Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

10 feb 2017

Angelina Jolie arremete contra Donald Trump ................Silvia Ruiz de la Prada Sanchis .....

La actriz estadounidense ha publicado una carta en 'The New York Times' mostrando su denuncia y disconformidad frente al veto migratorio impuesto por el nuevo presidente de Estados Unidos.

Angelina Jolie visita un campo de refugiados en el 2003 © Getty Images
Angelina Jolie visita un campo de refugiados en el 2003 © Getty Images

Es de sobra conocida la labor humanitaria que ejerce Angelina Jolie desde hace décadas. 
La actriz no solo destaca por interpretar buenos papeles y tener una cara bonita y una familia numerosa, ella es una activista que durante años ha luchado a favor de los derechos humanos y en contra de las injusticias sociales. 
Como era de esperar, Jolie no se ha quedado callada con el nombramiento de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos y todas las controversias que está generando.
En una carta publicada en el periódico The New York Times afirma estar "orgullosa de la historia de nuestro país de dar refugio a las personas más vulnerables. 
 Los estadounidenses han derramado sangre para defender la idea de que los derechos humanos trascienden y van más allá de la cultura, la geografía, la etnia y la religión".
En su reflexión continúa hablando de la situación de conflicto en la que nos encontramos apuntando que "la crisis global de los refugiados y la amenaza de terrorismo hacen perfectamente justificable que consideremos la mejor manera de cerrar nuestra fronteras.
 Todo gobierno debe equilibrar las necesidades de sus ciudadanos con sus responsabilidades internacionales. Pero nuestra respuesta debe ser medida y debe basarse en hechos, no el miedo".
Hay que recordar que Angelina Jolie es madre de seis hijos, tres de ellos adoptados y procedentes de Camboya, Etiopía y Vietnam; mientras que los otros tres nacieron en Namibia y Francia.
 En la carta recuerda este hecho y afirma que quiere que "Estados Unidos sea un país seguro para ellos y para todos los niños de la nación".
En el año 2001 fue nombrada embajadora de buena voluntad del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y desde entonces ha desempeñado su cargo con profesionalidad, visitando países como Angola, Afganistan, Pakistán, Tanzania, entre otros.
La misiva concluye con una reflexión que plantea hacia dónde se dirige la nación y cómo se debería proceder: "Actuar por miedo no es nuestro camino. 
Apuntar a los más débiles no es nuestra fuerza
. Tenemos que hacer causa común con personas de todas las creencias y orígenes luchando contra la misma amenaza y buscando la misma seguridad. 
Aquí es donde espero que cualquier presidente de nuestra nación nos conduzca en nombre de todos los estadounideses".

Hollywood pasa a la acción.................................... Rocío Ayuso...

Desde el discurso de Meryl Streep en los Globos de Oro las críticas se han sucedido.

 

Scarlett Johansson en la marcha de las mujeres contra Trump.
Hay quien les llama elitistas.
 Otros simplemente, aprovechados.
 Pero esta vez Hollywood no se piensa amilanar.
 Su voz oyó en boca de Meryl Streep cuando en los últimos Globos de Oro lanzó un claro ataque contra la era Trump sin tan siquiera mencionar su nombre.
 Desde entonces las críticas se han sucedido en todas las galas de esta temporada de premios hasta tal punto que se espera que los próximos Oscar sean los más politizados desde 2003, cuando la entrega de las estatuillas coincidió con la invasión estadounidense a Irak.
Hasta la presidenta de la Academia, Cheryl Boone Isaacs, entró esta semana al trapo.
 “Las sillas vacías en esta habitación han hecho de los académicos, activistas”, resumió durante el habitualmente frívolo almuerzo de los candidatos.
 Sus palabras se referían a los que, como el realizador Asghar Farhadi, candidato por The Salesman, se ven afectados por el decretazo ejecutivo que cerró temporalmente la entrada en Estados Unidos a aquellos procedentes de países con mayoría musulmana. Joos Weddon o Cynthia Nixon protestaron con miles de personas en los aeropuertos de Los Ángeles o Nueva York.
 Días antes Jane Fonda y Barbra Streisand se sumaban a las 750.000 manifestantes que congregó la Marcha de Mujeres organizada en protesta a la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca.
 No fueron protestas Hollywood, llenas de la nostalgia a lo Tal como éramos o explotando la icónica imagen de “Hanoi Jane”.
 Esta vez Hollywood, como industria, quiso hacerse oír ante un gobierno al que se opone. 
Y ni tan siquiera un posible boicot de los trumpistas a eventos como los Oscar, donde a la industria le gusta mirarse el ombligo delante del mayor número posible de espectadores, va a detenerlos.
“No tienes más que ver cómo se están organizando”, indicó a El PAÍS el conocido activista, además de actor, Matt Damon.
 Habla de esa otra marcha que una de las principales agencias de Hollywood, UTA, ha convocado el 24 de febrero y que sustituye su fiesta anual con motivo de los Oscar.
 Y de los 235.000 euros que donarán a dos de las principales asociaciones estadounidenses en favor de las libertades civiles y los refugiados.
 Porque como dijo la también activista y estrella Shailene Woodley “las manifestaciones son increíblemente importantes” al igual que las protestas personales pero todo se reduce a dinero. “Trump no podrá hacer nada si no tiene el dinero para hacerlo. 
Y nosotros tenemos que poner el dinero en lo que defendemos”, instó la actriz en apoyo del futuro app que prepara Divest.org. Woodley no habla de donaciones sino de algo más simple como mirar quién se beneficia con lo que la gente compra. 
“Me encanta el término de activista de sofá porque desde tu móvil puedes decir dónde dirigir tu dinero”, añadió.
 Su mejor ejemplo: recientes iniciativas virales como la que secundaron más de 200.000 usuarios de Uber que cancelaron su cuenta en protesta por los lazos entre este servicio y la administración Trump. 

Otra de las principales agencias de talento de Hollywood, WME-IMG, anunció esta semana la formación de un comité de acción política nacional que conecte a sus clientes con Washington y sugiera formas de contribución, además de respaldar proyectos individuales de sus empleados.
 Su activismo está dirigido “a ambos lados del espectro” , asegura la compañía que dirige el que fue agente de Trump, Ari Emanuel (en el que se inspira la serie El séquito).
 Pero como recuerda Damon a EL PAÍS, “lo más interesante es que (Trump) está reactivando la derecha y la izquierda para encontrar un campo común desde el que salir de esta autocracia”.
Los esfuerzos de la industria tienen poco de altruistas y menos de elitistas.
 Una medida migratoria como la de Trump resultaría en una fuga aún mayor de rodajes fuera de Estados Unidos a países como Canadá donde los estudios pueden conseguir visados con mayor facilidad. 
Y también está la amenaza de Trump de eliminar la Dotación Nacional por las Artes, de la que no se nutren ni los estudios ni Broadway sino las escuelas o los programas artísticos dirigidos a los más desfavorecidos.
 O la posible privatización de los escasos pero valorados medios públicos estadounidenses como el canal PBS de televisión o la radio NPR.
Como indicó recientemente la codirectora de la revista Variety, Claudia Eller, en sus 30 años de carrera no recuerda “un Hollywood tan politizado”.
 Una lucha que en ocasiones está entre el comercio y el activismo.
 El mejor ejemplo, los anuncios que publica esta semana Harvey Weinstein, el maestro de las campañas al Oscar, en apoyo a Lion.
  En ellos se puede ver la foto del joven indio Sunny Pawar, protagonista de la cinta, con esta frase: “Fue un esfuerzo extraordinario conseguir que viniera por primera vez a Estados Unidos. 
El año que viene puede ser imposible
. Recuerda tus orígenes”
. Una campaña sutil pero quizá efectiva para una película que defiende seis candidaturas.
 Lo llaman el efecto Meryl Streep, actriz no falta de méritos pero que antes de su paso por los Globos de Oro nadie hacía candidata en esta edición. 
Ahora la “sobrevalorada” actriz —que diría Trump— defiende su vigésima candidatura. 

9 feb 2017

José de Almada Negreiros: los ojos del siglo............... Javier Martín

La Fundación Gulbenkian rinde tributo al modernista portugués: poeta, dramaturgo, pintor, escenógrafo, bailarín y actor.

José de Almada Negreiros, en un fotograma de la película 'O Condenado' (1921).
“Mis ojos no son míos, son los ojos de nuestro siglo”. 
José de Almada Negreiros fue el cuerpo y el alma del siglo XX cuando dormía y cuando se tomaba un café en el lisboeta A Brasileira; cuando bailaba y cuando diseñaba vidrieras para iglesias. 
Almada Negreiros (Santo Tomé, 1893-Lisboa, 1970) fue el artista total, es decir, un modernista, y la Fundación Calouste Gulbenkian le rinde tributo con la mayor exposición jamás realizada sobre “el artista multiforme”, el “artista políglota” que cautivó por igual al retraído Fernando Pessoa o al expansivo Ramón Gómez de la Serna.
 La intelectualidad ibérica de mediados del siglo XX coincidió en que Almada Negreiros era único.
“El modernismo eran muchas cosas y la versatilidad de Almada permitía percibir su diversidad”, explica Mariana Pinto dos Santos, comisaria de la gran exposición que se puede ver en Lisboa hasta el 5 de junio.
 “Decía Almada que lo moderno era una forma de vestir, una forma de ser”.
Más de 400 obras, de las que un centenar nunca antes habían sido expuestas, demuestran el imposible encasillamiento del artista de los saltones ojos negros.
 El modernismo —y Almada, particularmente— derribó las divisiones de las expresiones artística y sus jerarquías —la pintura sobre todas las cosas—; esta muestra es el mejor ejemplo de ello. Junto al icónico retrato de Pessoa, casi un cuadro pop, series de saltimbanquis con los que le unía una relación por sus años de bailarín, escenógrafo y performer. 
“Almada era un provocador siempre; en la calle, en sus conferencias, muy teatrales”, señala la comisaria.
 Pero a la vez que cultivaba ese lado exhibicionista se obsesionaba con la geometría, como lenguaje universal.
 “Su representación visual es abstracción figurativa”, añade Pinto dos Santos. 
Y así, Almada salta del realismo al cubismo, de óleos por encargo de la Sastrería Cunha a las fachadas de azulejo en la calle Vale do Pereiro (Lisboa).
en la calle Vale do Pereiro (Lisboa).
'Sin título' (1947), obra de Almada Negreiros que se puede ver en la muestra lisboeta.
Han sido necesarios tres años de trabajos y la colaboración de instituciones de Portugal, Francia, España y Brasil para reunir el puzle de este modernista total que, con apenas 20 años, lo mismo publicaba poemas humorísticos que tragedias griegas o lanzaba manifiestos contra unos y contra otros.
“Almada consideraba que el arte tiene que comunicar, y si no llega al público, el fallo es del artista”, explica Pinto dos Santos.
 En una sala se reúnen, entre otras piezas, testimonios de su estancia en Madrid, paneles interiores que diseñó para el cine San Carlos, ilustraciones para los artículos de Gómez de la Serna, quien no quería colaborar con ningún otro dibujante...
Para Almada Negreiros, “fue el humor lo que permitió pasar del siglo XIX al XX”, un humor entendido como la ilustración de los periódicos y de las revistas, “un humor multiforme”.

Un cuarto oscuro ilumina los dibujos de Almada para La tragedia de doña Ajada (1929), su linterna mágica, otra de sus expresiones artísticas, en este caso relacionada con lo que era un nuevo arte, el cine. 
Son imágenes en blanco y negro que aparecían en la pantalla a la vez que sonaba la música del catalán Salvador Bacarisse (1898 - 1963). 
En marzo, la orquesta de la fundación interpretará, por segunda vez en la historia, la música del compositor catalán, con asistencia de su hijo, de 92 años de edad.
Aunque la exposición es extraordinaria, por cantidad y calidad, es preciso salir a la calle para comprender al modernista total; sus huellas y las de Pessoa configuran la Lisboa del siglo XX.
 Del segundo hay que seguir sus paseos y sus tabernas; de Almada hay que visitar las vidrieras de Nuestra Señora de Fátima, las pinturas del hotel Ritz, los murales de la estación de Alcántara o los tapices de la universidad. 
“Su idea de Modernismo era el arte total. Si eres artista lo eres en todo momento”, señala la comisaria. “Almada Negreiros siempre lo era”.

 

La poesía emigrante de Manuel Rivas.................Juan Cruz

El autor lee en Madrid versos de su nuevo libro, 'A boca da terra'.

 

Manuel Rivas, durante su recital en Madrid.
Manuel Rivas cumple 60 años en otoño de 2017; si lo miras con cierto detenimiento verás en él al muchacho que venía a EL PAÍS hace cuarenta años vestido como un marinero, aún con el temblor que sienten los periodistas cuando todavía creen que el monte no es orégano.
 Ese muchacho ya escribía poemas y redactaba crónicas a partir de palabras inconexas que le llegaban a la Redacción del periódico gallego en el que empezó a trabajar a los 14 años.

Ese muchacho luego hizo la guerra del periodismo (en EL PAÍS, por cierto) y de la literatura, batallas incruentas pero terribles de las que puedes salir lisiado del alma; algunos se revuelcan luego de heridas supremas de la autoestima o de excesos de autosatisfacción.
 Rivas ha sobrevivido a diversos éxitos literarios, y sigue por el mundo como si fuera el cartero del niño que fue, repartiendo versos en sobres como aquellos que remitían los parientes de los emigrantes gallegos o canarios.
Con esos sobres sigue repartiendo el interior de sus libros. Y los trajo anoche a la Librería Alberti de Madrid, donde fieles de su poesía (y de su manera de ser) lo fueron a escuchar recitar sus propias traducciones de A boca da terra, que apareció primero en gallego y que ahora aparece como La boca de la tierra en Visor.
 Rivas iba vestido como un leñador irlandés, con un toxo en la mano (la flor amarilla de los inviernos gallegos), que depositó en una botella de agua; llevaba también aquellos sobres de avión con sus poemas, dentro de un envoltorio en el que había dibujadas unas mazorcas, y empezó a leer como un cura laico. 
El libro tiene una cubierta negra, como todas las de Visor, pero él le ha puesto la luz (la alegría) de una foto obra de su hija Sol (Sol Marilño) en la que se ve a una mujer brasileña que ofrece su teta al aire, su pecho lleno de inscripciones milagrosas.
El pelo de Rivas ya es blanco; pero él sigue siendo el que llevaba panes y lápices de colores a las presentaciones de los libros; en tiempos su madre le guardaba el pan, hasta que él terminaba de recitar; ahora ya no está la madre, pero el poeta sigue siendo un hijo, como si llevara consigo no sólo toda la familia, los antepasados, la hermana María, la novia, la mujer, los hijos, el perro (O Rivas pequeno lo llamaba el padre)… y la propia tierra en la que nació, O Monte Alto de A Coruña.
La suya es una poesía emigrante, que se fija en la música y en el dolor y que él la habla como si hubiera sido concebida para que también saliera de su voz, y de su arte, el olor de la tierra.
 Hay básculas de la infancia, las espinas de la historia colectiva, el invierno de Galicia, las ganas de vivir y también la compasión que despierta el sentimiento de injusticia que queda en el alma de un niño que aparece y se sienta como un hombre de casi sesenta años pero que cuando empieza a recitar, como si parara el mundo y la edad, es otra vez el muchacho de menos de veinte años que emigraba a Madrid a ver si le renovaban el pasaporte para seguir en EL PAÍS.