El
polémico urinario que trastocó las reglas del juego más elementales del
arte hace un siglo se mantiene como gran icono de la subversión.
"Una de mis amigas, bajo el seudónimo masculino R. Mutt, ha mandado a
la exposición un urinario de porcelana como si fuera una escultura. No
es para nada indecente. No había ninguna razón para rechazarlo. Pero el
jurado ha decidido no exponer semejante cosa. He presentado mi dimisión y
seguro que se hablará de ello en Nueva York. Me gustaría hacer una
muestra con la gente que haya sido rechazada por la Sociedad de los
Artistas Independientes, aunque sería un poco redundante. Además, el
urinario estaría solo”, escribía Marcel Duchamp en una carta del 11 de abril de 1917.
En la carta, dirigida a su hermana Suzanne —enfermera en un París en
guerra—, daba cuenta de sus aventuras neoyorquinas a propósito de La fuente,
un urinario masculino de porcelana firmado por R. Mutt y presentado a
la exposición de la Sociedad de Artistas Independientes inaugurada ese
mismo año, precisamente el 9 de abril, hace ahora justo un siglo.
La idea de la sociedad, con raíces de salón de rechazados parisiense,
había surgido en diciembre de 1916 con la intención de dar visibilidad a
los creadores radicales de Nueva York, ciudad que antes del Armory Show en 1913 casi no distinguía a Redon de Picasso.
Sin jurados, premios ni comité de selección, la sociedad tenía un único
requisito para exponer: pagar la cuota de seis dólares. Con tan exiguas
exigencias, las obras fueron más de 1.200 y se expusieron todas salvo
el citado urinario. Los organizadores lo hicieron desaparecer, apelando
—dice una de las historias que circulan— al mal gusto de la pieza y,
sobre todo, a su falta de originalidad: ¿cómo aceptar entre las “obras
de arte” un objeto arrancado de una tienda de fontanería? ¿A qué venía
tan absurda broma? ¿A quién quería tomar el pelo el tal señor Mutt con
su urinario?
En pocas palabras, el comité decidía eliminar lo que
molestaba al relato perfecto de la modernidad que se empezaba a
construir desde Nueva York.
Duchamp, miembro del comité directivo de la sociedad, renunciaba
indignado por la exclusión y Walter Arensberg adquiría el urinario y se
lo llevaba en medio de unas salas abarrotadas.
Para rematar la operación
publicitaria, Alfred Stieglitz le hacía una foto y la revista de
vanguardia The Blind Man lo convertía en lugar para la
discusión, con un editorial escrito por la artista y animadora cultural
Louise Norton y otro anónimo cuyo autor, apunta Juan Antonio Ramírez en
su excelente libro, era el propio Duchamp, a su vez creador del
urinario. Aquella estrategia, inicio de una saga conceptualizante y
subversiva —teniendo en cuenta que el autor era también miembro del
comité directivo—, cambiaba el rumbo de la historia, dice el relato
repetido durante años.
Con un objeto “apropiado”, una identidad
“apropiada”, una función trastocada, el urinario de Duchamp desbordaba
las reglas del juego más elementales y se convertía en el icono por
antonomasia de las subversiones artísticas; en un malabarismo contra la
originalidad y la autoría; en la obra originaria de la “crítica
institucional”, al presentar Duchamp su apropiación con seudónimo a una
muestra donde estaba de árbitro. Puro gesto.
Pese a todo, habría que
aclarar lo dudoso de su “crítica institucional”, como a menudo ocurre.
Duchamp se podía permitir la transgresión con comodidad: era el niño
mimado de la alta sociedad neoyorquina, más concretamente de la mecenas
Katherine S. Dreier y de La Société Anonyme.
No sólo. Las dudas sobre este gesto radical demasiado perfecto van más
allá, dado que la propia narración repetida ha sido puesta en tela de
juicio desde ciertos sectores.
Para algunos se trata de una historia
inventada por Duchamp mismo a posteriori,en el momento en que aspiraba a reconstruir su carrera artística tras el fracaso como ajedrecista.
La historiadora Irene Gammell llega incluso a apuntar cómo el urinario
pudo ser una creación de la baronesa Elsa von Freytag-Loringhoven,
modelo, artista de vodevil e increíble poeta que pronto encarnó Dadá en
Estados Unidos desde su casa en el Village neoyorquino.
Bien visto,
Duchamp habla en su carta de una “amiga artista que firma con seudónimo
masculino”. ¿Y si no se estuviera refiriendo a Rrose Sélavy como suele
interpretarse? Aunque si Duchamp se hubiera apropiado de la propuesta de
Von Freytag-Loringhoven después de la muerte de la poeta, tampoco
cambiarían mucho las consecuencias: al fin y al cabo fuera cual fuera la
procedencia iba a sacudir el original y la autoría. Devolvería, eso sí,
una imagen menos simpática y combativa de Marcel Duchamp.
Plaza de Octubre en Moscú, cuya estatua de Lenin rinde tributo a la Revolución de Octubre de 1917.Manuel Vázquez A punto de celebrarse el primer centenario de la revolución de
1917, que marcó un antes y un después en la historia del mundo, Rusia
muestra más interés por su pasado imperial que por los líderes
comunistas que desbancaron a los zares en nombre de un reparto más
igualitario de la riqueza y el poder. La sociedad rusa está confusa
sobre sus héroes y villanos. Personajes e interpretaciones dispares
coexisten, sin llegar a reconciliarse, en el paisaje urbano, los
manuales escolares y los medios de comunicación. Sobre el vasto
territorio ruso se conservan los monumentos al líder de la revolución y
fundador dela Unión Soviética, cuya momia yace enla Plaza Roja de Moscú. Viajamos a cinco enclaves simbólicos para descubrir qué ha sobrevivido
de aquellos días turbulentos, cómo se yuxtaponen el presente y el
pasado, cómo se difumina la revolución y cómo gana terreno el recuerdo
del Imperio. El evento resulta incómodo para los dirigentes rusos que “son herederos
de la revolución, pero al mismo tiempo, la ven como un mal y un
peligro”, afirma el historiador Daniil Kotsiubinski. Los representantes
del Estado no pueden ignorar el histórico aniversario, pero lo recuerdan
de forma superficial, con vagos llamamientos a la “reconciliación” y
advertencias contra toda euforia callejera. Incluso se dan situaciones
absurdas como la experimentada por un grupo de historiadores de Siberia a
quienes un editor de su provincia —vinculado con los dirigentes
locales— encargó un libro sobre la revolución de 1917 advirtiéndoles:
“Vayan con cuidado con la palabra revolución y no la usen demasiado”. La
verdadera razón para pasar de puntillas sobre la efeméride es sencilla: las consecuencias de la sublevación aún dividen a la sociedad rusa. La revolución de 1917 es un concepto vago para los jóvenes de18 a20
años. Si les suena algún personaje, como la princesa Anastasia o el
monje Rasputin, es, sobre todo, por los juegos de ordenador y las
películas de dibujos animados”, explica Valeria Kasamara, responsable
del laboratorio de Investigaciones Políticas dela Escuela Superior de
Economía de Moscú . La investigadora ha encuestado, junto a Anna
Sorókina, al alumnado de tres centros universitarios de élite . De una
muestra de 245 estudiantes, el 6% relacionaron 1917 con Lenin y el 4%
con el Zar Nicolás II. De 107 estudiantes que se examinaron de historia
para su ingreso universitario, solo el 31% supo explicar qué ocurrió
aquel año. En otro sondeo, realizado a 1.400 universitarios en 2014, el
6% consideraban una “vergüenza” el fusilamiento de la familia imperial,
mientras un 9% y un 18% calificaban como talla Revolución de Octubre y
la represión estalinista, respectivamente.
Despertar la curiosidad de las nuevas generaciones es uno de los fines de Project1917,
una iniciativa que imita el formato de una red social —mensajes cortos y
frecuentes— para narrar la cotidianidad de 1917. El periodista Mijáil
Zygar y un equipo de historiadores y guionistas, basándose en documentos
de la época, ponen voz a personajes históricos que, al relacionarse
virtualmente, recrean la pluralidad ambiental sofocada después por el
terror. Con este formato, los jóvenes rusos pueden comprender qué supuso
la revolución, sin separarse de sus smartphones. El Partido Comunista dela URSS rebasaba los 18 millones de afiliados
antes de perder el monopolio del poder en 1990 y desmoronarse en 1991,
junto con el Estado. Heredero canónico de la revolución bolchevique es
el Partido Comunista de la Federación Rusa(PCFR), que suma 162.000
afiliados —con una edad media 55 años—, y 20.000 “komsomoles” —miembros
de sus juventudes— según Dmitri Nóvikov, parlamentario y responsable de
conmemorar el centenario. Con 42 diputados, los comunistas son la
segunda fuerza en la Duma Estatal (cámara baja del parlamento), de 450
escaños, y gobiernan solo 2 de las más de 80 provincias.
La
propensión al riesgo, la autonomía y el 'locus' de control interno son
algunos de los factores que ayudan a tener una carrera exitosa como
emprendedor.
La importancia del espíritu emprendedor
en la sociedad es innegable: supone una fuente de innovación,
contribuye al desarrollo de la economía, aumenta la competencia en el
mercado, satisface necesidades del público e inspira a otros a seguir
sus objetivos. Ahí es nada. Aunque el éxito depende de distintos
factores, hay algunos rasgos de la personalidad que sí parecen comunes
entre los emprendedores que triunfan. Recogemos varios que aparecen
inamovibles estudio tras estudio.
Motivación de logro
Es
la predisposición a "superar los retos y alcanzar las metas". Los
trabajadores que puntúan alto en motivación de logro prefieren las
tareas que suponen un desafío en lugar de las rutinarias, se
responsabilizan de sus acciones empresariales, les gusta recibir feedback y buscar nuevas formas de mejorar. El libro Psicología del emprendimiento,
editado por los psicólogos J. Robert Baum, Michael Frese y Robert
Baron, defiende que es uno de los pilares básicos para triunfar y
explica que "es imprescindible tener en cuenta la motivación de logro si se quiere entender cómo se desarrolla el éxito".
Innovación
Es uno de los conceptos centrales para entender el éxito de los emprendedores: emprendimiento es casi sinónimo de innovación. Una persona que se atreve a crear está interesada en cuestionar el statu quo
y hacer las cosas de formas distintas, encontrar productos, procesos de
producción y tecnologías nuevas. Todo esto está directamente
relacionado con la capacidad de alcanzar el éxito.
Autonomía
Son muchos los casos de emprendedores que han dejado su empresa y se han lanzado en solitario con una startup.
En contraste con los empleados de una compañía, la gente que se atreve
por su cuenta tiene que tomar decisiones en ausencia de supervisores y
definir objetivos y planes de acción para conseguirlos por ellos mismos,
según J. Robert Baum y sus colegas. Por eso la gente con autonomía es
perfecta para iniciarse en la aventura de emprender.
'Locus' de control interno
Es una característica de la personalidad que determina a quién atribuimos los resultados de nuestras acciones. Si crees que tus resultados dependen de las cosas que haces, tienes un locus
de control interno: una cualidad necesaria para ser un emprendedor con
éxito. Pero si crees que no puedes controlar las cosas que te pasan ni
actuar sobre ellas, tienes un locus de control externo. Los
primeros están convencidos de que tienen poder sobre sus resultados, por
eso les dedicarán más esfuerzo y persistencia, lo que debería ayudar a
iniciar una aventura empresarial y mantenerla con éxito, según la evaluación de la personalidad emprendedora llevada a cabo por el psicólogo José Carlos Sánchez.
Autoeficacia
La convicción de que puedes organizar y realizar acciones para producir unos resultados concretos. Está relacionada con el locus
de control pero no es lo mismo: no es una cuestión de atribución de
resultados, sino de sentirte capaz de realizar bien un trabajo o tarea
concreta. La iniciativa empresarial conlleva importantes riesgos y
dificultades, por eso los emprendedores necesitan altos niveles de
autoeficacia que les proporcionen seguridad. "Cuando crees que tus
acciones tendrán resultados alcanzables, tu incentivo para actuar es
mayor", se lee en la investigación de José Carlos Sánchez. Si sientes
que eres eficaz, es más probable que perseveres cuando los problemas
crecen, busques oportunidades para arreglarlos y tengas más esperanzas
de éxito.
Propensión al riesgo
Es el rasgo que determina tu disposición para arriesgarte. Ser emprendedor implica, casi por definición, correr riesgos. Algunos
estudios recientes han encontrado que la tolerancia y actitudes
positivas hacia el riesgo predicen el éxito en el emprendimiento. Atreverte a perseguir tus ideas te acerca al éxito, aunque la
probabilidad de triunfar sea baja o no esté definida. Has de asumir que
tienes que tomar decisiones bajo la incertidumbre y que si no arriesgas,
no puedes ganar.