Siempre entre las nubes hay esos huequitos de Sol que te dan valor.
Un Blues
Del material conque están hechos los sueños
8 abr 2017
El veraneo interrumpido de Bertín..................... Elvira Lindo...
El
dandismo 'old fashion' de Osborne era inofensivo hasta que le ha salido
de pronto un ramalazo de reaccionarismo agrio que le resta simpatía.
Siempre ha sido eso reaccionario y muy de derechas, con cierta simpatia al hablar y cierta seriedad cuando critica al Gobierno que es el suyo de no dar facilidades a personas discapacitadas, porque desgraciadamente tiene a un hijo así, pero su sufrimiento no lo debe relacionar con ese señor sin bigote pero al que él entrevista, es un decir, con una sempieterna sonrisa. Y parece que no se da cuenta que lo que a él le pasa es porque gobierna el PP, pero él le vota.....no debe ser tan feliz pero igual si. Es eso que se llama señorito Andaluz como sino hubiera señoritos en Extremadura, o en Cantabria o en Valencia....
El expresidente del Gobierno José María Aznar (d), con Bertín Osborne (i) en el programa 'Mi casa es la tuya'.EFE
Creo que fue Manuel Vicent el que dijo que “Bertín Osborne es el clásico tío que ha venido a este mundo a veranear”. Juas. Fantástica definición. A mí Bertín Osborne me caía bien cuando se ajustaba en rigor al retrato de Vicent.
Era, en mi opinión, un hombre necesario: esa clase de individuo que está
bronceado en enero, que sabe bailar sevillanas, que tiene el hombro
hecho para las buenas barras, que si trabaja no lo parece, que saluda al
dueño del restaurante con redoble de palmadas en la espalda, que es un
truhán, pero que a su vez es un señor, que tiene el ojo izquierdo para
guiñarlo, que guarda a buen recaudo un historial de simpático calavera;
es el hombre que cree que hay un orden natural por el cual él está más
arriba que el montón, Dios así lo concibió, pero que adopta cuando
encarta un estilo campechano con el de abajo, apropiándose de un habla
popular en la que encuentra el gracejo de la patria, el jo, macho, y ese
glorioso eggg que lo ubica en el Madrid de las tapas, que practica un
laísmo zarzuelero algo retro, y un habla sin eses que lo hermana con
Andalucía, que luce unos caracolillos en la nuca que quedan igual de
bien sosteniendo un trono que levantando una manzanilla en la caseta,
que una cosa no quita la otra, la Feria y la Semana Santa; un señor con
la envergadura de los que llevan siglos bien alimentados, amigote para
siempre, nainonainonainoná, tío que siente los colores de su patria y de
su equipo, cliente estrella, sueño húmedo de señoras nostálgicas de los
caballeros, individuo que imaginas a la grupa de una yegua jerezana, o
en un chiringuito de Sancti Petri, tío al que le sientan bien las
chanclas, coño, que eso es pa nota; espíritu romántico que en mitad de
una canción se lanza con éxito el micrófono de una mano a otra; padre de
unas hijas guapísimas que parecen sus novias; comensal que presta sus
risotadas para que cualquier reunión sea un éxito; pícaro, contador de
chistes, recolector de anécdotas, picaflor que un día sienta la cabeza y le echa el mérito a su mujer,
que supo encarrilarlo; amante de las esencias de la España eterna,
variación del don Guido de Antonio Machado: de mozo muy jaranero, muy
galán y algo torero; de viejo, gran rezador. Aunque los mejores versos sobre el hombre que nos ocupa los escribió Vicent en prosa. A mí me caía bien aquel Bertín alegre y fanfarrón, de camisa a rayas en verano y pelo como recién salido de la ducha, quicir,
me parecía un tío al que le daba igual ocho que ochenta porque su
realidad no estaba sometida a los cambios contractuales. Y eso es
bonito. ¿Qué ha pasado entonces? Pues que Bertín ha dejado de veranear, y
eso, qué caramba, rompe los esquemas y entristece. Una pérdida. Su
dandismo old fashion era inofensivo hasta que le ha salido de
pronto, como a otros que tal, un ramalazo de reaccionarismo agrio que le
resta simpatía. Se pone a la defensiva de las mujeres que ya no quieren
ser mujercitas o de los que no comparten su idea de España. Se vuelve
faltón, se irrita, se enfada. Y eso no. Yo añoro su veraneo. Para colmo,
lleva a políticos a su sofá, y cuando son de su cuerda se pone tontorrón. Todo invitado posee un lado humano que una entrevista puede desvelar. Pero ¿y si el lado humano ya no nos interesa? La humanidad de Aznar, por
ejemplo, ha quedado concentrada en una egolatría empecinada y agresiva
que hace imposible un acercamiento al personaje que no sea a través de
una rigurosa investigación periodística. ¿Qué podemos rescatar de
alguien que se siente orgulloso de todos sus actos y despreciativo con
aquellos que le piden cuentas? Nada. Una conversación entrañable con el
expresidente que presume de la foto que simboliza una invasión basada en
mentiras no es un espectáculo agradable. Pasará a la Historia, desde
luego, a ese carro de la Historia con mayúsculas en el que va montado el
personaje. Y con él, Bush y Blair. Lo que ocurre es que hasta Bush está
teniendo un discurso más entrañable en los últimos tiempos, más para
programa de Bertín, por así decirlo, y Blair ha tenido el detalle de
reconocer su enorme error Histórico.
Lo divertido del asunto es que el cantante cosechó más audiencia entrevistando a Lucía Bosé,
con su discurso ateo, antitaurino y antifranquista que en este otro
programa donde asistimos a una rendición (voto incluido) del presentador
al líder imperial. En mi opinión, el momento estrella fue cuando Bertín
confesó que no le hubiera hecho ascos a un cargo político ofrecido por
el expresidente. Dicho en la expresiva prosa de Corazón: fue entonces
cuando saltaron todas las alarmas. Todo puede ocurrir en este absurdo
país, pero en mi humilde opinión, por el bien de España, lo mejor que
nos puede pasar es que Bertín vuelva a veranear.
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