El documental estadounidense 'Bones of Contention' repasa la represión franquista a los homosexuales y la lucha actual por la memoria histórica.
"En mitad de la crisis económica, con gente pasando hambre, con el paro creciendo brutalmente y los bancos pidiendo el rescate, me llamó la atención aquella protesta.
Así que me quedé dos años más, investigando y preparando este documental", contaba esta tarde en el coloquio posterior al estreno mundial en la Berlinale de su Bones of Contention, que repasa toda la persecución franquista al movimiento homosexual, cuya cara más conocida fue la de Federico García Lorca, y una represión que no acabó hasta el último cambio legislativo en 1985.
En el documental se cruzan tres historias.
Por un lado, la de la lucha por recuperar la memoria histórica, centrada en encontrar 120.000 cadáveres de víctimas enterradas en cunetas y pozos, simas y que solo se pueden encontrar por los recuerdos: ni un documento levantó acta de aquella masacre: acaso quedan como testigos mudos algunos pinos en zonas de fosas comunes, ya que ese árbol, de crecimiento rápido y raíces profundas, fue usado por el régimen franquista para destruir pruebas de la barbarie.
"Yo creo que ser de Granada me aproxima a la
comprensión simpática de los perseguidos: del gitano, del africano, del
judío... del morisco que todos llevamos dentro" (García Lorca)
Antonio Ruiz, presidente del Colectivo de ex presos sociales, ha comentado al público berlinés que, por ahora, solo 116 homosexuales han sido indemnizados por torturas y encarcelamientos durante aquellos tiempos de ignominia.
"Pero ningún Gobierno nos ha ayudado nunca a recuperar nuestra historia, no hemos recibido ninguna ayuda".
Curiosamente, para la dictadura ellos sí existían, porque de las lesbianas ni palabra, ni siquiera en la Ley de Vagos y Maleantes de 1954.
En pantalla, Isabel Franc aclara que lo duro fue que se les negara la existencia: "Había una ley contra gais, pero a nosotras se nos negaba hasta eso.
No existíamos, porque la mujer tampoco tenía sexualidad".
Entre ellas se reconocían preguntándose "¿Tú eres librera?", y aunque fuera clarísimo que estaba ante otra lesbiana, no estaba de más inquirir
"Pero tú entiendes, ¿verdad?"
Y hay muy pocos testimonios del movimiento lésbico durante la Segunda República: aquella presencia fue absolutamente borrada del mapa.
Quedan ecos de nombres como Victorina Durán, la actriz Margarita Xirgu, Ana María Sagi, la periodista Irene Polo, Lucía Sánchez Saornil, la fundadora de Mujeres Libres...
Su rastro se desvanece de forma que a aquella generación se la llama "las desaparecidas".
Xirgu, amiga de García Lorca, estaba en México cuando el poeta y dramaturgo fue asesinado.
Así se llega al tercer hilo argumental, Federico García Lorca, asesinado por "homosexual y socialista", como describe un informe policial de 1965 que no vio la luz hasta hace dos años.
Fue la confirmación de que había sido víctima del franquismo y zanjaba así los rumores.
Ese reconocimiento también sirve para sacar a la luz toda una represión olvidada actualmente, y para recordar al artista con toda su complejidad.
"Yo creo que ser de Granada me aproxima a la comprensión simpática de los perseguidos: del gitano, del africano, del judío... del morisco que todos llevamos dentro", dijo en una entrevista que se refleja en pantalla.
En Berlín, Laura García-Lorca, presidenta de la Fundación que honra la memoria de su tío, se defendió indignada sobre una acusación que se escucha en Bones of Contention:
"No es cierto que la familia haya escondido su pasado político". A su lado, Ruiz confesó que en los peores momentos de las torturas, "cualquiera podía recordar a Federico como un referente".
La búsqueda de su cadáver continúa, y ayer mismo el informe técnico de la tercera excavación señaló una posible fosa pero sin cuerpos y sí dos casquillos de bala, con lo que se cierra, por ahora, con pruebas confusas.
La lucha por los derechos del colectivo se mantuvo hasta bien entrada la democracia.
En 1977, en la primera manifestación gay en Barcelona, los convocantes no estaban seguros de querer que participaran transexuales.
"Al final nos pusimos 10 con la pancarta y fuimos las únicas en aguantar las cargas de los grises [los policías de la época]", rememoraba ayer en el coloquio Silvia Reyes, que ya había sufrido el repudio familiar.
En el patio de butacas se levantó un anciano y se presentó:
"Me llamo Sebastián Ramírez y hace 50 años huí de España y me vine a Berlín, después de ser torturado en la Dirección General de Seguridad con 16 años, tras ser detenido en el cine Carretas".
Así la historia se hizo carne.
O como dijo Lorca: "Un muerto en España está más vivo como muerto que en ningún sitio del mundo".