La Sociedad Max Planck conserva fragmentos de cerebros de unos 3.000 niños y adultos ejecutados por padecer enfermedades mentales.
Una investigación intenta ponerles nombre casi 80 años después
Entre 1939 y 1945, unos 300.000 niños y adultos con discapacidad o enfermedades mentales fueron asesinados en Alemania.
A un número desconocido les extrajeron el cerebro.
Los órganos se enviaban a centros de investigación del país, donde se cortaban en rodajas y se preparaban como muestras para estudiar enfermedades mentales.
En aquellos años, Julius Hallervorden, uno de los neurólogos más respetados del país, recordaba haber dicho: “Si realmente vais a matar a toda esa gente, sacadle al menos el cerebro para que puedan ser útiles.
Ellos me preguntaron, ‘¿cuántos podría analizar?’ Yo les dije, ‘un número ilimitado, cuantos más, mejor”.
Casi ochenta años después, la Sociedad Max Planck de Alemania ha puesto en marcha una investigación independiente para identificar, por primera vez, a todas las víctimas de la ley de Eutanasia nazi cuyos cerebros laminados siguen en los archivos de este organismo de investigación científica, uno de los más prestigiosos del país.La entidad ha anunciado este mes que un equipo de cuatro investigadores ajenos a la institución comenzará en junio a cotejar las miles de muestras existentes con los archivos de los psiquiátricos donde los pacientes recibían inyecciones letales o eran gaseados usando las mismas técnicas que después se aplicarían en los campos de exterminio.“Tenemos que analizar todos los archivos de neuropatología en los archivos de la Sociedad Max Planck de Berlín y el Instituto de Psicología Max Planck de Munich”, explica Gerrit Hohendorf, uno de los responsables de la investigación, dotada con 1,5 millones de euros y que durará tres años.“Iremos nombre por nombre para recuperar la cifra exacta de personas cuyos cerebros fueron usados para investigación neuropatológica, calculamos que habrá entre 2.000 y 3.000 víctimas”, señala.“Tenemos que analizar todos los archivos de neuropatología en los archivos de la Sociedad Max Planck de Berlín y el Instituto de Psicología Max Planck de Munich”, explica Gerrit Hohendorf, uno de los responsables de la investigación, dotada con 1,5 millones de euros y que durará tres años. “Iremos nombre por nombre para recuperar la cifra exacta de personas cuyos cerebros fueron usados para investigación neuropatológica, calculamos que habrá entre 2.000 y 3.000 víctimas”, señala.El objetivo final será crear una base de datos pública que contribuya a rememorar este episodio que apenas se recuerda dentro y fuera de Alemania.Cada 27 de enero, fecha de la liberación de Auschwitz, el parlamento alemán rinde homenaje a las víctimas del Holocausto.Por primera vez, este año los diputados recordaron también a las 300.000 víctimas de la ley de Eutanasia, según Deutsche Welle.“Lo más sobrecogedor es que la mayoría eran niños”, explica Patricia Heberer-Rice, historiadora del Museo del Holocausto de EE UU y miembro del equipo de investigación. Heberer-Rice estudia los archivos del hospital psiquiátrico de Kaufbeuren, al sur de Alemania, donde médicos y enfermeras asesinaron a 1.500 pacientes durante el nazismo, explica.En 2000 se enviaron al Museo del Holocausto copias de los historiales médicos del hospital alemán.Entre los documentos hay cartas entre los médicos que enviaban los cerebros y los neurólogos que los recibían y relataban cómo los habían preservado para los estudios de neuropatología.Una de las 118 víctimas ya identificadas por Heberer-Rice es Ernestine D.Nació el 1 de noviembre de 1929 en Bavaria.“Era hija ilegítima y parece que la separaron de su madre en algún momento.Sufría discapacidad intelectual, era medio ciega y sorda, y padecía ataques epilépticos.Murió el 21 de marzo de 1943 en Kaufbeuren por una sobredosis letal de medicamentos.Tenía 13 años”, explica Heberer-Rice. Adolf H., otra de las víctimas, sufrió daño cerebral durante el nacimiento y padecía epilepsia.Tenía ocho años cuando fue asesinado.Los cerebros de estos y otros niños se enviaban a la Sociedad Kaiser Guillermo, de la que el Max Planck es heredera.Hallervorden, jefe de Neuropatología de la institución, llegó a reunir 697 cerebros.En una entrevista con el neuropsiquiatra estadounidense Leo Alexander, médico experto durante los juicios de Nuremberg, Hallervorden contaba cómo conseguía su material de estudio de los centros de eutanasia:"Les di fijadores, jarras y cajas e instrucciones para extraer y fijar los cerebros y ellos me los enviaban puntualmente como si fueran muebles.Había un material maravilloso entre esos cerebros, bellísimos defectuosos mentales, malformaciones y enfermedades infantiles.Yo acepté los cerebros, por supuesto.De dónde vinieran y cómo llegaban hasta mí no era asunto mío". Hallervorden sobrevivió a la guerra y continuó su carrera científica sin sufrir pena alguna.Hoy su apellido sigue dando nombre a una enfermedad neurológica que describió junto a Hugo Spatz.“La historia de esas muestras continuó durante mucho tiempo y se siguieron utilizando para hacer estudios científicos hasta los años 80”,- explica Paul Weindling, historiador de la Medicina de la Universidad Oxford Brookes (Reino Unido). La Max Planck tardó varios años en tomar en serio las denuncias sobre el origen de las muestras y abrir su propia investigación, según explicaba el investigador en un estudio de 2012.
- “Estamos ante una institución muy prestigiosa, con un enorme
presupuesto de investigación y que hace ciencia rompedora. Pensaron que
dañaría su reputación reconocer todo esto, pero ahora han cambiado de
opinión, lo que es un indicativo de que las investigaciones futuras se
harán en las mejores condiciones posibles”, explica Weindling, que
también participa en el análisis encargado por la Max Planck.
En 1990 la Max Planck retiró todas las muestras humanas
recogidas durante la era nazi y las enterró como parte de una ceremonia
de homenaje a las víctimas, pero sin identificarlas ni aclarar cuántas
muestras había.
Una investigación posterior demostró que aún quedaban más láminas en el Instituto de Psiquiatría Max Planck que podían ser de víctimas.
La sociedad hizo una nueva auditoría de sus archivos en 2016 en la que se listaron 24.500 muestras tomadas entre 1920 y 1980.
Es parte del material que el equipo analizará ahora.
En último término, opina Weindling, es posible que haya que desenterrar el material inhumado en 1990, “aunque será decisión de la Max Planck”, señala.
Los investigadores reconocen el reto de publicar los nombres de todas las víctimas por las leyes de protección de datos, pero creen que será viable y necesario.
“Puede que las familias de los fallecidos sepan que uno de sus parientes fue asesinado”, explica Wiendling.
“Lo que seguro que será nuevo para ellos es que los cerebros de sus abuelos o tíos siguieron usándose para investigaciones científicas durante mucho tiempo y ahora está en los archivos del Max Planck o enterrados en Munich”, concluye.
20 may 2017
Alemania reabre el caso de los asesinados por la ciencia nazi
La austeridad ética de Raimon Pelegero....................... Juan Cruz
El artista ofrece un recital de despedida en el Palau de la Música de Barcelona.
La última vez de Raimon Pelegero.
Se dice pronto. 1963, Al vent. 19 de Mayo de 2017, Palau de la Música, todo Raimon, el penúltimo concierto de su vida.
Un gentío. Bravos. La emoción como memoria condensada en la garganta de los que aplauden.
Nos sabemos sus letras, las cantábamos para sentirnos libres en aquel país de Franco.
Una canción suya sustituía la palabra Revolución.
Tarareábamos la libertad. Raimon era nuestro hermano mayor, y se atrevía.
España cerrada, España entreabierta, España y la desmemoria.
La guitarra y el flequillo, y la moto, y la mare, y el carrer Blanc, y este hombre de rojo y de negro ahora, sinfónico, grandioso, en el Palau de la Música Catalana.
Los aplausos, los bravos, el catalán limpio del xativí enamorado, su risa en el escenario, el aplauso al público.
Tantos años de historia.
Con su voz, coreándolo, dijimos No a lo que suponía el fascismo de los puños y las pistolas.
Ahora Diguem no suena como si estuviera otra vez de actualidad. La circunstancia no es la misma, naturalmente, pero el público del Palau corea el himno natural de la protesta como si ahora hubiera otro Franco más acá de la canción, aun en el Pardo.
Esa sensación produce el grito, como si fuera pertinente imaginarlo en la misma dirección.
La austeridad ética de Raimon ha hecho a la vez historia y poesía, y ahora es también poesía lo que fue historia.
Es un poeta Raimon, estudió Historia.
Al vent suena, como su sencillo poema a Joan Miró, como el color de los sueños de un tiempo que iba a ser nostre.
A Vivaldi le pasó con el adagio y Beethoven vivió, sin saberlo ya, las consecuencias que tuvo su más famoso himno alegre, que sirvió para los rotos y los descosidos de Europa.
Imposible, pues, no escuchar al poeta Raimon sin atraerlo a nuestro molino: es natural que suceda con la poesía y con la música, con la letra y con el ritmo.
Y con las personas.
A Blas de Otero, a Gabriel Celaya, e incluso a Gloria Fuertes, los podemos escuchar ahora como si cantaran en este mismo momento, y para este mismo momento.
El ser humano necesita, en cada tiempo, desde la infancia a la vejez, y los pueblos también lo necesitan, desde la infancia a la vejez: que sus ansiedades sean representadas por la canción, por la letra de sus himnos o de sus poetas, y cada uno escucha lo que quiere.
Pero ahí está Raimon: no se ha variado del sitio en que estuvo, desde que empezó, en medio de la ciénaga fascista, cantándole a la libertad, al amor, a la belleza y a la muerte.
Y contra el miedo
. De vegas la pau no ès mès que por.
Sus canciones no son de ahora mismo, pero están en nosotros como queramos que estén.
De modo que el público aplaude lo que quiere oír, incluso aquello que no se canta.
No se puede apropiar nadie ahora de los himnos de Raimon; fueron letras, a favor de la libertad, viento contra el miedo, luz contra la oscuridad, el gran fum de la terra.
Abrieron nuestro tiempo a la posibilidad de la canción. He mirat aquesta terra, Yo vinc d´un silenci… Hace tanto que lo cantamos. El tiempo ha pasado, pero no por la voz de Raimon sino por la esencia de la Historia.
Ahora el cantar que nos sublevó es ética y poesía, la esencia de un cantante que fue nuestro y lo sigue siendo.
Se despide. Eso cree él. Su eco es demasiado verdadero como para diluirse en los dedos de la actualidad.
Ajena a toda manipulación circunstancial, pues, la poesía cantada de Raimon conserva su ejemplar independencia ética, el eco sobrio de la raíz xativí de su libertad.
Abandonar el grupo.................................... Elvira Lindo
Nuestros mayores se sienten como chiquillos con su nueva vida virtual.
Es primavera.
Un amigo va a la comunión de un sobrino.
La cita es a las 10 de la mañana.
Entre la ceremonia, los aperitivos, la comida, el corte de la tarta con espada como en las bodas, los gin-tonics, la merienda y la vuelta a los gin-tonics previos a la cena se hacen las 10 de la noche. Exhausto, derrotado, cuesta abajo en su rodada, mi amigo decide abandonar el evento, no sin percibir que su adiós decepciona un poco a esos seres queridos que opinan (en bloque) que se está yendo cuando empieza lo mejor.
Pero así somos los espíritus libres, de vez en cuando decimos, ¡no al yugo familiar! Ja.
Eso es lo que el pobre iluso se cree: la comunión del sobrino no se va a acabar nunca, porque esa fiesta familiar ha entrado en el pesadillesco bucle del WhatsApp.
Ríete tú de El día de la marmota: las nuevas tecnologías han convertido los eventos familiares en una versión si cabe más inquietante de El ángel exterminador. Buñuel, te lo has perdido.
Antes de que abandone el recinto celebratorio mi amigo ha sido incluido por una de sus tías en un grupo llamado Comunión y mientras, un poco borracho, espera un taxi percibe la vibración en el bolsillo de la americana de las muchas fotos que el núcleo duro familiar, tías, abuelos, abuelas y esas amigas de las madres que son como casi tías, van compartiendo.
Fotos que provocan entusiasmo, vídeos que se cuelgan al instante de ser grabados, comentarios que comienzan siendo graciosillos pero que a estas horas de la noche ya se tornan guarros; ya se sabe lo que hace el alcohol en la mente de nuestros mayores.
A las doce de la noche ya han hecho su aparición los emoticonos de la berenjena y la gitana.
Así comenzó la caída del Imperio Romano.
Luego hablamos de los estragos que está causando en la mente de los más jóvenes la vida hiperconectada, pero ¿y en la de nuestros mayores?
Nuestros mayores.
Cuántos chistes se habrán hecho sobre su analfabetismo informático.
Pues bien, ha llegado la hora de la venganza de toda una generación.
Han abrazado sus teléfonos inteligentes y se sienten como chiquillos con su nueva vida virtual.
Es el paraíso de los jubilados, el edén de las madres que se sienten conectadas con sus hijos permanentemente, el hábitat ideal de los primos, de los cuñados, de los excompañeros unidos por los Expedientes de Regulación de Empleo.
Yo había aventurado algunas teorías al respecto, dado el número inaudito de vídeos que a diario me inundan el WhatsApp, enviados en abrumadora mayoría por personas de los 60 en adelante. Sospechaba que esta afición descontrolada de los que se han incorporado al universo cibernético a última hora tenía que responder a algún impulso psicológico, y cuál no ha sido mi sorpresa cuando veo que The New York Times abordó este crucial asunto la semana pasada.
Al primero que señalaban como un abuelete que no sabía qué uso debía hacer de Twitter era a Donald Trump.
De acuerdo, él es el presidente de los Estados Unidos y eso marca la diferencia; de acuerdo, es un ser incontinente, chulesco, con tendencia a la ira y al desprecio, pero incluso contando con esos rasgos patológicos está claro que hay un componente generacional de inadecuación a este sistema de redes que, por sus propias características de superficialidad, resultan apropiadas para un espíritu juvenil y forzadas para la gente de edad.
Pensamos equivocadamente que la virtualidad encubre nuestra fecha de nacimiento pero se está viendo que no, que hay una especie de gagaísmo digital que se dispara a partir de una franja de edad y que lleva a los individuos a enviar a todos sus contactos vídeos chistosos (presentándolos como descacharrantes, un aviso de que no te lo parecerán), sobre la conmovedora maternidad de las hienas o las inusitadas habilidades de una niña prodigio.
Eso sin dejar a un lado los selfis o el lenguaje hipersentimentalizado del Facebook, con el que se dice te quiero más de lo que cualquier corazón pueda resistir.
Incluso los que no somos aficionados a los libros de autoayuda hemos dedicado algunos minutos de lectura a esos artículos ahora tan abundantes en la prensa en los que te enseñan a decir que NO en 10 pasos a fin de que los compromisos no te roben la vida. Muchos llevamos entrenándonos en esa disciplina muchos años: hemos conseguido con gran esfuerzo decir que no a cenas, a viajes, a trabajos sin remunerar, nos hemos aplicado en distinguir lo fundamental de lo prescindible, pero, ay, han desembarcado la familia y los mayores en la escena virtual y no somos capaces de salirnos de sus grupos de WhatsApp.
Mi amigo lleva una semana recibiendo material gráfico de la comunión y no se atreve a abandonarlo.
Le da miedo que su familia piense que tiene algo en contra del chiquillo.
Un amigo va a la comunión de un sobrino.
La cita es a las 10 de la mañana.
Entre la ceremonia, los aperitivos, la comida, el corte de la tarta con espada como en las bodas, los gin-tonics, la merienda y la vuelta a los gin-tonics previos a la cena se hacen las 10 de la noche. Exhausto, derrotado, cuesta abajo en su rodada, mi amigo decide abandonar el evento, no sin percibir que su adiós decepciona un poco a esos seres queridos que opinan (en bloque) que se está yendo cuando empieza lo mejor.
Pero así somos los espíritus libres, de vez en cuando decimos, ¡no al yugo familiar! Ja.
Eso es lo que el pobre iluso se cree: la comunión del sobrino no se va a acabar nunca, porque esa fiesta familiar ha entrado en el pesadillesco bucle del WhatsApp.
Ríete tú de El día de la marmota: las nuevas tecnologías han convertido los eventos familiares en una versión si cabe más inquietante de El ángel exterminador. Buñuel, te lo has perdido.
Antes de que abandone el recinto celebratorio mi amigo ha sido incluido por una de sus tías en un grupo llamado Comunión y mientras, un poco borracho, espera un taxi percibe la vibración en el bolsillo de la americana de las muchas fotos que el núcleo duro familiar, tías, abuelos, abuelas y esas amigas de las madres que son como casi tías, van compartiendo.
Fotos que provocan entusiasmo, vídeos que se cuelgan al instante de ser grabados, comentarios que comienzan siendo graciosillos pero que a estas horas de la noche ya se tornan guarros; ya se sabe lo que hace el alcohol en la mente de nuestros mayores.
A las doce de la noche ya han hecho su aparición los emoticonos de la berenjena y la gitana.
Así comenzó la caída del Imperio Romano.
Luego hablamos de los estragos que está causando en la mente de los más jóvenes la vida hiperconectada, pero ¿y en la de nuestros mayores?
Nuestros mayores.
Cuántos chistes se habrán hecho sobre su analfabetismo informático.
Pues bien, ha llegado la hora de la venganza de toda una generación.
Han abrazado sus teléfonos inteligentes y se sienten como chiquillos con su nueva vida virtual.
Es el paraíso de los jubilados, el edén de las madres que se sienten conectadas con sus hijos permanentemente, el hábitat ideal de los primos, de los cuñados, de los excompañeros unidos por los Expedientes de Regulación de Empleo.
Yo había aventurado algunas teorías al respecto, dado el número inaudito de vídeos que a diario me inundan el WhatsApp, enviados en abrumadora mayoría por personas de los 60 en adelante. Sospechaba que esta afición descontrolada de los que se han incorporado al universo cibernético a última hora tenía que responder a algún impulso psicológico, y cuál no ha sido mi sorpresa cuando veo que The New York Times abordó este crucial asunto la semana pasada.
Al primero que señalaban como un abuelete que no sabía qué uso debía hacer de Twitter era a Donald Trump.
De acuerdo, él es el presidente de los Estados Unidos y eso marca la diferencia; de acuerdo, es un ser incontinente, chulesco, con tendencia a la ira y al desprecio, pero incluso contando con esos rasgos patológicos está claro que hay un componente generacional de inadecuación a este sistema de redes que, por sus propias características de superficialidad, resultan apropiadas para un espíritu juvenil y forzadas para la gente de edad.
Pensamos equivocadamente que la virtualidad encubre nuestra fecha de nacimiento pero se está viendo que no, que hay una especie de gagaísmo digital que se dispara a partir de una franja de edad y que lleva a los individuos a enviar a todos sus contactos vídeos chistosos (presentándolos como descacharrantes, un aviso de que no te lo parecerán), sobre la conmovedora maternidad de las hienas o las inusitadas habilidades de una niña prodigio.
Eso sin dejar a un lado los selfis o el lenguaje hipersentimentalizado del Facebook, con el que se dice te quiero más de lo que cualquier corazón pueda resistir.
Incluso los que no somos aficionados a los libros de autoayuda hemos dedicado algunos minutos de lectura a esos artículos ahora tan abundantes en la prensa en los que te enseñan a decir que NO en 10 pasos a fin de que los compromisos no te roben la vida. Muchos llevamos entrenándonos en esa disciplina muchos años: hemos conseguido con gran esfuerzo decir que no a cenas, a viajes, a trabajos sin remunerar, nos hemos aplicado en distinguir lo fundamental de lo prescindible, pero, ay, han desembarcado la familia y los mayores en la escena virtual y no somos capaces de salirnos de sus grupos de WhatsApp.
Mi amigo lleva una semana recibiendo material gráfico de la comunión y no se atreve a abandonarlo.
Le da miedo que su familia piense que tiene algo en contra del chiquillo.
Los dos ‘pendrive’ de Púnica............................ Óscar López-Fonseca Fernando J. Pérez
La Guardia Civil destapa la caja b del PP de Aguirre gracias a un par de memorias informáticas halladas en casa del gerente.
Si el caso Gürtel tuvo su "puto pendrive" —en
palabras de un Francisco Correa consciente de que la memoria USB que la
Policía intervino a su contable guardaba los secretos de su trama—, la Púnica
tiene dos de estos delatores ingenios informáticos.
Ambos fueron localizados por la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil en el registro que realizó el 11 de febrero de 2016 en el domicilio de Beltrán Gutiérrez, exgerente del PP madrileño y uno de las personas de la máxima confianza de Esperanza Aguirre.
El primero, de color pistacho y con la inscripción "Indra", fue encontrado en un cajón del dormitorio junto a la ropa interior.
Ambos fueron localizados por la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil en el registro que realizó el 11 de febrero de 2016 en el domicilio de Beltrán Gutiérrez, exgerente del PP madrileño y uno de las personas de la máxima confianza de Esperanza Aguirre.
El primero, de color pistacho y con la inscripción "Indra", fue encontrado en un cajón del dormitorio junto a la ropa interior.
El segundo, azul y
plata y con publicidad del Ayuntamiento de Las Rozas, al fondo de una
balda del armario de la misma habitación. Los agentes, que durante tres
horas y media registraron la vivienda, también hallaron otros equipos
electrónicos —intervinieron un móvil, una tableta, un disco duro y un
tercer pendrive—, pero 15 meses después son ambas memorias las
que sustentan buena parte de los informes sobre la supuesta financiación
irregular del PP que la UCO ha entregado al juez de la Audiencia
Nacional Eloy Velasco.
En el primero de estos pendrive, la Guardia Civil localizó
carpetas denominadas "elecciones 2007", "proveedores" y "actos del PP en
Madrid 2006/2007" en el que se recogían facturaciones, importes sin
impuestos y con ellos, y un desglose de los pagos y las deudas que se
habían generado.
En ese archivo, se recogían todos los mítines
celebrados entre el 10 de abril y el 27 de mayo de 2007, así como la
forma en la que el PP iba abonando "de manera fraccionada" los mismos.
En total, la contabilidad reflejaba pagos por un total 980.133,97 euros.
Sin embargo, el mismo documento digital también incluía aquellos cargos
que, de manera irregular, eran cargados a otras entidades, como la
fundación Fundescam.
Entre estos gastos, los agentes destacan varias facturas giradas por empresas como Back RVS y Formaslect, que partir de ese momento centraron buena parte de las pesquisas.
Era el primer indicio de
la supuesta utilización por parte del PP de Aguirre de empresas
interpuestas para facturar gastos electorales.
En este mismo pendrive se localizaron varios
correos electrónicos incriminatorios.
Uno de ellos, intercambiado por Beltrán Gutiérrez con otro dirigente del PP madrileño, apunta a que en las actuaciones musicales del último mitin de la campaña de 2007, celebrado en el Palacio de los Deportes de la capital, costaron el triple de los 20.000 euros que reflejaba el contrato formalizado.
En otro, la directiva de una empresa le preguntaba al entonces gerente del partido de Esperanza Aguirre "a quién tenemos que facturar" los 30.000 carteles electorales que iba a imprimir para la campaña.
Acabó pagando Fundescam.
La supuesta contabilidad opaca de los populares madrileños apareció en la otra memoria USB.
En ella, la UCO encontró un archivo digital bautizado como "caja 07-08" que, según los informes de la Guardia Civil, refleja "la existencia de una caja b controlada por el gerente del partido que se nutre de fondos opacos y que se destina al pago de proveedores de campaña".
En el mismo, aparecen escritas en color negro las cantidades que reflejan las entradas de dinero.
En rojo y con el signo menos delante, los pagos.
Este archivo contable recoge la entrada de 1.014.375 euros en efectivo.
Pese a la elevada cifra, otro archivo denominado "deudas nov 2007" desvelaba que el saldo negativo de esta supuesta caja b del PP después de aquellas elecciones autonómicas de 2007 alcanzó los 873.027 euros.
Uno de ellos, intercambiado por Beltrán Gutiérrez con otro dirigente del PP madrileño, apunta a que en las actuaciones musicales del último mitin de la campaña de 2007, celebrado en el Palacio de los Deportes de la capital, costaron el triple de los 20.000 euros que reflejaba el contrato formalizado.
En otro, la directiva de una empresa le preguntaba al entonces gerente del partido de Esperanza Aguirre "a quién tenemos que facturar" los 30.000 carteles electorales que iba a imprimir para la campaña.
Acabó pagando Fundescam.
La supuesta contabilidad opaca de los populares madrileños apareció en la otra memoria USB.
En ella, la UCO encontró un archivo digital bautizado como "caja 07-08" que, según los informes de la Guardia Civil, refleja "la existencia de una caja b controlada por el gerente del partido que se nutre de fondos opacos y que se destina al pago de proveedores de campaña".
En el mismo, aparecen escritas en color negro las cantidades que reflejan las entradas de dinero.
En rojo y con el signo menos delante, los pagos.
Este archivo contable recoge la entrada de 1.014.375 euros en efectivo.
Pese a la elevada cifra, otro archivo denominado "deudas nov 2007" desvelaba que el saldo negativo de esta supuesta caja b del PP después de aquellas elecciones autonómicas de 2007 alcanzó los 873.027 euros.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)