Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

14 may 2017

Francisco Rivera e Inés Sastre juran bandera en una ceremonia en Sevilla

El acto forma parte de una ceremonia castrense en el que han participado más de 2.000 civiles.

El torero Francisco Rivera Ordoñez besa la bandera española en la ceremonia de este sábado en Sevilla.
El torero Francisco Rivera Ordoñez besa la bandera española en la ceremonia de este sábado en Sevilla. EFE
El torero Francisco Rivera, su esposa Lourdes Montes y la modelo Inés Sastre han jurado bandera este sábado en Sevilla en una ceremonia castrense en las que más de 2.000 civiles han realizado este gesto simbólico de su compromiso con España.
 El número de participantes ha supuesto un récord de participación para un evento de este tipo.
 El Ejército de tierra había anunciado en un comunicado que la actriz Amaia Salamanca también participaría en este acto, pero, según el Correo de Andalucía, no ha podido acudir por un imprevisto.
El acto ha comenzado a las 11.00, aunque ha sido precedido por un lanzamiento paracaidista.
 El matrimonio ha entrado en el recinto agarrado del brazo. Rivera, que se despidió de la afición de la Real Maestranza de Sevilla hace apenas 10 días, ha entrado sonriente, vestido un traje azul. 
 Montes, con un vestido rosa y mantilla, se ha mostrado más solemne.
 Sastre, muy alejada de los focos en los últimos años, ha volado desde París, donde reside, según ha informado TVE.
 La modelo, de 43 años, ha ido acompañada de su hijo Diego, de 10 años, y ha escogido un vestido malva y mantilla negra. 
En los últimos días, la también actriz ha compartido varias imágenes de un paseo en coche de caballos por las calles de Sevilla y su ilusión por la cercanía "del gran día".
 Sastre ha publicado en su perfil de la red social Instagram una imagen posterior de su hijo besando la bandera y otra con Modesto Cabezas López, jefe de la Oficina de Comunicación de la Fuerza Terrestre, en la que da las gracias.
 Sastre y Rivera no son los primeros rostros conocidos que han participado en este tipo de ceremonias. La Duquesa de Alba juró bandera en 2011, en un acto en el que también estuvo el periodista Carlos Herrera y el cantante José Manuel Soto, tío de Lourdes Montes. 
También lo han hecho políticos como Rita Barberá, en 2012 en Valencia, y Ana Botella, que juró ese mismo año siendo alcaldesa de Madrid.
Francisco Rivera, Lourdes Montes e Ines Sastre durante el acto, celebrado en la Plaza de España de Sevilla.
Francisco Rivera, Lourdes Montes e Ines Sastre durante el acto, celebrado en la Plaza de España de Sevilla. GTRESONLINE

 

El gran negocio de diseñar el vestido de la boda del año............ María Contreras

Todo apunta a que el británico Giles Deacon es el elegido por Pippa Middleton.

Pippa Middleton, en la gala benéfica ParaSnowBall en Londres.
Pippa Middleton, en la gala benéfica ParaSnowBall en Londres. GC Images

 

A pocos días de la boda del año, la prensa inglesa lleva semanas especulando con todos los detalles del enlace entre Pippa Middleton, hermana de la duquesa de Cambrigde, y James Matthews.
 Una de las grandes incógnitas gira en torno a quién diseñará el vestido, y aunque el misterio no se desvelará hasta el 20 de mayo, el favorito es el británico Giles Deacon.
 El modisto fue visto el pasado noviembre saliendo de casa de Pippa con unos abultados portatrajes negros, y eso bastó para disparar los rumores.
 Deacon estudió en Central Saint Martins y fundó su firma en 2003, pero en enero de 2016 cerró temporalmente su división de prêt-à-porterpara centrarse en piezas de costura. 
“Queremos maximizar el éxito de nuestros diseños de alfombra roja para clientes privados”, declaró entonces al medio especializado WWD.
 De ser Middleton uno de esos clientes, la elección demostraría no poca osadía por parte de la novia: los modelos teatrales de Deacon no parecen una apuesta obvia.


Deacon no es el único nombre que se baraja.
 En las quinielas aparecen también Jenny Packham, una de las diseñadoras fetiche de las hermanas Middleton; Amanda Wakeley, favorita de Theresa May; Suzanne Neville, en cuya tienda se ha visto a Pippa y a su madre; Emilia Wickstead, que acaba de lanzar colección nupcial; o incluso Victoria Beckham. 
 No parece probable que la novia se decante por McQueen para no replicar la elección de su hermana Kate, ni por un diseñador no británico siendo cuñada del futuro rey de Inglaterra, aunque hay quien también apunta a Valentino o Elie Saab.
 Se da por hecho que el famoso sombrerero Stephen Jones, que ha visitado recientemente su casa, también jugará un papel en la ceremonia.
Diseñar el vestido para una boda con tanta repercusión puede llegar a suponer miles de horas de trabajo para una firma, pero garantiza a su creador un lugar en las hemerotecas.
 Fue el caso de David Emanuel, que firmó el de la princesa Diana. “Teníamos al mundo entero pendiente”, recuerda el modisto, que hoy presenta el programa Say yes to the dress y colabora con la firma de joyas Clogau Gold. 
“Conseguimos que nadie tuviera ni idea de cómo sería el vestido hasta que descendió del carruaje frente a la iglesia. 
Fue un logro muy gratificante, y ella estaba fabulosa”.

Pippa Middleton y su prometido, James Matthews, en Wimbledon, el 6 de julio de 2016.
Pippa Middleton y su prometido, James Matthews, en Wimbledon, el 6 de julio de 2016. WireImage
 

Propuestas

Lorenzo Caprile, que vistió a la infanta Cristina el día de su boda con Iñaki Urdangarin, asegura que el hecho de que una clienta sea famosa no altera su proceso de creación: “Si te dejas llevar por la importancia del personaje, entras en un bucle muy paranoico y negativo que paraliza todo el proceso”.
 Teresa Helbig aboga por la discreción y más aún en estos tiempos de sobreexposición: “Nos da igual si la novia que tenemos delante es conocida o anónima. 
 Nosotros protegemos a capa y espada los procesos, nombres y anécdotas de quienes han pasado por nuestro atelier.
 Además, no queremos entrar en ese juego de name dropping, en esa carrera absurda de mejor cuantos más likes”.
 La británica Suzanne Neville señala como única diferencia “que mis clientas celebrities prefieren un vestido a medida para que nadie más pueda llevarlo”.
¿Y cómo creen ellos que vestirá Middleton?
 Caprile se la imagina “con un vestido de línea lánguida, del estilo con el que fue a la boda de su hermana… y con algún detalle de encaje”.
 La británica Phillipa Lepley apuesta por “un vestido bastante tradicional, pero con un giro que lo haga suyo, y tal vez un toque moderno”. 
Emanuel visualiza “una boda de campo típicamente inglesa.
 No es un acontecimiento real, así que, si es lista, hará lo contrario que su hermana y apostará por algo muy delicado y romántico”.
 Rosa Clará, una de las diseñadoras nupciales de referencia en España, no niega que le hubiera encantado acometer el reto, y concluye: “Seguro que el vestido reflejará su felicidad y su belleza natural”. 
Si el vestido de novia de Pippa logra hacerse tan viral como lo fue el de dama de honor, su diseñador pasará a la historia con él.

 

“He dicho mucho que no”.............................. Elvira Lindo


090517 DVD 842. Bernardo Perez. rn La actriz Adriana Ozores.  
. La actriz Adriana Ozores. EL PAÍS

Que Adriana Ozores (Madrid, 57 años) esté sobre un escenario es siempre una buena noticia para los espectadores. 
En esta primavera la tenemos en el Teatro Español de Madrid, representando La cantante calva, de Ionesco. 
Adriana, a la que el tiempo ha dotado de una belleza angulosa y de un aire distinguido, es por derecho una de las grandes de nuestra escena.
Buena narradora de la singular historia teatral que atesora una familia de seis generaciones de actores, los Puchol-Ozores, ella misma es ya poseedora de una vida digna de contar. 
A veces cómica, a veces dramática, narra con generosidad cómo ha llegado hasta donde está.
-Unos de mis primeros recuerdos es un día que mi padre volvía de gira.
 Él estaba subiendo por las escaleras y yo con el tacataca las bajé rodando para recibirlo.
-Mis padres se conocieron bailando claqué, entonces llamado baile americano, en la compañía de Celia Gámez. 
Hacían pareja. Mamá tenía 14 añitos, iba con calcetines, y mi padre, 18.
 Es muy romántico, ¿no? Mamá era más pánfila, pero mi padre la miraba entre bambalinas y le decía a su hermano Mariano, ésa va a ser mi mujer.
-La abuela, Luisa Puchol, era la que provenía de cinco generaciones de actores; el abuelo Mariano trabajaba en un banco cuando la conoció.
 Ella era una señora guapísima; él, feo como un demonio, pero encantador, simpático, un caballero… 
Se enamoraron, se casaron y estuvieron muchísimos años de gira en la compañía Puchol/Ozores.
 Y los enanos, José Luis (mi padre), Mariano y Antonio se quedaban en casa con la tía Aurelia.
 La tía Aurelia vivía en silla de ruedas, pero cuando hacían grandes giras por América, porque mi abuela llegó a actuar hasta en Nueva York, se la llevaban. 
Viajaban los 40 de la compañía en barco. 
 La tía, con las manos retorcidas del reuma, se acercaba con su carrito, tímida, a la mesa donde jugaban al póker. Decía: "¿Puedo jugar? Y los hombres: "Por Dios, señora, pues claro. 
Hacedle sitio a esta pobre mujer". 
Y la tía, que sabía latín y jugaba al póker como Dios, más de una vez sacó el pasaje gratis a la familia.

-Mi madre se unió a ellos y así estuvieron de novios 12 años.
 La compañía llevaba 40 obras para representar, así que no se sabían ningún texto.
 Por eso, siempre llevaban concha.
-Yo soy la que guardo la memoria de mi familia, tengo casi todo. Guardo lo de papá y lo del tío Mariano.
 Películas de súper 8 y de 16 mm, y muchísimas fotos, porque todos eran fotógrafos. 
En casa teníamos un cuarto para la fotografía.
-Mi padre no se aburría nunca.
 Pintaba, hacía fotos, escribía. Desde sonetos muy bonitos a poesía verde, como él llamaba a lo porno.
 Y todo el tiempo estaba pintando.
-Siempre estaba jugando con nosotros
. Era un niño grande. Le gustaban las colecciones de trenes.
 No es que jugara un poco con un trenecito, no, él decía, aquí se rompe la pared porque el tren tiene que pasar de un cuarto a otro. Y construía una estación y su jefecito y los árboles.
 Un mundo entero. Venía la gente a verlo.
 Mis recuerdos son de cuando ya estaba muy enfermo.
 Una niña pequeña percibe la verdad, así que yo sentía su incapacidad, la debilidad; también el amor, por Dios, porque era un ser maravilloso; pero yo he vivido la infancia con un padre muy enfermito.
-El tío Mariano, en el aspecto económico, se hizo bastante cargo de nosotros, porque cuando mi padre muere, no hay pensión, nos quedamos sin un duro.
 Mis tíos nos compraban la ropa, nos fueron ayudando.
-Yo era absolutamente consciente de que no teníamos nada. Estando papá todavía vivo, pero ya muy malito, le dedicaron aquel programa de radio, Ustedes son Formidables, que recaudaba dinero para gente necesitada.
 Debía ser el año 67 y lo promovieron Concha Velasco y Tony Leblanc, que fueron a la SER para contar la precaria situación económica en la que vivía la familia de José Luis Ozores.
 Y todo resultó pues… como era entonces España.
 La gente venía a la casa en bata a darnos su hucha. Recibías la caridad de la gente.
 Ah, importante: nos regalaron una licencia de taxi. 
Se contrató a un señor de taxista y entonces [se ríe] vivimos del taxi.
 ¿Qué te parece? Pues como una película de la época.
 Venía el señor con su gorrilla cada semana y le entregaba a mi madre el dinero.

-Tuve conciencia muy pronto de lo difícil que era todo. Mi madre no era una mujer emprendedora. Para ella fue un palo tan grande que no se recuperó.
 Le costó mucho sacarnos adelante.
-Mis abuelos vivieron en Las Vistillas (Madrid) cuando al fin se asentaron, porque se pasaron años danzando por España. 
Casi nueve sin casa. Fíjate que a mi padre le gustaba tanto hacer inventos y era tan imaginativo que un día dijo: "Voy a hacer un órgano de iglesia”, pero todo esto en el tren.
 Así que empieza por un tubito, y al tubito le va añadiendo piezas, hasta que aquello se hizo tremendo, y el abuelo dijo: "Mira, hijo, yo creo que vamos a dejar en Murcia lo del órgano". 
 Con esto te quiero decir que la vida la hacían ellos por el camino.

-Yo quería ser pintora.
 Estaba en la escuela de artes aplicadas. Era mi pasión. 
Pero un día alguien me dice: "Oye, ¿y tú cómo no eres actriz?". Y yo: "Ay, espérate, pues igual sí".
 Total, que me presenté en el Conservatorio [la Resad] con 18 años. Había que decir una fábula, un poema, un texto en prosa.
 Uno de los que nos examinaban, el señor Hormigón, me dijo: "Adriana, antes de irte cuéntanos la última conversación con tu padre".
 Me quedé helada. Le dije: "No puedo. Yo no tuve una última conversación".
 Se ve que el hombre quería sacarme una catarsis interpretativa. En fin.
 Estuve poco tiempo en la escuela porque enseguida me llamó Pedro Osinaga, y en mi casa, todo el mundo: "¡Tienes que hacerlo! ¡te ha llamado Pedro Osinaga!".
 Yo entonces no ponía en duda nada. Era aquella función, Sé infiel y no mires con quién.
 Mi madre me hizo una minifalda con un mandilete, porque yo hacía de la criadita, y Osinaga me pegaba unos azotes en el culo que me producía ciática.

-Te cuento algo gracioso, Osinaga me dijo que fuera a ver la función antes de hacerla y fui con un novio que me había echado. Estábamos en la fila 10.
 A mí la función me importaba un pimiento, yo fui a darme el lote con el novio. 
Al cabo de los años me he dado cuenta de que desde el escenario lo veían todo.
 Jajaja, yo pensaba que estando a oscuras nadie iba a verme.
-Al mismo tiempo me sacaba un sueldo trabajando en las zarzuelas que hacía García de la Vega en la tele, sí, esas en las que hacíamos un playback que no nos sabíamos pero que nos daba igual. 
Era muy divertido, y cero responsabilidad.
 Si alguna vez ponen alguna, me verás por detrás, moviendo la boca y bailando.
-Luego García de la Vega hizo teatro de revista, y ahí estaba yo también.
 Yo iba de lagarterana, con dos roscos en el pelo, y José María Pou, de escocés.
 Y el señor escocés y la lagarterana se enamoraban. Así hicimos amistad.
 Él era íntimo amigo de José Luis Alonso, que iba a montar El alcalde de Zalamea.
 Le pedí a Berta Riaza que me ayudara a preparar el papel de Isabel y me lo dieron.
 Y allí me quedé 10 años en el Clásico haciendo mil obras con Marsillach.
-A ser actriz he aprendido trabajando. 
Y sí, también creo que traemos algo de fábrica.
 Seis generaciones de familia de actores tienen mucho que decir en cómo yo trabajo.
 Yo no he sido de muchos cursos pero siempre he estado muy interesada en conocerme a mí misma, que es lo que más te ayuda como actriz.
-Yo borro enseguida un papel de mi cabeza.
 Esto es un misterio: si paro de hacer una obra y la vuelvo a representar en cuatro meses me acuerdo del texto, pero si la función se acaba desaparece de mi memoria.
 Es así. Carlos Hipólito te las repite todas.
 Pero a mí no es un tipo de memoria que me divierta esa de repetir textos.
 Yo aprendo un texto para hacerlo.
-Hay mucho de cómica en mí. Lo he vivido en casa, porque mi padre y el tío Antonio estaban jugando permanentemente. 
Si no estaba Gila, estaban ellos dos solos
. Se sentaban los tres a la mesa con un magnetofón en medio y a soltar paridas.
 Un tema: tres hombres en una bañera, por ejemplo, y hala, a soltar ocurrencias.
-Marsillach se enfadó mucho cuando me fui del Clásico. 
Mucho. Me ofrecieron una película con Oristrell, De qué se ríen las mujeres, y para irme le solté una mentira como una catedral.
 Pero sé que me tenía cariño, como un padre.
-Uf, la tele. 
Cuando haces tele eres consciente, por muy bueno que sea el producto, de que tú eres parte de ese producto. 
Eso lo aguantas un tiempo, pero de pronto sabes que estás perdiendo algo tuyo.
-Me gusta La cantante calva porque es juego, y me encanta jugar. Me gusta hacer el payaso, no me da vergüenza. 
Yo de pequeña no hacía ninguna gracia, salvo cuando jugábamos las películas y yo hacía todos los personajes y se mondaban de risa.
-Soy muy curiosa, llegué a la meditación y a otras prácticas de conocimiento de uno mismo hace mucho tiempo. 
Me movía la necesidad de dar respuesta a cosas que me pasaban, imagino que por las carencias que he podido tener en la vida, la falta de un padre con nueve años, el no tener demasiados asideros, el haber estado bastante desprotegida. 
Sí, formas parte de un clan, pero otra cosa es tu día a día.
 Esas disciplinas me han equilibrado.
-De vez en cuando, planeo una aventura. Hace cuatro años me fui sola a Phoenix. 
Estados Unidos siempre me ha atraído, no el sistema de vida, pero sí el paisaje, Arizona, el mundo de los indios, ese espacio enorme de John Ford.
 Me cogí mi apartamento como de asesinato de los Cohen, me compré un coche, me ponía la música americana, y hala, mi pelo al viento y a investigar por ahí.
 O cuando me fui a Japón, a un monasterio zen. 
Al principio vas con el culillo apretado, pero luego ya dices: "Eh, que no pasa nada". Y lo disfrutas.
-En casa siempre ha pintado todo el mundo. 
Cuando no trabajo, pinto.
 Tengo una foto preciosa con papá, él en su carrito, pintando en el caballete y yo al lado muy pequeña.
-He hecho alguna vez papeles con los que no comulgaba, sí, pero he sabido sortear lo que no quería.
 He dicho muchas veces que no, con la sensación de abismo que eso provoca, porque en este oficio puedes encontrarte ante una nada infinita.
 Pero entiendo que esta carrera se construye, sobre todo, a partir del no.
-Siento que la gente joven me mira con respeto, no ya por mi manera de actuar sino por la seriedad con que me he tomado este trabajo.
 Tanto como para mostrar mi desacuerdo con un director, por ejemplo.
 Si me han pedido que hiciera cosas que atentaban contra lo femenino, he dicho que no.
-A veces me ha costado que mi familia me entendiera porque ellos han vivido de otra manera esta profesión.
 Ellos trabajaban porque tenían que comer, era posguerra, había que hacer lo que fuera, y la parte artística estaba contemplada en un segundo plano.
 Cuando vieron que yo me lo tomaba muy en serio, me respetaron, pero no lo entendían del todo.
-A veces me gustaría tener más conciencia.
 Cuando no te falta trabajo es fácil perder la perspectiva, inevitable centrarte en tus cosas, pero hay compañeros que lo están pasando muy mal y tienes el deber moral de acordarte de ellos.
A estas palabras hay que añadirle una voz rica en matices, que salta a veces hasta tonos agudísimos, que se rompe por la risa, se vuelve suave al narrar o quebradiza si entra en un terreno que quien escucha presiente doloroso.
 Todas esos tonos conforman a esta actriz tan expresiva como misteriosa.








Marta Ferrusola, tradición y familia....................... Francesc Valls

La esposa del expresidente Jordi Pujol ha hecho gala de unas creencias cristianas que en su casa se mostraron muy débiles.

Jordi Pujol y Marta Ferrusola salen de la Audiencia Nacional tras prestar declaracion.
Jordi Pujol y Marta Ferrusola salen de la Audiencia Nacional tras prestar declaracion.
Su asistencia a canonizaciones y beatificaciones, su defensa de la familia cristiana —sin abortos ni divorcios— y su aversión a los minaretes constituían una sólida base para Marta Ferrusola abrazara sin ambages la denominación de “madre superiora de la congregación”.

Utilizando este alias tan consecuente, la esposa del expresidente Jordi Pujol ordenaba transferencias en su comunicación con el altísimo, es decir, la dirección de la andorrana Banca Reig.
 Estaba asistida en las bandas por el “capellán de la parroquia”, denominación que hacía recaer en su hijo mayor, Jordi Pujol Ferrusola.
Marta Ferrusola, tradición y familia
EL PAÍS
Y es que Marta Ferrusola ha tenido siempre a gala dar testimonio profético de sus convicciones.  
En abril de 1990 asistió a la beatificación de 11 mártires de la Cruzada, “fusilados por odio a la fe”. 
Era una de las hornadas de santidad, cuya adoración propuso Juan Pablo II.
 Con esta devoción tan marcada, a nadie le sorprendió que la esposa del presidente de la Generalitat apadrinara el alumbramiento público de la Fundación Provida.

También consideraba “fatal y nefasta” la impía Ley Orgánica sobre el Derecho a la Educación (LODE), que pactó CiU con el PSOE. Avalada por esta virtuosa trayectoria, tampoco podía faltar (ni faltó) a la canonización de San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei.

Allí, en la abarrotada plaza de San Pedro, compartió patio de butacas nada menos que con Jorge Fernández Díaz, a la sazón secretario de Estado para las Relaciones con las Cortes, que luego, como ministro del Interior, se convertiría en inquisidor de independentistas.
A buen seguro que su querencia por el incienso y la mitra le han permitido compartir la aversión a los minaretes con Fernández Díaz, que ha dejado una estela de honores con la condecoración de la Santísima Virgen de los Dolores y de algún buen periodista.
“Tienen bien poca cosa, pero la única cosa que tienen son hijos”, decía Ferrusola en 2001 en referencia a esos inmigrantes de chilaba y hiyab. 
“Las ayudas que da mi marido van a esa gente que no sabe qué es Cataluña; solo saben decir ‘dame de comer”, remachaba insistiendo: “Nos quieren imponer sus costumbres”.
Casada desde 1956 con Jordi Pujol y madre de siete hijos, su defensa de la versión más tradicional de la patria y la familia catalanas ha sido proverbial.
 No soportaba que se pusiera en entredicho la honorabilidad ni su derecho o el de sus hijos a hacer negocios. 
La propia Ferrusola tenía suscritos, a finales de los noventa, contratos de mantenimiento de jardinería de su empresa —Hidroplant— con los departamentos de Economía, Medio Ambiente, Presidencia y Gobernación de la Generalitat.
Reaccionaba vehementemente a las críticas a sus vástagos, como demostró su comparecencia ante el Parlament en febrero de 2015. “Van con una mano delante y otra detrás”.
 Así describía la desnudez material de sus hijos y justificaba el hecho de darles alas mientras la figura del padre no sabía o no podía poner coto a tanto exceso.
Más que cariño, hubo demasiado roce entre lo privado y lo público durante la presidencia de Pujol.
 Era frecuente que alguno de los hijos se presentara en reuniones entre la Generalitat y el sector privado haciendo de comisionista-intermediario. 
En los viajes al extranjero, tampoco faltaban los apellidos Pujol Ferrusola en las comitivas, bien como empresarios o como asesores del sector público
. Jordi Pujol Ferrusola y su hermano Pere, por ejemplo, participaron de esa modalidad de delegaciones.
Eso sí, los países visitados eran siempre de probada virtud. Ramon Pedrós, ex jefe de prensa del president, opina que si Pujol no viajó nunca a Cuba fue porque Marta Ferrusola no lo hubiera acompañado a un paraíso de perversión y vicio.
Cuando un consejero del Gobierno de su marido se encontraba con la maleta en la puerta —como consecuencia de su exceso de trabajo sexual o profesional— Marta le proponía que pidiera perdón y volviera al domicilio conyugal.
 Es más, algunos ilustres divorciados nunca fueron perdonados por la inflexible Ferrusola, que recelaba de las mujeres que rodeaban a su marido. 
No fueron fáciles las relaciones con Carme Alcoriza, durante 40 años secretaria de Pujol, y única mujer que entraba en el despacho del presidente de la Generalitat sin llamar a la puerta.

Marta Ferrusola, sabiendo que la ocasión hace al ladrón, siempre trató de marcar el territorio ejerciendo su autoridad. 
Había que seguir en el atavismo de la tradición catalana.
 Pero lo que Ferrusola trataba de recomponer en la vida conyugal de los consejeros de su marido y altos cargos de CDC se descosía con alguno de sus hijos.

La vida sentimental de su hijo Jordi ha hecho correr ríos de tinta. Su pasión por los coches y sus escapadas con novia y capitales a Andorra ofrecen en ocasiones una imagen del primogénito de los Pujol más cercana al vitellone (personaje de vida licenciosa) que al de un entusiasta difusor de La tradició catalana, cristiana, del obispo Josep Torras i Bages.
La gran contradicción del pujolismo fue que predicaba desde el trono de la superioridad moral una ética que la propia familia eludía.
 Las bases cristianas de las que ha hecho gala Marta Ferrusola se han mostrado escasamente sólidas en casa, por mucho que se autotitule con el piadoso alias de “la madre superiora de la congregación”.