Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

13 abr 2017

'Pornoshop'........................... Luz Sánchez-Mellado

Me da entre pena, asco y miedo este mundo sin arrugas, sin cicatrices, sin manchas.

Imagen de la primera dama Melania Trump.

Envejecer es jodido.

 Perdón, he estado buscando un término menos malsonante, pero ninguno define con tal exactitud y contundencia la sensación de fin de fiesta que te invade al comprobar que la imagen que te devuelve el espejo y cómo te sientes piel adentro no coinciden en absoluto.

 No. Envejecer no es difícil, ni molesto, ni fastidiado, que también. Es jodido. Que jode lo suyo, vamos. 

Y eso que no estoy hablando de la enfermedad, del dolor, de las pérdidas, de la desilusión, del tedio, de los sueños rotos o de los que no pueden ser y además son imposibles, que son casi todos. Hablo, ni más pero ni menos, de la huella del tiempo y de la desazón que produce en quien la acusa. 

Nada nuevo bajo la bóveda celeste, vale. 

Es así desde Cleopatra y Marco Antonio.

 Lo inédito, hoy, es que, con el arsenal cosmético, quirúrgico y tecnológico para engañar al ojo, parece que envejecer es de pusilánimes, de pasados de moda, de pobretones. 

Y si representas tus años porque no te operas, o te pinchas, o te retocas, la culpa es tuya por cobarde, por tacaña, por antigua. 

Estos días ha sido noticia —a cualquier cosa la llamamos noticia, pero esa es otra columna— la foto de Melania Trump como primera dama de Estados Unidos.

 Una hermosa mujer de 46 años con el rostro reducido a un ectoplasma de ojos rasgados, orificios nasales hipersimétricos y labios inflamados. 

Todo mentira. Así, no me extraña que haya quien pague por montárselo con peponas con protuberancias y orificios por genitales y la piel de plástico libre de máculas y de pelos y de poros y de calor humano.

 Lumi Dolls, las llaman, en un alarde de buen gusto, no soy la única ordinaria.

 Tampoco soy nadie para juzgar el gozo o el consuelo que alguien pueda encontrar en vaciarse en un recipiente de polímero. 

Pero, no sé, me da entre pena, asco y miedo este mundo sin arrugas, sin cicatrices, sin manchas.

 Sin sangre, sin sudor, sin lágrimas. 

Sin vida.

El 13 de abril es el Día Mundial del Beso.

Curiosidades de besos de película.

 

  • El 13 de abril se celebra el Día Mundial del Beso. Y la aplicación Dive, que pone a disposición información en tiempo real sobre la película o serie que el usuario esté viendo, ha seleccionado varios filmes con romances icónicos, a los aquí sumamos otros. La actiz Vivien Leigh, que dio vida a Escarlata O’Hara en la película, confesó que odiaba besar a Clark Gable en el rodaje debido al mal aliento del actor, ocasionado más que probablemente por la dentadura postiza que llevaba por ser un fumador empedernido. Gable fumaba tres paquetes al día aunque, si se tratara de una competición, Leigh resultaría ganadora: ella fumaba en ocasiones hasta cuatro paquetes diarios. 
    Lo que el viento se llevó (1939)  
    El 13 de abril se celebra el Día Mundial del Beso
    . Y la aplicación Dive, que pone a disposición información en tiempo real sobre la película o serie que el usuario esté viendo, ha seleccionado varios filmes con romances icónicos, a los aquí sumamos otros.
     La actiz Vivien Leigh, que dio vida a Escarlata O’Hara en la película, confesó que odiaba besar a Clark Gable en el rodaje debido al mal aliento del actor, ocasionado más que probablemente por la dentadura postiza que llevaba por ser un fumador empedernido
    . Gable fumaba tres paquetes al día aunque, si se tratara de una competición, Leigh resultaría ganadora: ella fumaba en ocasiones hasta cuatro paquetes diarios.
     

 

 

 

 

 

Leonardo DiCaprio pudo haberse quedado sin el papel que le hizo despegar. Aspiraban a él Tom Cruise, Matthew McConaughey o Christian Bale, pero Kate Winslet quería que fuera él quien le diera ese beso en la proa del barco. Titanic (1997)
Leonardo DiCaprio pudo haberse quedado sin el papel que le hizo despegar. 
Aspiraban a él Tom Cruise, Matthew McConaughey o Christian Bale, pero Kate Winslet quería que fuera él quien le diera ese beso en la proa del barco.

La escena en la que Deborah Kerr y Burt Lancaster se abrazaban y besaban apasionadamente en la orilla del mar, envueltos por la espuma de las olas, requirió tres días de rodaje y la participación de más de 100 personas, pues había que sincronizar la secuencia para que las olas rompieran sobre la pareja en el momento adecuado. De aquí a la eternidad (1953)

 La escena en la que Deborah Kerr y Burt Lancaster se abrazaban y besaban apasionadamente en la orilla del mar, envueltos por la espuma de las olas, requirió tres días de rodaje y la participación de más de 100 personas, pues había que sincronizar la secuencia para que las olas rompieran sobre la pareja en el momento adecuado.


Leonardo DiCaprio se puso tan nervioso cuando tenía que besar a Joanna Lumley que tuvieron que repetir la escena 27 veces hasta obtener una toma buena. Al parecer Joanna Lumley quedó encantada y calificó el hecho de besar al actor como algo “adorable”.

El lobo de Wall Street (2013)  

Leonardo DiCaprio se puso tan nervioso cuando tenía que besar a Joanna Lumley que tuvieron que repetir la escena 27 veces hasta obtener una toma buena. 

Al parecer Joanna Lumley quedó encantada y calificó el hecho de besar al actor como algo “adorable”.

Kirsten Dunst dio su primer beso con 12 años a Brad Pitt. Él tenía 30 entonces. Dunst confesó en una entrevista que la secuencia le había hecho sentir un tanto incómoda. Luego a lo largo de su carrera ha protagonizado varios ejemplos de besos icónicos del cine. Entrevista con el vampiro (1994)

Kirsten Dunst dio su primer beso con 12 años a Brad Pitt.

 Él tenía 30 entonces. Dunst confesó en una entrevista que la secuencia le había hecho sentir un tanto incómoda.

 Luego a lo largo de su carrera ha protagonizado varios ejemplos de besos icónicos del cine. 

De nuevo, Kirsten Dunst. Esta vez con Tobey McGuire, el Spiderman que eligió Sam Raimi y al que colgó boca abajo para una de las imágenes más imitadas. Y con la lluvia, que daría en sí para todo un subgénero de besos fílmicos: 'Desayuno con diamantes', 'El diario de Noah', 'El hombre tranquilo', 'Cantando bajo la lluvia' o el tórrido romance de 'Matchpoint'. Spiderman (2002) 

 el Spiderman que eligió Sam Raimi y al que colgó boca abajo para una de las imágenes más imitadas.
 Y con la lluvia, que daría en sí para todo un subgénero de besos fílmicos: 'Desayuno con diamantes', 'El diario de Noah', 'El hombre tranquilo', 'Cantando bajo la lluvia' o el tórrido romance de 'Matchpoint'.
 
El beso de Elizabeth Swann (Keira Knightley) y Jack Sparrow (Johnny Depp) no aparecía en el guion que le entregaron a Orlando Bloom, por lo que la reacción de sorpresa del actor fue totalmente natural y auténtica.

 Piratas del Caribe, El cofre del hombre muerto (2006) 

 

La versión que Tornatore estrenó al principio en Italia y que luego cortaron, hasta su edición especial en DVD (2002), duraba 173 minutos. En ella cobra protagonismo una historia de amor adolescente imposible que le roba sentimiento a ese final ya tan reconocible en el que Totó, sentado en la sala de proyecciones, ve seguidos todos los besos cortados de las películas de su infancia. La versión que Tornatore estrenó al principio en Italia y que luego cortaron, hasta su edición especial en DVD (2002), duraba 

 

 

 

Así se ocultó la relación homosexual de Ben-Hur................Juan Sanguino

Ocultar no sé, de pequeños quizás, pero en las películas de romanos hay siempre "algo de eso" y no solo lo digo por esta o por Espartaco, la más de la más creo....
 

Cómo el guionista y el director se organizaron para que Charlton Heston no se enterara de que su personaje y Messala se amaban.

Pues Charlton Heston ponía clausalas para enseñar torso, y no me digan que Moises y Yul Bryner ocultaban "algo" porque no se notaba nada.....vaya !! hasta las Nieves del Kilimanjaro" y en todas, la mujer era Debora Kerr, muy sosita ella. no les parece? Cuando ruje la marabunta.....casualidades???? 

Esta es la escena crucial (39 segundos) del encuentro entre Ben-Hur y Messala. El cruce de miradas y las expresiones derrochan felicidad.
Dos hombres se reencuentran tras varios años separados. Judá Ben-Hur y Messala no pueden contener su alegría: se agarran el brazo, se miran fijamente y de arriba abajo con media sonrisa, se rozan las manos al compartir una copa y no pueden evitar reír con nerviosismo. 
"Después de tantos años, todavía cerca", "sí, en todos los sentidos", "te dije que volvería", "no creí que lo hicieras, estoy tan feliz"...
Son frases que pueden interpretarse como declaraciones de amor. La escena culmina con Ben-Hur y Messala sorbiendo vino de sus cálices con los brazos entrelazados y mirándose intensamente. Según el guionista de la más grande película de romanos jamás filmada, Ben-Hur (William Wyler, 1959), los dos hombres habían sido amantes.
 Charlton Heston, que interpretó a Judá Ben-Hur, tuvo una reacción furibunda cuando le hablaron de las connotaciones homoeróticas. Todavía hoy, 58 años después del estreno de la película, la interpretaciones son apasionadas y dispares.
La solución fue informar de la relación romántica a Stephen Boyd (el intérprete de Messala), pero ocultárselo a Charlton Heston. Durante el rodaje, todo el mundo lo sabía menos él
En 1995, el escritor y guionista Gore Vidal contó, en el documental sobre la presencia LGTB en el cine El celuloide oculto, que escribió la película con la deliberada intención de dar a entender (para quien quisiera entenderlo) que la rivalidad entre Messala y Ben-Hur nacía en realidad de una pasión de juventud. "Tenías que ser muy bueno a la hora de proyectar subtextos sin decir una palabra sobre ellos", recuerda Vidal en el documental.
 "El único modo de justificar varias horas de odio entre dos muchachos [Ben-Hur dura cuatro horas] era establecer, sin decirlo con palabras, una relación íntima entre ellos cuando eran niños.
 Y, luego, cuando Messala quiere continuar donde lo habían dejado, Ben-Hur le rechaza".
El director, William Wyler, aceptó la propuesta del guionista, pero había un obstáculo: Charlton Heston. 
Wyler temía que el protagonista de la película, una de las estrellas más conservadoras de la época, "se derrumbara" si descubriera este detalle de la trama. 
"Yo me encargo de Heston", concluyó Wyler, "pero que nadie le cuente ni una palabra". Ya les había costado demasiado encontrar a un protagonista (Burt Lancaster confesó aburrirse como una ostra con el guion, y Paul Newman no quería enseñar las piernas) como para arriesgarse a que Heston se pusiera nervioso y les dejase tirados con el rodaje avanzado. 
Pues Paul Newman hizo la Gata sobre el tejado de cinz caliente y ahí por mucho que Liz Taylor se arrojase a sus brazos el seguía amando a otra persona, Ay!! Paul que no era yo precisamente.



Stephen Boyd y Charlton Heston en los estudios Cinecitta (Roma) durante un descanso del rodaje de 'Ben Hur' (1959).
Stephen Boyd y Charlton Heston en los estudios Cinecitta (Roma) durante un descanso del rodaje de 'Ben Hur' (1959). Getty
 "Así que Heston actúa con la cabeza levantada, con mucha dignidad", describía Vidal, "mientras Stephen Boyd exprime su interpretación al máximo. Tiene miradas que resultan evidentes". A Stephen Boyd le hacía mucha gracia formar parte de este secreto, y al resto del equipo también.
El publicista de la Metro-Goldwyn-Meyer, Morgan Hudgens, escribió una nota a Vidal para contarle anécdotas del rodaje: "El Gran Paleto [apelativo con el que se referían secretamente a Heston] lo ha dado todo en tu escena del primer encuentro. ¡Tendrías que haber visto a esos chicos abrazarse! 
Me temo que C. H. va segundo en esta batalla". 
Y hacia el final de la película, el fervor y la pasión con la que Messala y Ben-Hur compiten durante la carrera de cuádrigas (con Messala dando latigazos a diestro y siniestro) adquieren connotaciones mucho más físicas si observamos esos embistes desde el otro lado de la acera.
Cuando Heston escuchó las declaraciones de Vidal en El celuloide oculto, inició una cruzada para desacreditarlas.
 Definió esta revelación como "ridícula" en la revista Time, y llamó al productor del documental para negar que Ben-Hur fuese homosexual.
 Gore Vidal respondió a través de un artículo en el que se refería en todo momento a Heston como "el señor portavoz de la Asociación Nacional del Rifle". "¿Qué puedo hacer con un anciano actor que, cuando trabaja, lleva dos tupés uno encima del otro en su búsqueda de la verosimilitud?", dijo Vidal.


Heston contraatacó en otro medio, L. A. Times: "La afirmación de Vidal de que coló una escena implícitamente homosexual entre dos hombres es un insulto para William Wyler y, debo decir, me irrita enormemente".
 El actor además desacreditó a Gore Vidal al aclarar que solo trabajó tres días en Ben-Hur, y que sus propuestas fueron descartadas.
 Esta versión contradice la propia autobiografía de Heston (The Actor's Life, 1978), en la que contaba: "Hoy hemos ensayado la crucial escena con Messala, reescrita por Vidal.
 Sin duda es la escena más crucial de toda la primera mirad de la historia... y esta versión es mucho mejor que la que había en en el guion".

El historiador cinematográfico Michael G. Cornelius, editor del estudio sobre el peplum (cine de romanos) Of muscles and men: essays on the sword and sandal film, describe este tipo de subtextos como un código que solo aparece en las obras de arte más elevadas, y un mensaje que no modifica el contenido explícito, sino que lo complementa. 
Aquellos que, por su propia condición o intuición intelectual, tienen la llave para descifrar ese código, verán más cosas que los que prefieran quedarse en la superficie y sencillamente disfrutar de la historia principal.
"Lo que convierte a Ben-Hur en una propuesta única es que su subtexto aparece presentado en el diálogo, lo cual permite una consideración sincera por parte del espectador. 
En la mayoría de peplums, el subtexto homoerótico es visual, lo cual es un recurso más obvio, pero también más fácilmente desechable", explica a ICON Cornelius.
 "Lo que distingue realmente al peplum es que el tema central de estas películas es la forma masculina", continúa Cornelius. 
Y añade: "Es el cuerpo masculino lo que aparece en el escaparate. Otros géneros están interesados en la exploración de la masculinidad (artes marciales, acción), pero el cine de romanos se ha elevado como un estudio de lo masculino y, en particular, de la forma masculina.
 Pocas películas presentan el cuerpo del hombre de este modo.
 Los peplums contemplan su función, su propósito, su estética. No fue hasta la era moderna de los peplums (de los años 80 en adelante) que los cineastas empezaron a cubrir el cuerpo masculino. Este es un movimiento, en mi opinión, que deriva directamente de la homoerotización del género en el pasado".
 Pero el interés del público gai en las películas de romanos va más allá de las insinuaciones o la estética sexualizada (como apunta Cornelius, "estamos hablando de hombres semidesnudos, musculosos, corriendo en faldas de cuero y sudando alrededor de hordas de otros hombres similares"), al tratarse además de épicos relatos de justicia social.
 "Aparte de representar el cénit de la masculinidad, estos héroes también reflejan nociones de justicia, comunidad e inclusión. Representan una sociedad progresista e inclusiva.
 Crean comunidades a las que los homosexuales sienten que podrían pertenecer.
 Y esto genera una impresión positiva y poderosa".

Ben-Hur, la película más cara de la historia en su momento, acabó ganando la cifra récord de once Oscar.
 Charlton Heston ganó como mejor actor, mientras que Stephen Boyd (que sí había ganado el Globo de Oro) ni siquiera fue nominado.
 La única nominación que la película no materializó fue la de mejor guion adaptado. 
La taquilla acompañó el fenómeno, y se convirtió en la segunda película más exitosa de la historia, solo por detrás de Lo que el viento se llevó.
Hoy sigue siendo un clásico del cine de Semana Santa, y una reliquia del Hollywood más ostentoso y grandilocuente.
 Pero también funciona como un símbolo de aquella época en la que las minorías no tenían voz propia. 
Su único recurso era susurrar, con la esperanza de que hubiera alguien que quisera escucharles.
 Hollywood siempre ha sido una fábrica de sueños, pero a veces hay que estar muy despierto para entender lo que hay detrás del telón.

 


Arañas en la cara..............................Martín Caparrós..

SPH-F006-9813 - © - STEVE GSCHMEISSNER/SPL
Los 'Demodex', en la imagen, son arácnidos que comen el sebo y las células muertas presentes en la piel del rostro humano. / Age Fotostock

Nuestras mejillas están habitadas por miles de animales. Ante un dato así, ¿es preferible enterarse o vivir en la ignorancia? 

AHORA PARECE que todos ustedes lo sabían pero no me habían dicho nada.
 Me aterra imaginar con cuántas otras cosas pasa lo mismo; mientras tanto, me hundo en el horror de descubrir que soy el lugar donde miles y miles de arañitas viven y mueren sin parar.

Las llamó –me entero ahora– “Demodex” uno de sus descubridores, un científico inglés llamado Richard Owen, 1841. Era la época de los primeros microscopios serios y el mundo empezaba a ampliarse a toda máquina. 
Demodex viene de demo (que no sólo significa pueblo, sino también grasa, por algo será) y dex (gusano): podrían ser los gusanos del pueblo, pero son los gusanos de la grasa.


Porque viven en la nuestra: la grasa que se acumula en nuestra piel. Los más grandes, los folliculorum, se refugian en los folículos de nuestros –vuestros– pelos; 
los más chicos, los brevis, son los que me preocupan: viven en nuestras caras, hundidos cabeza abajo en nuestros bulbos sebáceos.

Y técnicamente no son gusanos, sino arácnidos.
 Los machos son más estirados, las hembras un poco más redondas, pero ambos brevis tienen un cuerpo largo, agusanado, con sus cuatro patas de cada lado terminadas en garritas, la cabeza con su boca y sus dientes; miden un décimo de milímetro, como mucho dos. 
Son 15.000 veces más pequeños que un individuo medio. No es, entonces, de extrañar que vivan cómodos en las personas donde viven.
 Tienen espacio, posibilidades: un Demodex es a un cuerpo humano como ese cuerpo es a toda la ciudad de Buenos Aires.
No viven mucho: su ciclo dura dos semanas. 
Las aprovechan para comer nuestro sebo y nuestras células muertas con sus dientes filosos; para buscarlas se mueven lentos, nocturnos. Como tantos de nosotros, temen la luz, que los congela; las sombras les devuelven su movimiento lánguido.
 Pueden avanzar alrededor de un centímetro por hora; no es mucho, pero les alcanza para recorrer su hábitat.
 Y encontrar, al cabo, su pareja.
Dicen que su fornicio no es particularmente encrespado y que, a diferencia de otros arácnidos, no lo completan matándose o comiéndose. 
 La hembra, ya preñada, se retira a un bulbo sebáceo; unas horas más tarde pone sus huevos, que maduran dos días.
 Entonces nacen los pequeños, que a su vez crecen, comen, cogen, mueren.
 Los científicos nos tranquilizan: no cagan. No tienen ano, así que guardan las sobras en su cuerpo –para que se desparramen por nuestra cara cuando palman.
 Hablemos de venganzas.
Y parece que todos los tenemos.
 No nacen con nosotros: vienen, van llegando. Pero dicen los estudiosos que no hay humano que carezca.
 Es cierto que a veces tenemos demasiados –y nos enferman la piel–; en general ni siquiera lo sabemos.
Yo me acabo de enterar: ahora sé que hay miles de animales viviendo en mi mejilla, y me impresiona.

 Calculo que, como tantas otras cosas, aprenderé a soportarlo. 
Y usted también, supongo: si puede vivir en un mundo con 800 millones de hambrientos y reyes y megamillonarios y Cristiano Ronaldo y Trump en un Gobierno y Putin en el otro, es probable que también pueda vivir con la conciencia de gusanos en la cara.
Más me preocupan las paranoias que esta noticia me produce. Al menos dos, digamos: primero, si no seremos –usted, yo, la humanidad entera– los microorganismos de un gigante tonto que mañana o pasado, leyendo lo que lea, se enterará de que vivimos en su cara y se pondrá a pensar qué hacer.
 Y, de nuevo: cuántas más cosas sabrán todos que yo ignore como un sapo.
 La próxima, por favor, cuéntenmela –que, pese a todo, prefiero saberla.
 O quizás tienen razón ustedes, y es mejor la ignorancia.