry

La correspondencia de la poeta suicida completa el perfil de una autora tan leída e imitada como mitificada.

Alejandra Pizarnik en torno a 1962.

 

Alejandra Pizarnik en torno a 1962.  
 

Cuarenta y cinco años después de su muerte, la presencia de Alejandra Pizarnik (Buenos Aires, 1936-1972) sigue creciendo. En 2013, Lumen publicó la segunda edición de sus Diarios, que duplica en número de páginas (más de 1.000) a la primera.

 La responsable de ambas ediciones, Ana Becciu, anota en el prólogo: “He tenido en cuenta el respeto a la intimidad de terceras personas…”: aún quedan cosas silenciadas y se impondrá una tercera versión, completa. 

 Además, el sello porteño Mardulce acaba de reeditar La vida tranquila de Marguerite Duras, en la traducción de Pizarnik de 1972.

 Esta Nueva correspondencia (1955-1972) complementa la edición de la Correspondencia que Ivonne Bordelois (poeta y corresponsal de Pizarnik) había publicado en Buenos Aires en 1998. 

A lo que habría que agregar las cartas a León Ostrov, editadas en 2012: fue su primer psicoanalista, a quien dedicó su segundo libro (La última inocencia, 1956) y acerca del cual escribiría en su diario, en mayo de 1967: “¿Creo en el psicoanálisis? No. Ostrov me hizo bien en el sentido de que no me hizo demasiado mal”. 

 Pero debe tenerse en cuenta que, para entonces, Pizarnik estaba luchando contra (por así decir) su segundo psicoanalista, Enrique Pichon-Rivière, obsesionado, como ella, por Lautréamont. 

La Nueva correspondencia está editada por Bordelois y Cristina Piña; a esta se debe la única biografía de Pizarnik, que conocerá pronto, también, una segunda versión aumentada. Todo ello significa que, alrededor de una obra breve, se despliega una constelación que va conformando la imagen de una de las poetas más leídas, comentadas y hasta mitificadas de la segunda mitad del siglo XX.

 La brevedad de su poesía (reeditada por Lumen el año pasado) no se debe solo al suicidio a la edad de 36 años: una de las características de su poética fue la contención, el dejar el poema más próximo al silencio que a la expansión.

 Para decirlo con palabras de César Aira (en su ensayo Alejandra Pizarnik): “En ella faltó siempre el impulso narrativo que caracterizó a otros surrealistas argentinos, como Olga Orozco o Enrique Molina”.

nrique Molina”.

Estimada señora Pizarnik
Las cartas de Pizarnik complementan la figura que dibujan sus interesantísimos Diarios: se diría que si estos representan el taller, la correspondencia exhibe su salón de recibir.
 Los Diarios revelan el trabajo atormentado, angustioso por poseer la lengua y la tradición: hija de inmigrantes rusos llegados a Argentina dos años antes de su nacimiento, Pizarnik se muestra en ellos siempre dudosa de su conocimiento del idioma y de la literatura.
 Sin duda era consciente de que en esa presunta debilidad radicaba la fuerza de sus poemas germinales y oscuros. 
No debe olvidarse, por otra parte, que consideraba esos diarios como parte de su obra. 
En las cartas, en cambio, predomina el rechazo de la solemnidad, el tono chispeante: a Ana María Barrenechea le pide disculpas por escribirle “sin mi estilo genial, pues está por comenzar la función cinematográfica” y le pide opinión sobre “Juan Ramoncete Jiménez”. 
En sus años parisienses, entre 1960 y 1964 (“el único periodo de mi vida en que conocí la dicha y la plenitud”), levanta acta de la actividad para promocionar su propia obra:
 “He andado publicando algunas cosas en revistas de por aquí: en la Nouvelle Revue Française y en Les Lettres Nouvelles…”,
 mientras “trabajo en sitios infames para ganarme el duro pan de cada noche”.
 A Silvina Ocampo le dice que, más que “proyectos”, tiene “algo así como ‘gestos del hado’ o cualquier cosa que suene a tragedia griega o a alma rusa o rosa”. 
Los juegos de palabras son permanentes: a Bordelois, en referencia a su perpetua preocupación por la gramática, le habla del “Aoristo furioso”; y a Osías Stutman le menciona, en lugar de a Amado Nervo, a Anado Verbo.
 Arropado en ese tono mordaz se encuentran opiniones contundentes; acerca de Severo Sarduy, el ideólogo del neobarroco latinoamericano, dice:
 “A diferencia de mí, tiene definiciones sobre literatura y la delimita y la mide y la calcula”. O bien, a Arnaldo Calveyra: “¿Qué leíste en estos meses? 
Yo leí el Talmud. Es terrible y bellísimo”. A Sylvia Molloy, desde la costa atlántica:
 “Fui a la playa. Pero no estoy tranquila, no estaré tranquila hasta que no escriba como yo deseo sobre lo que deseo…”. Para la numerosa legión de los pizarnikianos, estas cartas serán una lectura golosa, incluso en los pasajes que parecen anecdóticos y banales, pues su voz está siempre bajo el control de una lucidez extraordinaria y de un deseo inquebrantable de poesía.
Nueva correspondencia (1952-1977). Alejandra Pizarnik. Lumen, 2017. 395 páginas. 23,90 euros.
 

 

11 jun 2017

Raphael: “¿Quién más ‘indie’ que yo?”................... Elvira Lindo...

Tiene 74 años y la mayor parte de ellos los ha pasado en un escenario. Ahora gira por España con 'Loco por cantar'.

El cantante Raphael.
El cantante Raphael.
Lo reconozco, estoy nerviosa: ¡Raphael! La voz del primer single que sonó en el tocadiscos de mi casa. 
Hay una emoción infantil en estar esperándole en este amplio salón, mientras curioseamos las fotos que dan cuenta de una vida intensa y cosmopolita. 
Nos recibe en el día de descanso de una apretada gira en la que está llenando teatros con el público más heterogéneo que pueda soñar un cantante melódico.
 De aquellos que lo escuchamos de niños a una juventud que ve en él una suerte de peculiar modernidad. 
Aquí está, prudente, dulce, muy coqueto, con una voz más suave de lo que cabría imaginar, dispuesto a retratarse.
-A los 4 años ya estaba metido en esto, porque se daba el caso de que enfrente de mi casa, en Cuatro Caminos, había una iglesia que tenía un coro y daba clases gratuitas a cambio de que tú prestaras tu voz
. A mi hermano mayor, que ya cantaba allí, le preguntaron: “¿Tú no tendrás un hermano que cante con una voz puntera?”, y él dijo que sí, que tenía un hermano que se pasaba el día cantando, pero que era muy chico.
 Y le dijeron: “Ah, no importa, tráetelo”. Y me quedé de solista de voz primera: de los 4 a los 10.

- Según los entendidos, soy un tenor abaritonado dramático. 
 Yo no sé música, lo mío ha sido intuición pura y dura. 
Tuve una ligera discusión con un gran tenor (no diré cuál) porque dijo que qué pena que con la voz que yo tenía me dedicara a cantar canciones menores y no hubiera estudiado lírica.
 Un día me lo encontré y le dije, “mira, no, la suerte que tengo es la de no haber entrado por ahí”, porque entonces me hubieran quitado la fantasía que yo tengo cantando, me hubieran encorsetado.

Me he visto en un escenario desde siempre. A los 9 años estuve en Viena. Era una competición de coros infantiles, el Orfeo infantil mexicano, los cantores de Viena, en fin, cien coros distintos. Como coro nos dieron un fabuloso tercer premio, pero a mí, como solista, me dieron el premio a la mejor voz. Yo llamaba mucho la atención porque era así, como un botijillo. Chocaba que de un niño tan chico saliera ese pedazo de voz, enternecía. Pero no le di más importancia. Un viaje en autobús de ida y vuelta con los demás niños… Y en mi casa, menos importancia todavía, porque eso no se traslucía en nada en la vida diaria.
-La cosa es que a partir de ahí yo empecé a llamar a la radio para cantar.
 Lo hacía por mi cuenta, ni siquiera tenía “una mamá de artista”. Pero enseguida se empezó a hablar de la voz de aquel niño que era yo.
 Como sólo se podía actuar una vez, los locutores me dijeron que no me preocupase, que me fuera cambiando el nombre y listo.
 “¿Tú sabes cantar más estilos?”, me preguntaban.
 Y yo, pues claro. Y llegó un momento que cantaba de todo y todas las semanas.
 Era por teléfono, en la SER. Ese mundo era encantador. Ahí empezó también la época de colarme en todos los teatros. Yo sentía fascinación por el teatro. 
Llegaba al Teatro Calderón, andando desde mi casa, y me ponía frente a la entrada.
 A la tercera vez, los porteros me conocían y, como el teatro nunca está lleno del todo, se apiadaban de mí, y me hacían una seña como diciendo, venga, pesado, entra.
La primera vez que llegué tarde a mi casa tenía 12 años.
 Fue porque el teatro terminaba a la una y yo tenía que volver andando
. Mi madre se asustó y me pegó una buena bofetón. Y entonces voy y le digo: “Vaya, pues si esto va a ser todos los días…”; y ella dice, sorprendida: “¿Cómo que todos los días?”; y yo: “Claro, es que yo pienso ir al teatro todos los días. 
No hago nada malo, pero no puedo volver antes”. Mis padres me miraron y me dijeron: “Vale, pero más tarde de esta hora, no, ¿eh?”. Jajaja, me vieron tan empeñado que me dieron ese voto de confianza.
 Y yo volvía de madrugada, solo por Madrid, con mi pantalón corto, rodeado de señoritas de alterne que a veces se apiadaban de mí y me acercaban en su autobús hasta casa.
 Yo creo que me veían como un gordito simpático y orejón, hacía mucha gracia, caía bien. 

Jamás pensé en ser cantante a pesar de cantar todos los días. 
Yo soñaba con ser actor.
 A los 13 años, con el permiso de mis padres, me saqué el carnet de artista.
 Y empecé a servirme de la voz porque me era más fácil. Me llamaban siempre para que cantara, y como no me llamaban para actuar, pues cantaba.
-Lo mío fue muy rápido. Desde el momento en que hice cine, todo se embaló.
 Mi primer concierto en el teatro de la Zarzuela fue con 17 años. Eso era entonces algo extraordinario. Pero es que yo siempre he sido atrevido.
 Aproveché el día de descanso de Antonio el bailarín y canté. 
Mi casa discográfica lo organizó, aunque me decían que estaba pirado por atreverme.
 Se rieron bastante a mi costa, hasta que el público se puso en pie y ahí se dejaron de reír.
 He sido muy osado, pero jamás un osado impertinente, sino un osado con base. 
No era tonto. Yo veía la reacción del público y pensaba, ¡esto tiene que ser por algo!

 

Asesinado Federico Blanco, ganador de un ‘reality’ argentino

Se investiga si el concursante, que recibió varias puñaladas en el pecho, fue al lugar donde fue hallado muerto a comprar droga.

Federico Blanco El Bar
Federico Blanco, ganador del reality argentino 'El Bar'.

Argentina está conmocionada por la muerte de Federico Blanco, el primer ganador de un conocido reality show, El Bar, que ha sido asesinado a puñaladas en Villa Itatí, una de las villas más populosas del Gran Buenos Aires, informan los diarios La Nación y Clarín.
 El crimen fue perpetrado ayer sábado por la mañana y la Justicia ha abierto una investigación por homicidio.
 Estaba separado y era padre de un hijo, Santiago, de 13 años.
Según La Nación, los investigadores tratan de determinar si el concursante, que recibió varias puñaladas en el pecho, fue al lugar donde fue hallado muerto a comprar drogas. 
Blanco, de 38 años, había reconocido públicamente que era adicto a la cocaína. 
Según fuentes de la investigación citadas por Clarín, no había señales de robo, por lo que no se descarta la hipótesis de un ajuste de cuentas.
 Su coche fue localizado abandonado a 300 metros del cadáver, en la entrada de uno de los pasillos de la villa de emergencia.
El joven, apodado El Pelado, ganó en 2001 la primera edición de El Baruno de los reality shows más polémicos del país sudamericano y que surgió en el canal América para competir con Gran Hermano.
Tenía 22 años y se llevó cien mil pesos, que entonces eran 100 mil dólares, un premio que no pudo disfrutar hasta muchos años después ya que seis meses después de ganar el concurso se decretó el corralito.
Tras hacerse muy famoso en Argentina y en los países limítrofes en los meses que duró el programa, se alejó del foco mediático, hizo campañas publicitarias, estudió y se dedicó a negocios gastronómicos en Uruguay y en Bahía Blanca (al sur de la provincia de Buenos Aires).
Hace unos meses, reapareció en la televisión argentina para contar que había estado internado para curarse la adicción a la coca y que había vuelto a vivir con su madre en la localidad de Quilmes para que le ayudara en su rehabilitación. 
"Estuve internado por sobredosis de medicamentos, que tomo porque hace cuatro años lamentablemente conocí la cocaína.
 Los últimos siete años viví en Bahía Blanca, porque me enamoré de una bahiense, con quien generamos unos proyectos muy grandes, facturaba muy bien, me iba muy bien económicamente, pero decidí tomar un camino incorrecto, el de la droga.
 Por eso hace un año y medio me tuve que volver a Buenos Aires a rehabilitarme, estuve nueve meses internado.
 Mi hijo, que vivía conmigo y mi novia en Bahía Blanca, se tuvo que volver con la madre", confesó en un programa de Canal 9.