Tiene 74 años y la mayor parte de ellos los ha pasado en un escenario. Ahora gira por España con 'Loco por cantar'.
Lo reconozco, estoy nerviosa: ¡Raphael! La voz del primer single que sonó en el tocadiscos de mi casa.
Hay una emoción infantil en estar esperándole en este amplio salón, mientras curioseamos las fotos que dan cuenta de una vida intensa y cosmopolita.
Nos recibe en el día de descanso de una apretada gira en la que está llenando teatros con el público más heterogéneo que pueda soñar un cantante melódico.
De aquellos que lo escuchamos de niños a una juventud que ve en él una suerte de peculiar modernidad.
Aquí está, prudente, dulce, muy coqueto, con una voz más suave de lo que cabría imaginar, dispuesto a retratarse.
-A los 4 años ya estaba metido en esto, porque se daba el caso de que enfrente de mi casa, en Cuatro Caminos, había una iglesia que tenía un coro y daba clases gratuitas a cambio de que tú prestaras tu voz
. A mi hermano mayor, que ya cantaba allí, le preguntaron: “¿Tú no tendrás un hermano que cante con una voz puntera?”, y él dijo que sí, que tenía un hermano que se pasaba el día cantando, pero que era muy chico.
Y le dijeron: “Ah, no importa, tráetelo”. Y me quedé de solista de voz primera: de los 4 a los 10.
Yo no sé música, lo mío ha sido intuición pura y dura.
Tuve una ligera discusión con un gran tenor (no diré cuál) porque dijo que qué pena que con la voz que yo tenía me dedicara a cantar canciones menores y no hubiera estudiado lírica.
Un día me lo encontré y le dije, “mira, no, la suerte que tengo es la de no haber entrado por ahí”, porque entonces me hubieran quitado la fantasía que yo tengo cantando, me hubieran encorsetado.
Me he visto en un escenario desde siempre. A los 9 años estuve en Viena. Era una competición de coros infantiles, el Orfeo infantil mexicano, los cantores de Viena, en fin, cien coros distintos. Como coro nos dieron un fabuloso tercer premio, pero a mí, como solista, me dieron el premio a la mejor voz. Yo llamaba mucho la atención porque era así, como un botijillo. Chocaba que de un niño tan chico saliera ese pedazo de voz, enternecía. Pero no le di más importancia. Un viaje en autobús de ida y vuelta con los demás niños… Y en mi casa, menos importancia todavía, porque eso no se traslucía en nada en la vida diaria.
-La cosa es que a partir de ahí yo empecé a llamar a la radio para cantar.
Lo hacía por mi cuenta, ni siquiera tenía “una mamá de artista”. Pero enseguida se empezó a hablar de la voz de aquel niño que era yo.
Como sólo se podía actuar una vez, los locutores me dijeron que no me preocupase, que me fuera cambiando el nombre y listo.
“¿Tú sabes cantar más estilos?”, me preguntaban.
Y yo, pues claro. Y llegó un momento que cantaba de todo y todas las semanas.
Era por teléfono, en la SER. Ese mundo era encantador. Ahí empezó también la época de colarme en todos los teatros. Yo sentía fascinación por el teatro.
Llegaba al Teatro Calderón, andando desde mi casa, y me ponía frente a la entrada.
A la tercera vez, los porteros me conocían y, como el teatro nunca está lleno del todo, se apiadaban de mí, y me hacían una seña como diciendo, venga, pesado, entra.
La primera vez que llegué tarde a mi casa tenía 12 años.
Fue porque el teatro terminaba a la una y yo tenía que volver andando
. Mi madre se asustó y me pegó una buena bofetón. Y entonces voy y le digo: “Vaya, pues si esto va a ser todos los días…”; y ella dice, sorprendida: “¿Cómo que todos los días?”; y yo: “Claro, es que yo pienso ir al teatro todos los días.
No hago nada malo, pero no puedo volver antes”. Mis padres me miraron y me dijeron: “Vale, pero más tarde de esta hora, no, ¿eh?”. Jajaja, me vieron tan empeñado que me dieron ese voto de confianza.
Y yo volvía de madrugada, solo por Madrid, con mi pantalón corto, rodeado de señoritas de alterne que a veces se apiadaban de mí y me acercaban en su autobús hasta casa.
Yo creo que me veían como un gordito simpático y orejón, hacía mucha gracia, caía bien.
Jamás pensé en ser cantante a pesar de cantar todos los días.
Yo soñaba con ser actor.
A los 13 años, con el permiso de mis padres, me saqué el carnet de artista.
Y empecé a servirme de la voz porque me era más fácil. Me llamaban siempre para que cantara, y como no me llamaban para actuar, pues cantaba.
-Lo mío fue muy rápido. Desde el momento en que hice cine, todo se embaló.
Mi primer concierto en el teatro de la Zarzuela fue con 17 años. Eso era entonces algo extraordinario. Pero es que yo siempre he sido atrevido.
Aproveché el día de descanso de Antonio el bailarín y canté.
Mi casa discográfica lo organizó, aunque me decían que estaba pirado por atreverme.
Se rieron bastante a mi costa, hasta que el público se puso en pie y ahí se dejaron de reír.
He sido muy osado, pero jamás un osado impertinente, sino un osado con base.
No era tonto. Yo veía la reacción del público y pensaba, ¡esto tiene que ser por algo!
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