La novela de Fernando Aramburu, con 150.000 ejemplares vendidos, provoca un impacto en el País Vasco post-ETA.
Van faltando ya adjetivos y adverbios hiperbólicos para hablar de lo ocurrido con Patria, novelón de 642 páginas con el que el escritor Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) entra como un cuchillo en la mantequilla en el universo de ETA:
en el de los asesinos, en el de sus víctimas y en el del desolador
contexto familiar de todos ellos.
150.000 libros vendidos (un 20% en Euskadi, según la editorial Tusquets) y 12 ediciones enmarcan la evidencia de un éxito, el comercial, simbolizado en ese Reino de las Seis Cifras al que solo acceden los elegidos.
Pero Patria ya es otra cosa, algo más que un libro.
Puede que un espejo incómodo de la sociedad vasca tras años de cierta ruina moral ante los crímenes de la banda.
150.000 libros vendidos (un 20% en Euskadi, según la editorial Tusquets) y 12 ediciones enmarcan la evidencia de un éxito, el comercial, simbolizado en ese Reino de las Seis Cifras al que solo acceden los elegidos.
Pero Patria ya es otra cosa, algo más que un libro.
Puede que un espejo incómodo de la sociedad vasca tras años de cierta ruina moral ante los crímenes de la banda.
En los bares de San Sebastián, la ciudad del autor y el escenario de gran parte de la trama de su novela, se habla de Patria.
En las bibliotecas públicas apenas hay ejemplares disponibles ante la avalancha de peticiones.
En sus chats del colegio, los padres y las madres discuten sobre Patria. Las principales librerías de la ciudad siguen vendiéndolo a velocidad de crucero.
A la izquierda abertzale le cuesta admitirlo porque no puede ni ver a Aramburu, bestia maldita gracias a libros anteriores (Los peces de la amargura, Años lentos…) pero está leyendo Patria. En un momento histórico en el que la muerte de ETA ha permitido otra Euskadi, este libro ha venido a demostrar el poder que puede llegar a tener la literatura no solo como arma de placer sino también de reflexión, confesión y hasta redención.
Todo ha ocurrido mucho más rápido de lo que teníamos previsto. Está claro, la novela ha tocado fibras que nos han sorprendido a todos. Y el boca a oreja ahora mismo sigue corriendo sin parar”, explica un más que sorprendido Juan Cerezo, editor del libro para Tusquets, quien añade: “Yo creo, por las noticias que nos llegan de nuestra gente en el País Vasco, que el libro en Euskadi ha vencido todo tipo de prejuicios y posicionamientos previos. Aramburu creó unos personajes con los que el lector puede empatizar aunque en realidad esté en una posición inverosímil para poder hacerlo”.
“No tengo explicación”, confiesa el propio escritor.“Constato que Patria ha dejado de ser lo que pudiéramos llamar una obra literaria para convertirse en otra cosa. ¿Un fenómeno social?
No estoy seguro.
Intuyo que lo que cuenta mi libro ha tocado un nervio que estaba ahí, muy sensible, especialmente para la sociedad vasca… yo dudo que un lector vasco pueda hacer una lectura de mi libro similar a la que pueda hacer un lector de otra parte de España.
Pero porque pienso que el lector vasco es capaz de entender aquí cosas entre líneas”.
Fernando Aramburu lleva más de 30 años residiendo en Alemania. Tiene lo que se llama perspectiva y es consciente de su encaje en el panorama político-cultural vasco.
Así lo cuenta: “Sé que no soy un hombre aceptado por el mundo radical, entre otras cosas porque me he postulado siempre – y a título personal, nunca desde un partido ni desde una plataforma- en favor de las víctimas del terrorismo.
Esto me deja absolutamente frío.
Yo hablo desde el abrazo, desde la compasión con los que sufrieron el acoso terrorista, pero he querido proyectar una mirada generosa sobre la historia reciente que hemos tenido los vascos y no he querido hacerlo con un solo ojo, sino que he metido en mi novela destinos cercanos a personajes de la izquierda abertzale”
Su misión, porque tiene una misión, y no es solo literaria, está clara:
“Se trata de que las generaciones venideras sepan qué pasó y lo sepan a partir de algunas versiones literarias, cinematográficas, fotográficas o historiográficas que no justifiquen el terrorismo y que no blanqueen la historia.
Si esto ocurre se habrá producido la derrota cultural de ETA.
Y yo estoy comprometido con esta derrota”.
El pensador, profesor y escritor donostiarra Fernando Savater –tres o cuatro guardaespaldas durante más de 10 años para poder andar por las calles de Donostia y seguir vivo, pero la pesadilla acabó- opone un matiz al impacto de la novela en el ámbito vasco:
“Por las conversaciones que yo he tenido con amigos de allí, creo que es un libro-fenómeno, sí, pero más para la gente de fuera del País Vasco que para la del País Vasco
La gente de allí, este tema nos lo sabemos de sobra, en cambio creo que la gente de fuera no podía imaginar que este tema del terrorismo era así”, asegura Savater, que reconoce estar ante “un tour de force desde el punto de vista literario, porque es a la vez un libro de apariencia sencilla y muy complejo”.
Aitor Gabilondo (San Sebastián, 1974) es el culpable de series de éxito como El Príncipe o Allí abajo.
Será él quien se encargue de adaptar para la televisión la novela de Aramburu.
Un empeño personal. “Para empezar, es la primera gran historia que se escribe después de que ETA deje de matar”, comenta Gabilondo, que explica así la que quizá sea para él principal virtud del relato:
“Aramburu aterriza su historia en personas digamos normales, a ras de suelo, lo cuenta todo desde un lado humano, él ha visto seres humanos donde hasta hace cinco años veíamos solo terroristas”.
De “catarsis” han calificado algunos el efecto extraliterario de un libro como Patria. Aitor Gabilondo es uno de ellos: “Cuando ETA estaba activa había un montón de dolores de los que no se podía hablar, los vascos estábamos atenazados porque vivíamos bajo una dictadura social.
En ese sentido el relato de Patria resulta catártico, al menos para mí, porque muchas de las historias que se cuentan en ese libro yo las escuché a media voz en Donosti, en la carnicería de mis padres en el mercado de La Brecha.
Al leer Patria me dije: ‘Ya era hora, por fin se puede hablar. Y te dan ganas de llorar, al menos a mí me dieron…”.
En su artículo del pasado domingo en EL PAÍS, El país de los callados, Mario Vargas Llosa se refería a la Euskadi que según él no se enfrentó a los violentos.
“Pero mira, yo creo que ese país de los callados del que habla Aramburu y del que escribía Vargas Llosa en EL PAÍS en referencia al País Vasco de entonces evitó, creo yo, que por ejemplo un familiar de una víctima cogiera una escopeta, bajara al bar y matara a un tío de Herri Batasuna.
Esa especie de prudencia/cobardía muy característica nuestra evitó posiblemente, yo qué sé, una guerra civil”, argumenta Gabilondo.
Como no podía ser de otro modo, Patria no ha encontrado un consenso cerrado (“Es que yo no sé por qué un libro tiene que gustar a todo el mundo”, advierte Fernando Aramburu).
Sentado delante de un café en un bar con vistas a La Concha, el escritor y editor donostiarra Inazio Mujika muestra su rechazo a las falsas piedras filosofales, aun reconociendo los méritos de Patria: “Para entender lo que ocurrió en Euskadi hay que leer muchas cosas.
Está claro que Patria ha sido vendida como EL relato de lo que ocurrió, y evidentemente no lo es, como tampoco lo es por ejemplo Martutene, la novela de Ramón Saizarbitoria, que sin embargo es mucho más rica y cuenta muchas más cosas”.
“También un libro como El eco de los disparos, de Edurne Portela, añade Mujika, “me parece un libro profundo, tan importante al menos como el de Aramburu”.
En su opinión, Patria es “una novela de tesis”.
“El propio Aramburu ha hablado de su novela como ‘aportación a la derrota literaria de ETA’.
Y a mí eso me parece funcionalizar la literatura, y la literatura es ante todo complejidad.
Pero resulta que hoy, si alguien escribiera una novela con un terrorista como protagonista, le acusarían de estar apoyando a ETA”.
Aunque tilda de “estereotipados” algunos personajes del libro, Mujika considera que Aramburu es “ante todo, un muy buen guionista, y parece lógico que ahora quieran hacer una serie.
No me parece alta literatura pero una cosa tengo que reconocer: cogí la novela y no la podía soltar”.
Otro enfoque ofrece quien fuera director de diarios como El Correo y ABC, el periodista y escritor José Antonio Zarzalejos (Bilbao, 1954)
. “Todos los que hemos vivido en el País Vasco conocemos ese ambiente opresivo, tenso, cargado y gris que era el del miedo y el de la amenaza.
Hasta ahora nadie había contado esto así a través de una novela. Aramburu demuestra que la ficción puede permear mucho más en el ánimo que el ensayo o el relato histórico.
Esta novela marca un antes y un después, es un parteaguas.
Supone la derrota literaria de ETA. Rompe ese esquema de relato que ETA quería para el posterrorismo”, explica el autor de Contra la secesión vasca.
“La sociedad vasca en general, y la abertzale en particular”, prosigue, “está rompiendo todos los espejos.
No quiere verse en ninguno.
En cuanto ven un espejo, pedrada al espejo.
Y entonces han tirado una pedrada al libro de Aramburu. ¿Por qué? Porque este libro construye un relato desde el punto de vista de las víctimas de ETA. El relato de Patria les viene fatal”.
Hontza y Lagun son dos de las librerías más importantes de San Sebastián. La primera, de amplio e interesante fondo, está especializada en libros en euskera y en temática nacionalista.
Uno de sus responsables, Ramón Tatiegi, habla así del impacto del libro de Fernando Aramburu en la calle: “La novela ha creado mucha expectativa: primero porque es buena literatura; y segundo, porque hay un verdadero interés de la gente por el tema literario del conflicto vasco, y aún más desde que ETA dejó de matar; es cierto que Patria ha roto fronteras, ha llevado ese tema del conflicto al gran público”.
Pero Tatiegi matiza:
“Desde hace ya algunos años se vienen publicando sobre todo en euskera, libros sobre el conflicto vasco.
Hay autores como Bernardo Atxaga, Ramón Saizarbitoria, Harkaitz Cano, Kirmen Uribe, Jokin Muñoz y otros que se han interesado por la violencia y sus consecuencias.
Pero no llegan a toda la gente a la que deberían llegar”.
Lagun sufrió durante lustros, en su antiguo emplazamiento de la Parte Vieja donostiarra, el acoso de los violentos con pintadas, rotura de cristales y amenazas de muerte.
En 2001 sus dueños se mudaron al centro de la ciudad. Son Ignacio Latierro y María Teresa Castells, viuda del exdiputado socialista y exconsejero del Gobierno Vasco José Ramón Recalde, quien sobrevivió a un grave atentado de ETA en 2000. Latierro considera Patria como “un extraordinario fenómeno de difusión”.
“Yo creo”, explica apoyado en una pila de libros en su librería de la calle Urdaneta, “que su publicación ha coincidido con un momento histórico concreto en el cual este libro provoca una catarsis en mucha gente en este país.
Hay muchas maneras de reconocerse a través de Patria: hay quien se reconoce en el sufrimiento, hay quien lo hace en el silencio, o en la hipocresía, incluso hay quien se reconoce en la práctica de la violencia y de la intimidación.
Creo que en gran medida para muchos vascos esta novela es un espejo”.