Malagón preparó la viñeta la misma tarde que se confirmó la muerte de
Echeverría. "La espera [a la confirmación de la muerte] había creado un
caldo de tensión, rabia e incertidumbre", cuenta el viñetista, de 44
años, por teléfono a Verne. "Cuando leí la noticia, sentí pena y
a la vez orgullo por su acción heroica y desinteresada, y me puse con
la viñeta". No le llevó demasiado tiempo. "No tenía muchas pretensiones,
salvo hacer un homenaje personal y sencillo a Ignacio". El viñetista trabaja para diferentes medios como CTXT, Yahoo o ABC,
pero decidió publicar la imagen directamente en sus redes. "Podía
haberla guardado para publicarla al día siguiente", cuenta, "pero era
algo personal que quería compartir". No se ha popularizado solo a través
del perfil de Malagón. Policía Nacional también la publicó en su cuenta de Twitter. "Supongo que ha funcionado por la identificación: todos teníamos el
mismo sentimiento, la gente se sentía identificada y por eso la
compartían", sostiene Malagón. "No había ninguna pretensión en que
viralizara. Estaba en casa, vi la noticia y me dije: 'voy a hacer esto". La frase no todos los héroes llevan capaes una broma recurrente en Internet. "Como tenía en mente la idea del monopatín y pienso que Echeverría es
un héroe, se me ocurrió que la frase era una forma de hilar ambas
ideas", cuenta Malagón. "Lo más sencillo es lo que suele funcionar mejor
en las viñetas". Otros dibujantes también han rendido homenaje al heroísmo de
Echeverría con sus viñetas. Estas son otras de las publicadas durante
las últimas horas.
La imagen de Florentino Pérez con los trofeos es la representación de un equipo construido para ganar.
Florentino Pérez posa con las 12 Copas de Europa del Madrid.Real Madrid
Contemplo con estupor la fotografía de las 12 copas alineadas, en
perfecta formación.
No puedo evitar la comparación con ciertas
ilustraciones de los viejos tercios de infantería, armados para la
batalla con el orgullo de los viejos hidalgos y el ímpetu de los más
jóvenes demonios.
Trato de buscar algún defecto a la instantánea -es lo
que el pueblo azulgrana espera de mí- pero solo alcanzo a señalar cierta
asimetría en la composición y una sensación de desparramamiento
incontrolado, como si su disposición pudiese molestar a un hipotético
compañero de asiento.
Doce copas son muchas copas, demasiadas.
Poco importa si son de Europa o
de vodka con naranja: ante 12 copas no se puede alegar casualidad,
despiste o improvisación. Ante una docena al completo no cabe andarse
con remilgos y culpar a las circunstancias, de nada sirve señalar a un
gobierno, a un dictador o a la camarera de turno.
He leído muchos
comentarios en estos últimos días que apuntan en esa dirección: seis
copas de Europa pertenecen al franquismo y otras seis a los gobiernos
del Partido Popular. Qué más quisiera yo que poder abrazar dicha teoría
pero me tengo por persona más o menos inteligente y no me conviene
flirtear con esta suerte de pamplinas.
El debate, más allá de los exabruptos propios de
los necios, parece enfocado a tarifar los méritos contrapuestos de los
dos grandes del fútbol español.
El aficionado madridista se empeña en
demostrar que lo conseguido en los últimos años acumula más gloria que
lo logrado por el mejor Barça de la historia, el mismo equipo a quien,
en su día, negó cualquier reconocimiento.
El aficionado culé, por el
contrario, rema en la dirección contraria y parece dispuesto a jugar sus
cartas en una partida que siempre ha denunciado marcada salvo las manos
en que se sintió ganador, ese intervalo dorado en el que, a su juicio,
prevaleció la justicia por encima de los oscuros intereses.
A veces me
pregunto qué satisfacción encontramos en devaluar los triunfos del
rival, qué necesidad vital mueve estas discusiones en las que uno trata
de demostrar qué dulce es el más dulce.
Esa fotografía, la de Florentino Pérez escoltado
por las 12 copas, no tiene trampa ni cartón: es la representación lógica
de un equipo construido para ganar, de la acumulación de talento en pos
de un objetivo, de un instinto natural para la supervivencia y la caza
mayor incomparable.
Aquella otra, la de las seis copas de temporada y
Joan Laporta sosteniendo una séptima (en su caso de champán), tampoco
deja espacio a la confabulación ni al desprecio: la conquista de la
perfección, el empeño titánico de una generación por elevar una idea más
allá de los resultados, el legado de un genio holandés bañado, por fin,
en oro y plata.
No descarto que tan fatigosos contendientes se
encuentren en la senda correcta y el equivocado sea yo.
Quién sabe si
tanta equidistancia no me acabará convirtiendo en una especie de moderna
Lucrecia Borgia, aquella hija bastarda del Papa Alejandro VI que, ante
la imposibilidad de elegir entre el turrón y la fruta escarchada,
terminó acostándose con su hermano: si algo nos ha enseñado la historia
es que aquí no se consuela el que no quiere.
El escritor, de 71 años, se ha consolidado como uno de los más prestigiosos autores europeos de la posguerra.
El poeta, novelista y ensayista polaco Adam Zagajewski, en Madrid en 2014.SANTI BURGOS / ATLAS
El poeta y prosista polaco Adam Zagajewski ha sido distinguido con el Premio Princesa de Asturias
de las Letras, acordado este mediodía por el jurado, reunido en el
hotel de la Reconquista de Oviedo. El jurado distingue a un creador que
contribuye, "de manera extraordinaria y a nivel internacional, al
progreso y bienestar social a través del cultivo y perfeccionamiento de
la creación literaria en todos sus géneros".
Adam Zagajewski suele decir que todo gran poeta vive entre dos mundos
—el tangible y el imaginario, el de la historia y del de los sueños— y
que de los acuerdos y desacuerdos entre ambos surgen, tras “arduas
negociaciones”, los poemas. Zagajewski
no lo dice de sí mismo, pero en pocos casos es tan cierto como en el
suyo. Toda su vida ha sido una pura dicotomía, desde el principio. Si la
ciudad polaca en la que nació en 1945, Lvov, pertenece actualmente a
Ucrania, su infancia transcurrió en Gliwice, un “lugar gris” de la
Silesia alemana que Polonia se anexionó al final de la segunda guerra
mundial, igual que la URSS se había anexionado Lvov. Zagajewski es, de los pies a la cabeza, un fruto de la posguerra.
Primero un desplazado y luego un exiliado. En 1982 se instaló en París
para recalar en Cracovia veinte años después, tras ejercer como profesor
en diversas universidades en Estados Unidos. Todavía, de hecho, sigue
vinculado a la de Chicago. Miembro de la llamada Generación del 68 (o de la Nueva Ola), el autor de títulos como Comunicado (1972) o Carta. Oda a la mayoría
(1982), es un destacado continuador de una lírica, la polaca del siglo
XX, que ha dado a las letras universales dos premios Nobel —Czeslaw
Milosz y Wislawa Szymborska— y a punto estuvo de darles un tercero:
Zbigniew Herbert. Como ellos, y tras debutar con una poesía “airada,
política, dirigida contra el sistema”, Zagajewski ha sabido conjugar en
sus versos la ironía y el éxtasis, lo sublime y lo cotidiano, sin
renunciar a la claridad pero tampoco al misterio. No es casual que uno
de sus libros de ensayos se titule Solidaridad y soledad. Así arranca el poema Autorretrato,
escrito en 1997: “Entre el ordenador, el lápiz y la máquina de escribir
/ se me escapa medio día. Algún día sumará medio siglo. / Vivo en
ciudades extranjeras y a veces con personas / extranjeras hablo sobre
cosas que me son extrañas. / Escucho mucha música: Bach, Mahler, Chopin,
Shostakovich. / En ella encuentro tres elementos, fuerza, debilidad y
dolor. / El cuarto no tiene nombre”.
Idilio con España
El Premio Princesa de Asturias es parte del idilio de Adam
Zagajewski, que es tan gran prosista como poeta, con las letras
españolas y con España. Si el pasado 18 de mayo ofreció una lectura de
sus poemas en la Residencia de Estudiantes, sus libros hace años que no
faltan en las librerías: incluido pronto por Antonio Beneyto en su
selección de 16 poetas polacos (Libros del Innombrable, 1998), Pre-Textos publicó en 2003 En la belleza ajena,
un libro a medio camino entre el diario y las memorias. Dos años más
tarde, el poeta Martín López-Vega preparó para la misma editorial la
antología Poemas escogidos, tal vez la mejor puerta de entrada
al escritor recién galardonado. Con todo, al traductor Xavier Farré y a
la editorial Acantilado debemos el grueso de las versiones de Zagajewski
publicadas en España. En ese sello pueden encontrarse poemarios como Tierra del fuego, Deseo o Antenas y brillantes muestra de sus memorias y ensayos como En defensa del fervor, el citado Solidaridad y soledad y el imprescindible Dos ciudades. Ese libro, que arranca con los tragicómicos recuerdos infantiles de
Zagajewski, se cierra con una nota sobre William Blake que parece otro
autorretrato: “¿De veras la inocencia es algo que perdemos como la
infancia, de una vez para siempre? ¿Acaso no podemos perder también la
experiencia? La experiencia es un tipo de conocimiento. Y no hay nada
más frágil que los conocimientos (…) No es nada seguro que la
experiencia llegue la última. La inocencia sigue a la experiencia, y no
al revés. Una inocencia más rica en experiencia, pero menos rica en
seguridad en sí misma. Sabemos muy pocas cosas. Por un segundo
entendemos algo y pronto olvidamos o traicionamos ese momento. La que
llega la última es la inocencia, la amarga inocencia del ignorante, del
que hace preguntas sin respuesta, del que se desespera y no puede saciar
su curiosidad”. La amarga inocencia del ignorante insaciable. Se diría
que está hablando de un poeta. El jurado del galardón ha estado integrado por: Félix de Azúa
Comella; Xosé Ballesteros Rey; Xuan Bello Fernández; Blanca Berasátegui
Garaizábal; Juan Cruz Ruiz; Luis Alberto de Cuenca y Prado; Álex
Grijelmo García; Manuel Llorente Manchado; Carmen Millán Grajales;
Ángeles Mora Fragoso; Carme Riera i Guilera; Ana Santos Aramburo; Sergio
Vila-Sanjuán Robert; Darío Villanueva Prieto; Juan Villoro Ruiz y José
Luis García Delgado (secretario).
Ese libro, que arranca con los tragicómicos recuerdos infantiles de
Zagajewski, se cierra con una nota sobre William Blake que parece otro
autorretrato: “¿De veras la inocencia es algo que perdemos como la
infancia, de una vez para siempre?
¿Acaso no podemos perder también la
experiencia? La experiencia es un tipo de conocimiento.
“Soñé con mi antigua ciudad, Hablaba la lengua de los niños y de los humillados (…) Y entonces oí unas palabras de todo diferentes: ‘Pero los milagros existen, no todos creen en ellos, Pero los milagros ocurren…’. Y al despertarme, Cuando salí lenta y penosamente del búnker de aquel sueño Entendí que allí todavía duraban las disputas, Que todavía no se había solucionado nada…”. (de Mano invisible, Acantilado)
La reina
de las revistas del corazón lleva casi dos meses desaparecida de las
portadas lo que ha dado pie a todo tipo de especulaciones.
Mario Vargas Llosa e Isbael Preysler, el Domingo de Resurrección, la última vez que se les fotografió juntos.GTRES
Que Isabel Preysler
no aparezca en la portada de alguna revista de los miércoles en casi
dos meses es algo inusual. Su ausencia de la vida social ha provocado en
este tiempo muchas especulaciones entre ellas que se había retirado de
la escena pública para someterse a algún que otro retoque estético. Ella
se ha mantenido en silencio durante todo este tiempo hasta que este
miércoles ¡Hola!, su revista de cabecera, ha informado de que
Preysler no estaba escondida, estaba en Miami visitando a sus hijos. En
Florida viven Julio José, Chabeli y Enrique, nacidos de su matrimonio
con Julio Iglesias, y también sus dos nietos. No hay fotos de la
estancia de Isabel Preylser en Miami ni de su regreso a España o, al
menos, la publicación todavía no las ha difundido. Las últimas que
imágenes de la pareja datan del Domingo de Resurrección en Sevilla. La ausencia de Preysler se hizo más patente cuando se descubrió a su actual pareja,
el escritor Mario Vargas Llosa, acudiendo en Madrid a varias corridas
de la Feria de San Isidro sin su compañía. El Nobel sí lo hizo, en
cambio, con algunas de las íntimas amigas de su pareja como Nuria
González, esposa del empresario Fernando Fermández Tapias. En casa de la reina de la prensa del corazón tampoco habido
señales de su presencia. La residencia de Isabel Preysler se encuentra
en plenas obras. Se está construyendo una nueva piscina mucho más grande
que la que tenía la mansión para que Vargas Llosa pueda nadar más
cómodamente, una de sus actividades físicas favoritas.
Vargas Llosa, con Nuria González y la hermana de esta en la Feria de San Isidro.GTRES
Antes de desaparecer de la vida pública, Preysler acompañó al escritor a un viaje por Perú
y Argentina. Durante su estancia en Perú, Vargas Llosa celebró su 81
cumpleaños. La pareja también estuvo en Semana Santa en Sevilla donde se
les vio siguiendo procesiones y en los toros en la corrida del Domingo de Resurrección que reunió en el cartel a Morante de la Puebla, Roca Rey y Manzanares. Fue su última comparecencia juntos en público.