Muchos de estos sistemas son difíciles de perseguir porque entregas tu dinero sin firmar ningún documento.
Llegué a esta ciudad en 2008 después de ser víctima de tres asaltos en Guadalajara (Jalisco), mi ciudad natal.
Esto, unido al tipo de vida acelerada que se vive en la metrópoli, me empujó a dejar a mis amigos y familiares para buscar suerte en la famosa ciudad blanca.
Encontré trabajo casi de inmediato, me establecí rápidamente y en 2011 conocí a mi esposo.
Un año más tarde nació nuestro hijo que ahora tiene cinco años.
Cualquiera que escuche mi historia podría decir que he
tenido éxito, pues tengo trabajo, una familia y un lugar en donde vivir,
pero las cosas no siempre son como las pintan.
No es fácil tener un
hijo, trabajar 10 horas diarias en una empresa con un sueldo bajo y un
pésimo ambiente laboral y vivir todo esto sin el apoyo de tu familia y
amistades.
Aquí solo cuento con mi esposo y él también tiene que
trabajar.
Desde hace varios años estaba buscando la manera de
conseguir capital para poner un negocio propio.
Por eso, cuando en 2016
una amiga y excolega que conocí en Guadalajara me habló de La Flor de la Abundancia,
la idea me interesó bastante.
Se trata de un sistema que se popularizó
mucho en México, pues ofrece ganancias de hasta un 700 por ciento en muy
poco tiempo.
Y sin la intervención de bancos o prestamistas.
El grupo, en este caso, se encontraba en Playa del Carmen (Quintana Roo) y se llamaba Tejedoras de sueños.
Mi excolega lo vistió de palabras bonitas, y me dijo que su finalidad
era empoderar a las mujeres, ayudarlas a realizar sus sueños.
Decidí
darle una oportunidad y asistir a una reunión para conocer más al
respecto.
Antes del encuentro, me enviaron un correo con un archivo
en PDF en donde me explicaban el funcionamiento.
El PDF decía
textualmente: “Al recibir este documento has sido reconocida como una
mujer íntegra, amorosa y activa dentro de tu comunidad.
Eres una mujer
que tiene grandes visiones y por ello has sido invitada a formar parte
de un círculo de mujeres enfocado al despertar femenino y a elevar la
conciencia de abundancia.
Nos llamamos Tejedoras de Sueños”.
Las flores están conformadas por 15 participantes.
La
primera capa de la flor, que está compuesta por ocho pétalos de fuego
(de la letra A hasta la H, en la siguiente imagen), corresponde a las
recién llegadas, que entregan el dinero en efectivo.
La siguiente capa
está compuesta por cuatro pétalos a los que se llama "viento".
Luego,
hay otra capa de dos pétalos, llamados "tierra".
Y, por último, en el
centro de la flor, se encuentra la mujer de agua, que es quien recibe
los regalos de los pétalos de fuego que van entrando
. Para ir subiendo
de capa, debes hacer que otras personas entren al grupo y que hagan su
aportación económica.
Así es como avanzas.
Una vez dentro del grupo, se organizaban reuniones
semanales en casa de una de las fundadoras.
Se daban pláticas de
autoayuda, se hablaba sobre abundancia y bienestar, se daba la
bienvenida a las invitadas y (supuestamente) se llevaba a cabo la
entrega de regalos.
Asistí aproximadamente a seis de estas reuniones,
pero nunca presencié ninguna entrega de nada.
En un año, estuve en contacto con dos flores de la
abundancia diferentes.
La primera fue a la que me invitó mi amiga de
Playa del Carmen.
En esta di 5.000 pesos (unos 240 euros) con la promesa
de que 15 días después recibiría 25.000 (unos 1.200 euros). Mi
intención era participar primero en esta, y luego poder entrar a otra en
la que te pedían 24.000 pesos (1.160 euros) para recibir 90.000 (4.350
euros).
Mi amiga me dijo que ella lo había entregado y que ya había
recuperado el dinero.
Por eso entregué lo que me pedían.
Pasaron los 15 días y no recibí el dinero que me
correspondía.
Esperé varias semanas, escribí varias veces al grupo, pero
nunca me lo regresaron.
Al principio mi amiga me daba largas, luego se
ofreció a pagarme la mitad del dinero, pero nunca lo hizo y simplemente
dejó de hablar del tema.
También tuve comunicación con otra flor más pequeña en
donde solo te pedían 1.500 pesos (unos 75 euros).
Esta última me la
presentó otra amiga que había conocido diez años atrás en Guadalajara y
que ahora vive en Mérida. Ella me aseguró que el sistema llevaba
funcionando cinco años y que solo participaban personas mayores de 50
años. Volví a confiar.
Sin embargo, después de semanas de recibir únicamente
mensajes de buenos días y buenas noches vía WhatsApp y de ver que nadie
se reunía opté por salirme del grupo. Sabía que había perdido mi dinero
otra vez, y no solo eso: en esta ocasión había involucrado a una
excolega, a la cual tuve que pagarle sus 1.500 pesos posteriormente.
Al final, perdí un total de 8.000 pesos (unos 385 euros) y
mi tiempo, cuando lo único que buscaba era crecer, tener una red de
apoyo y una vida mejor.
Después de mi experiencia en estos grupos de
abundancia opté por renunciar a mi trabajo para ser mi propia jefa.
Hoy
imparto capacitaciones a recién egresados que buscan especializarse en
recursos humanos y le dedico más tiempo a mi hijo.
Muchas veces me preguntan si no pensé en denunciar al grupo
con la policía, pero es casi imposible hacerlo porque cuando tú decides
ser parte de La Flor de la Abundancia lo haces de buena fe.
Eres tú la que decide dar un regalo en efectivo sin firmar ningún
documento, eres tú la que crees que este sistema puede funcionar.
Nadie
te obliga.
Las ganas de creer que algo mejor es posible son las que te
ciegan y te hacen gritar eufóricamente: Sí, el universo me lo va a regresar.
¿Que si aprendí algo? Por supuesto que sí. Aprendí que hay
que investigar todo. Que este sistema existe porque existen personas que
manipulan emocionalmente a los demás y de ellos hay que cuidarse. Pero
lo más importante es que ahora sé es que hay que trabajar mucho para
lograr lo que quieres, que no importa que tan dolorosas sean las caídas
hay que levantarse. Hay que entender que las cosas no suceden
mágicamente... aunque uno quiera.

