La
cantante relata a la edición italiana de 'Vanity Fair' que estuvo a
punto de abandonar su carrera tras ser madre, pero el futbolista no le
dejó tirar la toalla.
Shakira estuvo a punto de abandonar su profesión y, gracias a su pareja, el futbolista Gerard Piqué, no tiró la toalla. Así lo ha desvelado en una entrevista para la edición italiana de Vanity Fair,
en la que cantante ha confesado que, tras ser madre por segunda vez en
2015, tuvo la tentación de retirarse de la música. "Decidí que en cuanto
Sasha fuera lo suficientemente independiente volvería al estudio de
grabación. Pero no tuve en cuenta el conflicto entre mis dos almas y los
temores que surgían. Me sobrevino el miedo escénico. Estaba confusa,
tuve la tentación de retirarme y dejarlo todo", explica. Pero a su lado estaba el futbolista, quien la ayudó en esta difícil
situación. "Gerard me desbloqueó. Me dijo alto y claro que él nunca me
permitiría que me retirara de la música. ‘Tú te retirarás cuando ya no
tengas nada que decir. Y ahora sal fuera y haz lo que sabes hacer’. Tenía razón, yo solo estaba asustada, aterrorizada", añade la artista
colombiana. Shakira y Piqué comenzaron su relación tras el mundial de Sudáfrica de 2010, y hoy son padres de dos hijos: Milan, de 4 años, y Sasha, de 2. "Siento la maternidad como mi trabajo a tiempo completo. Es genial,
electrizante, maravilloso y agotador", ha comentado Shakira, que dice
haber logrado ya un equilibrio para compaginar el papel de madre con el
de artista. Es más, por primera vez se va a llevar a sus dos hijos en su
próxima gira. Después de siete años de relación,
la pareja sigue igual de enamorada que el primer día, y prueba de ello
son las muestras de amor y cariño por parte de ambos tanto por las redes sociales, donde los dos son muy activos, como en las propias canciones de la colombiana. Primero fue en la exitosa canción La Bicicleta, donde Shakira menciona literalmente a Piqué
al hablar de Barranquilla, su tierra, y Barcelona, la del futbolista y
donde actualmente residen con sus dos hijos. Y después en su último singleMe enamoré, una clara declaración de amor hacia el futbolista
con una letra que cuenta la historia de cómo se conocieron y comenzaron
la relación. Un tema para cuyo videocplip contó con la participación
del jugador del Barcelona.
Ambas mantenían contacto con los presuntos autores del crimen a través de Internet.
A final de curso, las banderas nacionales suelen ondear en Holanda
en balcones y ventanas junto a las mochilas de los estudiantes que han
aprobado la secundaria. La combinación forma parte del paisaje urbano y
arranca la sonrisa del transeúnte, que recuerda el esfuerzo escolar de
su propia adolescencia. En la localidad de Bunschoten, un municipio de
la provincia de Utrecht de apenas 20.000 habitantes, las han puesto a
media asta en recuerdo de Savannah Dekker: una chica de 14 años cuyo
cadáver apareció el pasado domingo en una zanja de un terreno industrial
de la zona. La habían violado
y la policía ha detenido a un chico de 16 años por su posible relación
con los hechos. Solo dos días antes, el viernes, un paseante había
encontrado el cuerpo sin vida de Romy Nieuwburg, también de 14 años, y
asimismo violada.
Estaba en el campo, en una reserva natural de Amersfoort, a
unos 20 kilómetros de Bunschoten. Un chico de 14 años ha confesado los
hechos. Ambos crímenes han producido horror y gran alarma. No solo por
la juventud de las víctimas y sus presuntos agresores, sino porque
"todos mantenían contacto a través de las redes sociales", según los investigadores.
Al
principio, y dada la cercanía y similitud, la policía pensó que podría
tratarse de un trastornado o incluso un asesino en serie. Luego vieron
que los casos no estaban relacionados y ni las chicas ni sus familias no
se conocían.
Este jueves, unos 6.000 vecinos de Savannah han recorrido
el pueblo en una marcha silenciosa portando flores de muchos colores,
sus favoritas.
Visiblemente afectado, el alcalde Melis van de Groep
aseguró “que todo Bunschoten llora y nuestra unión es como un cálido
manto de cariño”.
La caminata se cerró frente a las puertas de la
escuela de la chica, Oostwende College, donde una pancarta resumía el
sentir general. Decía:
“Te echaremos de menos, Savannah; estarás siempre
en nuestros corazones”. La fiscalía ha calificado este viernes el caso
de “complicado”, y no descarta “nuevas detenciones porque pensamos que
puede haber más gente involucrada”.
De momento, se sabe que el adolescente detenido es de Den
Bosch, vive con su madre en un piso alquilado, y llevaba semanas sin
acudir al centro de formación profesional donde estudiaba. La ciudad
está a unos 80 kilómetros de Bunschoten, la residencia de Savannah, y él
no constaba en los archivos policiales ni en los expedientes de los
servicios sociales, según portavoces de ambas instancias. En medio del
dolor, padres y educadores se preguntan si es posible regular, o bien
controlar, los contactos de los menores en unas redes sociales cada vez más amplias y refinadas. En principio, el caso de Romy, hallada muerta poco después
de salir de clase al mediodía, es menos complejo. El adolescente que ha
confesado el crimen fue detenido por los agentes en la granja de sus
padres, situada a 27 kilómetros de Amersfoort. La policía ha interrogado
a varios escolares del centro de educación especial donde ella estaba
inscrita. El colegio, por su parte, admite su dolor en una nota colgada
en su página web. “La fiscalía nos ha dicho que ambos se conocían de
aquí. Él era también uno de los nuestros. La noticia añade aún más dolor
al golpe recibido por la muerte de Romy”, dice. Las leyes holandesas imponen un máximo de dos años de reclusión en una
institución especializada, para los menores delincuentes entre 16 y 17
años. El juez puede aumentar la pena en casos excepcionales. Para los de
14, la detención es de un año.
Logró que sus columnas se leyeran como historias y no se dejó llevar por la disyuntiva buenos/malos.
Dice Augusto Delkáder, que tiene algo más que los años de EL PAÍS, que en caso de duda es mejor hacer periodismo. Él sabe por qué es, lo sabe hace rato: el oficio se ha visto mezclado
con todo tipo de trampantojos: el que opina se considera periodista,
aunque nunca escriba una noticia; y el columnista, que no necesita salir
de casa para contar lo que se le pasa por la cabeza, piensa también que
es periodista. Que lo piense el que opina y lo quiera pensar, también, el que hace
columnas en periódicos, es natural: escribes para un periódico, ¿qué
eres? Un periodista. Además del columnista ya el lector también piensa
que periodista es todo aquel que escribe en los periódicos. Y lo piensa
el estudiante que aún no ejerce. Una alumna de Periodismo me fue a ver a
la Feria, con su padre: la joven ya es periodista, me aseguró el padre,
mientras asentía la muchacha. Ella prometió enviarme su primer texto, …
un artículo. Ya lo había escrito. Tenía que retocarlo.
No es tan sencillo explicar qué es un periodista, pues los tuiteros
que inventan o insultan consideran que dan noticias, o las desmienten. El que comenta en el bar es periodista, o más bien columnista. Como
aquel viejo gallego que volvía a su tierra después de medio siglo en el
extranjero: “Gallego lo puede ser cualquiera”. Pues periodista lo puede
ser cualquiera, aunque haya definiciones cabronas que acotan algo el
mercado. Periodista, decía otro maestro, Eugenio Scalfari, es gente que
le dice a la gente lo que le pasa a la gente. De modo que no basta con
decir lo que a uno se le ocurra, columnista u opinador o tuitero: para
ser periodista hacen falta algunos procedimientos. Y sobre todo hace
falta la gente. Si no hablas con la gente no sabes lo que a ésta le
pasa. Por tanto, lo que escribas se refiere a ti, no a la gente. O eres
columnista o eres periodista, elige. Sin elegir, recuerda Juan que nuestra generación estudiaba periodismo al mismo tiempo que hacíamos una carrera, no consideré el Periodismo como una carrera sino una parte de la otra, para eso nos conmutaban asignaturas. Y creíamos que Periodismo a secas y sin libertad de expresión como anda El Pais ahora y entre ellos Juan Cueto o Cebrián mismamente, a ti no que te respeto mucho. Pues que era lo que que ahora se llama un módulo. En Fin.... Las columnas y las opiniones vinieron después. Y han sido tan bien
venidas como la fotografía o la entrevista, por citar dos géneros que
vinieron después. Primero, sin duda, fue la noticia, la crónica, el
reportaje. Los hijos de esas batallas son los que ahora llenan los
periódicos de la miscelánea que lo constituyen. En esa miscelánea, con
el debido honor, está el columnismo.
Había un periodista del franquismo, Juan Aparicio, que se sentaba ante la máquina de escribir, en el antiguo El Español o en el también muy antiguo Arriba,
para derribar al contrario, y entonces el contrario era el mundo
soviético. Gritaba don Juan, antes de teclear: “¡Se van a enterar en
Moscú!” E iniciaba su andanada.
Eso es así desde que el mundo es mundo, o desde que el periodismo sirve para explicar qué le pasa a la gente. Así que hay periodistas y hay columnistas, y todos ellos se juntan,
de una manera u otra, en los periódicos, a mayor gloria de su variedad,
buscando su Kremlin, que puede estar en Ferraz, en la Moncloa o en
cualquiera de los centros de poder. Todo con tal de encontrar una diana
que satisfaga al público. ¡Dales caña, joder! Estuve el otro día en Gijón, ante la playa magnífica de San Lorenzo,
con el patrón laico del columnismo español, Juan Cueto, que también ha
sido otras cosas en el periodismo español. Pero ha sido (ahí están sus
libros recopilatorios, el último Yo nací con la infamia, que editó Jorge Herralde) uno de los mejores columnistas de nuestra lengua en el siglo XX; a él debemos rendir pleitesía.
Y estuvimos hablando, claro, del contenido de las columnas. Las suyas
(como las del otro patrón laico, Jorge de Ibargüengoitia, de Guanajuato,
México) eran una mezcla de datos, humor, melancolía, porvenir y
conocimientos; entre los conocimientos, la historia, la música, el pop,
la televisión, los diccionarios, la literatura, la gracia y la gracia de
la vida. El resultado eran columnas en las que no había ni buenos ni
malos, sino vida en estado natural. Naturalmente, en su casa, este jueves, Juan estaba rodeado, como
siempre, de miles de libros, ante él se saturaban las opiniones de la
televisión del mediodía, detrás se escuchaban las risas de la playa, y
entre nosotros hablábamos…., de periodismo. De sus columnas también. De
cómo consiguió que en su escritura no se cruzara nunca, a pesar del
tiempo que se vivió en su égida, de los ochenta a los 2.000 de nuestra
era, el maniqueísmo columnista que nos invade. Cómo no se dejó llevar
por la disyuntiva buenos/malos, amigos/enemigos, cómo logró que sus
columnas se leyeran como verdaderas historias, qué había dentro de su
lenguaje para que leerlo llegara a producir esa alegría. Así nunca se posicionó y no siempre en el aurea mediocritas está lo elegante, no, no señor. Así no te metes es en lios y andas a buenas con la derecha y con la mediocrita izquierda y de paso arremetes mucho y mal con Podemos.
Él rió, claro, no dijo nada. Quizá haya una respuesta, que no me dio: la inteligencia de Juan Cueto para mezclar. Y esa inteligencia para mezclar es la que echo en falta en el más
habitual columnismo de este tiempo. Así que, columnistas, paren un poco,
no se dejen llevar por la facilidad de señalar o de buscar al enemigo,
en la política, en la economía, en El otro, y pónganse a releer a Cueto,
lo tienen bien cerca. ¿Y ahora diriges al lector a que lea lo que casi nadie lee entre ellos tu periódico que ya dije va escorado y con la Proa hacía el marisco.?