De Cantabria a Fuerteventura, nuestro experto en costas elige sus arenales preferidos.
Es Talaier (Ciudadela, Menorca)
Todo conspira para que el viajero, tras una
caminata de 15 minutos desde Son Saura, se zambulla en esta piscina
voluptuosa de aguas translúcidas brillantes bajo el sol. También sus
arboledas de pinos seducen como los ojos de una serpiente. La playa está
además libre de barcos turísticos.
Oriente de Jandía (Pájara, Fuerteventura)
Un total de 26 kilómetros de bancos de arena
separan Costa Calma de Morro Jable.
Puede apetecer un paseo por la
ventosa playa de la Barca, contemplando a los windsurfistas, o bien
torrarse sin agobios en las desembocaduras de los barrancos de Los
Canarios o del Mal Nombre, frente a aguas del color de la malaquita,
sobre las que gravita un sol africano.
Escorxada y Fustam (Es Migjorn Gran, Menorca)
Para quienes no quieren caminar están pensados
los aquataxis. Taximar (www.menorcataximar.com), con base en Cala
Galdana, realiza una travesía a las remotas calas de Escorxada y Fustam,
pasando por Trebalúger y un par de cuevas marinas. Luego, el pasajero
con sombrilla y nevera elige la playa en la que deleitarse unas cinco
horas hasta la recogida. Cuesta 25 euros.
Antuerta (Bareyo, Cantabria)
Antuerta ha quedado eclipsada por su cercanía a
Langre (asidua en los top ten). Pero no merece ser olvidada esta
fastuosa caleta, acorazada por acantilados prístinos a los que se accede
caminando desde la playa de Cuberris (tomar la calle que entra hacia el
campin). La disfrutan surfistas, naturistas y amantes de los 'selfies'.
Cala Fonda, Waikiki (Tarragona capital)
La vecindad del complejo petroquímico pone en
valor más todavía esta reliquia mediterránea. Hay que aparcar en el
restaurante Mirall d’Estiu, en playa Larga, y marchar dos kilómetros:
los pinares dejan paso a una incómoda bajada final. Unos deambulan a
cuerpo gentil, otros se dan un chapuzón. Todos hablan maravillas.
Melide (Cangas de Morrazo, Pontevedra)
Decir Melide es mentar las Cíes: solo tres
kilómetros separan Melide del parque nacional, y sin necesidad de hacer
colas en las navieras. Ambas comparten arena color nata, aguas gélidas y
pinos. Su remota ubicación garantiza la ausencia de aglomeraciones. En
Donón sale la pista a Punta Subrido, hasta el chiringuito de Pedro
Piñeiro.
Playazo de Rodalquilar (Níjar, Almería) Playa
masificada (de acceso fácil), pero con un arenal gozoso, junto a un
acantilado de un amarillo casi blanco. Sirvió de escenario al filme
Lejos del mar (2015), de Imanol Uribe. Cerca está el hotel Los Patios
(www.lospatios.net). Es buena idea tomar la senda de 1,4 kilómetros
desde el castillo de San Ramón a la cala del Cuervo.
Barayo (Valdés / Navia, Asturias)
Quien se acerca a Barayo desde Navia accede a
uno de los aparcamientos con la visión más sublime de la costa
cantábrica: salinas, marismas, dunas, hierbas y cañaverales, pinos y
eucaliptos en el acantilado. ¡Que alguien coloque un escaparate ya!
La Granadella (Xàbia, Alicante)
Nada como disfrutar a primera hora de un día
fuera de temporada del entrante majestuoso del Mediterráneo; bracear
escuchando el aleteo rítmico de los guijarros empujados por las olas. El
restaurante Sur (www.restaurantesur.com) dispone de barco y huerto
propios.
Area Maior (Muros, A Coruña) Dejando
el coche en Ancoradoiro, hay que caminar 15 minutos hasta este
hipnotizante enclave natural. El monte Louro, la laguna de Xalfas, la
pinada. Aunque para enormes, las cadenas dunares que los atardeceres
tiñen con destellos áureos. Cuanto más cerca del monte, mayor presencia
naturista. El baño resulta peligroso.
Laga (Ibarrangelu, Bizkaia) Aunque
en verano es preciso aparcar a casi dos kilómetros, a nadie arredra
esta beldad encastrada en el cabo de Ogoño, reina de las playas de la
reserva de la biosfera de Urdaibai.
Las Conchas (Isla de La Graciosa, Teguise, Lanzarote) Para
la portada de mi guía Vacaciones en playas con encanto se requería una
imagen con dinamismo cromático. Un ámbito en el que ninguna iguala a
este arenal al norte del norte canario, léase ventosa, virgen, de aguas
frías y baño muy peligroso. Asombra el color blanquecino de la arena y, a
dos kilómetros, la isla volcánica de Montaña Clara.
Güí-Güí (La Aldea de San Nicolás, Gran Canaria)
Es la playa del fin del mundo (canario). Las
dos horas y media de esfuerzo montañero desde Tasartico merecen el
esfuerzo (hay que llevar mínimo dos litros de agua por cabeza). Cualquiera que llegue a estas dos franjas de arena con vistas al Teide
debería hacerse acreedor a un certificado.
Benijo (Santa Cruz de Tenerife) Para errar por su banda de arena negra con la
marea en retirada —mojarse hasta la rodilla, no más—. Para deleitarse
con los roques, bajo el acantilado. Para almorzar en Casa de África.
Quizá para afincarme en Taganana y decir adiós a todo.
Aigua Xelida (Palafrugell, Girona) El aroma de la pinaza, su angosta hechura, que
la urbanización pase casi inadvertida… Todo nos hace desconectar del
mundo. Una placa en la barraca de pescadores recuerda las estancias de
Josep Pla, el gran escritor del Mare Nostrum, de sus costas y sus
vientos. Una Costa Brava mítica, extinta, a la que podremos recorrer en
kayak (www.kayakingcostabrava.com) desde Tamariu.
Xarraca (Sant Joan, Ibiza)
Se trata de una cala del norte de Ibiza,
situada junto a la carretera y de tonos turquesas arrebatadores. Entorno
pedregoso y, por ende, propicio para el buceo o el paseo en hidropatín.
Próxima a la orilla aflora la peña Grossa, a modo de trampolín, y la
peña Petita, escollo donde se toman un respiro los nadadores.
Faltan muchas playas de las Islas Canarias........un tremendo y grave error.
Piense con alivio y con pánico, con agradecimiento y terror: “Podemos seguir así veinte años más”
Mire por la ventanilla del auto. Vea cómo, a su derecha, se alinean
moles de cemento y vidrio.
Sienta frío, aunque sea un sábado soleado.
Recoja los pies en el asiento. Mírelo a él, que conduce. Piense: “Qué
guapo”. Diga: “Qué feos esos edificios”.
Escuche cómo él dice: “Si”.
Diga: “Tendríamos que llamar al plomero, por lo del caño”. Escuche cómo
él dice: “Bueno”, no como si no le importara sino como quien considera
el asunto algo muy poco entretenido para un día como ese.
Siéntase, de
pronto, urgida, como si quisiera enmendar una falta. Diga “¿Y si vamos
al teatro?”. Escuche cómo él dice: “¿Si?”.
Diga: “Mejor no”.
Piense: “Si
no nos gusta el teatro”. Sienta una voluntad rara: como si quisiera
complacerlo, pero haciendo cosas que usted nunca hace, en una actitud
que sabe que resultará ridícula y sospechosa.
No pueda detenerse. Diga:
“¿Y a una galería de arte?“ . Escuche cómo él dice: “¿Y si vamos al
recital en el parque, a la noche?”.
Piense: “Calor, mosquitos, horas
fuera de casa”. Responda: “Mañana tengo que trabajar”.
Arrepiéntase.
Pregúntese qué fue de esa chica que usted era: alguien capaz de ir a un
recital en cualquier momento, alguien que vivía en un departamento en el
que había un solo plato, un solo tenedor, un solo juego de sábanas.
Piense en la casa en la que viven ahora donde, hace una semana, encontró
un juego de toallas sin estrenar compradas cinco años atrás.
Diga
“Bueno, podemos ir y volver temprano”.
Escuche cómo él dice, con sinceridad serena: “No. Está bien. Nos gusta
pasear. Vamos al río”.
Mírese los dedos de los pies, encogidos como
garras. Pregúntese: “¿Qué queda de mí?”. Mire por la ventanilla.
Siéntase ansiosa como un pájaro que choca contra un vidrio y busca una
salida que no existe.
Piense –con alivio y con pánico, con
agradecimiento y terror- “Podemos seguir así veinte años más”.
El
Pontífice, con gesto muy serio, ha recordado al presidente de EE UU
durante la entrega de regalos cuestiones como la necesidad de paz y la
importancia del medio ambiente.
A las 8.31 de la mañana, después de meses de declaraciones cruzadas y
alusiones veladas el uno sobre el otro, el presidente de EE UU, Donald
Trump, y el papa Francisco se han reunido en el Vaticano.
El mandatario estadounidense ha llegado acompañado de una comitiva
formada, entre otros, por su esposa, Melania, su hija, Ivanka, y el
esposo de esta, Jared Kushner. No se esperaba gran sintonía, ambos se
encuentran en las antípodas ideológicas. La cara del Pontífice, siempre tan transparente, ha sido de extrema
seriedad. Al final de la reunión, donde la ecología y la paz han estado
muy presentes a través de lo regalos que se han intercambiado, el
ambiente ha sido algo más relajado. "No olvidaré su mensaje", le ha
prometido Trump en su despedida. Francisco le había recibido minutos antes con un “encantado de
conocerle” y excusándose por no hablar correctamente inglés. A las 8.35
se han sentado en la mesa de la biblioteca privada y ha comenzado una
reunión a puerta cerrada que ha durado 27 minutos con la ayuda de un
intérprete: el Papa, todo el tiempo en español, y Trump, en inglés. Había cierta tensión. Discrepan en prácticamente todas las grandes
líneas de gestión emprendidas por el nuevo Gobierno estadounidense:
medio ambiente, inmigración, venta de armas, derivas del
neoliberalismo... Y no ha sido un encuentro largo, especialmente si se
compara con los más de 50 minutos que Francisco dedicó al predecesor de
Trump en la Casa Blanca, Barack Obama, con quién mantenía una gran
sintonía. “Es un gran honor para mí”, ha dicho Trump. El Pontífice no ha
respondido y la puerta se ha cerrado.
No ha trascendido el contenido de la conversación, pero dada la gran distancia de pensamiento que existe entre ambos —el Papa, entre otras cosas, cuestionó la fe de Trump cuando anunció que construiría un muro entre EE UU y México— y
teniendo en cuenta el reciente atentado de Mánchester, se supone que
habrán intentado tender puentes a través de la idea de la paz y de la
lucha contra el terrorismo. De hecho, entre los regalos que el Papa ha
ofrecido a Trump al término del encuentro, un momento que suele utilizar
para subrayar cuestiones tratadas, se encuentra el mensaje que lanzó el
último día de las Jornadas Mundiales para la Paz y un medallón con una
rama de olivo grabada. “Es una medalla de un artista romano. Es el
olivo, símbolo de la paz”, le ha dicho el Papa al término de la reunión. Segundos después, ha insistido: “Se lo doy para que sea instrumento de
la paz”. A lo que Trump ha contestado: “Necesitamos paz”. Además, el Pontífice le ha hecho entrega de los documentos que ha elaborado durante su papado. La exhortación apostólica, Amoris Laetiia, el texto Evangelii Gaudium, y su poderosa encíclica sobre la ecología, Laudato Si.
“Sobre la cura de nuestra casa común, el medioambiente”, ha subrayado
Francisco. “Lo leeré”, le ha respondido Trump, que ha regalado al
Pontífice una caja negra cerrada con libros de Martin Luther King en su
interior. “Es un regalo para usted, libros de Martin Luther King, pienso
que le gustará… espero que sí”, ha señalado.
El final de la reunión, cuando ambos mandatarios se han
visto con el resto de la comitiva, ha sido mucho más distendido. El
encuentro había comenzado con caras serias —como la que el Papa dedicó
al presidente de Argentina, Mauricio Macri— y un Trump algo incómodo en
los segundos finales de espera para ser recibido. Pero la entrada de
Ivanka en la sala y, especialmente la de la esposa del presidente de EE
UU, Melania Trump, ha aligerado la conversación y el humor. Ella,
eslovena de influencia católica (no está bautizada), que vivió un tiempo
en Milán y habla algo de italiano, ha sido clave para ese
distendimiento y ha pedido al Papa que le bendijese un rosario. Además,
ha bromeado con el Pontífice sobre lo que come Trump: "¿Qué le da de
comer? ¿Potizza?", ha preguntado Francisco, en referencia a un dulce
esloveno que le gusta mucho y que pide siempre que encuentra a alguien
de dicha nacionalidad. Durante su breve visita al Vaticano, el presidente
estadounidense también se ha reunido con el número dos de la Santa Sede,
el cardenal Pietro Parolin, y con el secretario para las Relaciones con
los Estados, una suerte de ministro de Relaciones Exteriores, monseñor
Paul Gallagher. Esa reunión, en cambio, ha durado otros 50 minutos, más
de lo habitual. Un dato que invita a pensar que se ha proundizado y
llegado al detelle técnico de cuestiones tratadas con anteriormente con
el Papa. En el comunicado oficial del Vaticano, de forma
absolutamente genérica, se han reseñado algunos de los asuntos
abordados. "Se ha manifestado el deseo de una colaboración serena entre
el Estado y la Iglesia Católica en los Estados Unidos, comprometida en
el servicio a la población en los campos de la salud, la educación y la
asistencia a los inmigrantes. Las conversaciones también han permitido
un intercambio de puntos de vista sobre algunos temas relacionados con
la actualidad internacional y con la promoción de la paz en el mundo a
través de la negociación política y el diálogo interreligioso, con
especial referencia a la situación en Oriente Medio y a la tutela de las
comunidades cristianas".
Vaya Felipe, ya te das cuenta, tu sigues en tu puerta giratoria, no caes en ese lugar privilegiado donde te pusieron al dejar de ser Presidente. A Pedro Sánchez te guste o no lo han puesto los mismos o descendientes de los que te pusieron a ti, pero eso no lo quisistes entender ni Rubalcaba, ni Zapatero, vaya que la Susana, con nombre de Zarzuela no la querían los votantes del PSOE solo los andaluces, y mira que va desarreglada, ni ustedes en un principio fueron así, ni Pilar Miró que la hundieron por dos vestidos de Loewe, creo, para actos de representación, que yo haría lo mismo sino represento nada no me los compro, pero si, pues son gastos que se derivan a la caja del Partido, digo yo. No voy a ir, por ejemplo a un Festival de Cine vestida de zaparrastrosa, iría bien algo así como iba Carme Chacón de Purificación Garcia, no es barato pero el si el acto lo requiere no voy a los chinos a comprarme cualquier zarrio. Eso en los hombres no se nota, el traje puede ser de Armani o de Emilio Tucci, la corbata de Loewe, y el cinturón igual, los zapatos pues buenos y elegantes. En la ropa de los hombres nadie se fija. En las mujeres si, y mira lo que pasó con el caso Gurtel. Anda Felipe dale la enhorabuena a Pedro y pide disculpas, porque le hiciste la cama pero eso mismo hizo que hoy sea elejido.
El expresidente del Gobierno asegura que está en minoría en el partido y quiere ser optimista, pero no te dediques a despretigiar a Pedro Sánchez.Ya no ers nada, sorry, nada.
El expresidente del Gobierno Felipe González ha asegurado
este martes, tras protagonizar un debate sobre la unidad europea en el
Círculo de Bellas Artes de Madrid, que no quiere interferir en el PSOE, tras la victoria de Pedro Sánchez en las primarias del pasado domingo a la secretaría general del partido. "Quiero ser optimista y quiero, además, no interferir", ha manifestado.
González, que respaldó a la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz,
ha admitido que, "como otras veces", se encuentra "en minoría" en el
partido, pero que ahora la organización debe seguir su proceso para
fortalecer el partido: "Que trabajen, que salga el congreso, que salga
un buen proyecto, que ayuden al secretario general, que vayan adelante".
Tras
una relación fluida con Sánchez durante buena parte de su etapa al
frente del PSOE, González admitió sentirse engañado en su decisión de no
abstenerse en la investidura para que el PP formara Gobierno, como,
según confesó, le había asegurado que haría.
A la pregunta de si él ayudará a ahora a Sánchez, ha
alegado: "Yo estoy jubilado y voy a ayudar en eso que hago. A quien me
pregunta, le respondo, pero interferir no interfiero, créame, nunca".
Sobre la posibilidad de que vuelva a confiar en Sánchez, ha sido
tajante: "No estoy en esos debates", pero ha añadido: "Hay que apoyar a
Sánchez. Eso es lo que quiere la mayoría y es lo justo". Algo así como Caperucita Roja y el Lobo Feroz. El expresidente ha participado en un debate organizado por EL PAÍS y la Fundación Alternativas bajo el título de Brexit pero no Frexit: ¿Adónde va Europa? En el coloquio han participado Michael Reid, editor sénior y columnista de The Economist, Mathieu de Taillac, corresponsal de Le Figaro y Andrea Rizzi, redactor jefe de Internacional de EL PAÍS. El encuentro ha sido moderado por la periodista Marta Fernández. Durante el coloquio, el expresidente del Gobierno ha capeado
las alusiones que le han hecho los periodistas respecto a la situación
que vive el socialismo, en consonancia con el divorcio que en Europa se
vive entre las elites y la ciudadanía. En la mención que le ha hecho
Reid se ha limitado a sonreír. En la que le ha hecho De Taillac, con
media carcajada, ha ironizado: "¿A [Benoït] Hamon? ¡Lo hemos exportado
aquí!". Y en la de Rizzi, ha admitido que la socialdemocracia, que es
"la que ha influido en todos los partidos transversalmente", está en
crisis, pero ha rescatado las palabras que le dijo Willy Brandt al
respecto antes de morir: "La ventaja de la socialdemocracia es que
siempre puede reiniciar caminos diferentes". "Pero yo solo soy un jubileta", se ha distanciado.Vaya y ¿antes no lo eras?