Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

7 abr 2017

Shakira dedica a Piqué su canción ‘Me enamoré’

"Mira que cosa bonita/ Que boca más redondita/ Me gusta esa barbita", dice el tema compuesto por la cantante para su pareja

La cantante Shakira.
La cantante Shakira. GTRES

 

Shakira ha lanzado un nuevo tema al mercado musical. 
Se trata de una canción titulada Me enamoré y está dedicada a su pareja y padres de sus dos hijos, Gerard Piqué. 
La letra de la canción dice, entre otras cosas: La vida me empezó a cambiar / La noche que te conocí (...)/ Pensé: "Este todavía es un niño"/ Pero, ¿qué le voy a hacer? (...)/ Me enamoré, me ena-na-namoré/ Lo vi solito y me lancé/ Me ena-na-namoré/ Me ena-na-namo.../ Mira que cosa bonita/ Que boca más redondita/ Me gusta esa barbita (...)/ Contigo yo tendría 10 hijos/ Empecemos por un par (...)/ Y bailé hasta que me cansé/ Hasta que me cansé bailé Me ena-na-namoré/ Nos enamoramos (...)

Desde La Bicicleta, Shakira no ha hecho más que acumular éxitos en los últimos tiempos. 
Con el lanzamiento de Me enamoré, una canción propia, ha recurrido a anunciarla de una forma muy especial: enviando postales a sus fans.
 La artista les pidió que subieran una foto a sus redes sociales una vez la tuvieran en sus manos.
Shakira, con Gerard Piqué.
Shakira, con Gerard Piqué. GTRES
La semana pasada durante el anuncio de la creación de una nueva escuela en Barranquilla, levantada en colaboración con el Barcelona y LaCaixa, la cantante habló de su pareja: 
"No sé si es que estoy muy enamorada, pero yo lo veo alegre, activo y sensato", dijo entre risas ante las preguntas sobre el defensa azulgrana, provocador en las redes sociales y muy sincero con sus ambiciones.

La artista ha explicado que cuenta con Piqué en todos los aspectos de su carrera, tanto en la artística como en sus intereses sociales y de cooperación.
 "Gerard me apoya en todo el trabajo que hago, y en este sentido también lo hace con Pies Descalzos, igual que yo le apoyo en su carrera, para que consiga los resultados en el campo".

La resurrección del padre inexistente............... Germán R. Páez

Philippe Lioret estrena 'El hijo de Jean', un 'thriller' familiar sobre la influencia de la relación paternofilial en la identidad individual.

El director de cine francés Phillippe Lioret, en los cines Ideal de Madrid. 
El director de cine francés Phillippe Lioret, en los cines Ideal de Madrid.

En la penumbra de una sala de cine, reluce la mirada brillante de un hombre bajito que fuma en pipa electrónica.
 Se llama Philippe Lioret, es cineasta, y aguarda expectante las caras de los periodistas que, en la sala contigua, acaban de salir del pase de prensa de su última película, El hijo de Jean, que se estrena en España.
 La emoción callada que transmiten sus ojos parece situarle al borde de las lágrimas, pero los sentimientos nunca llegan a desbordar. 
En eso se parece a sus personajes masculinos: “Es más fuerte así, por el pudor, por la vergüenza de los hombres.
 En el cine tenemos tendencia a no tenerlos, pero es mejor suscitar en el espectador las ganas de abrazarse a que vea cómo los personajes se abrazan. 
Es mucho más bonito ver cómo se aguantan las ganas de llorar a que lo hagan”, reflexiona en voz baja el cineasta.
Después de mucho buscar, Lioret (París, 1955) encontró en Pierre Deladonchamps —joven promesa del cine francés— al treintañero con mirada de niño que necesitaba para el protagonista de El hijo de Jean, un drama íntimo sobre la influencia de la relaciones paternofiliales en la búsqueda de la identidad. 
“Tenía ganas de contar un thriller familiar, porque la familia es la base de todo: donde uno se construye, también donde uno se puede deconstruir”, cuenta sobre la historia de Mathieu Capelier, un parisiense de 33 años que un día recibe una misteriosa carta de Canadá: su padre, a quien nunca conoció, ha muerto y le ha dejado un cuadro en herencia. 
Movido por el anhelo de conocer a sus hermanos paternos, este insatisfecho comercial de croquetas para perro viaja al funeral, donde encuentra una gélida bienvenida de una supuesta familia que no es en absoluto lo que esperaba.
 Los sentimientos, y con ellos las verdades ocultas, no tardan, sin embargo, en abrirse paso. 

“El cine es el lugar en que podemos estar más cerca de un relato íntimo, el mayor vector de emociones que existe. 
Más que la literatura, más que el teatro, casi más más que la música”, reflexiona Lioret, que quiso hacer un filme “puramente orgánico, sin nada de intelectualismo”. 
 “Que le hable al corazón y no a la cabeza”, resume el cineasta, quien se pasó ocho años intentando conseguir los derechos de la novela Si ce livre pouvait me rapprocher de toi (Si este libro pudiera acercarme a ti), de Jean-Paul Dubois, para acabar creando una ficción personal que apenas tiene que ver con ella.
 "Al final, casi lo único que queda es que la historia es en Canadá", bromea. 
Los entornos adversos, fríos y deshumanizados son una constante en las películas de Lioret.
 En El hijo de Jean, lo es la Canadá que recibe a Mathieu.
 También lo es Calais, para el joven refugiado iraquí de Welcome (2009), o el aeropuerto Charles de Gaulle de París para el grupo de indocumentados atrapados allí en En tránsito (1993) —precedente de La Terminal (2004), de Spielberg—.
 Esas situaciones negativas son el ambiente en el que, a pesar de todo, acaba surgiendo un vínculo empático entre los personajes.
 “El mundo es hostil, pero solo hay que rascar un poquito para encontrar la humanidad”, afirma Lioret, que de adolescente vio cientos de películas que le hicieron comprender que “con el cine podemos contar la vida, nuestra vida”. 
Por encima de todas, destaca una: El cazador (1978), de Michael Cimino.
Esa hostilidad hacia el otro está ganando, sin embargo, la batalla de la realidad en los últimos tiempos.
 “Es la historia que se repite, hemos vuelto a los populismos. La respuesta básica y estúpida a la historia.
 Y no nos acordamos de lo que pasó.
 Solo bastaría con acordarse de la gran crisis del 29, y diez años después, en el 39: Hitler, Mussolini, Franco”, reflexiona el cineasta, que últimamente anda preocupado por una mujer: Marine Le Pen, la candidata del Frente Nacional que el próximo 23 de abril medirá la fuerza de la extrema derecha en Francia. 
Lo expresa fiel a su estilo, contenido, cargando de emoción el silencio que sigue a la escueta frase: ¿Puede ganar las elecciones? “Es algo que me quita el sueño”, susurra.


 

Los noventa eran el futuro.........................Xevi Muntané

Siluetas minimalistas y deportivas. Apuestas en piel y nailon. Accesorios con cadenas y collares. 
La década que encumbró a Björk, en su versión más urbana y experimental.





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Videntes, al paro: no queremos conocer nuestro futuro........... Salomé García

Si no podemos evitar los desastres venideros, preferimos vivir de espaldas a la bola de cristal. Los expertos lo llaman 'ignorancia deliberada'.

 

Videntes, al paro: no queremos conocer nuestro futuro
¿Le gustaría saber cuándo va a morir? Si la respuesta es ‘no’, coincide con el 87,7% de los participantes en un estudio titulado El arrepentimiento de Casandra: la psicología de no querer saber, publicado en Psycological Review.
 Según esta entente germano-española (léase, que el estudio es un mano a mano entre el Instituto Max Planck y la Universidad de Granada), entre el 85% y el 90% de los ciudadanos no tienen ni el más remoto interés en conocer qué calamidades están por sucederles.
 Más aún, casi el 70% prefiere no saber nada de los sucesos buenos que están por llegar. 
Por si las moscas. Los expertos lo llaman "ignorancia deliberada".
Y no se trata solo de mandar al paro a los videntes de toda la vida, desde Rappel, Paco Porras, Aramís Fuster, a echadores de cartas y oteadores de bolas.
 Tampoco estamos por la labor de ponernos en manos de la ciencia para saber qué nos depara el futuro en cuanto a la salud o el amor.
Los autores del estudio apuntan varias razones para esta falta de curiosidad.
 La primera es que conocer el futuro no siempre ayuda a evitar el desastre. Si aún no hay cura para una enfermedad genética, ¿sirve de algo saber que tenemos tal o cual gen? O, peor aún, ¿querría saber qué le regalarán en Navidad cuando no puede hacer nada por cambiarlo?

Y Pepito Grillo, también

Hay otras razones para vivir de espaldas a la bola de cristal (aparte la principal: son mentira).
 Una es obvia: mantener la emoción hasta el final.
 Es la razón por la que algunos padres rehúsan conocer el sexo de sus bebés hasta el nacimiento.
 Otras causas pueden ser que, al no estar condicionados por el futuro, tomamos decisiones más espontáneas. 
Incluso más justas. Esto podría explicar por qué pocos quieren oír hablar de los psicólogos Robert Levenson y John Gottman, que desarrollaron un modelo para predecir, con bastante acierto, el porvenir de una pareja.
 ¿Acabaría con su noviazgo solo porque un par de investigadores aventuren que lo suyo está abocado al fracaso? La mayoría, no.
 Y de paso se evitan el arrepentimiento por haberse confundido, sabiendo que iba por el mal camino. 
En otras palabras: lo que realmente pasa es que nadie quiere escuchar a ese Pepito Grillo interno que nos susurra con tono de madre cabreada “te lo dije”.