Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

8 abr 2017

Ese PCE que quisimos tanto... y votamos tan poco............ Rubén Amón...........

El partido, legalizado hace 40 años, fue temido primero, querido después y escasamente votado casi siempre.

Miembros del Partido Comunista de España (PCE) muestran su alegría tras conocer la noticia de la legalización del Partido. En la imagen, Ramón Tamames (i), Armando López Salinas (2i), Ignacio Gallego (3i), Víctor Díaz Cardiel (c), y Eugenio Triana (3d), junto a otros militantes.
Miembros del Partido Comunista de España (PCE) muestran su alegría tras conocer la noticia de la legalización del Partido. En la imagen, Ramón Tamames (i), Armando López Salinas (2i), Ignacio Gallego (3i), Víctor Díaz Cardiel (c), y Eugenio Triana (3d), junto a otros militantes.
“Nosotros también somos muy de izquierdas, pero todavía no”. La memorable viñeta de Gila retrata la sinceridad de un matrimonio en presencia de un entusiasta militante. 
Y define la ambigua simpatía de la sociedad española hacia el Partido Comunista de España (PCE), cuya legalización dejó sin resuello al periodista Alejo García en el trance de anunciarla en Radio Nacional el 9 de abril de 1977, hace ahora 40 años.
 García necesitó serenarse, templarse, antes de que el comunicado resultara inteligible.
Fue una noticia conmovedora. “Se reconocía al partido de la resistencia y de los fusilados”, evoca Raúl del Pozo
. Pero también se exploraba la incredulidad de los militares. Y las dudas que opusieron los socialistas.
 “El PSOE era un partido débil entonces”, recuerda la periodista Pilar Cernuda. “Le convenía que el PCE siguiera ilegalizado, para asegurarse de esa manera la hegemonía de la izquierda”. 
“Suárez, en cambio, tuvo claro que el proceso de democratización exigía la inclusión de los comunistas desde las primeras elecciones”, añade. 

Debió impresionar y sugestionar al jefe del Gobierno la manifestación de 100.000 personas que sucedió en Madrid a la matanza de Atocha (24 de enero de 1977). 
Los terroristas de ultraderecha mataron a cinco personas e hirieron a cuatro, pero también precipitaron el escenario contrario al que pretendían: la legalización del PCE.

Simpatía sin adhesión

Hasta entonces, la sociedad recelaba del Partido Comunista. 
Y lo hacía, recuerda el periodista Antonio Casado, porque “el PCE, Santiago Carrillo, Pasionaria y la ideología comunista habían sido expuestos a una tremenda campaña de propaganda negativa durante el franquismo como elementos subversivos, peligrosos. 
Había pavor en muchos ámbitos de la opinión pública, mucho ‘que vienen los rojos’, pero luego se fue produciendo un proceso de simpatía, de asimilación.
 Y no necesariamente de adhesión”.
La normalización, la simpatía, se explican en las concesiones inmediatas que hizo Santiago Carrillo cuando pudo despojarse de su peluca.
 Asumiendo la bandera, el himno y la monarquía. Y sumándose a la firma de la Constitución.
“Los comunistas éramos demócratas”, puntualiza Raúl del Pozo.
 O Raúl Júcar, un seudónimo del que se valió en la publicación Mundo Obrero para compaginar su oficio reconocido y reconocible en el diario Pueblo
 “Y no queríamos la revancha. Tenía el PCE un aura romántica. Suscitaba entre los jóvenes un entusiasmo político, un sentido militante.
 No era un partido soviético, sino el partido de las libertades.
 Y se produjo una paradoja: el gran fervor de las plazas contrastaba con la escena de las urnas vacías”.
Vacías quiere decir que el PCE no sobrepasó el umbral del 10% en los comicios de 1977. 
Y que no logró rentabilizar en las primeras elecciones los revulsivos que comportaron el regreso de Pasionaria, el final del exilio de Rafael Alberti y la reputación del Partido Comunista entre intelectuales, artistas y figuras de la protomovida, entre ellos Ana Belén, Víctor Manuel, Concha Velasco, Juan Diego, Juan Antonio Bardem o Antonio Gala. 
Aparecen sus nombres en una crónica publicada en EL PAÍS el 14 de junio de 1977. 
Ya se había legalizado el PCE. Y se había organizado la primera “fiesta” multitudinaria, hasta el extremo de concitarse unas 300.000 personas en Torrelodones.
Santiago Carrillo aterrizó en un helicóptero redundando en su carisma y en su providencialismo.
 Y adquiriendo un papel icónico en la Transición del que forma parte la decisión, el descaro, de mantenerse impávido cuando prorrumpió Tejero en el hemiciclo del Congreso.
¿Por qué entonces no despegó el PCE? Una de las explicaciones apunta a las precauciones hacia el comunismo mismo, especialmente en un país que había estado expuesto a un régimen totalitario cuatro décadas, pero el gran límite del PCE fue la irrupción de Felipe González.
 El PSOE representaba una izquierda más moderada.
 Se adhería al patriarcado de Willy Brandt. “Y había encontrado en González un líder carismático, de enorme personalidad, que supo atraer y seducir al proletariado. Que no daba miedo a nadie”, concluye Pilar Cernuda.
 

 

Wyoming y el chiste de las monjas...................... Juan Cruz.....

Se escapa un eructo, y allá está la escopeta cargada con la tinta de acusar.

 

El Gran Wyoming lleva una década al frente de 'El Intermedio'.
El Gran Wyoming lleva una década al frente de 'El Intermedio'.
A la justicia le llegan cartas del pasado.
 Los chistes vuelven como los acertijos de La Codorniz y para denunciarlos hay gente dispuesta, desde la Guardia Civil a la judicatura.
 Se escapa un eructo, y allá está la escopeta cargada con la tinta de acusar. 
Luego los jueces convierten la denuncia en una materia que recorre varias instancias.
 Hasta que va a la papelera, o no. La sociedad de los cicutas se parece al chiste de las monjas. 
El chiste es como sigue: unas monjas de clausura llaman a la policía.
 Delante de su enclaustramiento hay gente personificando pornografía. 
La policía se persona. No se ve nada, dice el sargento.
 Dice la superiora: “¿Que no ven nada? ¡Súbanse al armario y verán!”.
Ahora le ha tocado a El Gran Wyoming, que aparece al frente de El Intermedio (La Sexta), y a su compañero Dani Mateo.
 Los dos comparten señales de oprobio justiciero porque no fueron respetuosos con la Cruz de los Caídos que preside el monumento a un periodo negro de la historia del franquismo. 
En sí misma no es exactamente una cruz que evoque, tan solo, el símbolo mayor de los cristianos.
 Es una cruz con aditamentos, los que quiso ponerle el régimen que durante años fue capaz de añadir venganza a la victoria.
 Ahí murieron represaliados por haber estado en el otro bando, en condiciones oprobiosas para la dignidad humana. 
Esos hechos, que permanecen en la conciencia del mal de España, sí deberían ser objeto de discusión, para que se acaben los materiales del odio que provocaron la guerra y las represalias. 

Que El Gran Wyoming y Dani Mateo se sientan ahora cerca del banquillo por decir lo que han dicho en su programa de humor es prolongar esa manía que tiene este país de mirar desde lo alto del armario como hacían las monjas del chiste.

El veraneo interrumpido de Bertín..................... Elvira Lindo...

El dandismo 'old fashion' de Osborne era inofensivo hasta que le ha salido de pronto un ramalazo de reaccionarismo agrio que le resta simpatía.

Siempre ha sido eso reaccionario y muy de derechas, con cierta simpatia al hablar y cierta seriedad cuando critica al Gobierno que es el suyo de no dar facilidades a personas discapacitadas, porque desgraciadamente tiene a un hijo así, pero su sufrimiento no lo debe relacionar con ese señor sin bigote pero al que él entrevista, es un decir, con una sempieterna sonrisa. Y parece que no se da cuenta que lo que a él le pasa es porque gobierna el PP, pero él le vota.....no debe ser tan feliz pero igual si. Es eso que se llama señorito Andaluz como sino hubiera señoritos en Extremadura, o en Cantabria o en Valencia.... 

El expresidente del Gobierno José María Aznar (d), con Bertín Osborne (i) en el programa 'Mi casa es la tuya'. 
El expresidente del Gobierno José María Aznar (d), con Bertín Osborne (i) en el programa 'Mi casa es la tuya'. EFE
Creo que fue Manuel Vicent el que dijo que “Bertín Osborne es el clásico tío que ha venido a este mundo a veranear”. Juas. Fantástica definición. 
A mí Bertín Osborne me caía bien cuando se ajustaba en rigor al retrato de Vicent.







Era, en mi opinión, un hombre necesario: esa clase de individuo que está bronceado en enero, que sabe bailar sevillanas, que tiene el hombro hecho para las buenas barras, que si trabaja no lo parece, que saluda al dueño del restaurante con redoble de palmadas en la espalda, que es un truhán, pero que a su vez es un señor, que tiene el ojo izquierdo para guiñarlo, que guarda a buen recaudo un historial de simpático calavera; es el hombre que cree que hay un orden natural por el cual él está más arriba que el montón, Dios así lo concibió, pero que adopta cuando encarta un estilo campechano con el de abajo, apropiándose de un habla popular en la que encuentra el gracejo de la patria, el jo, macho, y ese glorioso eggg que lo ubica en el Madrid de las tapas, que practica un laísmo zarzuelero algo retro, y un habla sin eses que lo hermana con Andalucía, que luce unos caracolillos en la nuca que quedan igual de bien sosteniendo un trono que levantando una manzanilla en la caseta, que una cosa no quita la otra, la Feria y la Semana Santa;
 un señor con la envergadura de los que llevan siglos bien alimentados, amigote para siempre, nainonainonainoná, tío que siente los colores de su patria y de su equipo, cliente estrella, sueño húmedo de señoras nostálgicas de los caballeros, individuo que imaginas a la grupa de una yegua jerezana, o en un chiringuito de Sancti Petri, tío al que le sientan bien las chanclas, coño, que eso es pa nota;
 espíritu romántico que en mitad de una canción se lanza con éxito el micrófono de una mano a otra; padre de unas hijas guapísimas que parecen sus novias;
 comensal que presta sus risotadas para que cualquier reunión sea un éxito; pícaro, contador de chistes, recolector de anécdotas, picaflor que un día sienta la cabeza y le echa el mérito a su mujer, que supo encarrilarlo;
 amante de las esencias de la España eterna, variación del don Guido de Antonio Machado:
 de mozo muy jaranero, muy galán y algo torero; de viejo, gran rezador.
Aunque los mejores versos sobre el hombre que nos ocupa los escribió Vicent en prosa. 
A mí me caía bien aquel Bertín alegre y fanfarrón, de camisa a rayas en verano y pelo como recién salido de la ducha, quicir, me parecía un tío al que le daba igual ocho que ochenta porque su realidad no estaba sometida a los cambios contractuales.
 Y eso es bonito. ¿Qué ha pasado entonces?
 Pues que Bertín ha dejado de veranear, y eso, qué caramba, rompe los esquemas y entristece.
 Una pérdida. Su dandismo old fashion era inofensivo hasta que le ha salido de pronto, como a otros que tal, un ramalazo de reaccionarismo agrio que le resta simpatía. 
Se pone a la defensiva de las mujeres que ya no quieren ser mujercitas o de los que no comparten su idea de España. 
Se vuelve faltón, se irrita, se enfada. 
Y eso no. Yo añoro su veraneo.
 Para colmo, lleva a políticos a su sofá, y cuando son de su cuerda se pone tontorrón.
 Todo invitado posee un lado humano que una entrevista puede desvelar.
 Pero ¿y si el lado humano ya no nos interesa?
 La humanidad de Aznar, por ejemplo, ha quedado concentrada en una egolatría empecinada y agresiva que hace imposible un acercamiento al personaje que no sea a través de una rigurosa investigación periodística.
 ¿Qué podemos rescatar de alguien que se siente orgulloso de todos sus actos y despreciativo con aquellos que le piden cuentas? 
Nada.
 Una conversación entrañable con el expresidente que presume de la foto que simboliza una invasión basada en mentiras no es un espectáculo agradable.
 Pasará a la Historia, desde luego, a ese carro de la Historia con mayúsculas en el que va montado el personaje.
 Y con él, Bush y Blair. Lo que ocurre es que hasta Bush está teniendo un discurso más entrañable en los últimos tiempos, más para programa de Bertín, por así decirlo, y Blair ha tenido el detalle de reconocer su enorme error Histórico. 

Lo divertido del asunto es que el cantante cosechó más audiencia entrevistando a Lucía Bosé, con su discurso ateo, antitaurino y antifranquista que en este otro programa donde asistimos a una rendición (voto incluido) del presentador al líder imperial.
 En mi opinión, el momento estrella fue cuando Bertín confesó que no le hubiera hecho ascos a un cargo político ofrecido por el expresidente. Dicho en la expresiva prosa de Corazón: fue entonces cuando saltaron todas las alarmas. 
Todo puede ocurrir en este absurdo país, pero en mi humilde opinión, por el bien de España, lo mejor que nos puede pasar es que Bertín vuelva a veranear. 
 


Retrato de una dama.......................... Boris Izaguirre

Las separaciones hay que planearlas mejor que los matrimonios.

 Paula Echevarrí, el pasado miércoles en la presentación de su perfume.
Paula Echevarrí, el pasado miércoles en la presentación de su perfume. WireImage

Seguro que podemos aprender algo de la separación de Paula Echevarría y David Bustamante
Y es que las separaciones hay que planearlas mejor que los matrimonios. 
El anuncio de esta separación se hizo público con el tiempo y el mimo suficientes para que la noticia estallara de forma controlada. Que Paula presentara su perfume y seguidamente fuera portada de ¡Hola! Golpe perfecto con guinda: saber ahora que llevaban más de dos años convenientemente separados.
 El período suficiente para hacer inventario y organizar las cosas para reinventarse.
Retrato de una dama
Separarse repentinamente es de amateurs
 Paula y David lo han hecho como profesionales, en cierta manera refrendando que el matrimonio es una empresa, una firma. 
El retrato que ofrecían de pareja perfecta forma parte de eso. 
Es como el retrato de Dorian Grey al revés, mientras el cuadro era cada vez más bello y lozano ellos sabían que la relación avanzaba hacia la disolución.
 La clave de su atracción era que parecían normales, incluso ñoños o aburridos, como una vez se les criticó.
 No ofrecían escándalos, solo pequeñas alegrías. Bustamante parecía haber encontrado en su matrimonio una especie de rehabilitación permanente. 
Y Paula todo lo hacía bien. Actuar en televisión, vendernos productos capilares, sonrisas, estilismos sin edad, ganando seguidores, todos más sorprendidos que envidiosos.
 Muy fluido, sin ruido, todo como la seda. Y protegido por esa evidencia de que eran una parejita normal convertida en celebridades.
 Eran los príncipes de la empatía, los veías en las portadas de esas revistas con sus bellezas llanas, mientras sus juegos típicos eran el resultado de ese enfoque en el que los famosos son gente vecina, ese tentador “como tú y yo” que tanto convencimiento parece tener entre los millennials y ahora también para ¡Hola! 
 Yo prefiero famosos complicados, los imposibles de entender, atrapados en su irrealidad como Luis Miguel y Mariah Carey, porque, en el fondo, son más auténticos, les pasan cosas más interesantes, menos previsibles que a los famosos inflables. 
 Ya nos pasaba en el colegio: preferías conocer a los canallas o a los raros más que a los buenos estudiantes.
Pero con David y Paula me pasa que los vi crecer como novios. 
Y como empresa. Paula acudió un día a Crónicas Marcianas a hablar sobre sus personajes en una serie de televisión, El Comisario, y de repente dejo caer, en ese escenario convulso, que estaba saliendo con David
 Fue una bomba de relojería tan perfectamente activada como la de la separación.
 Bustamante era también muy amigo del programa, de los chicos de Operación triunfo era el más testosterónico y nocturno.
 Empezaron a verse y Paula fue domesticando a David para asegurar un mejor futuro.
 Ese que la ha convertido en el icono español que es hoy.
 Es nuestra Victoria Beckham, sin duda, actriz y no diseñadora pero con influencia en lo que compran las españolas. 
Estoy seguro de que su vestido blanco con volantes en las mangas, con el que compareció ante la prensa para hablar y no decir nada de su separación, pasará a la historia nacional como el traje pantalón de Armani que Letizia vistió el día de su compromiso o el vestido blanco de Massiel en Eurovisión.
Retrato oficial de Melania Trump, hecho público el pasado lunes por la Casa Blanca. 
Retrato oficial de Melania Trump, hecho público el pasado lunes por la Casa Blanca. AFP
En Estados Unidos nada de esto interesa.
 Solo existe la Administración Trump, que esta semana ha inaugurado el retrato oficial de Melania Trump.
 El retrato de una dama. Muchos han criticado el exceso de retoques, el vestido negro y la melena suelta, como si la primera dama de Estados Unidos se hubiera convertido en un nuevo tipo de Wonder Woman. 
 A mí lo que me sorprende es que aparezca con los brazos cruzados. 
En mi improvisada carrera como presentador siempre me han negado la posibilidad de usar esa pose, que te da mayor seguridad, enmarca mejor hombros, cara y pelo pero que, según los expertos, establece una distancia grande con el otro.
 Bueno, es que esa distancia existe. ¡Melania Trump no viene a tu casa a ver Velvet contigo! Debido al Photoshop otros comentaron que “no es ella”, pero basta con fijarse un poco en su mano derecha y confirmas que ese diamante de dos millones es de ella.
 Y en cuanto a los retoques, empiezo a temer que se trata de una manera de llamarte vieja.
 Además, un retrato no tiene que ser fidedigno. Todos los retratos de papas y monarcas, incluyendo los nuestros, son idealizados.
 El arte también puede ser propaganda. Como las portadas de las revistas.