Currante,
curiosa, carismática, Paloma Gómez Borrero fue para los periodistas las
fuentes del Vaticano y el modelo de la modestia.
La muerte de Paloma Gómez Borrero
no tiene ningún sentido. Le habíamos atribuido una dimensión
intemporal. O se lo había ganado ella misma, de tantas relaciones como
granjeó en el ámbito metafísico. Y de la vitalidad que rebasaba el
prosaísmo de los cumpleaños. O de la curiosidad que estimulaba el brillo
de sus ojos. Paloma fue bastante mayor de joven y bastante joven de
mayor, aunque su dependencia de la Olivetti precipitara malentendidos
tan aparatosos como el que vivimos en el aeropuerto de Ereván. Cerca
estuvieron las autoridades armenias de arrestarla porque pensaban que su
máquina de escribir era un tesoro clandestino de anticuario. Y creo que
la obligaron a desenfundarla. Y a tocarla, como si fuera la Olivetti un
clavecín. Y un clavecín no era, pero Paloma conseguía parecer una
intérprete renacentista delante del teclado, tan ensimismada como
acostumbraba a quedarse, sin otra partitura que el diccionario de
sinónimos. Era su equipaje de reportera y de vaticanista. Y su
idiosincrasia de periodista preconciliar en los años en que empezaban a
abrumarla los neologismos tecnológicos. Ni Twitter, ni Instagram, ni Facebook. Paloma
tenía su Olivetti y no le preocupaba que sus colegas la observaran como
una secretaria de Juan XXIII. Que se conocieron, la una y el otro, como
también conoció la maestra Borrero a Pablo VI. Y a Juan Pablo I. Y a
Juan Pablo II, un pontífice inaccesible e inescrutable menos para
Paloma . Y digo Paloma porque así la llamaban Wojtyla y el rey Juan
Carlos en la visita a España de 2003. Tan popular era la Borrero que la
feligresía la aclamaba en el aeropuerto de Barajas como si estuviera
ella de visita oficial. Firmaba autógrafos. Y puede, puede, que le
pidieran la bendición de algún retoño. Se le tenía envidia a Paloma, no necesariamente sana. Y se le agradecía
su generosidad y su predisposición. No nos engañemos. Cuando un
periodista español -y foráneo- citaba “fuentes vaticanas” de solvencia
quería decirse que había hablado con Paloma Gómez Borrero. O que había
cenado en su casa del barrio de Prati. Donde no era extraño coincidir
con una eminencia, una excelencia, un nuncio o un monseñor. Se diría que
los clérigos con ambiciones de carrera le presentaban sus credenciales a
Paloma, como hacíamos los periodistas en una suerte de ritual
iniciático. Agradecidos por la hospitalidad de la periodista. Y
abrumados por los premios que se amontonaban en su despacho. Que parecía
el salón de trofeos del Real Madrid. Y que nunca indujeron al pecado de
la vanidad, sino a la virtud del agradecimiento. Currante era Paloma. Y
buena, noble. Incluso inmortal, como la bocca de la verità,
como el templo de Bramante, como el éxtasis de Santa Teresa entre las
manos temblorosas de Bernini. La prueba está en que Paloma fue siempre
corresponsal de TVE
en el Vaticano, incluso cuando dejó de serlo muchos años después de que
la destronara el felipismo. Se había instalado en el portal de Belén de
los hogares. Y formaba parte de la iconografía carismática de la
televisión pública por los siglos de los siglos, como Rodríguez de la
Fuente. Como Fofó. Como Hermida.
Ha muerto Paloma Gómez Borrero a los 82 años. Lo escribe uno como lo ha
leído en las agencias de noticias. Incrédulo. Y no sé si van a doblar
las campanas. O si van a sufragarse misas pontificias por su alma. O si
van a canonizarla. El problema es quién toca ahora la Olivetti. Y quién
remedia la sequía de las fuentes vaticanas, ahora que Paloma se ha hecho
espíritu santo.
Son marcas distintas, pero la firma asiática aspira a reproducir el modelo de éxito del buque insígnia de Inditex.
El responsable de Uniqlo, Tadashi Yanai (67), el hombre más rico de Japón según la revista Forbes, nunca ha escondido su admiración por el modelo de negocio que ha creado Amancio Ortega.
“Zara nos sirvió de ejemplo, quisimos seguir su camino”, explicaba
recordando sus inicios en una entrevista con Efe. El próximo otoño, esta
enseña asiática de la moda rápida desembarcará en España. Y no lo hará en cualquier lugar, sino en un emplazamiento con una alta
carga simbólica. Será en el número 18 de Paseo de Gracia de Barcelona,
mirando cara a cara a sus dos competidores más directos: Zara (Inditex) y
HM, primeros y segundos en vólumen de ventas. Desde su nada desdeñable tercer puesto, este perseverante empresario se ha propuesto un objetivo ambicioso:
lograr que la compañía que heredó de su padre, en 1984, llegue a lo
alto de este podio en 2020. “Haremos todo lo que podamos para conseguir
la medalla de oro”, explicaba este verano a Channel Asia. Y aunque las
cifras estimadas para agosto 2021 solo superan ligeramente a lo que
facturó Inditex en 2016, el líder de Uniqlo no cesa en su empeño. Para conseguirlo Yanai se sigue fijando en Zara. Por una parte, ejecuta un agresivo plan de expansión: cada semana se abre una tienda de Uniqlo
en algún lugar del mundo. Por la otra, ha apretado el acelerador para
acortar a 13 días la distancia entre el diseño y la entrega de una
pieza. “La habilidad de abastecer a cualquiera, dondequiera, en
cualquier momento con prendas de alta calidad para el día a día es lo
que nos hará marcar la diferencia”, explicaba a The Business of Fashion
en el nuevo centro de envíos que la compañía japonesa ha abierto en un
área industrial de Tokio. Esta firma, que hasta ahora tenía la calidad
como uno de los pilares de su ADN (“La calidad va primero, después el
precio), se ha visto en la obligación de ganar en velocidad para
alcanzar su preciado objetivo. “¿Quién no tiene a Zara en su cabeza? ¿Quién no quiere repetir su
fenómeno? Ha creado escuela. Ojala lo pueda replicar a la japonesa. Está
bien fijarse en el referente correcto”, explica la experta en branding
Inmaculada Urrea de Sofoco Media. Ella es de las que opina que estas
dos empresas no son competencia directa: “No están hablando el mismo
lenguaje, ni en precio ni en tipo de prendas. Son dos marcas muy
diferentes a nivel de concepto. Uniqlo es diseño y Zara es tendencia”. Y
es que si Zara se ha caracterizado por su capacidad de replicar en un
tiempo récord las últimas tendencias vistas en pasarela a precios
mínimos, Uniqlo se ha hecho conocido por sus ultraligeros plumones de
colores, su amplio repertorio de básicos buenos, bonitos y baratos, así
como por sus asequibles y selectas colaboraciones con personajes como
Jil Sander, Carine Roitfeld
o Inés de la Fressange. Para esta empresa que abandera el lema “Lujo
para todos”, el secreto está en “hacer prendas sencillas con pequeños
detalles”.
La llegada
de la primavera al hemisferio norte trae más luz y un nuevo horario.
Las dos de la madrugada del sábado al domingo pasarán a ser las tres.
La noche de este domingo 26 de marzo se cambia la hora por primera vez en 2017
y se adelantan los relojes una hora. Es decir, en la madrugada del
sábado al domingo las dos de la madrugada pasarán a ser las tres (una
hora menos en Canarias), por lo que se perderá una hora de sueño. Este cambio horario
es parte de una directiva europea que afecta a todos los Estados
miembros de la Unión y que pretende aprovechar mejor las horas de luz
solar y consumir menos electricidad. Dos veces al año —habitualmente el último domingo de marzo y
el último de octubre—, los europeos ajustan los relojes para cumplir la
directiva comunitaria 2000/84/CE. Para determinar el momento de los cambios horarios,
se tuvo en cuenta el hecho de que en España existen dos horas
oficiales, una para la Península y el archipiélago balear y otra para
Canarias, que va una hora por detrás desde 1922. Este cambio se aplicó
por primera vez durante la I Guerra Mundial para mantener abiertas las
fábricas una hora más. De hecho, uno de los argumentos que defienden
este adelanto horario es el beneficio para el comercio. Fue en el año 1943 cuando España decidió adelantar los relojes 60 minutos. Algunos expertos aseguran que aquel “gran error histórico” explica que
en la Península se coma y se cene más tarde que en el resto de Europa.
Truman Capote
tuvo competencia en el corredor de la muerte. Antes de ser ahorcado,
Richard Hickock, uno de los dos asesinos retratados en su novela A sangre fría,
escribió su propia versión de la matanza de la familia Clutter. Pero el
texto, de unas 200 páginas, nunca llegó a publicarse. Mientras la
reconstrucción de Capote,
símbolo máximo del Nuevo Periodismo, alcanzaba la gloria, el relato que
hizo el criminal sobre los mismos hechos se perdió en la corriente de
los días. A ello contribuyó el propio Capote. Megalómano y ferozmente
competitivo, al conocer la existencia del manuscrito intentó comprarlo
y, tras fracasar, lo silenció. Durante medio siglo, la versión del
asesino permaneció olvidada hasta que una investigación de The Wall Street Journal la ha vuelto a sacar a la luz.
En el escrito, Hickock se sumerge en la noche del 15 de noviembre de
1959 con la misma frialdad que en la novela de Capote. No hay
arrepentimiento ni ocultación. Detalla el terror de los Clutter, padre,
madre y dos hijos adolescentes, al verse sorprendidos en su solitaria granja de Holcomb (Kansas),
y cómo él y su compañero Perry Smith los engañaron hasta el último
momento asegurándoles que no les pasaría nada. “Me gustaría ver al
embalsamador tapar ese agujero”, recuerda Hickcok que dijo después de
que Kenyon Clutter, de 15 años, recibiese un tiro en el rostro. La gran diferencia entre ambos relatos radica en el móvil. En su
reconstrucción, según la copia a la que ha tenido acceso el diario
estadounidense, Hickcock sostiene que fue un crimen por encargo. No
ofrece muchos detalles. Un tal Roberts y 10.000 dólares de pago . Esta
versión choca con la asumida por el juez, y por Capote, que establece
que Hickock y Perry acudieron a la granja convencidos de que el padre
ocultaba 10.000 dólares . Al no hallarlos, acabaron con toda la familia.
Un texto sensacionalista
La propia personalidad de Hickock, un pederasta que se divertía
atropellando perros en las autopistas, y la falta de elaboración del
argumento restan credibilidad a este móvil alternativo. “Hickock se desencantó con Capote.
Cuando el escritor empezó a visitarle en la cárcel, creyó que le iba a
ayudar. Y cuando vio que no, buscó su propia vía para ganar dinero. Yo
no me creería nada de Hickock, ni pienso que el manuscrito aporte nada
significativo a lo publicado por Capote”, afirma el profesor de la
Universidad de Alabama, Ralph Voss, autor del referencial estudio Truman Capote y el legado de ‘A sangre fría’. Ya condenado a muerte, el asesino entregó su texto a un periodista de
Kansas llamado Mack Nations. Este manejó dos copias. La primera la
envió en 1962 a un abogado de la fiscalía. La otra, después de una corta
reelaboración, la remitió a la editorial Random House. Todo sin éxito.
La fiscalía nada hizo con el documento. “No me extrañaría que incluso le
conminasen a que no publicara nada”, indica Voss. Y la editorial, que
había firmado un contrato con Capote, le devolvió el texto.
Alertado de lo que ocurría, el escritor se movilizó. Su novela aún no
se había publicado y circulaba un texto del propio asesino. Horrorizado
por la posible competencia, Capote trató por todos los medios de
hacerse con el manuscrito. Se entrevistó con Hickock e incluso llamó por
teléfono a Nations para comprarlo. No tuvo éxito, pero la casualidad
jugó a su favor. Justo en esas fechas, Nations fue detenido por evasión de impuestos y
soborno. Lo único que llegó a salir publicado de Hickock fue un resumen
en una revista ya extinta. “Lo leí y era un texto sensacionalista y de
poco valor”, indica Voss. A partir de ahí los hechos se precipitaron. El
14 de abril de 1965, Perry y Hickock fueron ahorcados con 38 minutos de
diferencia en la penitenciaria estatal de Kansas. Al año siguiente, A sangre fría
alcanzó fama mundial. Y en 1968, Nations murió en un accidente de
coche. La única copia que sobrevivió fue la que el abogado de la
fiscalía legó a su hijo. Capote nunca hizo referencia al escrito. Como muchas cosas en su obra,
las dejó en la oscuridad. “Moldeó la realidad a su narrativa y evitó la
parte homosexual de la historia, la relación entre Perry y Hickock,
porque sabía que era contraria a sus deseos de lograr un best seller. Pero eso no quita valor a la novela. 58 años después, usted y yo
seguimos hablando de los Clutter”, señala Voss. La familia del abogado
no ha hecho público qué piensa hacer con el manuscrito . De momento,
nadie quiere la obra de un asesino.