Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

5 mar 2017

Loewe, sobresaliente en teoría y práctica.................. Carmen Mañana .

La firma española y Dior lanzan colecciones para el próximo otoño/invierno con mensaje en la Semana de la Moda de París.

Desfile de Loewe este viernes en la Semana de la Moda de París. Getty Images

Una colección de ropa a veces nace de una palabra. 

Pero este viernes, en la pasarela parisiense el discurso literario resultó casi más potente que el estético.

 El punto de partida de las colecciones de Loewe y Dior fueron dos frases estampadas, respectivamente, en sendos pañuelos.

 La que dio forma a la rica propuesta de J. W. Anderson: “No puedes llevártelo contigo”; y la que busca sostener el trabajo de Maria Grazia Chiuri 

: “Feminista es una persona que cree en la igualdad social, política y económica entre sexos”. 

Tan distintas como sus prendas. 

En una época en la que Instagram y, en general, las redes sociales retransmiten los desfiles en directo a todo el mundo, J. W. Anderson quiso que el suyo para Loewe tuviera algo que se percibiese solo en persona.

 “Al final esto es moda y debe ser un espectáculo. 

Tiene que haber un poco de drama”, explicaba tras terminar su presentación. 

La sala de la sede de la Unesco en París que acogía el evento esperaba a oscuras.

 Solo unos tímidos focos alumbraban las decenas de plantas repartidas por toda la estancia.

 Linterna en ristre, los azafatos ayudaban a cada invitado a encontrar su sitio, un lugar ocupado previamente por una libreta con el leitmotiv de la colección impreso en la cubierta: "No puedes llevártelo contigo". 

“Descubrí un pañuelo con esa frase bordada en un anticuario de Miami y me encantó porque es muy positiva pero también te deja un poco frío, que es, de una manera extraña, lo que yo pretendía con mi desfile”.

 Por eso, continúa, cuando las luces se encendieron y las modelos se pusieron en marcha la temperatura de la sala bajó de golpe 12 grados.

Desfile de Christian Dior este viernes en París. AFP
Dos elementos —los cuellos chimenea y las mangas globo— se repiten a lo largo de la colección, confiriendo a las chaquetas de cintura entallada un aire victoriano.
 También aparecen en vestidos desestructurados de lunares con preciosos cuerpos en nido de abeja.
Además de un bolso en forma de gato —que continúa la senda comenzada por los elefantes y los pandas— , Loewe presenta una vuelta de tuerca a la clásica bombonera llamada Midnight.
Los abrigos y trajes de chaqueta masculinos están cortados a tijera. Los primeros, rematados en rígidos bajos de cuero, constituyen el emblema de una propuesta más comercial pero igual de ambiciosa. Una colección donde cohabita visones con sombreros ilustrados con rebanadas de pan. “Carbohidratos irónicos”, según Anderson.



Más allá de esta experiencia sensorial, el espacio en sí escondía una clave un poco menos críptica de la colección. Sobre sus paredes, colgaban obras del fotógrafo de Sri Lanka Lionel Wendt (1900-1944). “Me interesa su obra por lo oscura y moderna que era. Fue uno de los pioneros del trabajo con imágenes solarizadas y yo buscaba que mis looks lo pareciesen. Que todo girase en torno a la silueta y que la prenda se resolviese en la espalda donde se ven las líneas del patronaje”. Así, sus vestidos de patchwork se retuercen mostrando sus asimetrías. Aunque fue el contraste de texturas lo que ha definido el trabajo de Anderson para el próximo otoño-invierno. Nailon, algodón, seda y piel se mezclan. A veces, incluso, en una misma prenda. Junto al ganchillo y el trabajo de la lana, el británico emplea técnicas de grabado propias de la encuadernación en mangas y remates de cuero.

 

 

16 señales de que sus compañeros de trabajo le odian en secreto


No hacen falta desprecios evidentes para comunicar un mensaje de rechazo.

 Si un colega no le pregunta por el perro, desconfíe.

 

Escena de 'El diablo viste de Prada'.
¿Su compañero de mesa se concentra tanto en la pantalla que aún no le ha preguntado si tiene o no hijos?
 ¿Le hablan en los pasillos de la oficina con los brazos cruzados? ¿Su último éxito laboral solo mereció un "qué suerte" de sus colegas de departamento? Si es así, lamentamos contarle que está ante auténticas señales de que en su compañía le odian.
 Hay una clara: si intuye que desata bastantes rechazos entre sus iguales en la empresa, es probable que así sea.
 Pero si aún alberga dudas, anote estos 16 signos que, según expertos en lenguaje no verbal, recursos humanos y coaching, le ayudarán a confirmar sus sospechas:
1. Cuando se cruza con un compañero, este acelera el paso. Si alguien de la oficina huye hacia las escaleras cuando le ve llegar, no crea que le ha dado un repentino afán por la vida saludable.
 Lo más probable es que no quiera compartir el ascensor con usted. Adelaida Enguix, experta en coaching personal y de salud, cree que lo mejor es afrontar estas situaciones con valor. "¿Tienes algún problema conmigo? Glups".
2. El de la mesa de al lado está siempre "concentrado". ¿Se siente invisible? 
"No apartar la mirada de la pantalla del ordenador es un acto absolutamente consciente. El ser humano posee un reflejo automático de orientación, por lo que cuando alguien entra en una sala o escuchamos un ruido, lo natural es interesarnos por el nuevo estímulo.
 Si no lo hacen, es porque voluntariamente no quieren dirigirse a usted", asevera Alicia Martos, psicóloga de la Fundación Behavior&Law.
3. Se quedan en silencio en su presencia. ¡Desengáñese, no es casualidad!
 Una de las señales más claras de que no tiene amigos en la oficina es la que apunta Leticia Prada, directora de Recursos Humanos en La Escuela de Emprendedores: "Si justo cuando usted se acerca, se acaban las anécdotas graciosas, la realidad es que no les interesa que forme parte de esa animada conversación
. O lo que es peor: es posible que el motivo de esas risas sea usted".

4. No le incluyen en las bromas. "Aunque a nadie le gusta ser motivo de chanza, tampoco resulta agradable saberse ignorado hasta el punto de que no cuenten con usted para hacer ningún chiste", sostiene Prada. Esta es otra prueba irrefutable de que les resulta absolutamente prescindible.
5. Forman corrillos sin usted. Enguix confirma que los círculos cerrados que se crean por la organización del trabajo unen mucho a sus miembros. 
"Así que si no ha formado parte de esos momentos compartidos, puede quedarse aislado por un tiempo". La buena noticia es que, para la experta, esto no será eterno.
 "Los ambientes laborales son cambiantes y, con toda seguridad, ingresará en un grupo en poco tiempo", asegura.
6. Le llevan la contraria tres veces de cada cuatro. Leticia Prada considera que debería encendérsele la luz de alarma si "cada vez que hace una aportación, percibe más preocupación por encontrar la manera de desmontarle la propuesta que por averiguar su viabilidad".
7. Infravaloran sus éxitos. La experta en recursos humanos opina que si, a la hora de valorar sus logros en la empresa, recibe comentarios como "fue cuestión de suerte", está siendo menospreciado (posiblemente, por envidia).
8. Nunca le preguntan por su perro. ¿Nadie se ha interesado por saber si tiene pareja, hijos o perro?
 ¡Mala señal!
 Así lo estima la experta Leticia Prada, testigo de cómo en la mayoría de los centros laborales, los trabajadores hablan de su vida personal. 
 "Una prueba de que alguien no interesa es que nadie le pregunte por su vida fuera de la oficina o no sigan su conversación cuando inicie el tema", sostiene.

9. Todos se quedan hasta tarde (aparentemente). 
 Si nota que nadie tiene ganas de irse cuando llega la hora y, extrañamente, todos siguen en sus puestos cuando usted se levanta, "puede que estén haciendo tiempo para que se vaya. No hablan de sus planes, pero pocas horas después ve en las redes sociales decenas de fotos de la gran quedada". ¿Qué más pruebas necesita?
10. No comparte con sus colegas ningún grupo de WhatsApp. Y haberlos, haylos, no lo dude. 
No formar parte de alguno de ellos, según los expertos consultados, es quedarse fuera de cualquier implicación personal con sus compañeros. "Si continuamente llegan a sus oídos alusiones a unos mensajes, pero no sabe de qué están hablando porque no ha recibido nada, sospeche", sostiene la experta en recursos humanos.
11. Ha protagonizado el último gran cotilleo de la compañía. Si hay algo peor que ser el protagonista de un chisme que recorre la oficina, es que, además, este sea falso e hiriente. 
"Estas situaciones son muy incómodas de llevar y suelen ser generadas por 'los mártires de la oficina', que no tienen más vida que el trabajo y se creen que un buen día heredarán la empresa", explica Adelaida Enguix, quien para superar esta situación propone que "busquemos el modo de aliarnos con el enemigo para sobrevivir en un ambiente hostil". 
Acérquese y busque su punto débil. ¡Esto es la guerra!

 

¿Por qué hay gente que nos da ‘mala espina’ sin conocerla?

Mucho se ha hablado de los flechazos o del 'amor a primera vista', pero menos del fenómeno contrario. ¿Cómo se explica eso de conocer a alguien y no tragarlo de buenas a primeras?

Existen ciertas personas cuyos actos, ideología o aspecto provocan un rechazo unánime (o al menos mayoritario), aunque no las conozcamos. 
En estos casos, su sola imagen puede generar un sentimiento de repulsa que, de algún modo, somos capaces de entender. 
Pero hay ocasiones en las que alguien se nos atraviesa y no podemos encontrar las razones. 
No se trata de que sea repulsivo: seguramente caerá estupendamente a otras muchas personas; no a nosotros.
 En estos casos en los que el sentimiento propio no se corresponde con la tónica general, nos preguntamos ¿qué provoca que las personas nos caigan bien o mal a primera vista?

Según José Manuel Sánchez Sanz, director del Centro de Estudios del Coaching, este chispazo negativo funciona como “un mecanismo de supervivencia que nos pone en alerta ante circunstancias que nuestro cerebro tiene catalogadas como peligrosas o amenazadoras”.
 Aunque existen situaciones u objetos universales que generan repudio, cada uno de nosotros tiene su propio catálogo personal de aversiones más o menos conscientes: 
“El rechazo será nuestra respuesta corporal ante situaciones desagradables o inquietantes”. 
Con la sensación de mala espina sobre alguien, “procuraremos ahorrarnos un daño físico o psicológico posterior”.
A nivel fisiológico, aludiendo a la teoría del considerado el padre de la inteligencia emocional, Daniel Goleman, la reacción natural de alerta surgirá en la amígdala, “una región del cerebro responsable en gran medida de los juicios rápidos que emitimos acerca de las personas”, explica Sandra Burgos, de 30 k Coaching: “Cualquier emoción que nos lleve a comportamientos viscerales está siendo gestionada directamente por esta glándula, así que la respuesta automática no es racional, sino espontánea e instintiva”.

¿A quién me recuerda?

“Hay personas que sienten antipatía por los jefes; y hay quién tiene manía a las personas rubias o altas, a los jóvenes o a los que siempre sonríen.
 La lista es infinita”, según palabras de Sánchez Sanz.
 Pero, ¿por qué alguien sobre el que no tenemos la más mínima información nos parece una amenaza? 
“A menudo se tratará de señales que la otra persona emite y que evocan en nosotros recuerdos de experiencias pasadas o personas desagradables con las que nos hemos cruzado en otro momento de nuestras vidas”.
 Así, un rasgo facial, un olor, un timbre de voz, o incluso una coletilla al hablar, bastarían para hacer reaccionar a esta glándula y disparar esas alertas.
 El recorrido vital de cada uno determinaría, entonces, qué estereotipos leemos en una u otra dirección.

Uno de los detonantes más claros de la evocación es el olor.
 Este sentido, según Teresa Baró, experta en comunicación no verbal, es uno de los sentidos más desarrollados pero menos tenidos en cuenta a la hora de analizar su influencia en nuestro comportamiento:
 “Es una vía de comunicación por la que generamos sensaciones agradables o desagradables”.

Nos delata lo que rechazamos

Otro condicionante subjetivo es que las características visibles de esa persona que nos resulta hostil sean las que rechazamos de nosotros mismos:
 “Buena parte de lo que evitamos enérgicamente en el otro tiene que ver con aspectos de nosotros mismos que no nos gustan, aunque no lo queramos reconocer”, revela Sánchez Sanz, director del Centro de Estudios del coaching 
. Si esto pasa incluso sin estar muy seguros de que esos rasgos odiados están presentes o no en esa persona, podría explicarlo una investigación de la Universidad de Wake Forest (Estados Unidos), que asegura que el ser humano tiende a proyectar en los demás algunos de los rasgos de su personalidad.

Así que, quizá, la próxima vez que no soporte a alguien a primera vista, reflexione sobre qué parte de usted haría bien en cambiar. “Las personas con autocontrol no dejan que la amígdala les domine, ni ante la presencia de una persona cuyas señales corporales, verbales o estéticas les produzcan rechazo de forma automática”.

Lo que nos transmiten sin hablar

Pero más allá de los juicios iniciales ligados a la experiencia subjetiva, para algunos expertos existen características personales (algunas modificables y otras no), que pueden inclinar la balanza hacia el rechazo o la atracción de los desconocidos.
 Autores como Paul Ekman, psicólogo pionero en la investigación de las emociones y de su manifestación en el rostro, consideran determinante el lenguaje corporal: “Incluso cuando no decimos nada verbalmente, seguimos comunicando, y podemos emitir señales no verbales que generen rechazo en los demás”, recuerda Burgos. 
Los estudiosos encuentran algunas posturas susceptibles de generar mala impresión en los demás.
 Por ejemplo, “aquellas indicadoras de una actitud distante o poco afable, cruzando brazos o piernas en dirección contraria al lugar donde nos encontramos”, relaciona la directora de 30k Coaching. La presencia de microexpresiones faciales de ira o desprecio actuarán como revulsivos naturales, justo lo contrario que sucedería con una expresión amable o de amistad.



 

 

Así son los ‘millennials’, la generación de la crisis...... Javier Ayuso

Una generación entre dos mundos

 

Los ‘millennials’ viven atrapados entre lo viejo y lo nuevo

Eduardo Fierro, Cristina Mateo, Elías Rodríguez, Andrés Huerta, Teresa López, y Raúl Tejada. C. ROSILLO | Vídeo: L. Almodóvar EPV
Los jóvenes que nacieron entre 1982 y 2004 (los llamados millennials) serán más del 70% de la fuerza laboral del mundo desarrollado en 2025. 
Probablemente habrán empezado a tomar las riendas del futuro de la humanidad.
 En España, son una generación de más de ocho millones de personas que nacieron en la prosperidad, con un entorno político, económico y social infinitamente mejor que el de sus padres, pero que cuando llegaron a la mayoría de edad se dieron de bruces con una durísima crisis que truncó las expectativas de muchos de ellos. Según la Fundación Porcausa, son el colectivo de los sueños rotos.

 La generación del milenio vive con la etiqueta de formar un ejército de gente perezosa, narcisista y consentida; sin embargo, los jóvenes españoles de entre 18 y 34 años son también críticos, exigentes, reformistas, poco materialistas, comprometidos, digitales y participativos.

 Pero piensan que la sociedad está en deuda con ellos. 

 Eso se deduce, al menos, de todos los informes y encuestas consultados por EL PAÍS. “Aspiramos a todo lo que han aspirado nuestros padres, pero superándolos.

 Ellos se conformaban con un trabajo que les diera de comer y nosotros queremos que nos dé de comer y nos guste. 

Es nuestra mala suerte y nuestra fortuna”, resume María Viajel, de 25 años.

 

La revista Time los definió en 2014 como la generación del yo-yo-yo. Ellos mismos se ven a sí mismos como una generación perdida en el camino entre dos mundos. 
Como decía una joven millennial de forma gráfica esta misma semana en un conocido programa de radio: "Somos una generación de transición.
 Somos la última en muchas cosas y la primera en otras tantas. Estamos entre lo viejo, que no acaba de morir, como el papel o el bipartidismo, y lo nuevo, que no acaba de nacer.
 Una generación que compra las entradas de cine en Internet y luego las imprime".
En esa incertidumbre, "Vivir la vida" es una frase que repiten cuando les preguntas a qué aspiran. 
Para Elías Rodríguez, de 25 años, esa expresión se resume en "tener un buen sueldo trabajando poco". 
Amalia Barrigas, de la misma edad, es más contundente: "La generación millennial aspira a vivir la vida, pero porque creo que no tiene ni puta idea de lo que es la vida".
   
Aunque hay un amplio grupo de chicos y chicas que han entrado en el mercado laboral como se hacía antes (contratos fijos, muchas horas de meritorio y sueldos bajos, confiando en ascender pronto), el modelo convencional no es tan deseado por esta generación como por las anteriores.
 Se han resignado a la precariedad. "Salario bueno no va a haber; condiciones, casi seguro que tampoco, y vivir la vida es un poco lo que nos queda", dice Elías Rodríguez, de 25 años.
Además, los millennials españoles quieren un trabajo, pero tienen menos prisa por encontrarlo y ponen por delante la calidad y un horario que les permita conciliar lo laboral y lo personal y disfrutar de la vida, que un sueldo llamativo.
 Ganar dinero está en los escalones más bajos de sus aspiraciones.

La familia, los amigos, la calidad del trabajo, los estudios o el sexo están por encima del dinero, según la última encuesta del Observatorio de la Juventud.

Además, no están obsesionados por poseer una casa o un coche; son más de la cultura de compartir. 
Salvo en lo que a aparatos digitales se refiere.
 Quieren el último teléfono móvil y el último ordenador portátil, porque son esencialmente digitales, multipantallas y adictos a las APPs y a las redes sociales
No ven mucho la televisión, ni compran periódicos, pero se consideran bien informados a través de Internet.
Según un informe elaborado por la consultora Deloitte, la generación del milenio ha desarrollado un sentido mucho más crítico y exigente que sus padres.
 Exigen una vida más personalizada y defienden unos nuevos valores más acordes con la sociedad actual: transparencia, sostenibilidad, participación, colaboración y compromiso social. Aunque se sienten autosuficientes y autónomos y quieren ser protagonistas en su vida social y laboral. 
En cierto sentido, son narcisistas y consentidos.

 En su mayoría, están mejor formados que sus padres (el 54% tienen título universitario), pero los más jóvenes de ese estrato se han encontrado con que, como consecuencia de la crisis, el mercado laboral tan solo les ofrece trabajos por debajo de su titulación, con contratos temporales y sueldos exiguos.

 El 75% de los jóvenes asalariados en España tienen un contrato temporal.

 Eso ha llevado a muchos de ellos a buscarse la vida fuera del país o con el autoempleo o el emprendimiento.

 Y sienten que la sociedad no les da respuesta al esfuerzo realizado para formarse.

 

Como los abuelos

Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, en 2016 había 2,3 millones de españoles viviendo en el extranjero, la cifra más alta desde que existe el registro del Padrón de Residentes en el Extranjero (PERE).
 Desde que empezó la crisis, en 2008, esta cifra ha aumentado en más de 800.000 personas, de los que más casi un tercio son menores de 30 años.
 Los emigrantes jóvenes españoles tienen, en su mayoría, estudios superiores, según el INE, y siguen el camino que hicieron sus abuelos en los años 60, en los que se inició la emigración española en busca de trabajo.
Pero no todo es formación y empleo por debajo de sus posibilidades.
 En las clases más bajas, la situación es mucho peor.
 Con una tasa de paro juvenil por encima del 40%, los jóvenes de los estratos sociales inferiores tienen un serio problema de futuro y eso les afecta en sus creencias y sus ilusiones.
 Durante el boom económico y la burbuja inmobiliaria, cientos de miles de jóvenes abandonaron los estudios para trabajar en la construcción.
 Un sector que no exigía mucha formación y ofrecía unos sueldos atractivos para chicos de menos de veinte años. 
Una propuesta difícil de rechazar..

 Con el pinchazo de la burbuja, decenas de miles de jóvenes, y no tan jóvenes, fueron engrosando la lista de parados cada mes. Y, lo que es peor, además de quedarse sin trabajo, no tenían formación alguna que les ofreciera una esperanza de reciclarse. Ese colectivo, que está ahora en torno a por encima de los treinta años, es uno de los más desesperados y con mayor desafección hacia la sociedad.

 No creen en las instituciones, ni en los partidos políticos, ni en las empresas... ni ven la luz al final del túnel.

 Son los indignados que reniegan del sistema político, económico y social y valoran muy negativamente el funcionamiento de la democracia en España.