Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

17 feb 2017

Natalie Portman es Jackie. Y lo que ella quiera................ Carlos Boyero

Pablo Larraín resucita en 'Jackie' a la ilustre, sofisticada y trágica dama del presidente asesinado.

Fotograma de 'Jackie', interpretada por Natalie Portman. EL PAÍS
Imagino con sentido de la lógica que para inmensa mayoría de la gente sus recuerdos más trascendentes e imperdurables sobre los sucesos que han marcado su existencia estarán asociados al día que nacieron sus hijos, se enamoraron siendo correspondidos, desaparecieron sus seres más queridos, esas cositas. 
Pero la memoria colectiva y universal a partir de la mitad del siglo XX e inicios del XXI supongo que responde a fechas muy concretas y casi siempre luctuosas.
 O sea: ¿Qué hacías el día que mataron a John Kennedy, cuando el hombre pisó la luna, aquel 11 de setiembre en el que el derrumbe de las Torres presagiaba el apocalipsis, la fecha en la que un psicópata se cargó a un tal John Lennon, a un fulano que hizo feliz con su música a tanta gente de cualquier parte?

Del asesinato excesivamente turbio y jamás aclarado de John Kennedy, aquel político tan molón, juvenil, magnético, liberal, esperanzador, en el que confiaron tantas personas para que cambiara el estado de las cosas, luminoso (de sus sombras, que debían de ser bastantes, se habla menos), se ha ocupado el cine muchas veces. 
Pero no sabemos demasiado de la personalidad y los sentimientos de su corneada y muy presentable esposa, alguien que pasó por la experiencia pavorosa y difícilmente imaginable de ver como agujereaban la cabeza de su marido a centímetros de su regazo.
Al parecer el muy retorcido director Darren Aronofsky y también Steven Spielberg pretendieron durante una época retratar o imaginar lo que sentía Jacqueline Kennedy, pero ha sido el director chileno Pablo Larraín el que resucita a la ilustre, sofisticada y trágica dama en Jackie.
 Y aunque esté trabajando en Hollywood, el creador de una película tan tenebrosa como El club, descripción inmisericorde de un grupo de curas con aficiones pederastas que la Santa Iglesia ha confinado en un pueblo para ocultar el problema y librarse del incómodo marrón, no renuncia a las señas de identidad de su cine.
 La fotografía de Jackie es terrosa, sin glamour, con el color más áspero de la vida. 
Tampoco se permite convenciones narrativas ni morales.
 Lo cual no son razones suficientes para hacerla apasionante, aunque sí una película curiosa.
La trama reconstruye el magnicidio de Dallas, pero la descripción de su viuda, su soledad, su desconsuelo, su miedo, sus dudas, pertenecen a la imaginación del guionista.
 Tal vez se acerque a la realidad, pero no sabemos si la dama se hubiera identificado. Con lo que cuentan de ella.
 Sabemos que recompuso su existencia casándose un tiempo después con el hombre más rico del mundo, un naviero griego llamado Onassis al que debía encantarle coleccionar trofeos de lujo, como la diosa María Callas, o la aparentemente inalcanzable viuda de América. 
Pero aquí solo se ocupan de su desolación y su luto.
Me ocurrió algo tan sorprendente como grato viendo Jackie.
  No tenía referencias y llegué tarde a los títulos de crédito. No sabía quién la protagonizaba.
 Y me quedé fascinado con su actriz. Su voz, su expresión, su mirada, sus movimientos, su sufrimiento, su incertidumbre tenían poder de conmoción. 
Y me preguntaba sí había visto alguna vez a esa actriz tan buena. Tardé veinte minutos antes de descubrir que era Natalie Portman
 Y en mi caso ese despiste es grave, ya que me enamoré de esta guapísima señora y formidable actriz desde las primera veces que la observé. 
Ocurrió en Leon, Heat y Beautiful Girls. En aquella época Natalie Portman era una cría.
 No soy menorero, pero tampoco ciego. 
Era imposible no quedarse colgado con la luminosidad, la belleza, la inteligencia, el sentimiento, el toque inquietante, la malicia, la complejidad, el talento, la veracidad que poseía aquella niña. Con Jodie Foster me ocurrió algo parecido. 
El tiempo confirmó lo que siempre fue transparente. 
 

 

La Infanta, el final del cuento............................ Iñigo Domínguez

Cristina de Borbón no obtiene consuelo, ya había perdido, la vida nunca será como antes y le dolerá igual quedarse sola que no haber tenido razón.

Algunos momentos de la declaración de la infanta Cristina en el juicio del 'caso Nóos'. EPV
La trayectoria de Cristina de Borbón en el caso Nóos ha sido una carrera contra lo inverosímil, o contra aquello que los españoles dábamos por increíble, sea por prejuicio, inercia en nuestra condición de súbditos o pura desconfianza en las instituciones.
 La Infanta al principio seguro que se iba a quedar fuera de la investigación, después no llegaría al juicio ni loca, y al final se iba a librar de la condena sí o sí. 
Ayer, entre periodistas, los artículos provisionales a la espera de la sentencia y listos para salir se escribían con ese presupuesto.
 Lo otro seguía siendo casi impensable, y quien lo creía posible era tratado todavía como un ingenuo que no sabe cómo funciona el mundo.
 Era una intuición periodística basada no tanto en mirar los hechos que se juzgaban como a la figura que presuntamente los había cometido. 
Al final, examinando solo esos hechos, los jueces la han absuelto. “Este tribunal va a blindar su independencia”, clamó la presidenta, Samantha Romero, en la frase más lapidaria del proceso. 
Su trabajo no ha sido fácil, como nada ha sido fácil en este caso: han tardado ocho meses en tomar una decisión, que ya era histórica antes de pronunciarse.
En todo caso, la Infanta ya había perdido.
 Ser absuelta es un leve consuelo. Era una de esas malditas situaciones en las que no puedes ganar de ninguna manera, o al menos era ya lo más difícil de creer. 
 Habría sido como una princesa que se despierta de una pesadilla en un cuento: tenían que haberles absueltos a los dos, devolverles el título de duques y entrar en Palma en una carroza de caballos. Pensar que todo seguía siendo como antes, o como en los viejos tiempos, antes de la cacería de Botswana.
 Pero a las doce, esta vez del mediodía, se rompió el encanto. 

Lo cierto es que su vida nunca será la misma, dejó de ser duquesa de Palma, ya no se habla con media familia, empezando por su hermano el rey, y a menos que la sentencia cambie en el Supremo, tendremos una infanta real que para ver a su marido tendrá que ir a visitarle a la cárcel. 
Se ha roto el último dique, la entente acorazada que había constituido estos años con su esposo, como última trinchera para resistir contra su propia familia, contra el descrédito social y el escarnio público de correos privados. 
La Infanta se quedará aún más sola, demediada, apartada y casi exiliada en su retiro extranjero. Pero es difícil calibrar cuál puede haber sido mayor golpe para Cristina de Borbón, eso o no haber tenido razón. Para su desesperación, se ha cumplido el guion que Zarzuela había previsto como un mal menor, pero que ella se había negado a asumir: salvarse, preservar la imagen de la monarquía y dejar caer a su marido.
En enero de 2012 el consejero personal de Juan Carlos I, Fernando Almansa, se citó en Denver, en Estados Unidos, con el matrimonio, que estaba esquiando en Aspen. Debían elegir: separarse o que ella renunciara a sus derechos de sucesión. “¡Yo nací Infanta y moriré Infanta!”, replicó ella indignada, según fuentes de Zarzuela.
 Una de las incógnitas a despejar ahora es si Cristina de Borbón, sexta en la línea de sucesión, al borde de perder a su marido entre rejas, sigue aferrándose a ese axioma irrenunciable, su última bandera.
 El precedente de cómo se gestó la retirada de su título de duquesa de Palma, en junio de 2015, es significativo.
Tras meses de ruegos infructuosos, Felipe VI optó por quitárselo por las malas, a golpe de BOE. 
Se originó un vodevil cuando Cristina de Borbón llegó a desmentirle con una nota en que decía que no, que ya lo había hecho ella el día antes. Que no le echaba nadie, que se iba ella.

Cobertura completa de la sentencia de Nóos

Noticias, análisis, fotografías... toda la información para conocer todas las claves de la sentencia del caso Nóos.
La evolución de la actitud de la Infanta ha ido revelando cómo iba encajando una derrota que nunca había previsto, por inimaginable abandono de los suyos o como si fuera una traición a los pilares básicos de su educación, que estaba por encima de algunas cosas. Se tomó su primer interrogatorio en febrero de 2014, al llegar a la famosa rampa de los juzgados de Palma, casi como una visita oficial engorrosa más.
 Paró el coche a mitad de la cuesta y se giró sonriente para saludar a las cámaras. 

Parecía querer decir que allí no pasaba nada, solo un desagradable equívoco que se resolvería en breve. 
Al preguntarle el juez José Castro si había actuado como escudo fiscal para su marido, respondió: “Casi me ofende, señoría”.
 Venía a decir que lo habría hecho, ofenderse, si pensara que aquel señor, o señoría, tenía el poder de hacerlo.
 A finales de ese año pagó 587.413 euros para subsanar la responsabilidad civil como presunta beneficiaria de los supuestos delitos fiscales de su marido: evadir 326.925 euros en impuestos en 2007 y 2008. 
Pensaba que así zanjaría la cuestión, y no se hable más del tema. No entraba en sus cálculos la variable descontrolada de Manos Limpias, que mantuvo la acusación hasta el final.
Fue el juicio, hace un año, el que la bajó definitivamente a tierra. Llegó muy seria y nerviosa, pero también al principio se lo tomó con impaciencia.
 Cuando miraba el reloj era como si pensara que cuánto tiempo más iba a durar esa broma, que estar allí sentada ya era un castigo insufrible, y suficiente. 
Su declaración fue dolorosa, basada en una frase que ahora también se tambalea: “Confío plenamente en mi marido y estoy convencida de su inocencia”. 
Pasados los primeros días de vistas debió de empezar a sospechar que quizá aquello no se acabara ahí.
 Lo plúmbeo de las sesiones, los ruines pormenores del caso, estar expuesta por la tele a toda España, sentada allí doce horas con una pausa para comer un bocadillo en un cuarto sin salir a la calle, recluidos los dos en medio de un polígono industrial, abrieron paso en su rostro a algo parecido a la resignación y la tristeza.
 Fue como si cada día perdiera un trozo de su ilustre biografía y su pasado ya no pesara tanto como un presente desolador.
 Descubrió que los peores días de su vida eran solo el anuncio de que lo peor estaba por llegar.
 El cuento se había acabado hace tiempo.

 

El futuro de Cristina de Borbón tras la sentencia del ‘caso Nóos’ está en Lisboa


La hermana menor del Rey y sus cuatro hijos se trasladarán a Portugal cuando termine el curso escolar.

La infanta Cristina en Barcelona, en 2013. EL PAÍS VÍDEO Andreu Dalmau (EFE)
Cristina de Borbón ha recibido en Suiza con su marido y sus cuatro hijos la sentencia del caso Nóos. 
 Días antes estuvo en Barcelona por motivos de trabajo. Su presencia, como siempre que pisa España en los últimos meses, fue muy discreta.
 La hija menor de los Reyes eméritos vive su propio exilio autoimpuesto, que continuará ahora en Lisboa, adonde se trasladará con sus cuatro hijos.
Cuando el caso Nóos comenzó a destaparse, la familia Urdangarin y Borbón se instaló en Washington en un intento de protegerse de la exposición pública y buscando un destino profesional para el entonces duque de Palma de Mallorca en Telefónica.
 Agotada esta estancia, la Infanta decidió regresar a España, pero la familia permaneció en su casa de Pedralbes un año. 
La infanta Cristina se convenció tras esos meses en Barcelona de que la familia debía poner tierra por medio.
 Fue entonces cuando, con la ayuda de LaCaixa, entidad en que la Infanta trabaja desde hace casi 20 años, encontró un trabajo en la sede que la Fundación Agá Ján tiene en Ginebra.
Desde hace tres años reside allí en una casa en el centro de la ciudad, cuyo alquiler paga la fundación.
 Ella sigue cobrando su sueldo de LaCaixa, mientras que el colegio de los niños lo paga el Rey emérito, como también lo hace con los hijos de la infanta Elena.
 Urdangarin, desde que se mudó a Ginebra, no ha trabajado. Cristina de Borbón, al tener un empleo, logró la residencia en Suiza para ella y sus niños.
 Urdangarin ha estado mucho tiempo allí como turista.

Palacio Mendonza, en Lisboa (Portugal) de la Fundación Agá Jan.
La infanta Cristina se planteó hace tiempo que si la sentencia era desfavorable para ellos no seguirían en Ginebra. 
Por eso, acompañada por sus hijos Juan, Pablo, Miguel e Irene, se trasladará cuando acabe el curso escolar a Lisboa.
 Los Borbón han estado desde siempre muy ligados a esta ciudad. Allí residió el conde de Barcelona en el exilio y con él su hijo Juan Carlos.
 En el barrio de Lapa, situado en el centro de la ciudad, tiene una sede la Fundación del Agá Ján y allí trabajará la hermana del Rey a partir de ese momento.
 Lisboa le permitirá estar más cerca de su marido si ingresa en prisión.
Lo que no parece estar en cuestión es el matrimonio de Cristina de Borbón e Iñaki Urdangarin 
. Cuantos más problemas ha tenido el exduque más se ha estrechado su unión, al menos en público.
 En privado, su círculo de amigos ha desvelado que Urdangarin ha necesitado ayuda médica y que la Infanta también ha pasado momentos de gran melancolía.
 La hermana menor del Rey a estas alturas no se siente culpable y tampoco cree que su marido lo sea.
 La pareja se considera una víctima y piensa que desde el palacio de La Zarzuela les han dejado “solos” y no les han defendido como ellos esperaban. 
Argumenta que todo es fruto de una conspiración contra su esposo. La Infanta ha cerrado filas con él.
 Si hubo algún momento de crisis matrimonial tras la filtración de unos correos que mostraban una aparente infidelidad de Urdangarin, esta se desvaneció.
 Cristina es cabezota, tozuda, tanto que mantiene a veces actitudes por pura altivez.(Como buena Borbón que es, quizás la más, y así se porta) (También leí en un árticulo que Cristina estaba practicando lo que había jurado en su matrimonio, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y la enfermedad......eso es lo que hace. Cierto que parece que tenga algun apoyo en su hermana y su madre. Felipe le quitó el título de Infanta, y no creo que fuera cara a la Galería que a Letizia no le gustaría porque cualquier dia ella puede dejar de ser Reina .... Conforme la instrucción de caso Nóos avanzaba, ella más se aferraba a su marido y a sus derechos como Infanta de España, a los que no renuncia, dice, por sus hijos.
Cristina manda mensajes a la familia a través de su madre y hermana, se siente “abandonada”. Doña Sofía y la infanta Elena son su único nexo con La Zarzuela. El Rey emérito se mostró inflexible como monarca, pero herido y profundamente decepcionado como padre.
 La comunicación con su hija ha sido durante estos años cada vez más fría. 
Las constantes llamadas de don Juan Carlos pidiendo a su hija que renunciara a sus derechos como Infanta cortaron el cordón umbilical y si había aún alguna posibilidad de acercamiento, todo acabó el día en que se produjo el relevo en la Corona. 
El entonces Rey, de acuerdo con el Sucesor que llamaba a la puerta, asumió la tarea de comunicar a Cristina de Borbón que no asistiera a los actos programados para la ocasión.
 Fue una conversación tensa, pero, más aún, el momento en que la infanta desoyó la orden paterna y se presentó en el palacio de La Zarzuela.
 Pero el cortafuegos se puso en marcha y Cristina solo tuvo acceso a las habitaciones que ocupa su madre.
 Ambas almorzaron allí a solas. Porque Juan Carlos buen Borbón en aquellos tiempos estaba con Corina. No es un ejemplo de Rey por muy emérito que sea porque él no abdica.....o si pero en que paises de dinastías reales tienen dos Reyes?.

Ejecutado el relevo en la Corona, Felipe VI pidió a su hermana menor que renunciara a su título de duquesa de Palma, a lo que ella se negó. El Rey tuvo que despojarla del título.
 Desde ese día, la brecha se hizo aún mayor entre ambos. 
La pasada Navidad, Cristina y su familia solo estuvieron unos días en Vitoria donde recibieron la discreta visita de la infanta Elena, convertido en el único nexo con la familia Borbón y Grecia.

 

 

Urdangarin, condenado a seis años y tres meses de cárcel. La Infanta, absuelta

INfanta, absuelta

Urdangarin y la infanta Cristina, en Palma, en 2016.
Diego Torres, sentenciado a ocho años y seis meses; Jaume Matas, a tres años y ocho meses.
 Iñaki Urdangarin ha sido condenado por prevaricación, malversación, fraude, tráfico de influencias y dos delitos contra la Hacienda Pública. La Infanta deberá pagar 265.088 euros.
No han salido nada malparados, recuerdo tiempo ha, este juicio lleva ya años, que se daba por sentado que la Infanta sería absuelta y Undargarín iría a la cárcel. y así ha sido, ahora falta que ese abogado tan bueno apele sentencia, y le pongan 3 años de cárcel o como a la Pantoja solo 2 con aquel estropicio que hubo. Luego le vendrá la condicional y compás de espera, porque con tanta corrupción este caso está como con "calima" muy polvoriento.