Eh, una maldad para terminar. ¿La cuento? Va, sí. Ivonne Reyes exigió
que en el 'Sábado Deluxe' que presenta mi amigo Jorge Javier Vázquez se
hablara exclusivamente de su trabajo como actriz, ¡pues había tema!
13 may 2017
Ivonne Reyes
No es por maldad
"Ivonne Reyes protagonizó la 'tournée' teatral más corta de la historia"
Pilar Eyre
Trabajó a las ordenes de Enrique Cornejo en 'Violines y trompetas', salió de gira ¡y fue la 'tournée' más corta de la historia!
¡Sólo duró una semana porque no iba nadie a verlos!
Yo, aquí donde me ven, siempre haciendo amigos…
Moda barata para chicas de 26.......................... María Fernández
La cadena francesa Pimkie, de la familia dueña de Alcampo, compite en el segmento de moda asequible.
Sus colecciones completas duran en las tiendas cuatro semanas
y cada 15 días añaden nuevos productos a sus estanterías, aunque
también tienen ese fondo de armario de cualquier cadena de moda, con
básicos para todo el año.
Pimkie, la enseña de tiendas de moda con 95 establecimientos en España, Portugal y Andorra, es uno de los negocios más pequeños del todopoderoso grupo de distribución francés de la familia Mulliez.
Auchan (Alcampo), Decathlon, Leroy Merlin, Kiabi o Norauto son los hermanos mayores del imperio de la distribución —con más de medio millón de empleados—, origen de la fortuna de los Mulliez, cifrada en unos 37.000 millones de euros.
Se calcula que el 10% de los productos que tiene cualquier hogar del país vecino procede de alguna de sus tiendas.
Sergi Brunet, el consejero delegado de Pimkie en España, conoce bien las claves del grupo en el que lleva 21 años desempeñando distintas funciones.
Después de una larga etapa en Leroy Merlin, alcanzó la máxima responsabilidad en Pimkie en un momento delicado: la empresa nacida en 1971, cuya primera apertura en España se produjo en Sevilla en 1990, vivía una situación complicada.
“Tuvimos que hacer frente a un ERE para unas 80 personas junto al cierre de 22 tiendas en el año 2013.
El objetivo era optimizar el espacio y crear las nuevas bases del futuro”.
La plantilla firmó un acuerdo tras tres rondas de negociación por los despidos y la empresa se plegó a rebajar en un 30% la lista inicial de bajas.
Cambiaron los formatos de las tiendas (antes la medida rondaba los 200 metros cuadrados, ahora las hay de 400 y 600 metros), y empezaron, según sus palabras, a “cortar la hemorragia”.
De una clienta adolescente pasaron a enfocarse a un público de 26 años, “una mujer conectada con el mundo, curiosa, dinámica y creativa que se inspira en revistas de moda y blogs”, describe Brunet.
“Nuestro objetivo es posicionar la moda a un precio asequible, entre un 15% o un 20% más barato que Zara”.
Según los datos de Kantarworldpanel, sin embargo, las
cadenas low price han llegado a lo que parece ser un techo.
En 2016 registraron una ligera pérdida de compradores para estabilizar su penetración en el 31,2% de cuota de mercado.
Todos los públicos (hombre, mujer y, en especial, niños) perdieron clientela.
Rosa Pilar López, directora de sectores, valora que “las cadenas low price dejan de atraer compradores, ya que la tendencia es más negativa que el año anterior.
Esta caída la explica principalmente Primark, que es quien marca el ritmo”.
“No nos consideramos low cost como Shana o Primark.
Nuestro objetivo es dar una excelente relación calidad-precio, con posicionamiento de marca a precios abordables para nuestras clientas que acaban de independizarse.
Queremos ofrecer moda accesible”, explica Brunet.
Pimkie, la enseña de tiendas de moda con 95 establecimientos en España, Portugal y Andorra, es uno de los negocios más pequeños del todopoderoso grupo de distribución francés de la familia Mulliez.
Auchan (Alcampo), Decathlon, Leroy Merlin, Kiabi o Norauto son los hermanos mayores del imperio de la distribución —con más de medio millón de empleados—, origen de la fortuna de los Mulliez, cifrada en unos 37.000 millones de euros.
Se calcula que el 10% de los productos que tiene cualquier hogar del país vecino procede de alguna de sus tiendas.
Sergi Brunet, el consejero delegado de Pimkie en España, conoce bien las claves del grupo en el que lleva 21 años desempeñando distintas funciones.
Después de una larga etapa en Leroy Merlin, alcanzó la máxima responsabilidad en Pimkie en un momento delicado: la empresa nacida en 1971, cuya primera apertura en España se produjo en Sevilla en 1990, vivía una situación complicada.
“Tuvimos que hacer frente a un ERE para unas 80 personas junto al cierre de 22 tiendas en el año 2013.
El objetivo era optimizar el espacio y crear las nuevas bases del futuro”.
La plantilla firmó un acuerdo tras tres rondas de negociación por los despidos y la empresa se plegó a rebajar en un 30% la lista inicial de bajas.
Cambiaron los formatos de las tiendas (antes la medida rondaba los 200 metros cuadrados, ahora las hay de 400 y 600 metros), y empezaron, según sus palabras, a “cortar la hemorragia”.
De una clienta adolescente pasaron a enfocarse a un público de 26 años, “una mujer conectada con el mundo, curiosa, dinámica y creativa que se inspira en revistas de moda y blogs”, describe Brunet.
“Nuestro objetivo es posicionar la moda a un precio asequible, entre un 15% o un 20% más barato que Zara”.
En 2016 registraron una ligera pérdida de compradores para estabilizar su penetración en el 31,2% de cuota de mercado.
Todos los públicos (hombre, mujer y, en especial, niños) perdieron clientela.
Rosa Pilar López, directora de sectores, valora que “las cadenas low price dejan de atraer compradores, ya que la tendencia es más negativa que el año anterior.
Esta caída la explica principalmente Primark, que es quien marca el ritmo”.
“No nos consideramos low cost como Shana o Primark.
Nuestro objetivo es dar una excelente relación calidad-precio, con posicionamiento de marca a precios abordables para nuestras clientas que acaban de independizarse.
Queremos ofrecer moda accesible”, explica Brunet.
Su engranaje funciona gracias a una estructura global.
Con 5.200 empleados y 715 tiendas en el mundo, la cadena compra su mercancía desde sus oficinas en Marruecos, Túnez, Turquía, China y Hong Kong.
Un almacén logístico en Alemania distribuye a otros tres de Alemania, Francia y España (en Barcelona).
Este último a su vez suministra a España, Portugal y al sur de Francia.
De los 580 millones de facturación global de la marca, el mercado nacional contribuyó con unas ventas de 71 millones en 2016 y un crecimiento del 4%.
“Después de varios años con pérdidas, desde 2015 y 2016 la contribución de España a la marca es positiva”.
Aunque su público objetivo es una mujer conectada con las redes sociales, las ventas por Internet apenas representan un 3% de la facturación.
“El año pasado se multiplicaron por dos y este año lo hemos empezado con una progresión de tres dígitos.
Estamos dentro de los objetivos”, defienden.
Han invertido en crear un departamento de comunicación local y desde hace tres años son activos en redes como Facebook e Instagram con la vista puesta en una meta:
“Desarrollar la venta omnicanal, en tienda y web; reforzamos la notoriedad de marca y le estamos dando más visibilidad”.
Este año reformarán 30 tiendas, realizarán dos ampliaciones y abrirán ocho propias.
Otra vía de crecimiento serán las franquicias: se acaba de inaugurar la primera en Extremadura (Almendralejo, con un exfranquiciado de la quebrada Blanco) y tienen como meta alcanzar las 10 este año.
Su modelo de afiliación es de “stock en depósito”: la mercancía es propiedad de Pimkie, el cliente paga por almacenarla y devuelve la parte que no haya vendido.
Con ese crecimiento esperan facturar en España 80 millones y realizar inversiones por valor de cuatro.
“Es duro porque fuera de los dos o tres grandes, Inditex, Mango o H&M, pocas cadenas invierten”.
Esa dureza a la que se refiere Brunet enlaza con la tradición en la familia Mulliez.
“El dinero no cae del cielo. Quieren que cada marca se pague sus propias inversiones, que sean enseñas rentables”.
A 10 años vista les gustaría contar con 200 tiendas en España.
Y compaginarlo con ese crecimiento online.
Para ello, dentro de poco sacarán con Privalia el stock de invierno.
El oficio invencible................................ Jorge F. Hernández
Juan Cruz vuelca sus memorias en un libro en el que sus recuerdos como periodista no pueden separarse de su propia respiración.
El periodismo es un oficio invencible para quien lo ejerce de tal tiempo completo que se vuelve la vida misma y hay golpes en la vida que se acumulan en las espaldas de los cronistas constantes hasta que un silencio en medio de tanto ruido los obliga a compartirlo.
Juan Cruz es un ave rara que rompe con la claridad de su mirada el lugar común que lo etiqueta exclusivamente como movimiento perpetuo: resulta que es el periodista con la ubicuidad, pero también el sosiego que luego de más de medio siglo entre la sonora sinfonía de su oficio llegó a una callada torre en Umbría para descubrir el silencio:
la ausencia del ruido de las máquinas de escribir y de los plomos fundidos de los linotipos de antaño en el renovado oficio que para él es no más que sinónimo de respirar.
Asmático desde niño, el de la pregunta constante y los primeros periódicos archivados en el sótano de su casa materna, Juan Cruz ha ejercido como nadie la escritura de su propia vida como confirmación de que el periodismo y su respiración no pueden separarse y al hacerlo, sobre todo en Un golpe de vida, leemos que sigue siendo el Otro que es siempre para precisamente no dejar de ser.
No dejar de ser Juan Cruz, ni periodista.
En ello estriba que sea no sólo el hombre que lleva casi siete décadas coleccionando palabras, sino el malabarista que las retuerce al instante, las rima como prestidigitador y las vuelve a soltar como vaho o greguería y, quizá por ello, Juan Cruz ha sido —como lo fue García Márquez desde niño— un aumentador.
Como círculos concéntricos que se multiplican sobre el agua en cuanto rompe la superficie una piedra lisa o una buena pregunta, el periodismo que ejerce Juan Cruz es de aumentador desde la etimología de las palabras hasta el claro afán de seguir preguntando y preguntándose sin límite.
En este viaje de tiempo que ahora publica como un volumen más en la lista de sus libros como espejo autobiográfico destaca el ejemplo de pertenencia y conciencia plena de sudar la camisa blanca que lleva sobre sus hombros (aunque en el fondo su camisa es blaugrana).
Como círculos concéntricos que se multiplican sobre el agua en cuanto rompe la superficie una piedra lisa o una buena pregunta, el periodismo que ejerce Juan Cruz es de aumentador desde la etimología de las palabras hasta el claro afán de seguir preguntando y preguntándose sin límite.
En este viaje de tiempo que ahora publica como un volumen más en la lista de sus libros como espejo autobiográfico destaca el ejemplo de pertenencia y conciencia plena de sudar la camisa blanca que lleva sobre sus hombros (aunque en el fondo su camisa es blaugrana).
Lo digo porque quienes quieran leer el testimonio sin ambages de quien ha dedicado más de cuarenta años de vida profesional a un hogar laboral que justamente cumple la misma edad que él encontrará en este golpe de vida la virtud de la conversación y la propensión a la pluralidad, el profesionalismo heredado y compartido por sus maestros que fueron amigos, Manuel Vázquez Montalbán, Rafael Chirbes, Leguineche, y la microhistoria compartida con la ronda de las generaciones que se han rifado el pellejo por un periódico que los une y se mejora siempre en gerundios compartidos en primera persona del plural.
La generación que vivió la ilusión que parecía incorruptible bajando de Sierra Maestra a La Habana es ahora la que nunca calló los visos de autoritarismo y gulag que se enredaron en barbas los caudillos en verde olivo.
Es la misma generación que puede decirle a todo advenedizo del renacido populista demagógico: a mí, ese perro ya me mordió; y por ende, advertir el ridículo peligro de cantar la Oda a Chávez y llorar al orangután en este libro donde se desmoronan entre los dedos no sólo el eco de Fidel Castro, sino la ridícula sombra hipócrita de Daniel Ortega y lo que quedó de Nicaragua, y también el castillo morado de Podemos en España y el sutil pero constante cambio en sus cuadros, posturas y pretensiones.
De este lado queda ya en tinta la detallada bitácora de quien aclara posición contra postura, palabra contra diatriba descabellada, sosiego racional de narrador nato contra la engañosa sonrisa del desasosiego entre cabelleras engañosas, contra los que purgan al que hurga, frente a los que siembran la moderna posverdad que sigue siendo mentira, el periodista que asienta los hechos… y quizá con ello, la verdad.
De aquí que Juan Cruz sea también el caballero andante contra la melosa mentira constante del Twitter y la callada presencia del Facebook, por encima del arte del hecho, el oficio de contar y contar siempre lo que pasa por la ventana sin negar lo que refleja el espejo.
Es el testigo de los pasos de Vargas Llosa en Tierra Santa y el callado relector de Julio Cortázar o Hans Magnus Enzensberger, pero sobre todo es el amoroso padre y revolucionado abuelo que de pronto sintió sobre los hombros el golpe de vida de la primera hermana ausente, la cercanía de los ruidos de llanto que uno se prepara para escuchar y que sólo un periodista llega a descifrar como algo que también se ha de narrar, con el silencio de la nueva redacción y las pantallas planas que todo lo ven, mas el recuerdo intacto de las viejas máquinas y el papeleo y las papeleras y los teléfonos fijos y todo el peso ligero que lleva en los hombros Juan Cruz y el oficio invencible de su vocación que profesa desde siempre.
Algo que quizá sea metáfora del dolor de espalda, hasta que alguien diagnostica que es síntoma inequívoco de quienes llevan alas.
Un golpe de vida. Juan Cruz. Alfaguara, 2017 340 páginas. 18,90 euros
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