Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

9 abr 2017

Nada es nuevo mucho rato...........................Javier Marías.

Los que vamos cumpliendo años recordamos el tiempo en que fueron novedades lo que hoy son antiguallas.


Javier Marías
EN CONTRA de lo que suele afirmarse, ir cumpliendo años tiene ventajas, aunque sean secundarias.
 Una es saber que nada es nuevo durante mucho rato. 
Hoy el rato es cada vez más breve, y, paradójicamente, el afán por “estar a la última” o ser el primero en ver, leer o poseer algo, se acentúa sin el menor sentido.
 En más de una ocasión he hablado de la agobiante característica de nuestro tiempo: en cuanto algo se hace presente, en cuanto existe y está disponible, sus meras disponibilidad y existencia lo convierten en pasado, de manera que lo único que excita a la gente es lo aún no aparecido, sea una novela, una película o una serie televisiva de éxito.
 En el momento en que aparece, ya es viejo y no interesa.
 Las colas nocturnas para adquirir el más reciente artilugio tecnológico o la flamante obra de un autor famoso, entradas para un concierto o un partido, carecen de razón de ser, habida cuenta de que todo será “antiguo” en cuestión de días, si no de horas. 
Si se fijan, cualquier rótulo con la palabra “nuevo” o similares acompaña siempre a algo anciano.
 Un ejemplo clásico es el llamado Pont-Neuf de París, desde hace décadas el más vetusto de cuantos atraviesan el Sena.
 Los que vamos cumpliendo años recordamos el tiempo en que en verdad fueron novedades obras que hoy, según su suerte, son clásicos o antiguallas.
 Con gran excitación saqué entradas para el estreno, en el Cine Avenida, de Grupo salvaje (1969), de Peckinpah.
 Recuerdo cuando se estrenó El hombre que mató a Liberty Valance (1962), tan citada como si fuera un drama de Shakespeare, sobre todo en épocas como la actual, cuando la libertad de prensa está amenazada otra vez en tantos sitios.
 Por fortuna era “tolerada” y la vi en el Cine Roxy B, me parece. Pero si hubo una película que aguardé, y que para mí fue nueva durante demasiados años, fue West Side Story (1961), de Robert Wise y Jerome Robbins.
 La primera noticia me la trajo mi padre, que no sólo la había visto en uno de sus viajes a América, sino que –algo insólito, ya que era poco aficionado a la música– compró o le regalaron el disco con la banda sonora de Bernstein.
 La doble funda incluía fotos y un resumen de la historia, y, con mi precario inglés de entonces, pasé horas tratando de descifrar aquel texto, lo mismo que las letras de las canciones.
 Como sucedía en la dictadura, la película tardó en estrenarse aquí, no sé cuánto, pero a mí me parecieron siglos.
 Y, como era de temer, fue calificada “para mayores de 16 años”, y se exhibía en una sola sala de Madrid, el Cine Paz, “en rigurosa exclusiva”, como proclamaban los anuncios de entonces.
 Una película de tan enorme éxito como aquella se podía tirar en su cine de estreno, inamovible, un año entero, antes de iniciar su recorrido por los locales “de reestreno” y después por los programas dobles
. O iba uno al Paz o no había manera.
 Distaba yo mucho de aparentar 16, ni siquiera 14, pero las ansias me pudieron y probé fortuna en dos ocasiones.
 Lo hacíamos los chicos y chicas en aquellos años; a veces la osadía obtenía premio y a veces se nos impedía el paso. 
Volvíamos apresurados a la taquilla a ver si nos devolvían el dinero (un tesoro lentamente ahorrado), y, si no, intentábamos que nos comprara la entrada algún espectador adulto que llegara con prisas. El instante de avanzar hacia la puerta, poniendo cara de 16 o más años (no me pregunten en qué consistía, es un arcano), imitando los andares de los hermanos mayores, era de gran nerviosismo. ¿Pasaré, no pasaré? ¿Me dejará entrar el portero benévolo o será uno estricto y despiadado?
 El del Paz era de estos últimos, y las dos veces que me arriesgué con West Side Story antes de tiempo, me topé con la frase temida en aquellos lances: “¿Carnet? A ver carnet”.
 La pregunta era en sí misma una sentencia condenatoria. 
O aún no lo teníamos (no nos daban el propio hasta cumplir los 14) o allí figuraba la fecha completa de nuestro nacimiento.
 Nuestra respuesta, tras fingir rebuscar en todos los bolsillos, era invariable: “Vaya, me lo he dejado en casa”. 
“Pues vuelve a casa por él”, era lo más benigno que a continuación oíamos, y a menudo escarnios con mala baba. 
 Fuera como fuese, recuerdo el ardor instantáneo en la cara (debía de ponérsenos de un rojo encendido), la vergüenza de ser descubierto y echado atrás sin contemplaciones, la sensación de que los crecidos espectadores que entraban nos miraban con una mezcla de irrisión y conmiseración (qué jeta o pobre chico, las dos reacciones imaginadas nos resultaban humillantes).

Hace décadas que West Side Story se pone en televisión de vez en cuando; existe en DVD y existió en vídeo, y su protagonista, Natalie Wood, lleva muerta desde 1981.
 La película me sigue gustando mucho con excepción de dos o tres escenas cursis. 
No puedo dejar de sentir, sin embargo, cada vez que la veo o pillo un fragmento, que por fin la alcanzo.
 Casi como si no la hubiera visto nunca y enfilara la prohibida puerta del maldito Cine Paz.
 Sí, para mí fue muy nueva, y lo fue durante mucho más tiempo del que hoy puede imaginarse nadie que no haya cumplido suficientes años.

8 abr 2017

¿Puede un mal anuncio destruir la carrera de la modelo más seguida de Instagram?


Ante la avalancha de críticas, chistes y memes paródicos que se han burlado de la modelo en la campaña de Pepsi, su entorno teme las consecuencias sobre el futuro de su carrera. 

¿Puede un mal anuncio destruir la carrera de la modelo más seguida de Instagram?
Kendall Jennet

 Kris Jenner está “furiosa”

Según destacan algunas publicaciones en EEUU, la matriarca del clan Kardashian está “asustada” porque su hija Kendall Jenner “está quedando como una idiota” y se la está “culpabilizando” de toda la indignación que ha despertado el controvertido anuncio que Pepsi retiró esta semana, el mismo que ella protagonizaba y que ha sido acusado de intentar apropiarse del movimiento de los derechos civiles para comercializar una bebida.

Después de que hasta la hija de Martin Luther King, Bernice King, tuitease una foto de su padre enfrentándose a la policía bajo la frase “Si papá hubiese sabido entonces el poder de una #Pepsi”, la madre de la modelo considera que toda la mala prensa y chistes contra su hija afectarán irremediablemente a su carrera y que posiblemente otras marcas no quieran contar con su imagen, salpicada –o más bien empapada–, por el escándalo. 

La carrera de Jenner, la modelo con más seguidores en Instagram (77,9 millones), era hasta ahora poco más que meteórica. 

Según Forbes es la tercera modelo mejor pagada del mundo (por detrás de Gisele Bündchen y Adriana Lima). 

En 2016 aumentó un 150% sus ingresos respecto al año anterior, alcancanzando unas ganancias de 10 millones de dólares gracias, en parte, a sus contratos como imagen de Esteé Lauder, Fendi o Calvin Klein.

 Pero, ¿puede una campaña desfortunada que acaba devorada por los memes paródicos acabar con la carrera de una modelo? Si creen que la respuesta es no, pregunten a Heidi Yeh.

Los temores de Kris Jenner frente a un agriado futuro profesional de su hija no van desencaminados.

 Cuando Pepsi anunció que retiraba la campaña de la discordia, reservó la última frase del comunicado para disculparse con la millonaria modelo por “haberla puesto en esta situación” (no lo hicieron específicamente con el movimiento #BlackLivesMatter).

 La joven lleva sin pronunciarse en las redes sociales desde entonces. Borró el anuncio de su cuenta de Instagram, aunque sí permance el tuit de la semana anterior con el texto #Goals (meta) y una imagen de Cindy Crawford en el rodaje de su anuncio de Pepsi de los 90.

 Tres décadas después, Jenner esperaba convertirse en igual de icónica que Crawford.

 Lo ha sido, pero no con la connotación que probablemente esperaba.

 Su entorno defiende que está “devastada” porque “aunque no ha tenido nada que ver con la producción y el mensaje de la campaña, ella siempre será culpada por haber sido el rostro del anuncio”

 “En qué horrenda posición ha quedado Kendall  después de aceptar embolsarse unos cuantos millones de dólares (sin especificar) para participar en un anuncio de Pepsi cuyo concepto inicial ella misma aprobó”, escribía sarcástimante al respecto la columnista de The Guardian, Marina Hyde.

 Hyde resume así la teoría que muchos internautas han desplegado contra los defensores del #FreeKendall: que la modelo es un ser humano adulto consciente de los mensajes que publicita en su trabajo, evaluado y analizado por el séquito que asesora su carrera antes de participar en cualquier campaña publicitaria.

 

 

‘Vietnamitas’ contra Franco............................ Sergio C. Fanjul

La Imprenta Municipal expone, hasta el 30 de octubre, ‘Letras clandestinas (1939-1976)’ una compilación de publicaciones políticas, que a pesar de estar perseguidas por la dictadura conseguían ver la luz.

 

Portada del libro '¡Pueblos libres!' de Rafael Alberti.
Las tapas de una novena de San José de Calasanz esconde La dictadura de la democracia popular, de Mao Tse Tung. Dentro de unas recetas de cocina se encuentran textos de Dolores Ibárruri, La Pasionaria
Y lo que parecen las reglas del hockey son en realidad instrucciones para fabricar explosivos.
 Son ejemplos de libros clandestinos camuflados, procedentes de la época del tardofranquismo, cuando estaba prohibido leer y escribir muchas cosas y la palabra vietnamitano se refería a una mujer natural de Vietnam, sino a un artefacto para imprimir panfletos sin que las autoridades de la dictadura se enteraran.
A todo lo que se escribió e imprimió de extranjis durante la dictadura se dedica la exposición Letras clandestinas (1939-1976), que se puede ver en la Imprenta Municipal (Calle Concepción Jerónima, 15) hasta el 30 de octubre. “No se trata de una historia de la censura, ni de los movimientos de oposición al franquismo, sino una historia de aquella cultura escrita clandestina que fue fundamental para crear nuestras señas de identidad actuales”, explica el comisario Jesús A. Martínez, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense.
 “También es una historia de la gente sin historia, que hay que rescatar de la clandestinidad”.
En efecto, entre los 450 elementos —desde folletos, periódicos, manifiestos, circulares, hasta diferentes máquinas de impresión como la citada vietnamita o el ciclostil— se encuentra de todo: textos del Partido Comunista, pero también de toda la constelación de grupúsculos que se encontraban a su izquierda y desaparecieron con la democracia : el Frente de Liberación Popular —el Felipe—; la Organización Revolucionaria de los Trabajadores; la Liga Comunista Revolucionaria... También los sindicatos, los cristianos de base o los sacerdotes vascos, sin olvidar el carlismo y la derecha opositora, como la Falange Española de las JONS
 Lo que da una idea que la variopinta fauna ideológica que el Régimen tenía que censurar y perseguir. 
Hay incluso un comunicado Real: un comunicado a los españoles, enviado desde Estoril, de Juan de Borbón, padre de Juan Carlos I. Pero la palabra emanaba de las decenas de imprentas clandestinas —en la muestra se puede ver un plano de Madrid donde se señalan las que había en los años cuarenta, siempre amenazadas por los delatores o los registros policiales— e iban calando en la sociedad agrietando poco a poco el estricto corsé de la dictadura, echando gasolina al fuego del descontento.

En las fotos se aprecian repetidas veces las pintadas políticas o la forma más habitual de distribuir los panfletos: lanzándolos al aire y dejándolos planear, como revolotean las hojas en otoño, hasta que caían de madrugada sobre las calles vacías; o sobre una masa de gente en alguna manifestación; o durante las asambleas universitarias.

Una idea de Carmena

También imágenes de los boletines o periódicos subterráneos, algunos procedentes incluso de tiempos anteriores a la Guerra Civil, pero que se fueron diversificando, sobre todo a partir de los sesenta, cuando muchos colectivos comenzaron también a editarlos: desde asociaciones de mujeres hasta vecinos, pasando por soldados o colectivos profesionales.
Se ve en la muestra un hermoso y colorido periódico escrito a mano en la cárcel (lugar donde también se disparó el género epistolar, en el que las cartas se escribían en lenguaje cifrado o troceadas) o ejemplares de Mundo Obrero, publicación del Partido Comunista de España (PCE) que nació el 23 de agosto de 1930. 
También piezas audiovisuales con las experiencias del profesor Nicolás Sanchez Albornoz, el político democristiano Óscar Alzaga o el poeta Marcos Ana.
Una de las participantes en la oposición final al franquismo fue la actual alcaldesa de la capital Manuela Carmena, quien tuvo la idea germinal y que culminó en esta exposición: “En aquella época, en las universidad imprimíamos panfletos clandestinos, que luego eran perseguidos por la policía.
 Pienso que esta es una buena forma de iluminar toda aquella cantidad de material que se escribió entonces y de valorar la importancia de la trasmisión de las palabras”

Ese PCE que quisimos tanto... y votamos tan poco............ Rubén Amón...........

El partido, legalizado hace 40 años, fue temido primero, querido después y escasamente votado casi siempre.

Miembros del Partido Comunista de España (PCE) muestran su alegría tras conocer la noticia de la legalización del Partido. En la imagen, Ramón Tamames (i), Armando López Salinas (2i), Ignacio Gallego (3i), Víctor Díaz Cardiel (c), y Eugenio Triana (3d), junto a otros militantes.
Miembros del Partido Comunista de España (PCE) muestran su alegría tras conocer la noticia de la legalización del Partido. En la imagen, Ramón Tamames (i), Armando López Salinas (2i), Ignacio Gallego (3i), Víctor Díaz Cardiel (c), y Eugenio Triana (3d), junto a otros militantes.
“Nosotros también somos muy de izquierdas, pero todavía no”. La memorable viñeta de Gila retrata la sinceridad de un matrimonio en presencia de un entusiasta militante. 
Y define la ambigua simpatía de la sociedad española hacia el Partido Comunista de España (PCE), cuya legalización dejó sin resuello al periodista Alejo García en el trance de anunciarla en Radio Nacional el 9 de abril de 1977, hace ahora 40 años.
 García necesitó serenarse, templarse, antes de que el comunicado resultara inteligible.
Fue una noticia conmovedora. “Se reconocía al partido de la resistencia y de los fusilados”, evoca Raúl del Pozo
. Pero también se exploraba la incredulidad de los militares. Y las dudas que opusieron los socialistas.
 “El PSOE era un partido débil entonces”, recuerda la periodista Pilar Cernuda. “Le convenía que el PCE siguiera ilegalizado, para asegurarse de esa manera la hegemonía de la izquierda”. 
“Suárez, en cambio, tuvo claro que el proceso de democratización exigía la inclusión de los comunistas desde las primeras elecciones”, añade. 

Debió impresionar y sugestionar al jefe del Gobierno la manifestación de 100.000 personas que sucedió en Madrid a la matanza de Atocha (24 de enero de 1977). 
Los terroristas de ultraderecha mataron a cinco personas e hirieron a cuatro, pero también precipitaron el escenario contrario al que pretendían: la legalización del PCE.

Simpatía sin adhesión

Hasta entonces, la sociedad recelaba del Partido Comunista. 
Y lo hacía, recuerda el periodista Antonio Casado, porque “el PCE, Santiago Carrillo, Pasionaria y la ideología comunista habían sido expuestos a una tremenda campaña de propaganda negativa durante el franquismo como elementos subversivos, peligrosos. 
Había pavor en muchos ámbitos de la opinión pública, mucho ‘que vienen los rojos’, pero luego se fue produciendo un proceso de simpatía, de asimilación.
 Y no necesariamente de adhesión”.
La normalización, la simpatía, se explican en las concesiones inmediatas que hizo Santiago Carrillo cuando pudo despojarse de su peluca.
 Asumiendo la bandera, el himno y la monarquía. Y sumándose a la firma de la Constitución.
“Los comunistas éramos demócratas”, puntualiza Raúl del Pozo.
 O Raúl Júcar, un seudónimo del que se valió en la publicación Mundo Obrero para compaginar su oficio reconocido y reconocible en el diario Pueblo
 “Y no queríamos la revancha. Tenía el PCE un aura romántica. Suscitaba entre los jóvenes un entusiasmo político, un sentido militante.
 No era un partido soviético, sino el partido de las libertades.
 Y se produjo una paradoja: el gran fervor de las plazas contrastaba con la escena de las urnas vacías”.
Vacías quiere decir que el PCE no sobrepasó el umbral del 10% en los comicios de 1977. 
Y que no logró rentabilizar en las primeras elecciones los revulsivos que comportaron el regreso de Pasionaria, el final del exilio de Rafael Alberti y la reputación del Partido Comunista entre intelectuales, artistas y figuras de la protomovida, entre ellos Ana Belén, Víctor Manuel, Concha Velasco, Juan Diego, Juan Antonio Bardem o Antonio Gala. 
Aparecen sus nombres en una crónica publicada en EL PAÍS el 14 de junio de 1977. 
Ya se había legalizado el PCE. Y se había organizado la primera “fiesta” multitudinaria, hasta el extremo de concitarse unas 300.000 personas en Torrelodones.
Santiago Carrillo aterrizó en un helicóptero redundando en su carisma y en su providencialismo.
 Y adquiriendo un papel icónico en la Transición del que forma parte la decisión, el descaro, de mantenerse impávido cuando prorrumpió Tejero en el hemiciclo del Congreso.
¿Por qué entonces no despegó el PCE? Una de las explicaciones apunta a las precauciones hacia el comunismo mismo, especialmente en un país que había estado expuesto a un régimen totalitario cuatro décadas, pero el gran límite del PCE fue la irrupción de Felipe González.
 El PSOE representaba una izquierda más moderada.
 Se adhería al patriarcado de Willy Brandt. “Y había encontrado en González un líder carismático, de enorme personalidad, que supo atraer y seducir al proletariado. Que no daba miedo a nadie”, concluye Pilar Cernuda.