Se escapa un eructo, y allá está la escopeta cargada con la tinta de acusar.
A la justicia le llegan cartas del pasado.
Los chistes vuelven como los acertijos de La Codorniz y para denunciarlos hay gente dispuesta, desde la Guardia Civil a la judicatura.
Se escapa un eructo, y allá está la escopeta cargada con la tinta de acusar.
Luego los jueces convierten la denuncia en una materia que recorre varias instancias.
Hasta que va a la papelera, o no. La sociedad de los cicutas se parece al chiste de las monjas.
El chiste es como sigue: unas monjas de clausura llaman a la policía.
Delante de su enclaustramiento hay gente personificando pornografía.
La policía se persona. No se ve nada, dice el sargento.
Dice la superiora: “¿Que no ven nada? ¡Súbanse al armario y verán!”.
Ahora le ha tocado a El Gran Wyoming, que aparece al frente de El Intermedio (La Sexta), y a su compañero Dani Mateo.
Los dos comparten señales de oprobio justiciero porque no fueron respetuosos con la Cruz de los Caídos que preside el monumento a un periodo negro de la historia del franquismo.
En sí misma no es exactamente una cruz que evoque, tan solo, el símbolo mayor de los cristianos.
Es una cruz con aditamentos, los que quiso ponerle el régimen que durante años fue capaz de añadir venganza a la victoria.
Ahí murieron represaliados por haber estado en el otro bando, en condiciones oprobiosas para la dignidad humana.
Esos hechos, que permanecen en la conciencia del mal de España, sí deberían ser objeto de discusión, para que se acaben los materiales del odio que provocaron la guerra y las represalias.
Que El Gran Wyoming y Dani Mateo se sientan ahora cerca del banquillo por decir lo que han dicho en su programa de humor es prolongar esa manía que tiene este país de mirar desde lo alto del armario como hacían las monjas del chiste.
Los chistes vuelven como los acertijos de La Codorniz y para denunciarlos hay gente dispuesta, desde la Guardia Civil a la judicatura.
Se escapa un eructo, y allá está la escopeta cargada con la tinta de acusar.
Luego los jueces convierten la denuncia en una materia que recorre varias instancias.
Hasta que va a la papelera, o no. La sociedad de los cicutas se parece al chiste de las monjas.
El chiste es como sigue: unas monjas de clausura llaman a la policía.
Delante de su enclaustramiento hay gente personificando pornografía.
La policía se persona. No se ve nada, dice el sargento.
Dice la superiora: “¿Que no ven nada? ¡Súbanse al armario y verán!”.
Ahora le ha tocado a El Gran Wyoming, que aparece al frente de El Intermedio (La Sexta), y a su compañero Dani Mateo.
Los dos comparten señales de oprobio justiciero porque no fueron respetuosos con la Cruz de los Caídos que preside el monumento a un periodo negro de la historia del franquismo.
En sí misma no es exactamente una cruz que evoque, tan solo, el símbolo mayor de los cristianos.
Es una cruz con aditamentos, los que quiso ponerle el régimen que durante años fue capaz de añadir venganza a la victoria.
Ahí murieron represaliados por haber estado en el otro bando, en condiciones oprobiosas para la dignidad humana.
Esos hechos, que permanecen en la conciencia del mal de España, sí deberían ser objeto de discusión, para que se acaben los materiales del odio que provocaron la guerra y las represalias.
Que El Gran Wyoming y Dani Mateo se sientan ahora cerca del banquillo por decir lo que han dicho en su programa de humor es prolongar esa manía que tiene este país de mirar desde lo alto del armario como hacían las monjas del chiste.