El festival de festivales
vuelve esta noche para unir Europa (e Israel, y Australia, y lo que haga
falta).
Prepárate a disfrutarlo con nuestra selección especial de
picoteos de '12 points'.
¿Qué comería Massiel antes de cantar 'La, la, la'?. Tanto si viviste el triunfo de Massiel con La, la, la como si eras un criajo cuando Rosa, Bisbal, Busta y Chenoa entonaron el Europe's living a celebration,
el Festival de Eurovisión es un acontecimiento anual del que no
deberías escapar. O sí, pero entonces te perderías una ocasión única de
conocer lo mejor y lo peor del pop insustancial que se produce en Europa
y parte de Asia y Oceanía, además de reírte con los estrambóticos
modelitos y coreografías de los artistas. De eso va Eurovisión, y también de juntarse con los amigos para verlo
y criticarlo. Ahora bien, si quieres soportar con entereza las tres
horas largas que dura, hay que estar bien comido y bien bebido. Para lo
primero, hemos preparado una pequeña selección de platos de picoteo de
distintos países participantes. Para lo segundo, no hacen falta muchas
recomendaciones: elige lo más fuerte que encuentres en tu mueble bar y
acertarás.
"Ivonne Reyes protagonizó la 'tournée' teatral más corta de la historia"
Pilar Eyre
Eh, una maldad para terminar. ¿La cuento? Va, sí. Ivonne Reyes exigió
que en el 'Sábado Deluxe' que presenta mi amigo Jorge Javier Vázquez se
hablara exclusivamente de su trabajo como actriz, ¡pues había tema!
Trabajó a las ordenes de Enrique Cornejo en 'Violines y trompetas', salió de gira ¡y fue la 'tournée' más corta de la historia!
¡Sólo duró una semana porque no iba nadie a verlos! Yo, aquí donde me ven, siempre haciendo amigos…
La cadena francesa Pimkie, de la familia dueña de Alcampo, compite en el segmento de moda asequible.
Interior de una tienda de la firma Pimkie en el centro comercial la Maquinista de Barcelona. Massimiliano Minocri
Sus colecciones completas duran en las tiendas cuatro semanas
y cada 15 días añaden nuevos productos a sus estanterías, aunque
también tienen ese fondo de armario de cualquier cadena de moda, con
básicos para todo el año. Pimkie, la enseña de tiendas de moda con 95
establecimientos en España, Portugal y Andorra, es uno de los negocios
más pequeños del todopoderoso grupo de distribución francés de la
familia Mulliez. Auchan (Alcampo), Decathlon, Leroy Merlin, Kiabi o
Norauto son los hermanos mayores del imperio de la distribución —con más
de medio millón de empleados—, origen de la fortuna de los Mulliez,
cifrada en unos 37.000 millones de euros. Se calcula que el 10% de los
productos que tiene cualquier hogar del país vecino procede de alguna de
sus tiendas. Sergi Brunet, el consejero delegado de Pimkie en España, conoce bien las claves del grupo en el que lleva 21 años
desempeñando distintas funciones. Después de una larga etapa en Leroy
Merlin, alcanzó la máxima responsabilidad en Pimkie en un momento
delicado: la empresa nacida en 1971, cuya primera apertura en España se
produjo en Sevilla en 1990, vivía una situación complicada. “Tuvimos que
hacer frente a un ERE para unas 80 personas junto al cierre de 22
tiendas en el año 2013. El objetivo era optimizar el espacio y crear las
nuevas bases del futuro”. La plantilla firmó un acuerdo tras tres
rondas de negociación por los despidos y la empresa se plegó a rebajar
en un 30% la lista inicial de bajas. Cambiaron los formatos de las
tiendas (antes la medida rondaba los 200 metros cuadrados, ahora las hay
de 400 y 600 metros), y empezaron, según sus palabras, a “cortar la
hemorragia”.
De una clienta adolescente pasaron a enfocarse a un público de 26 años,
“una mujer conectada con el mundo, curiosa, dinámica y creativa que se
inspira en revistas de moda y blogs”, describe Brunet. “Nuestro objetivo
es posicionar la moda a un precio asequible, entre un 15% o un 20% más
barato que Zara”.
Según los datos de Kantarworldpanel, sin embargo, las
cadenas low price han llegado a lo que parece ser un techo. En 2016
registraron una ligera pérdida de compradores para estabilizar su
penetración en el 31,2% de cuota de mercado. Todos los públicos (hombre,
mujer y, en especial, niños) perdieron clientela. Rosa Pilar López,
directora de sectores, valora que “las cadenas low price dejan de atraer
compradores, ya que la tendencia es más negativa que el año anterior. Esta caída la explica principalmente Primark, que es quien marca el
ritmo”. “No nos consideramos low cost
como Shana o Primark. Nuestro objetivo es dar una excelente relación
calidad-precio, con posicionamiento de marca a precios abordables para
nuestras clientas que acaban de independizarse. Queremos ofrecer moda
accesible”, explica Brunet.
Para driblar esta situación, Pimkie está apostando por
renovar el parque de tiendas y lanzar las de gran formato (tienen una en
Zaragoza y otra en Múnich). Su engranaje funciona gracias a una
estructura global. Con 5.200 empleados y 715 tiendas en el mundo, la
cadena compra su mercancía desde sus oficinas en Marruecos, Túnez,
Turquía, China y Hong Kong. Un almacén logístico en Alemania distribuye a
otros tres de Alemania, Francia y España (en Barcelona). Este último a
su vez suministra a España, Portugal y al sur de Francia. De los 580
millones de facturación global de la marca, el mercado nacional
contribuyó con unas ventas de 71 millones en 2016 y un crecimiento del
4%. “Después de varios años con pérdidas, desde 2015 y 2016 la
contribución de España a la marca es positiva”. Aunque su público objetivo es una mujer conectada con las
redes sociales, las ventas por Internet apenas representan un 3% de la
facturación. “El año pasado se multiplicaron por dos y este año lo hemos
empezado con una progresión de tres dígitos. Estamos dentro de los
objetivos”, defienden. Han invertido en crear un departamento de
comunicación local y desde hace tres años son activos en redes como
Facebook e Instagram con la vista puesta en una meta: “Desarrollar la
venta omnicanal, en tienda y web; reforzamos la notoriedad de marca y le
estamos dando más visibilidad”.
Este año reformarán 30 tiendas, realizarán dos ampliaciones y
abrirán ocho propias. Otra vía de crecimiento serán las franquicias: se
acaba de inaugurar la primera en Extremadura (Almendralejo, con un
exfranquiciado de la quebrada Blanco) y tienen como meta alcanzar las 10
este año. Su modelo de afiliación es de “stock en depósito”: la
mercancía es propiedad de Pimkie, el cliente paga por almacenarla y
devuelve la parte que no haya vendido. Con ese crecimiento esperan facturar en España 80 millones y
realizar inversiones por valor de cuatro. “Es duro porque fuera de los
dos o tres grandes, Inditex, Mango o H&M, pocas cadenas invierten”. Esa dureza a la que se refiere Brunet enlaza con la tradición en la
familia Mulliez. “El dinero no cae del cielo. Quieren que cada marca se
pague sus propias inversiones, que sean enseñas rentables”. A 10 años vista les gustaría contar con 200 tiendas en
España. Y compaginarlo con ese crecimiento online. Para ello, dentro de
poco sacarán con Privalia el stock de invierno.
Juan Cruz entrevista a Sofía Loren en 1979.marisa flórezEl periodismo es un oficio invencible para quien lo ejerce de tal
tiempo completo que se vuelve la vida misma y hay golpes en la vida que
se acumulan en las espaldas de los cronistas constantes hasta que un
silencio en medio de tanto ruido los obliga a compartirlo. Juan Cruz
es un ave rara que rompe con la claridad de su mirada el lugar común
que lo etiqueta exclusivamente como movimiento perpetuo: resulta que es
el periodista con la ubicuidad, pero también el sosiego que luego de más
de medio siglo entre la sonora sinfonía de su oficio llegó a una
callada torre en Umbría para descubrir el silencio: la ausencia del
ruido de las máquinas de escribir y de los plomos fundidos de los
linotipos de antaño en el renovado oficio que para él es no más que
sinónimo de respirar. Asmático desde niño, el de la pregunta constante y los primeros
periódicos archivados en el sótano de su casa materna, Juan Cruz ha
ejercido como nadie la escritura de su propia vida como confirmación de
que el periodismo y su respiración no pueden separarse y al hacerlo,
sobre todo en Un golpe de vida,
leemos que sigue siendo el Otro que es siempre para precisamente no
dejar de ser. No dejar de ser Juan Cruz, ni periodista. En ello estriba
que sea no sólo el hombre que lleva casi siete décadas coleccionando
palabras, sino el malabarista que las retuerce al instante, las rima
como prestidigitador y las vuelve a soltar como vaho o greguería y,
quizá por ello, Juan Cruz ha sido —como lo fue García Márquez desde
niño— un aumentador. Como círculos concéntricos que se multiplican sobre el agua en cuanto
rompe la superficie una piedra lisa o una buena pregunta, el periodismo
que ejerce Juan Cruz es de aumentador desde la etimología de las
palabras hasta el claro afán de seguir preguntando y preguntándose sin
límite. En este viaje de tiempo que ahora publica como un volumen más en
la lista de sus libros como espejo autobiográfico destaca el ejemplo de
pertenencia y conciencia plena de sudar la camisa blanca que lleva
sobre sus hombros (aunque en el fondo su camisa es blaugrana). Como círculos concéntricos que se multiplican sobre el agua
en cuanto rompe la superficie una piedra lisa o una buena pregunta, el
periodismo que ejerce Juan Cruz es de aumentador desde la etimología de
las palabras hasta el claro afán de seguir preguntando y preguntándose
sin límite. En este viaje de tiempo que ahora publica como un volumen
más en la lista de sus libros como espejo autobiográfico destaca el
ejemplo de pertenencia y conciencia plena de sudar la camisa blanca que
lleva sobre sus hombros (aunque en el fondo su camisa es blaugrana).
Lo digo porque quienes quieran leer el testimonio sin
ambages de quien ha dedicado más de cuarenta años de vida profesional a
un hogar laboral que justamente cumple la misma edad que él encontrará
en este golpe de vida la virtud de la conversación y la propensión a la
pluralidad, el profesionalismo heredado y compartido por sus maestros
que fueron amigos, Manuel Vázquez Montalbán, Rafael Chirbes, Leguineche,
y la microhistoria compartida con la ronda de las generaciones que se
han rifado el pellejo por un periódico que los une y se mejora siempre
en gerundios compartidos en primera persona del plural.
Por lo mismo, Un golpe de vida es también la
crónica de un desencanto y una toma de distancia. La generación que
vivió la ilusión que parecía incorruptible bajando de Sierra Maestra a
La Habana es ahora la que nunca calló los visos de autoritarismo y gulag
que se enredaron en barbas los caudillos en verde olivo. Es la misma
generación que puede decirle a todo advenedizo del renacido populista
demagógico: a mí, ese perro ya me mordió; y por ende, advertir el
ridículo peligro de cantar la Oda a Chávez y llorar al orangután en este
libro donde se desmoronan entre los dedos no sólo el eco de Fidel
Castro, sino la ridícula sombra hipócrita de Daniel Ortega y lo que
quedó de Nicaragua, y también el castillo morado de Podemos en España y
el sutil pero constante cambio en sus cuadros, posturas y pretensiones. De este lado queda ya en tinta la detallada bitácora de quien aclara
posición contra postura, palabra contra diatriba descabellada, sosiego
racional de narrador nato contra la engañosa sonrisa del desasosiego
entre cabelleras engañosas, contra los que purgan al que hurga, frente a
los que siembran la moderna posverdad que sigue siendo mentira, el
periodista que asienta los hechos… y quizá con ello, la verdad.
De aquí que Juan Cruz sea también el caballero andante
contra la melosa mentira constante del Twitter y la callada presencia
del Facebook, por encima del arte del hecho, el oficio de contar y
contar siempre lo que pasa por la ventana sin negar lo que refleja el
espejo. Es el testigo de los pasos de Vargas Llosa en Tierra Santa y el
callado relector de Julio Cortázar o Hans Magnus Enzensberger, pero
sobre todo es el amoroso padre y revolucionado abuelo que de pronto
sintió sobre los hombros el golpe de vida de la primera hermana ausente,
la cercanía de los ruidos de llanto que uno se prepara para escuchar y
que sólo un periodista llega a descifrar como algo que también se ha de
narrar, con el silencio de la nueva redacción y las pantallas planas que
todo lo ven, mas el recuerdo intacto de las viejas máquinas y el
papeleo y las papeleras y los teléfonos fijos y todo el peso ligero que
lleva en los hombros Juan Cruz y el oficio invencible de su vocación que
profesa desde siempre. Algo que quizá sea metáfora del dolor de
espalda, hasta que alguien diagnostica que es síntoma inequívoco de
quienes llevan alas.
Un golpe de vida. Juan Cruz. Alfaguara, 2017 340 páginas. 18,90 euros