Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

6 jun 2017

De Liz Taylor a Kate Moss, los trajes de novia más icónicos

Repasamos los diseños de celebridades que marcaron un antes y un después con la elección para caminar hacia el altar.

John F. Kennedy y Jacqueline Bouvier, desde entonces más conocida como Jackie Kenendy, contrajeron matrimonio el 12 de septiembre de 1953. Un traje de la diseñadora Ann Lowe que causó sensación entre la alta sociedad neoyorquina por su estilo clásico y refinado. Para confeccionarlo tardaron más de dos meses y se necesitaron 50 kilos de seda en color marfil.

John F. Kennedy y Jacqueline Bouvier, desde entonces más conocida como Jackie Kenendy, contrajeron matrimonio el 12 de septiembre de 1953.

 Un traje de la diseñadora Ann Lowe que causó sensación entre la alta sociedad neoyorquina por su estilo clásico y refinado. 

Para confeccionarlo tardaron más de dos meses y se necesitaron 50 kilos de seda en color marfil.

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Grace Kelly abandonó su prometedora carrera en Hollywood para empezar una vida con el príncipe Raniero de Mónaco. La pareja se casó el 18 de abril de 1956, y para la ocasión la princesa Gracia llevó un vestido de novia de Helen Rose, quien la había vestido en sus películas 'Alta sociedad' y 'El cisne'. Fue el traje más caro que la diseñadora hizo nunca, solo el encaje tenía más de cien años de antigüedad.

Grace Kelly abandonó su prometedora carrera en Hollywood para empezar una vida con el príncipe Raniero de Mónaco. La pareja se casó el 18 de abril de 1956, y para la ocasión la princesa Gracia llevó un vestido de novia de Helen Rose, quien la había vestido en sus películas 'Alta sociedad' y 'El cisne'.

 Fue el traje más caro que la diseñadora hizo nunca, solo el encaje tenía más de cien años de antigüedad. 


De la primera boda de Elizabeth Taylor a su enlace con Richard Burton hay todo un mundo. En su enlace, en 1950, con el multimillonario Conrad 'Nicky' Hilton llevó un vestido de novia creado por la legendaria diseñadora y figurinista de Hollywood Helen Rose. El 15 de marzo de 1964, en su boda —la quinta para la actriz— con Richar Burton, La actriz vestía un traje de gasa, color amarillo girasol, llevaba flores en su cabello y un broche de esmeraldas que el protagonista de 'Cleopatra' le compró. De la primera boda de Elizabeth Taylor a su enlace con Richard Burton hay todo un mundo. En su enlace, en 1950, con el multimillonario Conrad 'Nicky' Hilton llevó un vestido de novia creado por la legendaria diseñadora y figurinista de Hollywood Helen Rose. 
El 15 de marzo de 1964, en su boda —la quinta para la actriz— con Richar Burton, La actriz vestía un traje de gasa, color amarillo girasol, llevaba flores en su cabello y un broche de esmeraldas que el protagonista de 'Cleopatra' le compró.

 

Joe DiMaggio y Marilyn Monroe se casaron el 14 de enero de 1954 en el Ayuntamiento de San Francisco. La ambición rubia se alejó de todo lo que podía esperarse de una estrella de Hollywood, y su traje de novia consistió en un sencillo yconjunto de falda lápiz en color marrón oscuro y con cuello de piel de armiño en tonos marfil.

Joe DiMaggio y Marilyn Monroe se casaron el 14 de enero de 1954 en el Ayuntamiento de San Francisco. La ambición rubia se alejó de todo lo que podía esperarse de una estrella de Hollywood, y su traje de novia consistió en un sencillo yconjunto de falda lápiz en color marrón oscuro y con cuello de piel de armiño en tonos marfil.

La evolución de una actriz. El 25 de septiembre de 1954, Audrey Hepburn se casaba con el actor y director Mel Ferrer y para el día contó con la ayuda de su diseñador de cabecera, Hubert de Givenchy, que le diseñó un traje de inspiración victoriana con un fajín a la cintura y cuello abotonado. A la izquierda: Audrey Hepburn el día de su boda civil con Andrea Dotti, el 18 de enero de 1969, para cuya ocasión eligió un sencillo vestido rosa a juego con el pañuelo de Givenchy.

La evolución de una actriz. El 25 de septiembre de 1954, Audrey Hepburn se casaba con el actor y director Mel Ferrer y para el día contó con la ayuda de su diseñador de cabecera, Hubert de Givenchy, que le diseñó un traje de inspiración victoriana con un fajín a la cintura y cuello abotonado. A la izquierda: Audrey Hepburn el día de su boda civil con Andrea Dotti, el 18 de enero de 1969, para cuya ocasión eligió un sencillo vestido rosa a juego con el pañuelo de Givenchy.

El 14 de mayo de 1964 don Juan Carlos de Borbón contraía matrimonio con Sofía de Grecia en Atenas. Jean Dessés fue el diseñador de un traje confeccionado en lamé de plata, cubierto de tul, y con el frente realizado en encaje de bruselas y una cola de cinco metros.

El 14 de mayo de 1964 don Juan Carlos de Borbón contraía matrimonio con Sofía de Grecia en Atenas. Jean Dessés fue el diseñador de un traje confeccionado en lamé de plata, cubierto de tul, y con el frente realizado en encaje de bruselas y una cola de cinco metros.

El 20 de julio de 1966, Mia Farrow se casaba en Las Vegas con Frank Sinatra. Siguiendo el estilo de los sesenta, la actriz se enfundó en un sencillo traje compuesto pir una chaqueta y una falda hasta la rodilla.El 20 de julio de 1966, Mia Farrow se casaba en Las Vegas con Frank Sinatra. Siguiendo el estilo de los sesenta, la actriz se enfundó en un sencillo traje compuesto pir una chaqueta y una falda hasta la rodilla.

 

El 1 de mayo de 1967 Elvis y Priscilla se convirtieron en marido y mujer. Para su boda con el rey del rock and roll, la novia prefirió llevar un vestido diseñado por ella misma.

 El 1 de mayo de 1967 Elvis y Priscilla se convirtieron en marido y mujer. Para su boda con el rey del rock and roll, la novia prefirió llevar un vestido diseñado por ella misma.

 


El 20 de enero de 1968 Sharon Tate y Roman Polanski cortaban su tarta de boda. Para la ocasión, la actriz y modelo apostó por la estética de los años sesenta con un vestido corto y cuello cisne.

El 20 de enero de 1968 Sharon Tate y Roman Polanski cortaban su tarta de boda. Para la ocasión, la actriz y modelo apostó por la estética de los años sesenta con un vestido corto y cuello cisne.

 

La boda de Mick Jagger y Bianca Perez, desde entonces Bianca Jagger, rompió las reglas en muchos sentidos. Pero uno de ellos fue el estilismo que decidió escoger la novia para su gran día, celebrado en Saint-Tropez el 15 de myo de 1971: un blazer sin nada debajo y una falda mide de color blanco, con una pamela con velo.

La boda de Mick Jagger y Bianca Perez, desde entonces Bianca Jagger, rompió las reglas en muchos sentidos. Pero uno de ellos fue el estilismo que decidió escoger la novia para su gran día, celebrado en Saint-Tropez el 15 de myo de 1971: un blazer sin nada debajo y una falda mide de color blanco, con una pamela con velo.

Una novia, dos estilos. A la izquierda, Carolina de Mónaco el día de su boda con Philippe Junot, el 29 de junio de 1978. A sus 21 años, escogió un recatado vestido con falda de organza de Marc Bohan para Dior. En su enlace con Stefano Casiraghi, el 29 de diciembre de 1983, Carolina de Mónaco daba un giro de 180 grados y aunque volvía a apostar por Dior, elegía un moderno vestido de raso en tono doarado.

Una novia, dos estilos. A la izquierda, Carolina de Mónaco el día de su boda con Philippe Junot, el 29 de junio de 1978. A sus 21 años, escogió un recatado vestido con falda de organza de Marc Bohan para Dior. En su enlace con Stefano Casiraghi, el 29 de diciembre de 1983, Carolina de Mónaco daba un giro de 180 grados y aunque volvía a apostar por Dior, elegía un moderno vestido de raso en tono doarado.

El vestido con el que Diana Spencer pasó a convertirse en princesa ha pasado a la historia por su pomposidad. Para su boda con Carlos de Inglaterra, el 29 de julio de 1981, escogió un vestido de David y Elizabeth Emanuel, hecho con seda, tafetán y 10.000 perlas.

El vestido con el que Diana Spencer pasó a convertirse en princesa ha pasado a la historia por su pomposidad. Para su boda con Carlos de Inglaterra, el 29 de julio de 1981, escogió un vestido de David y Elizabeth Emanuel, hecho con seda, tafetán y 10.000 perlas.


Manuel Pertegaz fue el modisto escogido por doña Letizia para el vestido de su boda con Felipe de Borbó, celebrada en Madrid el 22 de mayor de 2004. La hoy Reina vistió un modelo inspirado en la línea princesa —de corte continuado desde los hombros al suelo— con una colla de cuatro metros y medio. El escote en pico y cuello, parte de la espalda y la cola fueron bordados en hilo de plata y oro. Manuel Pertegaz fue el modisto escogido por doña Letizia para el vestido de su boda con Felipe de Borbó, celebrada en Madrid el 22 de mayor de 2004. La hoy Reina vistió un modelo inspirado en la línea princesa —de corte continuado desde los hombros al suelo— con una colla de cuatro metros y medio. El escote en pico y cuello, parte de la espalda y la cola fueron bordados en hilo de plata y oro.

El 23 de octubre de 1998 Eugenia Martínez de Irujo le daba el "sí, quiero" al torero Francisco Rivera. Para el día de su boda, la hija de la duquesa de Alba fes vestida por un diseño exclusivo de Enmanuel Ungaro. Aunque lo que pasará a la historia será la corona que lucía: una diadema de platino, brillantes y perlas que perteneció a la emperatriz Eugenia de Montijo. El 23 de octubre de 1998 Eugenia Martínez de Irujo le daba el "sí, quiero" al torero Francisco Rivera. Para el día de su boda, la hija de la duquesa de Alba fes vestida por un diseño exclusivo de Enmanuel Ungaro. Aunque lo que pasará a la historia será la corona que lucía: una diadema de platino, brillantes y perlas que perteneció a la emperatriz Eugenia de Montijo.  



El 29 de abril de 2011, Kate Middleton se casaba con Guillermo de Ingalterra. Para el día de su boda, la hoy duquesa de Cambridge escogió un vestido de Sarah Burton para Alexander McQueen. Un estilo clásico y romántico que luego fue copiada por muchas novias, era el inicio del hoy conocido como "el efecto Kate".  El 29 de abril de 2011, Kate Middleton se casaba con Guillermo de Ingalterra. Para el día de su boda, la hoy duquesa de Cambridge escogió un vestido de Sarah Burton para Alexander McQueen. Un estilo clásico y romántico que luego fue copiada por muchas novias, era el inicio del hoy conocido como "el efecto Kate".

Un diseño de Riccardo Tisci para Givenchy fue la elección de la estrella de la televisión Kim Kardashian para su boda con Kanye West, celebrada en Florencia el 24 de mayo de 2014. Un traje valorado en medio millón de dólares con encaje y transparencias. Un diseño de Riccardo Tisci para Givenchy fue la elección de la estrella de la televisión Kim Kardashian para su boda con Kanye West, celebrada en Florencia el 24 de mayo de 2014. Un traje valorado en medio millón de dólares con encaje y transparencias.


 
Brad Pitt y Angelina Jolie sorprendieron al mundo con la noticia de su boda en Francia el 23 de agosto de 2014. Para la ocasión, la actriz aposto por un vestido de alta costura de Versace, aunque lo que pasará a la historia es que decidiera incluir en él dibujos hechos por sus seis hijos, tal y como dejó ver en las imágenes publicadas por la revista 'People' y '¡Hola!', a las que la pareja vendió la exclusiva para luego donar el dinero. Brad Pitt y Angelina Jolie sorprendieron al mundo con la noticia de su boda en Francia el 23 de agosto de 2014. Para la ocasión, la actriz aposto por un vestido de alta costura de Versace, aunque lo que pasará a la historia es que decidiera incluir en él dibujos hechos por sus seis hijos, tal y como dejó ver en las imágenes publicadas por la revista 'People' y '¡Hola!', a las que la pareja vendió la exclusiva para luego donar el dinero.
 

     

 

 

Las terrazas del café Hafa, fundado en 1921, tienen unas impresionantes vistas al Estrecho.

Jane Auer vivió junto a su marido, el célebre escritor Paul Bowles, la ebullición cultural y el posterior ocaso de la ciudad marroquí durante el siglo XX.
 Recorremos las callejuelas, plazas y cafés que fueron el escenario de su compleja relación.
LA SUERTE es efímera y junto a ella a menudo se abre el precipicio.
 La neoyorquina Jane Auer, de cuyo nacimiento se cumple este año el centenario, desembarcó en Gibraltar en 1948 siguiéndole los pasos a su marido, Paul Bowles, quien se había mudado a Marruecos medio año antes para escribir su primera novela, El cielo protector, que obtuvo un éxito inesperado y fulgurante.
Atrapada en las redes exóticas de Tánger, bajo un alud de sensualidad orientalista, la escritora, que había publicado una novela muy personal titulada Dos damas muy serias —apreciada por algunos escritores, pero incomprensible para críticos y lectores—, no sospechaba que en aquel escenario encontraría la perdición
. En busca de un espacio de huida y libertad, como muchas otras creadoras modernistas, exploró la vivencia de la expatriación.
 Sus últimos años estuvieron marcados por la enfermedad y la desdicha.

Jane Bowles In Tangiers
la escritora camina con Cherifa, su amante marroquí, ataviada con un chador y unas gafas de sol.
Nada hacía presagiar ese desenlace cuando Jane y Paul se conocieron, a finales de los años treinta, en una fiesta en el neoyorquino barrio de Harlem, entre bocanadas de humo de marihuana y jóvenes vanguardistas. 
 Ella, recién estrenada la veintena, destacaba por su ingenio y especial don de gentes; él, siete años mayor, era un compositor musical de talento, con poemas publicados, que atraía a los demás por su porte enigmático y distinguido.
 Se casaron al cabo de un año en Manhattan, sin que fuera un impedimento que se sintieran atraídos por personas de su mismo sexo.  

Antes de convertirse en figuras cruciales de la escena artística trans­oceánica, en 1941 vivieron en una casa comunal en Brooklyn Heights, habitada, entre otros, por el compositor Benjamin Britten, los hijos de Thomas Mann —Erika y Klaus— o el poeta W. H. Auden. 
El escritor suizo Denis de Rougemont afirmó que todo lo que era novedoso en América se cocía en esa casa.
 El atípico matrimonio —él, un artista disciplinado y viajero; ella, aficionada a las noches alcohólicas y propensa al bloqueo creativo— recaló en Tánger a raíz de un sueño. 
Dormido, Paul entrevió un barrio árabe de callejuelas sinuosas bañado por una cálida luz: era la ciudad africana que visitó por primera vez en 1931. 
Allí, la pareja disfrutó de la efervescencia de una ciudad con estatus de Zona Internacional, asistió a su ocaso como centro comercial y diplomático y finalmente la conoció con una nueva faz, cuando pasó a soberanía marroquí en 1956. 
Políglota —llegó a hablar con soltura francés, español y árabe marroquí—, Jane, que se definía como “coja, lesbiana y judía”, se enamoró de una mujer del país africano.
 Paul tuvo que regresar a Nueva York para componer la música de una obra teatral de Tennessee Williams, y Jane se quedó sola en el hotel Villa de France. 
Todos los días, después de su lucha matutina contra la hoja en blanco, se dirigía a su otro campo de batalla, el Zoco Grande, donde Cherifa, su amante, regentaba un pequeño puesto de grano. La marroquí, que guardaba las distancias, solo consiguió hechizar más a Jane.
Para la escritora, Cherifa tenía un atractivo irresistible tanto por la lengua árabe, que ella aún no dominaba, como por la posibilidad romántica de embarcarse en una relación con una mujer musulmana.
 En una carta a Paul, le dice: “Quizá deba permanecer a perpetuidad al borde de esta civilización suya.
 Cuando estoy en casa de Cherifa me sigo sintiendo al borde de eso, y cuando la veo luego, ni más ni menos amistosamente, como esas melodías que continúan sin cesar, basta para convencerme de que nunca estuve allí”.
 
Una de las puertas de la medina de Tánger que da a la calle de Italia. 
 
En la Tánger desgajada de Marruecos que estuvo inmersa en un limbo entre 1923 y 1956 confluyeron naciones y culturas; fue patria de nómadas, charlatanes, espías, contrabandistas, banqueros, diplomáticos, artistas, millonarios, estraperlistas y bohemios.
 Era un espacio de ambigüedad e intermediaciones al margen del mundo.
 Fundada por los fenicios, la ciudad blanca —puerto de la mitología mediterránea primero y de la literatura contemporánea después— se recuesta sobre colinas del Rif, con sus vistas al mar, a las montañas o a la costa española.
 En el café Hafa, en el barrio de Marshan o en la bahía, siempre hay alguien con los ojos clavados en el horizonte, absorto en una especie de meditación. 
Los cuantiosos cafés son remansos de tiempo en los que se prolonga la intimidad de las casas.
 A esa estereofonía que el semiólogo francés Roland Barthes captó en el Zoco Chico (músicas, charlas, ruidos de sillas y vasos, cantos a la oración…) ahora se añaden las locuciones de los partidos de fútbol internacionales en pantallas de plasma. 
Esa apoteosis de la fragmentación incide en lo visual, como si todo en Tánger estuviera dislocado. Si el observador foráneo alberga la ilusión de distinguir una identidad definida, deberá conformarse con un semblante contaminado. 
Burroughs, que allí escribió El almuerzo desnudo, dijo que su belleza consiste en sus combinaciones cambiantes, su existencia en múltiples dimensiones.
En el café Hafa o en el barrio de Marshan, siempre hay alguien con los ojos clavados en el horizonte, absorto en la meditación
“Yo soy la araña en tu ensalada, la mancha de sangre en tu pan… El mundo arde con palabras. Perdóname.
 Te quiero, pero no debo pensar en ti… Soy la dirección equivocada, el nervio entumecido, el grito inconcluso”. Con estos versos, Paul Bowles se despidió de su esposa. Pertenecientes al poema Próximo a nada, datan de 1975, cuando se cumplían dos años de la muerte de Jane, tras una prolongada agonía en una clínica malagueña.
 A los 40 años, la autora sufrió el primero de varios ataques apopléjicos.
 Desde 1957 padecía afasia.
 Hacia el final de su vida, estuvo aislada debido a una progresiva ceguera, su mundo se fue empequeñeciendo.  
 
Truncada toda expectativa de retomar su carrera literaria, murió hastiada e indiferente a su breve pero original obra, ajena a cualquier influencia o cliché.
 
 

Un hombre salta al interior de un coche en movimiento para evitar la muerte del conductor

El piloto sufría una convulsión mientras viajaba por una carretera al norte del Estado de Illinois.

 

El momento en el que el hombre sube al coche.

Un hombre conducía su coche el pasado viernes cuando el vehículo delante suyo invadió el carril contrario.
 Al observar que el conductor estaba inconsciente, Randy Tompkins no dudó en parar en plena carretera, descender de su coche y adentrarse en el otro vehículo para salvar la vida del conductor. Entró al vehículo con un salto por la ventana del pasajero.
Ocurrió en Dixon, una localidad situada en el norte del Estado de Illinois. 
El incidente fue grabado en vídeo por la cámara de un coche de policía que se encontraba en la zona. 
Tompkins explicó que tuvo que introducir dos dedos en la boca del desconocido conductor para evitar que éste se tragara su lengua durante el infarto.

abel Allende: “Me he enamorado de nuevo a los 75. No hay amor sin riesgo”


La chilena publica 'Más allá del invierno', una obra sobre la capacidad de alegría, esperanza y reinvención que atesoran las personas.

La escritora chilena Isabel Allende.
Hace año y medio, cuando vino a Madrid a presentar su penúltimo libro, El amante japonés, Isabel Allende le decía a quien quisiera escucharla mirándole a los iris con sus iris como ascuas: “Estoy abierta al amor”. 
Tenía 73 años y acababa de romper “triste pero civilizadamente” una convivencia de 28 con Willy, el gringo grande y amoroso de algunas de sus novelas.
Ayer, Allende volvió a Madrid con un nuevo libro bajo el ala y un amor nuevo alegrándole las pajarillas. 
Más allá del invierno (Plaza  & Janés), el título de su nueva obra, inspirado en una frase de Camus, es un homenaje a la capacidad de alegría, esperanza y reinvención que atesoran las personas por muy mal que les vengan dadas. 
“No solo los humanos, sino los pueblos, las naciones, el mundo tiene un verano invencible dentro que puede acabar con cualquier invierno si le damos la oportunidad y asumimos el riesgo”, explica ella y uno, viéndola, no puede por menos que creerla .

Primorosamente vestida con una casaca color mimosa y maquillada como para una boda, Allende recibe en el claroscuro de una sala de la vetusta Casa de América. 
"Esta luz es despiadada. Nos vamos a ver como monos en el vídeo", bromea, con las tablas que le otorgan décadas de entrevistas en su larga carrera de estrella global de la literatura.
 Allende (Lima, 1942) ha despachado millones de ejemplares de sus 23 libros, desde La casa de los espíritus a De amor y de sombra, Cuentos de Eva Luna y Paula, su obra más íntima y también la más querida, aunque solo fuera por el hecho de que, gracias a ella, su fallecida hija Paula está viva en la memoria colectiva.
 “Aún hoy, 23 años después, recibo cartas de personas enfermas, o que han sufrido una pérdida, o que han llamado Paula a una hija inspirados por ella, y eso es mucho más de lo que alguien puede esperar de una obra”, dice, sus ojos acuosos más húmedos que nunca.
Los protagonistas de su nueva novela: Lucía, Richard y Evelyn, dos sesentones y una adolescente, son expertos en pérdidas, dolor y desarraigo.
 Inmigrantes los tres en Estados Unidos, escapando cada uno de su debacle personal y colectiva, que , unidos por una carambola del destino, descubren su verano interno redimidos unos por el amor romántico y todos por la solidaridad con el prójimo.
Allende, “extranjera siempre, empezando de nuevo en diferentes sitios toda la vida”, no se muestra desesperanzada ante “la situación actual en la que se cierran las fronteras, porque creo que son circunstancias que van a cambiar.
 Trump es un accidente y no va a durar mucho.
 Puede hacer mucho daño, pero no va a destruir el mundo que hemos avanzado en los últimos cien años. 
Hay movimientos bajo la superficie de gente joven que está cambiando las cosas.
 He vivido lo suficiente como para saber que todo es un péndulo y nada es eterno. 
Vivimos un invierno de gobiernos, de refugiados, de terrorismo, de miedo, pero el verano invencible está también ahí, y al final ganará la tendencia de más solidaridad, más democracia, más libertad, más educación.
 Las migraciones no se paran con muros ni leyes, sino resolviendo situaciones terribles en los lugares de origen”.
 Allende accede gozosa a narrar cómo llegó de nuevo el verano a su propia vida. 
Al separarse de su pareja, se retiró a una casita de California con su ordenador y su perro, resuelta a vivir sola el resto de sus días. 
 “En esas, un señor de Nueva York me escuchó en la radio de su auto, camino de Boston
. Escribió un correo, y otro, y otro, a mi oficina.
 Al tercero, le contesté yo misma porque lo acompañó de un ramo de flores. 
 Cinco meses después de recibir cada día un correo dándome los buenos días y otro las buenas noches, aproveché un viaje de trabajo para verle.
 Ahí, en cinco minutos, se armó la cosa, y ahora él está vendiendo lo que tiene para venirse conmigo.
 O sea, que esas cosas ocurren, son milagros que pasan.
 Sí, me enamoré a los 75 por tercera vez en mi vida, no hay amor sin riesgo”, relata, sin poder ni quizá querer esconder una risa entre boba y cómplice ante la cara entre cómplice y boba de su interlocutora.
Así, a la vez animosa y resistente, se muestra Allende, experta en retratar a mujeres extraordinarias que, según ella, copia del natural más que fabula. 
“Vengo de una cadena de ellas, trabajo con ellas, estoy rodeado de ellas, no tengo que inventarme nada”, explica esta creadora curada de espanto, que no de sorpresas.
“Siempre estoy alerta, abierta al misterio de la vida, a las cosas maravillosas que uno espera, y a las trágicas que uno no desea. Lo peor ya me pasó.
 Cuando me separé de Willy, al que amé muchísimo, la gente me daba el pésame, como diciéndome 'ay, esa pobre señora vieja que se va a quedar sola'.
 Y yo pensaba, esto no es ni el 10% de lo que pasé cuando murió Paula. Ya nada va a partirme".