Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

9 abr 2017

El componente robótico...........................Juan José Millás

COLUMNISTAS-REDONDOS_JUANJOSEMILLAS
LAS FRASES pierden significado en una relación directamente proporcional al número de veces que se pronuncian.
 ¿Qué significa ponerle puertas al campo, levantar la liebre o dar la vuelta a la tortilla?
 Poco, como todas las frases hechas.
 ¿Qué significa que la realidad imita al arte? Casi nada, excepto cuando tropezamos con una imagen de la vida real idéntica a un escaparate de Zara. ¿Dónde comienza la ficción? Los fotografiados parecen maniquíes en el trance de destacar la elasticidad del tejido de los trajes y la elegancia de su hechura. 
Una imagen urbana en la que hasta el color del cubo de la basura combina con los tonos de la vestimenta.
 Ignoramos lo que le habría costado montarla a un escaparatista, pero el azar la montó en un suspiro, después de que Geert Wilders, el líder ultraderechista holandés, votara en un colegio de La Haya.
ELECCIONES PARLAMENTARIAS
Robin Utrecht (EFE)
 El gran hombre y sus guardaespaldas, todos cortados por el mismo patrón, todos ellos víctimas de semejante estilo.
 Hay un componente robótico que subyace bajo la actitud de los cinco. 
Un componente robótico agresivo, se entiende, característico de algunas especies ciudadanas.
 Elasticidad y dureza, flexibilidad y rigidez: la suma de contrarios que define al pensamiento de la época.
 Vas con los ojos de uno a otro y no sabes cuál es el que representa mejor al maniquí.
 Nos fascinan todos, aunque preferimos el de la derecha del lector, que sostiene una bolsa que podría ser un portatrajes.
 De eso precisamente va el anuncio, de trajes. Los complementos se encuentran debajo de la chaqueta, en el interior de las sobaqueras.

Secar un charco de lágrimas..........................Rosa Montero..

Qué maravilla que existan individuos que nos enseñan que aliviar aunque sea una mínima porción de dolor es lo único que conseguirá salvarnos a todos.
COLUMNISTAS-REDONDOS_ROSAMONTERO
NO SOY una persona religiosa y no creo en los dioses, pero sí creo en la existencia de los ángeles.
 Por desgracia también creo en la existencia de los demonios, pero eso lo dejaremos para otro día.
 Hoy quería hablar de esos seres de luz que viven con nosotros y a los que casi nunca prestamos demasiada atención, porque suelen ser gente discreta.
Son por ejemplo esas mujeres que, después de trabajar todo el día como galeotas de administrativas, o limpiando oficinas, o en la caja de un súper, llegan a sus casas tras una hora de autobús y, antes de preparar la cena a sus hijos, van a ver al vecino anciano y desvalido para darle de comer y adecentarlo.
 O son esas personas que, mientras los Gobiernos se enrocan en una pasividad criminal y la mayoría de los ciudadanos no hacemos nada por los refugiados, salvo reconcomernos y sentir una impotencia enorme, ellas dan un paso hacia delante y actúan, simplemente actúan, demostrándonos que hay formas de reaccionar y de ayudar. 

Por ejemplo, hay un puñado de voluntarios independientes, todos de Barcelona, que se conocieron hace menos de un año en los campos de refugiados de Grecia.
 Allí se dieron cuenta de que los niños que vivían en ese entorno descoyuntado y extremo no tenían acceso a ningún tipo de educación.
 Entonces estos locos geniales se constituyeron como asociación (se llaman Open Cultural Center, OCC) para poder acceder a los campos militarizados y montar allí dos centros culturales, uno en Cherso y otro en Sounio.
 Dan clases de matemáticas, de árabe y de inglés con ayuda de los propios refugiados, que algunos son profesores.
 Y también enseñan inglés a los adultos.
 Los centros proporcionan a los niños un entorno seguro, una rutina que normaliza el caos y el acceso a actividades lúdicas: música, dibujo, deporte.
 “La primera vez que fui al campo de Cherso el centro cultural era como un pequeño oasis lleno de vida dentro de la desolación”, dice una de las integrantes del equipo.
Fue precisamente en Cherso donde surgió un precioso proyecto. 
A dos voluntarios se les ocurrió la genial idea de hacer que los niños dibujaran y contaran sus experiencias en un cuento y publicarlo luego. 
 Así nació Amic meu! (¡amigo mío!), un librito hermosísimo con dibujos y testimonios de los chicos. La historia resulta de una elocuencia sobrecogedora, porque rezuma esa naturalidad con la que los niños hablan del horror, la tenacidad y la esperanza con la que se aferran a la vida, su alegría al hacer amigos o soñar con un futuro mejor.
 Este bello libro vale 10 euros, que van a parar íntegramente a la asociación.
 La edición catalana se está vendiendo muy bien y ahora están haciendo la versión en castellano, que aparecerá en breve.
 Si googleas openculturalcenter.org encontrarás la página web de OCC y la manera de adquirir el libro.

Con el invierno, el campo de Cherso se cerró y los refugiados fueron reubicados temporalmente en casas, de manera que los voluntarios decidieron abrir un centro cultural en zona urbana, concretamente en Policastro, para que los niños pudieran seguir con su educación, porque algunos llevan más de cuatro años sin escolarizar.
 Allí hay ahora mismo seis personas trabajando.
 Los demás integrantes de OCC, unos treinta, están en Barcelona.
 Estos ángeles cotidianos tienen entre 20 y 42 años; hay un ingeniero naval, estudiantes, trabajadoras sociales, informáticos, maestros, parados… 
No disponen apenas de fondos y para poder mantener los centros culturales en constante funcionamiento han de irse turnando; esto es, los voluntarios suelen pasar allí más o menos un mes y luego regresan a España a ganarse la vida (por cierto, tienen un grupo de Teaming, esa plataforma solidaria por la que puedes aportarles un euro al mes: yo me he apuntado).
 En Grecia alquilan “pisos patera”, en donde el voluntario paga cinco euros por noche por dormir. 
Es una vida exigente y austera, es un gran esfuerzo y unos logros modestos.
 Pero qué maravilla que existan individuos así, estos voluntarios de OCC y muchos otros, gente eficaz, serena, de cabeza clara y corazón sólido, que saben que el mar no se puede vaciar con una taza pero un charquito sí, y que eso, ponernos en marcha, no cerrar los ojos, aliviar aunque sólo sea una mínima porción del dolor del mundo, secar un charco de lágrimas, es lo único que conseguirá salvarnos a todos.


Nada es nuevo mucho rato...........................Javier Marías.

Los que vamos cumpliendo años recordamos el tiempo en que fueron novedades lo que hoy son antiguallas.


Javier Marías
EN CONTRA de lo que suele afirmarse, ir cumpliendo años tiene ventajas, aunque sean secundarias.
 Una es saber que nada es nuevo durante mucho rato. 
Hoy el rato es cada vez más breve, y, paradójicamente, el afán por “estar a la última” o ser el primero en ver, leer o poseer algo, se acentúa sin el menor sentido.
 En más de una ocasión he hablado de la agobiante característica de nuestro tiempo: en cuanto algo se hace presente, en cuanto existe y está disponible, sus meras disponibilidad y existencia lo convierten en pasado, de manera que lo único que excita a la gente es lo aún no aparecido, sea una novela, una película o una serie televisiva de éxito.
 En el momento en que aparece, ya es viejo y no interesa.
 Las colas nocturnas para adquirir el más reciente artilugio tecnológico o la flamante obra de un autor famoso, entradas para un concierto o un partido, carecen de razón de ser, habida cuenta de que todo será “antiguo” en cuestión de días, si no de horas. 
Si se fijan, cualquier rótulo con la palabra “nuevo” o similares acompaña siempre a algo anciano.
 Un ejemplo clásico es el llamado Pont-Neuf de París, desde hace décadas el más vetusto de cuantos atraviesan el Sena.
 Los que vamos cumpliendo años recordamos el tiempo en que en verdad fueron novedades obras que hoy, según su suerte, son clásicos o antiguallas.
 Con gran excitación saqué entradas para el estreno, en el Cine Avenida, de Grupo salvaje (1969), de Peckinpah.
 Recuerdo cuando se estrenó El hombre que mató a Liberty Valance (1962), tan citada como si fuera un drama de Shakespeare, sobre todo en épocas como la actual, cuando la libertad de prensa está amenazada otra vez en tantos sitios.
 Por fortuna era “tolerada” y la vi en el Cine Roxy B, me parece. Pero si hubo una película que aguardé, y que para mí fue nueva durante demasiados años, fue West Side Story (1961), de Robert Wise y Jerome Robbins.
 La primera noticia me la trajo mi padre, que no sólo la había visto en uno de sus viajes a América, sino que –algo insólito, ya que era poco aficionado a la música– compró o le regalaron el disco con la banda sonora de Bernstein.
 La doble funda incluía fotos y un resumen de la historia, y, con mi precario inglés de entonces, pasé horas tratando de descifrar aquel texto, lo mismo que las letras de las canciones.
 Como sucedía en la dictadura, la película tardó en estrenarse aquí, no sé cuánto, pero a mí me parecieron siglos.
 Y, como era de temer, fue calificada “para mayores de 16 años”, y se exhibía en una sola sala de Madrid, el Cine Paz, “en rigurosa exclusiva”, como proclamaban los anuncios de entonces.
 Una película de tan enorme éxito como aquella se podía tirar en su cine de estreno, inamovible, un año entero, antes de iniciar su recorrido por los locales “de reestreno” y después por los programas dobles
. O iba uno al Paz o no había manera.
 Distaba yo mucho de aparentar 16, ni siquiera 14, pero las ansias me pudieron y probé fortuna en dos ocasiones.
 Lo hacíamos los chicos y chicas en aquellos años; a veces la osadía obtenía premio y a veces se nos impedía el paso. 
Volvíamos apresurados a la taquilla a ver si nos devolvían el dinero (un tesoro lentamente ahorrado), y, si no, intentábamos que nos comprara la entrada algún espectador adulto que llegara con prisas. El instante de avanzar hacia la puerta, poniendo cara de 16 o más años (no me pregunten en qué consistía, es un arcano), imitando los andares de los hermanos mayores, era de gran nerviosismo. ¿Pasaré, no pasaré? ¿Me dejará entrar el portero benévolo o será uno estricto y despiadado?
 El del Paz era de estos últimos, y las dos veces que me arriesgué con West Side Story antes de tiempo, me topé con la frase temida en aquellos lances: “¿Carnet? A ver carnet”.
 La pregunta era en sí misma una sentencia condenatoria. 
O aún no lo teníamos (no nos daban el propio hasta cumplir los 14) o allí figuraba la fecha completa de nuestro nacimiento.
 Nuestra respuesta, tras fingir rebuscar en todos los bolsillos, era invariable: “Vaya, me lo he dejado en casa”. 
“Pues vuelve a casa por él”, era lo más benigno que a continuación oíamos, y a menudo escarnios con mala baba. 
 Fuera como fuese, recuerdo el ardor instantáneo en la cara (debía de ponérsenos de un rojo encendido), la vergüenza de ser descubierto y echado atrás sin contemplaciones, la sensación de que los crecidos espectadores que entraban nos miraban con una mezcla de irrisión y conmiseración (qué jeta o pobre chico, las dos reacciones imaginadas nos resultaban humillantes).

Hace décadas que West Side Story se pone en televisión de vez en cuando; existe en DVD y existió en vídeo, y su protagonista, Natalie Wood, lleva muerta desde 1981.
 La película me sigue gustando mucho con excepción de dos o tres escenas cursis. 
No puedo dejar de sentir, sin embargo, cada vez que la veo o pillo un fragmento, que por fin la alcanzo.
 Casi como si no la hubiera visto nunca y enfilara la prohibida puerta del maldito Cine Paz.
 Sí, para mí fue muy nueva, y lo fue durante mucho más tiempo del que hoy puede imaginarse nadie que no haya cumplido suficientes años.

8 abr 2017

¿Puede un mal anuncio destruir la carrera de la modelo más seguida de Instagram?


Ante la avalancha de críticas, chistes y memes paródicos que se han burlado de la modelo en la campaña de Pepsi, su entorno teme las consecuencias sobre el futuro de su carrera. 

¿Puede un mal anuncio destruir la carrera de la modelo más seguida de Instagram?
Kendall Jennet

 Kris Jenner está “furiosa”

Según destacan algunas publicaciones en EEUU, la matriarca del clan Kardashian está “asustada” porque su hija Kendall Jenner “está quedando como una idiota” y se la está “culpabilizando” de toda la indignación que ha despertado el controvertido anuncio que Pepsi retiró esta semana, el mismo que ella protagonizaba y que ha sido acusado de intentar apropiarse del movimiento de los derechos civiles para comercializar una bebida.

Después de que hasta la hija de Martin Luther King, Bernice King, tuitease una foto de su padre enfrentándose a la policía bajo la frase “Si papá hubiese sabido entonces el poder de una #Pepsi”, la madre de la modelo considera que toda la mala prensa y chistes contra su hija afectarán irremediablemente a su carrera y que posiblemente otras marcas no quieran contar con su imagen, salpicada –o más bien empapada–, por el escándalo. 

La carrera de Jenner, la modelo con más seguidores en Instagram (77,9 millones), era hasta ahora poco más que meteórica. 

Según Forbes es la tercera modelo mejor pagada del mundo (por detrás de Gisele Bündchen y Adriana Lima). 

En 2016 aumentó un 150% sus ingresos respecto al año anterior, alcancanzando unas ganancias de 10 millones de dólares gracias, en parte, a sus contratos como imagen de Esteé Lauder, Fendi o Calvin Klein.

 Pero, ¿puede una campaña desfortunada que acaba devorada por los memes paródicos acabar con la carrera de una modelo? Si creen que la respuesta es no, pregunten a Heidi Yeh.

Los temores de Kris Jenner frente a un agriado futuro profesional de su hija no van desencaminados.

 Cuando Pepsi anunció que retiraba la campaña de la discordia, reservó la última frase del comunicado para disculparse con la millonaria modelo por “haberla puesto en esta situación” (no lo hicieron específicamente con el movimiento #BlackLivesMatter).

 La joven lleva sin pronunciarse en las redes sociales desde entonces. Borró el anuncio de su cuenta de Instagram, aunque sí permance el tuit de la semana anterior con el texto #Goals (meta) y una imagen de Cindy Crawford en el rodaje de su anuncio de Pepsi de los 90.

 Tres décadas después, Jenner esperaba convertirse en igual de icónica que Crawford.

 Lo ha sido, pero no con la connotación que probablemente esperaba.

 Su entorno defiende que está “devastada” porque “aunque no ha tenido nada que ver con la producción y el mensaje de la campaña, ella siempre será culpada por haber sido el rostro del anuncio”

 “En qué horrenda posición ha quedado Kendall  después de aceptar embolsarse unos cuantos millones de dólares (sin especificar) para participar en un anuncio de Pepsi cuyo concepto inicial ella misma aprobó”, escribía sarcástimante al respecto la columnista de The Guardian, Marina Hyde.

 Hyde resume así la teoría que muchos internautas han desplegado contra los defensores del #FreeKendall: que la modelo es un ser humano adulto consciente de los mensajes que publicita en su trabajo, evaluado y analizado por el séquito que asesora su carrera antes de participar en cualquier campaña publicitaria.