Muchos usuarios de Twitter han visto en sus palabras un recado al programa de Telecinco.
Poco después, Mónica Naranjo dejó lo que para muchos usuarios de Twitter fue un recadito a Got Talent, el programa de Telecinco en el que Risto, Edurne, Eva H y Jorge Javier Vázquez participan como jurado.
"Perdonad, voy a avisar hoy, que es la tercera gala. Lo
que se juegan son 30.000 euros, es mucho dinero, y yo, y también toda
la audiencia, quiero que gane el mejor", dijo la artista. ¿Por qué han interpretado esto como una pullita? Porque en la final del concurso el portal Forocoches votó de forma masiva a un concursante llamado El Tekila, ante el considerable enfado de Risto Mejide, que llegó a abandonar el plató. Las redes sociales se hicieron eco de las palabras de Naranjo y
muchos veían en sus declaraciones un claro toque al programa de
Telecinco.
La Borrero
era una compañera leal, colega de sus colegas y divertida hasta la
carcajada.
La alegría de la huerta, cualquier huerta, en persona.
Mucho antes de que las mujeres entraran en el vestuario del
Bernabéu. Mucho antes de que la reportera Letizia Ortiz, futura reina de
España, estuviera siquiera en la imaginación de sus padres. Mucho antes
de Google, Twitter y Facebook, Paloma Gómez Borrero
ya entraba en estancias infinitamente más sagradas, se comía la cámara y
el micro de aquellas teles en blanco y negro con kilo y medio de nieve
emborronando la pantalla, y tenía un archivo de crónicas y reportajes
propios que ya quisieran muchos buscadores de noticias. Paloma, la
Borrero, con el artículo por delante que solo se les otorga unánimemente
a las muy divinas en lo suyo, fue la primera mujer corresponsal de
Televisión Española. Y lo fue en Italia y en el Vaticano, con toda la
pompa y la prosopopeya de tan magníficos escenarios. Quienes la oímos,
aún tenemos metido en el tímpano aquel “el Santo Padre” con que se
refería a los Papas que iban pasando por delante de ella. Pues bien,
después de enterrar a cuatro pontífices, dar 29 veces la vuelta al mundo
a la vera de los sucesivos sucesores de Pedro y de jubilar al último
Papa emérito antes que a ella misma, la Borrero se ha ido como fue en
vida: sin dar un ruido más alto que otro salvo el ¡ay! incrédulo y
herido de quienes la conocieron. Cuando las chicas de mi añada queríamos ser periodistas, ya
había una generación de colegas que nos había abierto camino a golpe de
pasión, talento y cabezonería. La Calaf. La Sarmiento. La Mateo. La
Campos. La Prego y tantas otras. Pues bien, aún bastante antes que
ellas, la Borrero ya había creado escuela, aunque con el cretinismo, la
estrechez de miras y la soberbia propia de los pocos años y las menos
luces, a algunas nos pareciera un personaje. Y claro que lo era. La
Borrero no le metía el micro en el gaznate del entrevistado, ni el dedo
en el ojo, ni le tuteaba, ni le repreguntaba, ni le sacaba de sus
casillas ni le ponía de los nervios. Al revés, se ponía la mantilla, se
encasquetaba la peineta, se trasmutaba en polvorilla entre sotanas y
adoptaba toda la reverencia que hiciera o hiciese falta según el
escenario. Pero contaba lo que había que contar. Y nosotros nos
enterábamos. Así fue, la Borrero, una maestra sin saberlo. Habrá estos
días quién cuente aquellos tiempos épicos e ingenuos en los que nos lo
creíamos todo. Personalmente, solo puedo añadir con conocimiento de
causa que Paloma era más joven que la mayoría de los becarios de
cualquier redacción digital de ahí fuera. Una compañera leal, colega de
sus colegas y divertida hasta la carcajada. La alegría de la huerta,
cualquier huerta, en persona. Una narradora amenísima cuya anécdota más
trivial podría abrir hoy un periódico a cinco columnas. La reina del gin
tonic en las quedadas después del trabajo. La más moderna de la mesa,
fuera cual fuera la mesa. La última en irse de la fiesta. La Borrero, sí, tenía siempre una palabra amable para todo el mundo. Un
guiño, una picardía, un pellizco de monja y un luego te llamo y
hablamos. Quién sabe qué procesiones llevaría por dentro, pero por fuera
siempre ofrecía su mejor rostro. Un cutis, por cierto, que ya
quisiéramos para nosotras ahora mismito muchas señoras treinta años más
jóvenes. Los últimos días se la veía lozana, pizpiretísima, feliz de la
vida, en la trastienda del programa Amigas y Conocidas, de
Televisión Española, en cuya mesa de debate tenía silla fija cuando a
ella le daba la gana. Llevaba un año de cosecha, con el Premio de la
Academia de Televisión a toda una carrera, como último galardón a medio
siglo de carrera inigualable. Hace tres semanas, las maquilladoras de
Prado del Rey, que la idolatraban, como todo el que se topaba con ella,
la encontraron con mal color de cara. El blanco de los ojos verdes
amarilleaba. Aun así, hizo el programa. Bromeó, rajó, rio lo más grande. Las compañeras la convencieron para ir al médico. No volvió. Hasta hace
nada, cuatro días, aún mandaba whatsapp al grupo como una adolescente
convocando a las colegas a atizarse un copazo en cuantito le dieran el
alta. No podrá ser. No aquí abajo.
Fue la primera mujer corresponsal en el extranjero de TVE y ha sido reconocida con numerosos premios.
La periodista Paloma Gómez Borrero
(Madrid, 1934) ha muerto este viernes a los 82 años, según han
confirmado a EL PAÍS fuentes próximas a la fallecida. Gómez Borrero
llevaba dos semanas ingresada en un hospital aquejada de una grave
enfermedad. Su cadáver ha sido trasladado al tanatorio madrileño
de Tres Cantos, en donde a partir del mediodía de este sábado se
instalará la capilla ardiente. Fue la primera mujer corresponsal en el extranjero de TVE y había sido reconocida con numerosos premios y distinciones. La periodista madrileña desarrolló gran parte de su
actividad profesional en Italia y el Vaticano como corresponsal en RTVE y
en la COPE. Cuando llegó a Italia en los años setenta, siendo Papa Pablo VI, se encargó fundamentalmente de la política, pero pronto se especializó en información religiosa. Entre las noticias que cubrió destacan el secuestro y el asesinato de
Aldo Moro, en 1978, y tres cónclaves. Gómez Borrero realizó numerosos
viajes con los Pontífices, incluidos los 104 que realizó Juan Pablo II
—cinco de ellos a España—. La periodista pasó 12 años como corresponsal de TVE en el Vaticano. Cuando en 1983 fue destituida
por la dirección del ente público, no aceptó su traslado a Atenas ni a
ninguna otra delegación de la cadena. Tras unos meses, fichó por la
COPE, donde continuó su carrera vinculada a la información del Vaticano. Para esta cadena cubrió el extenso papado de Juan Pablo II y el de
Benedicto XVI. Tras su salida de la COPE, en junio de 2012, Gómez Borrero colaboró desde Roma para el programa Ventana al mundo
de la Radio Latinoamericana (Estados Unidos) y fue corresponsal en
Italia de EsRadio. Más recientemente, colaboraba en el programa Amigas y conocidas, de TVE, y en 13TV. Anteriormente, la periodista trabajó como enviada especial del semanario Sábado Gráfico en Alemania, Austria y Reino Unido y colaboró con programas como Pasa la vida (TVE), Día a día (Telecinco) y Cada día (Antena 3). También fue corresponsal de Venevisión (Venezuela) y TV Azteca (México). Además, colaboró en el programa La Noria, presentado por Jordi González (Telecinco). Gómez Borrero fue autora de numerosos libros, comoLos fantasmas de Roma; De Benedicto a Francisco: el cónclave del cambio; Adiós, Juan Pablo, amigo; Anécdotas de un Papa Santo; Dos papas, una familia;Abuela, háblame del Papa: la historia de Juan Pablo II contada a los niños;oRoma, año santo: caminando de la mano del papa Francisco. La periodista recibió multitud de galardones, como la Cruz
de la Orden de Isabel la Católica, concedida por el rey Juan Carlos, y
era dama de la Orden de San Gregorio Magno, concedida por Juan Pablo II. Recientemente fue reconocida con el Premio Iris Toda una Vida
de la Academia de Televisión. Contaba también con el premio Calabria,
otorgado por el presidente de la República a un corresponsal extranjero
en Italia. Fue galardonada con los premios Bravo de Radio y Bravo
Especial a la trayectoria ejemplar de toda una vida, concedidos por la
Conferencia Episcopal, y también recibió premios de la Asociación de la
Prensa de Madrid o de Mensajeros de la Paz.
Carolina de Mónaco,
que nos inspira a todas, tiene también sus propios modelos. Asistió al
último Baile de la Rosa con su vestido más original, que evocaba a los
muchos llevados por Emilie Flöge, la compañera del pintor Gustav Klimt,
uno de los representantes del movimiento modernista de la Secesión de
Viena, leit motive del evento clave del Principado.
La Princesa, siempre elegante, dio la bienvenida a la primavera el
pasado sábado en la sala de las estrellas del Sporting Monte Carlo con
una creación de la maison de Chanel. Irrumpió en la estancia
ante las miradas pendientes de los 900 invitados al baile con un atuendo
grandilocuente. El vestido constaba de una parte superior con un patrón
geométrico de pequeños triángulos blancos y negros, rematada por una
banda de raso de color rosa empolvado, y una falda blanca con motivos en
negro y chispas de oro que terminaba, al igual que las mangas, con
volantes de gasa bordeados de negro. El cuello de cisne, de color negro,
estaba decorado con un cuadrado de oro adornado a su vez con piedras de
colores.