Me da entre pena, asco y miedo este mundo sin arrugas, sin cicatrices, sin manchas.
Envejecer es jodido.
Perdón, he estado buscando un término menos
malsonante, pero ninguno define con tal exactitud y contundencia la
sensación de fin de fiesta que te invade al comprobar que la imagen que
te devuelve el espejo y cómo te sientes piel adentro no coinciden en
absoluto.
No. Envejecer no es difícil, ni molesto, ni fastidiado, que
también. Es jodido. Que jode lo suyo, vamos.
Y eso que no estoy hablando
de la enfermedad, del dolor, de las pérdidas, de la desilusión, del
tedio, de los sueños rotos o de los que no pueden ser y además son
imposibles, que son casi todos. Hablo, ni más pero ni menos, de la
huella del tiempo y de la desazón que produce en quien la acusa.
Nada
nuevo bajo la bóveda celeste, vale.
Es así desde Cleopatra y Marco
Antonio.
Lo inédito, hoy, es que, con el arsenal cosmético, quirúrgico y
tecnológico para engañar al ojo, parece que envejecer es de
pusilánimes, de pasados de moda, de pobretones.
Y si representas tus
años porque no te operas, o te pinchas, o te retocas, la culpa es tuya
por cobarde, por tacaña, por antigua.
Estos días ha sido noticia —a cualquier cosa la llamamos noticia, pero
esa es otra columna— la foto de Melania Trump como primera dama de
Estados Unidos.
Una hermosa mujer de 46 años con el rostro reducido a un
ectoplasma de ojos rasgados, orificios nasales hipersimétricos y labios
inflamados.
Todo mentira. Así, no me extraña que haya quien pague por
montárselo con peponas con protuberancias y orificios por genitales y la
piel de plástico libre de máculas y de pelos y de poros y de calor
humano.
Lumi Dolls, las llaman, en un alarde de buen gusto, no soy la
única ordinaria.
Tampoco soy nadie para juzgar el gozo o el consuelo que
alguien pueda encontrar en vaciarse en un recipiente de polímero.
Pero,
no sé, me da entre pena, asco y miedo este mundo sin arrugas, sin
cicatrices, sin manchas.
Lo que el viento se llevó (1939) El
13 de abril se celebra el Día Mundial del Beso. Y la aplicación Dive,
que pone a disposición información en tiempo real sobre la película o
serie que el usuario esté viendo, ha seleccionado varios filmes con
romances icónicos, a los aquí sumamos otros. La actiz Vivien Leigh, que
dio vida a Escarlata O’Hara en la película, confesó que odiaba besar a
Clark Gable en el rodaje debido al mal aliento del actor, ocasionado más
que probablemente por la dentadura postiza que llevaba por ser un
fumador empedernido. Gable fumaba tres paquetes al día aunque, si se
tratara de una competición, Leigh resultaría ganadora: ella fumaba en
ocasiones hasta cuatro paquetes diarios.
Titanic (1997) Leonardo DiCaprio pudo haberse quedado sin el
papel que le hizo despegar. Aspiraban a él Tom Cruise, Matthew
McConaughey o Christian Bale, pero Kate Winslet quería que fuera él
quien le diera ese beso en la proa del barco.
De aquí a la eternidad (1953)
La escena en la que Deborah Kerr y Burt
Lancaster se abrazaban y besaban apasionadamente en la orilla del mar,
envueltos por la espuma de las olas, requirió tres días de rodaje y la
participación de más de 100 personas, pues había que sincronizar la
secuencia para que las olas rompieran sobre la pareja en el momento
adecuado.
El lobo de Wall Street (2013)
Leonardo
DiCaprio se puso tan nervioso cuando tenía que besar a Joanna Lumley
que tuvieron que repetir la escena 27 veces hasta obtener una toma
buena.
Al parecer Joanna Lumley quedó encantada y calificó el hecho de
besar al actor como algo “adorable”.
Entrevista con el vampiro (1994)
Kirsten Dunst dio su primer beso con 12 años a
Brad Pitt.
Él tenía 30 entonces. Dunst confesó en una entrevista que la
secuencia le había hecho sentir un tanto incómoda.
Luego a lo largo de
su carrera ha protagonizado varios ejemplos de besos icónicos del cine.
Spiderman (2002) . el Spiderman que eligió Sam Raimi y al que colgó boca abajo
para una de las imágenes más imitadas. Y con la lluvia, que daría en sí
para todo un subgénero de besos fílmicos: 'Desayuno con diamantes', 'El
diario de Noah', 'El hombre tranquilo', 'Cantando bajo la lluvia' o el
tórrido romance de 'Matchpoint'.
Piratas del Caribe, El cofre del hombre muerto (2006)
La versión que Tornatore estrenó al principio en Italia y que luego cortaron, hasta su edición especial en DVD (2002), duraba
Ocultar no sé, de pequeños quizás, pero en las películas de romanos hay siempre "algo de eso" y no solo lo digo por esta o por Espartaco, la más de la más creo....
Cómo el guionista y el director se organizaron para que Charlton Heston no se enterara de que su personaje y Messala se amaban.
Pues Charlton Heston ponía clausalas para enseñar torso, y no me digan que Moises y Yul Bryner ocultaban "algo" porque no se notaba nada.....vaya !! hasta las Nieves del Kilimanjaro" y en todas, la mujer era Debora Kerr, muy sosita ella. no les parece? Cuando ruje la marabunta.....casualidades????
Esta
es la escena crucial (39 segundos) del encuentro entre Ben-Hur y
Messala. El cruce de miradas y las expresiones derrochan felicidad.
Dos hombres se reencuentran tras varios años separados. Judá Ben-Hur y
Messala no pueden contener su alegría: se agarran el brazo, se miran
fijamente y de arriba abajo con media sonrisa, se rozan las manos al
compartir una copa y no pueden evitar reír con nerviosismo. "Después de
tantos años, todavía cerca", "sí, en todos los sentidos", "te dije que
volvería", "no creí que lo hicieras, estoy tan feliz"...
Son frases que pueden interpretarse como declaraciones de amor. La
escena culmina con Ben-Hur y Messala sorbiendo vino de sus cálices con
los brazos entrelazados y mirándose intensamente. Según el guionista de la más grande película de romanos jamás filmada, Ben-Hur (William Wyler, 1959),
los dos hombres habían sido amantes. Charlton Heston, que interpretó a
Judá Ben-Hur, tuvo una reacción furibunda cuando le hablaron de las
connotaciones homoeróticas. Todavía hoy, 58 años después del estreno de
la película, la interpretaciones son apasionadas y dispares.
La solución fue informar de la relación
romántica a Stephen Boyd (el intérprete de Messala), pero ocultárselo
a Charlton Heston. Durante el rodaje, todo el mundo lo sabía menos él
En 1995, el escritor y guionista Gore Vidal contó, en el documental sobre la presencia LGTB en el cine El celuloide oculto,
que escribió la película con la deliberada intención de dar a entender
(para quien quisiera entenderlo) que la rivalidad entre Messala y
Ben-Hur nacía en realidad de una pasión de juventud. "Tenías que ser muy
bueno a la hora de proyectar subtextos sin decir una palabra sobre
ellos", recuerda Vidal en el documental. "El único modo de justificar
varias horas de odio entre dos muchachos [Ben-Hur dura cuatro
horas] era establecer, sin decirlo con palabras, una relación íntima
entre ellos cuando eran niños. Y, luego, cuando Messala quiere continuar
donde lo habían dejado, Ben-Hur le rechaza". El director, William Wyler, aceptó la propuesta del guionista, pero
había un obstáculo: Charlton Heston. Wyler temía que el protagonista de
la película, una de las estrellas más conservadoras de la época, "se
derrumbara" si descubriera este detalle de la trama. "Yo me encargo de
Heston", concluyó Wyler, "pero que nadie le cuente ni una palabra". Ya
les había costado demasiado encontrar a un protagonista (Burt Lancaster
confesó aburrirse como una ostra con el guion, y Paul Newman no quería
enseñar las piernas) como para arriesgarse a que Heston se pusiera
nervioso y les dejase tirados con el rodaje avanzado. Pues Paul Newman hizo la Gata sobre el tejado de cinz caliente y ahí por mucho que Liz Taylor se arrojase a sus brazos el seguía amando a otra persona, Ay!! Paul que no era yo precisamente.
Stephen Boyd y Charlton Heston en los estudios Cinecitta (Roma) durante un descanso del rodaje de 'Ben Hur' (1959).Getty
"Así que Heston actúa con la
cabeza levantada, con mucha dignidad", describía Vidal, "mientras
Stephen Boyd exprime su interpretación al máximo. Tiene miradas que
resultan evidentes". A Stephen Boyd le hacía mucha gracia formar parte
de este secreto, y al resto del equipo también. El publicista de la Metro-Goldwyn-Meyer, Morgan Hudgens, escribió una nota
a Vidal para contarle anécdotas del rodaje: "El Gran Paleto [apelativo
con el que se referían secretamente a Heston] lo ha dado todo en tu
escena del primer encuentro. ¡Tendrías que haber visto a esos
chicos abrazarse! Me temo que C. H. va segundo en esta batalla". Y hacia
el final de la película, el fervor y la pasión con la que Messala y
Ben-Hur compiten durante la carrera de cuádrigas
(con Messala dando latigazos a diestro y siniestro) adquieren
connotaciones mucho más físicas si observamos esos embistes desde el
otro lado de la acera. Cuando Heston escuchó las declaraciones de Vidal en El celuloide oculto, inició una cruzada para desacreditarlas. Definió esta revelación como "ridícula" en la revista Time, y llamó al productor del documental para negar que Ben-Hur fuese homosexual. Gore Vidal respondió a través de un artículo
en el que se refería en todo momento a Heston como "el señor portavoz
de la Asociación Nacional del Rifle". "¿Qué puedo hacer con un anciano
actor que, cuando trabaja, lleva dos tupés uno encima del otro en su
búsqueda de la verosimilitud?", dijo Vidal.
Heston contraatacó en otro medio, L. A. Times:
"La afirmación de Vidal de que coló una escena implícitamente
homosexual entre dos hombres es un insulto para William Wyler y, debo
decir, me irrita enormemente". El actor además desacreditó a Gore Vidal
al aclarar que solo trabajó tres días en Ben-Hur, y que sus propuestas fueron descartadas. Esta versión contradice la propia autobiografía de Heston (The Actor's Life,
1978), en la que contaba: "Hoy hemos ensayado la crucial escena con
Messala, reescrita por Vidal. Sin duda es la escena más crucial de toda
la primera mirad de la historia... y esta versión es mucho mejor que la
que había en en el guion".
El historiador cinematográfico Michael G. Cornelius, editor del estudio sobre el peplum (cine de romanos) Of muscles and men: essays on the sword and sandal film,
describe este tipo de subtextos como un código que solo aparece en las
obras de arte más elevadas, y un mensaje que no modifica el contenido
explícito, sino que lo complementa. Aquellos que, por su propia
condición o intuición intelectual, tienen la llave para descifrar ese
código, verán más cosas que los que prefieran quedarse en la superficie y
sencillamente disfrutar de la historia principal. "Lo que convierte a Ben-Hur en una propuesta única es que su
subtexto aparece presentado en el diálogo, lo cual permite una
consideración sincera por parte del espectador. En la mayoría de peplums,
el subtexto homoerótico es visual, lo cual es un recurso más obvio,
pero también más fácilmente desechable", explica a ICON Cornelius. "Lo que distingue realmente al peplum es que el tema central de
estas películas es la forma masculina", continúa Cornelius. Y añade:
"Es el cuerpo masculino lo que aparece en el escaparate. Otros géneros
están interesados en la exploración de la masculinidad (artes marciales,
acción), pero el cine de romanos se ha elevado como un estudio de lo
masculino y, en particular, de la forma masculina. Pocas películas
presentan el cuerpo del hombre de este modo. Los peplums contemplan su función, su propósito, su estética. No fue hasta la era moderna de los peplums
(de los años 80 en adelante) que los cineastas empezaron a cubrir el
cuerpo masculino. Este es un movimiento, en mi opinión, que deriva
directamente de la homoerotización del género en el pasado". Pero el interés del público gai en las películas de romanos va más allá
de las insinuaciones o la estética sexualizada (como apunta Cornelius,
"estamos hablando de hombres semidesnudos, musculosos, corriendo en
faldas de cuero y sudando alrededor de hordas de otros hombres
similares"), al tratarse además de épicos relatos de justicia social. "Aparte de representar el cénit de la masculinidad, estos héroes también
reflejan nociones de justicia, comunidad e inclusión. Representan una
sociedad progresista e inclusiva. Crean comunidades a las que los
homosexuales sienten que podrían pertenecer. Y esto genera una impresión
positiva y poderosa".
Ben-Hur, la película más cara de la historia en su momento,
acabó ganando la cifra récord de once Oscar. Charlton Heston ganó como
mejor actor, mientras que Stephen Boyd (que sí había ganado el Globo de
Oro) ni siquiera fue nominado. La única nominación que la película no
materializó fue la de mejor guion adaptado. La taquilla acompañó el
fenómeno, y se convirtió en la segunda película más exitosa de la
historia, solo por detrás de Lo que el viento se llevó. Hoy sigue siendo un clásico del cine de Semana Santa, y una reliquia
del Hollywood más ostentoso y grandilocuente. Pero también funciona como
un símbolo de aquella época en la que las minorías no tenían voz
propia. Su único recurso era susurrar, con la esperanza de que hubiera
alguien que quisera escucharles. Hollywood siempre ha sido una fábrica
de sueños, pero a veces hay que estar muy despierto para entender lo que
hay detrás del telón.
Los 'Demodex', en la imagen, son arácnidos que comen el sebo y las células muertas presentes en la piel del rostro humano. / Age Fotostock
Nuestras mejillas están habitadas por miles de animales. Ante un dato así, ¿es preferible enterarse o vivir en la ignorancia?
AHORA PARECE que todos ustedes lo sabían pero no me habían dicho
nada. Me aterra imaginar con cuántas otras cosas pasa lo mismo; mientras
tanto, me hundo en el horror de descubrir que soy el lugar donde miles y
miles de arañitas viven y mueren sin parar.
Las llamó –me entero ahora– “Demodex” uno de sus descubridores, un
científico inglés llamado Richard Owen, 1841. Era la época de los
primeros microscopios serios y el mundo empezaba a ampliarse a toda
máquina. Demodex viene de demo (que no sólo significa pueblo, sino también grasa, por algo será) y dex (gusano): podrían ser los gusanos del pueblo, pero son los gusanos de la grasa.
Porque viven en la nuestra: la grasa que se acumula en nuestra piel. Los más grandes, los folliculorum, se refugian en los folículos de nuestros –vuestros– pelos; los más chicos, los brevis, son los que me preocupan: viven en nuestras caras, hundidos cabeza abajo en nuestros bulbos sebáceos.
Y técnicamente no son gusanos, sino arácnidos.
Los machos son más estirados, las hembras un poco más redondas, pero ambos brevis
tienen un cuerpo largo, agusanado, con sus cuatro patas de cada lado
terminadas en garritas, la cabeza con su boca y sus dientes; miden un
décimo de milímetro, como mucho dos.
Son 15.000 veces más pequeños que
un individuo medio. No es, entonces, de extrañar que vivan cómodos en
las personas donde viven.
Tienen espacio, posibilidades: un Demodex es a un cuerpo humano como ese cuerpo es a toda la ciudad de Buenos Aires.
No viven mucho: su ciclo dura dos semanas. Las aprovechan para comer
nuestro sebo y nuestras células muertas con sus dientes filosos; para
buscarlas se mueven lentos, nocturnos. Como tantos de nosotros, temen la
luz, que los congela; las sombras les devuelven su movimiento lánguido. Pueden avanzar alrededor de un centímetro por hora; no es mucho, pero
les alcanza para recorrer su hábitat. Y encontrar, al cabo, su pareja. Dicen que su fornicio no es particularmente encrespado y que, a
diferencia de otros arácnidos, no lo completan matándose o comiéndose. La hembra, ya preñada, se retira a un bulbo sebáceo; unas horas más
tarde pone sus huevos, que maduran dos días. Entonces nacen los
pequeños, que a su vez crecen, comen, cogen, mueren. Los científicos nos
tranquilizan: no cagan. No tienen ano, así que guardan las sobras en su
cuerpo –para que se desparramen por nuestra cara cuando palman. Hablemos de venganzas. Y parece que todos los tenemos. No nacen con nosotros: vienen, van
llegando. Pero dicen los estudiosos que no hay humano que carezca. Es
cierto que a veces tenemos demasiados –y nos enferman la piel–; en
general ni siquiera lo sabemos.
Yo me acabo de enterar: ahora sé que hay miles de animales viviendo en
mi mejilla, y me impresiona. Calculo que, como tantas otras cosas,
aprenderé a soportarlo. Y usted también, supongo: si puede vivir en un
mundo con 800 millones de hambrientos y reyes y megamillonarios y Cristiano Ronaldo y Trump en un Gobierno y Putin en el otro, es probable que también pueda vivir con la conciencia de gusanos en la cara. Más me preocupan las paranoias que esta noticia me produce. Al menos
dos, digamos: primero, si no seremos –usted, yo, la humanidad entera–
los microorganismos de un gigante tonto que mañana o pasado, leyendo lo
que lea, se enterará de que vivimos en su cara y se pondrá a pensar qué
hacer. Y, de nuevo: cuántas más cosas sabrán todos que yo ignore como un
sapo. La próxima, por favor, cuéntenmela –que, pese a todo, prefiero
saberla. O quizás tienen razón ustedes, y es mejor la ignorancia.